INGVAR KAMPRAD
Este empresario nacido en Suecia el 30 de marzo de 1926 es considerado el dueño de la cuarta mayor fortuna del mundo. Se trata nada más y nada menos que del fundador de IKEA (quien no tenga un objeto o mueble comprado en IKEA, que lance la primera piedra).
Desde muy temprana edad se dedicó a la compra-venta de herramientas y objetos cotidianos. Los compraba al por mayor y los revendía a sus vecinos, consiguiendo unas ganancias considerables para su edad —a los once años se compró su primera bicicleta gracias a sus «negocios».
Siendo un veinteañero aplicó el mismo sistema con los muebles. Adquiría un mueble barato pero de calidad y lo revendía en su ciudad. Pronto creó su primer catálogo y repartía los muebles con la furgoneta que le alquilaba a un amigo lechero.
Después de muchas vicisitudes (como algunos boicots por parte de otros fabricantes de muebles suecos no tan baratos como IKEA), Kamprad decidió que la empresa diseñase sus propios muebles, comprar materias primas en el extranjero (especialmente en países asiáticos) y crear puntos de venta por toda la geografía mundial.
Una de las claves de su éxito fue el hecho de desmontar los muebles durante el traslado, ya que así se reducía el riesgo de dañarlos. Enseguida vio que desmontarlos también era una buena solución para su almacenaje, puesto que ahorraba gran cantidad de espacio.
Kamprad tiene seis mandamientos en los que basa su empresa y su filosofía. Sus trabajadores tienen que aprender lo siguiente:
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Solo mientras duermes no cometes errores.
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Divide tu vida en bloques de diez minutos y desaprovecha lo mínimo en insignificancias.
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La burocracia complica y bloquea. La planificación excesiva es la principal causa de «muerte corporativa».
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Termina el trabajo que tienes pendiente cada día. Dormirás mejor.
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La felicidad no está en alcanzar tu objetivo, sino en la lucha que lleva a él. No existe lo imposible.
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Graba esto en tu cerebro: si algo es positivo para nuestros clientes, lo será también para nosotros a largo plazo.
Ingvar Kamprad también cometió errores durante su vida, como reconoce con humildad. Durante treinta años fue alcohólico y en su juventud se dejó seducir por el nazismo. Consiguió vencer su adicción al alcohol y no solo se arrepintió de sus antiguas simpatías fascistas, sino que pidió disculpas por escrito a todos y cada uno de sus trabajadores de origen judío.
Este empresario sueco archimillonario no es en absoluto una persona ostentosa. Para desplazarse alterna su coche Volvo de los años noventa y el transporte público. Jamás toma un avión si no es en clase turista. Siempre utiliza las hojas de papel por las dos caras para ahorrar y no se le caen los anillos por responder al teléfono a los clientes en la oficina. No se trata de cicatería, sino de una manera de ver las cosas, una filosofía: la austeridad y la humildad mantienen el cuerpo activo y la salud óptima.