27
EL CUESTIONARIO PROUST II
—¿Cuál es para ti el colmo de la desdicha? —preguntó Laura, sorprendida de que su jefe quisiera contestar aquel cuestionario antes de despedirse de ella.
—Dejar de verte cada mañana, mediodía y tarde.
Un fogonazo de calor se apoderó de las mejillas de la periodista, sorprendida por aquella respuesta. Para disimular su turbación, leyó rápidamente la segunda pregunta:
—¿Y tu idea de la felicidad completa?
—Vivir en un mundo donde no necesite ser tu jefe para compartir contigo los mejores momentos del día.
«Me está tomando el pelo», se dijo azorada mientras lanzaba la siguiente pregunta:
—¿Tu personaje histórico favorito?
—La Laura a la que conocí cuando vino a entrevistarme a La Forja del Gato.
—¿Eso es histórico?
—Bueno, es historia muy reciente —rio—. ¿Cuál es la siguiente pregunta?
—¿Qué cualidad prefieres en un hombre?
—La sinceridad que estoy teniendo ahora.
—¿Y en una mujer…? —vaciló.
—Que diga abiertamente lo que piensa, aunque sea malo, cuando un tipo como yo se sincera de esta forma ante ella.
«Se ha vuelto loco», pensó Laura sin entender adónde quería ir a parar Ángel con aquel juego. Aún quedaban unas cuantas preguntas, así que tragó saliva antes de seguir:
—¿Quién te habría gustado ser?
—Alguien con menos éxito en los negocios y más facilidad para dar rienda suelta a su corazón.
—Ya veo… —dijo conmovida—. ¿Cuál es el rasgo principal de tu carácter?
—Podría decir la humildad, pero entonces dejaría de ser humilde.
—¿Y tu ocupación favorita? —preguntó anclando su mirada en la de él.
—Estar contigo.
«Me está tirando los tejos, ya no hay duda», se dijo Laura mientras daba un paso hacia él, que a su vez acercó su rostro al suyo. Temblando de emoción por lo que estaba a punto de suceder, la periodista lanzó su última pregunta:
—¿Cómo te gustaría morir?
—En tus brazos, si es posible.
En ese momento sus labios se juntaron, a la vez que sus cuerpos se unían en un largo y deseado abrazo. Luego Ángel le susurró al oído:
—¿Sabes? Supe que me había enamorado de ti al oír tus respuestas al cuestionario.
—Pues entonces el cuestionario Proust sí sirve para medir la felicidad —dijo Laura, sin aliento, mientras estrechaba aún más su abrazo.