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¿QUIÉN ES EL LÍDER?

Laura salió de la redacción de la revista con ganas de mandar a paseo la carrera y aquellas prácticas de poca monta. Después de tres años sacando buenas notas en Periodismo, que en el último curso tuviera que formarse en una revistucha de barrio había sido una gran decepción.

Compañeros con peor currículum que ella estaban de becarios en televisiones y radios nacionales.

«Lo bueno es que en una publicación local vas a tener libertad para impulsar tus propios proyectos —le había dicho su tutora—. No lo consideres una oportunidad pequeña».

Al aterrizar en aquella redacción donde solo había un administrativo, que contrataba publicidad local, se deprimió enseguida. Aquella revista apenas tenía artículos: era un batiburrillo de anuncios con algunas cartas de los lectores y el exiguo programa de actividades culturales del barrio.

—Maldita sea, una revista mensual que no tiene un solo reportaje.

—Escribe tú el primero —le había dicho el administrativo, que andaba todo el día procurando cobrar los anuncios—. A todos los efectos, eres la directora de la revista.

Mientras se tomaba un café instantáneo, hojeó el periódico del día en busca de ideas. En la última página había una entrevista a un conocido psicopedagogo y escritor. Hablaba de que, en los tiempos actuales, era necesario encontrar otro tipo de líderes que aplicaran el humanismo ante los nuevos retos y dificultades.

Laura sintió que se activaba su olfato periodístico y decidió buscar los datos de contacto del entrevistado. Quizás podía desarrollar aquella idea de cara a un reportaje que titularía «LÍDERES PARA TIEMPOS DE CRISIS».

Animada con esta idea, después de hablar con una secretaria, una editora y una jefa de prensa, consiguió el teléfono del psicopedagogo. Para su sorpresa, aquel hombre tan ocupado la atendió sin prisas. Incluso cuando ella le explicó que el reportaje era para una revista local, aquello pareció avivar el interés de su interlocutor, que le dijo muy amable:

—Creo que fue Stanislavski, el hombre que revolucionó el teatro moderno, quien dijo: «No hay papeles pequeños, sino actores pequeños». ¿Sabes lo que quiero decir?

—Sí, que me tome el reportaje como un encargo grande.

—Es un encargo grande —puntualizó el psicopedagogo—. ¿Qué tiraje tiene esa revista?

Laura cubrió el teléfono con la mano para preguntar al administrativo. Luego respondió:

—Veinticinco mil ejemplares.

—Más que algunas revistas que están en los kioscos, pero aunque solo se editaran cien ejemplares, si una sola persona lo lee y tu reportaje le hace cambiar de forma de pensar, habrás cosechado un gran éxito.

—Muchas gracias por animarme —se sonrojó Laura—. Lo importante es saber quién es el líder en los tiempos actuales. Me gustaría tener una persona a la que poder seguir para analizar su forma de actuar e inspirar a los demás.

—Yo te podría dar varios nombres —repuso el psicopedagogo—. Empresarios que, pese a la crisis, siguen contratando a gente y se atreven a seguir adelante sin renunciar a sus valores. Pero el reportaje será mucho más auténtico si descubres tú a ese líder. Debes hacer algo como cuando Salvador Escamilla hizo debutar a Serrat en la radio.

Laura se quedó pensativa antes de preguntar:

—¿Y cómo reconoceré a ese líder? ¿Debo sondear a los cargos directivos de las empresas?

—No necesariamente. Hay líderes que guían e inspiran desde cualquier posición en la que estén, como el futbolista veterano que anima a sus compañeros desde el banquillo, aunque no juegue.

La joven periodista tomó rápida nota de aquellas palabras, ya que le parecían un buen ejemplo. Luego preguntó al psicopedagogo si podía darle algunas claves de esa nueva clase de líder que retrataría en su reportaje.

—Vamos a ver… —dijo este meditando lo que iba a decir—. Esa clase de líder no se siente más ni mejor que nadie. Simplemente, tiene una responsabilidad distinta. Sabe rodearse de personas positivas y eficaces, a la vez que se libera de los personajes tóxicos.

—Tomo nota.

—Sus acciones hablan por él o ella. Es una persona valiente, pero no agresiva. Pone en marcha pequeñas iniciativas con mucha visión de futuro. Sabe tocar el corazón del otro y hace sentir importante a todo su equipo. Todo eso y mucho más, pero… —vaciló el psicopedagogo— lo más importante es lo que te he dicho al principio: aunque reflote empresas y salve puestos de trabajo, no se siente nadie especial. Simplemente, le gusta ponerse al servicio de los demás. Y por supuesto, es una persona optimista, tónica, vital, valiente, imaginativa y empática, con autocontrol, buen humor y sentido del humor, humilde pero con una alta autoestima y sentimiento de competencia…; ahí tienes su retrato robot.