Seis
Archer no se atrevió a contradecir la decisión de su tío inmediatamente, puesto que aquella no era la mejor forma de congraciarse con su nueva familia. Sin embargo, podía hacer un esfuerzo por conseguir que su tío cambiara de opinión con respecto al Palio. Archer taloneó a Amicus para que el caballo se pusiera junto a Giacomo, con la intención de darle una buena impresión aquel día, en la granja de caballos.
Si su tío lo veía manejar a los caballos y montarlos, cambiaría de opinión. Después de todo, ver era creer. Su tío no tenía ninguna referencia de él, salvo lo que su madre le había contado en sus cartas, y las madres nunca eran objetivas con sus hijos. Así pues, Archer entendía la reticencia de su tío a la hora de permitirle que fuera el jinete de su contrada en la carrera.
—Háblame sobre este caballo tuyo, sobrino —dijo Giacomo, mientras continuaban su viaje por el camino rural que estaban recorriendo—. Es un animal muy bonito, y fuerte.
—Ahora tiene mucho mejor aspecto —respondió Archer, asintiendo.
Incluso después del duro viaje desde Francia, Amicus había experimentado un gran cambio con ayuda del afecto y de un buen cuidado. Archer le contó a su tío la historia del rescate de Amicus y de su heroico salto hasta el barco, mientras analizaba disimuladamente la reacción de su tío.
—¡No! —exclamó Giacomo con incredulidad y deleite—. ¡Es increíble!
Archer le dio unas palmaditas a Amicus en el cuello.
—Sí, es increíble. Pero es que Amicus es un caballo increíble. Tuvo dos meses de reposo en París, y trabajé con él y con un estupendo grupo de jinetes mientras estuve allí. París tiene un grupo de jinetes con mucho entusiasmo y con mucha fuerza. No me lo esperaba. Era un placer entrenar con ellos, y pude enseñarle a Amicus algunas técnicas más refinadas. Va a ser un buen cazador —dijo Archer.
Aunque tenía intención de quedarse en Italia, Archer todavía quería hacer un viaje hacia el norte para conocer la escuela de equitación española de Viena. Sería un lujo ver a Amicus participar en su entrenamiento y sería una buena oportunidad para buscar nuevos caballos.
Le contó todo aquello a su tío.
—Tal vez, el año que viene, el caballo del Palio esté entre ellos —le dijo, con un guiño.
—Podría ser. Hace mucho tiempo que no tenemos un caballo de tan lejos, pero no sería nada excepcional —dijo Giacomo.
Parecía que a su tío le parecía más interesante la idea a medida que pensaba en ella. Aquello tenía que ser una buena señal, una señal de que confiaba en la asesoría de su sobrino. Un paso adelante. Archer no iba a aceptar un no por respuesta acerca de su participación en el Palio, de la misma forma que no iba a aceptar que la misteriosa Elisabeta hubiera desaparecido para siempre en la oscuridad de la noche.
Había llegado demasiado lejos como para permitir que aquellos obstáculos se interpusieran en su camino. Iba a correr en la carrera. E iba a encontrar a Elisabeta porque quería hacerlo, y él estaba acostumbrado a conseguir lo que quería.
—Ya casi hemos llegado —dijo su tío—. La granja está allí mismo, sobre la colina. Mira, voy a explicarte lo que estamos buscando hoy. Este hombre es un criador de caballos. Ha criado a más ganadores del Palio que ningún otro. Yo los entreno, claro, pero ellos pasan sus primeros años con él. He dejado a dos caballos a su cuidado desde que eran potros de un año. Ahora tienen cuatro años. Quiero ver si están listos para ser recomendados para la carrera, pero también quiero ver los caballos que hayan podido traer las otras contradas. Nosotros no somos los únicos que contamos con sus servicios.
Así pues, aquello iba a ser un examen de sus habilidades, pensó Archer. Su tío escucharía sus opiniones y decidiría si sabía de lo que estaba hablando. Sin embargo, la visita iba a ser algo más que un examen para él; también era una treta para poder evaluar el nivel de la competición.
—Lo entiendo —dijo, asintiendo.
Estaba disfrutando de aquella relajada camaradería con su tío. Era muy diferente a las conversaciones tensas y breves que mantenía con su padre. Su padre nunca pedía la opinión de los demás, tan solo daba la suya. Sin embargo, parecía que su tío sí estaba interesado en lo que él pudiera decir.
—Esto no será muy diferente a pasearse por los establos de Newmarket durante la semana de las carreras para ver los otros caballos.
Giacomo se echó a reír.
—En eso te equivocas, sobrino mío. En Newmarket, las cosas son directas: un hombre compite con su propio caballo y con su propio jinete. Cualquiera puede hacer competir a su caballo siempre y cuando pueda pagar su participación. Aquí, no. Nosotros tenemos que hacerlo todo más emocionante. Podemos recomendar caballos para el Palio, pero no controlamos qué caballo nos va a tocar. Nosotros no presentamos un caballo para Torre, sino que nos asignan un caballo de una selección final de animales. Lo único que podemos hacer es recomendar los mejores caballos posibles para esa selección.
Aquello era nuevo para Archer. Su madre no le había contado todos los detalles de aquella gran carrera; era fácil omitirlos. Cuando uno vivía en un entorno concreto, había matices que daba por sentados, y suponía que todo el mundo hacía lo mismo.
—Creo que lo entiendo, pero dame un ejemplo.
Giacomo sonrió y se animó a seguir hablando.
—Piensa en el caballo que ganó el Palio de julio, Morello, de Jacopi. Es propiedad de Lorenzo Jacopi, pero la Contrada della Pantera lo llevó a la carrera. No importa con qué contrada participe Jacopi, si es que participa con alguna. Para la carrera, su caballo es de Pantera. Si el caballo es elegido de nuevo para el Palio de agosto, puede que se le asigne a otra contrada. Espero que a nosotros, porque es el mejor caballo de este año, y creo que podríamos ponerle encima al mejor fantino de todas las contradas.
Aquel último comentario le causó dolor a Archer, aunque sabía que no era la intención de su tío. Él sería el mejor jinete de todos, si le daba la oportunidad de demostrarlo.
—Si ese caballo ya ha demostrado lo que vale ganando en julio, seguramente será seleccionado para la carrera de agosto —comentó.
—Los ingleses siempre aplicáis la lógica —dijo Giacomo, riéndose—. Piensas, como tu padre, que la velocidad importa, y así es, hasta cierto punto. Sin embargo, debes pensar como un italiano, como un sienés. Si todos sabemos cuál es el caballo más rápido, la carrera es menos emocionante. ¿Para qué va a celebrarse una carrera si ya se sabe cuál será el resultado?
Aunque su madre le había enseñado muchas cosas sobre su ciudad y sobre su idioma, aquello no se lo había enseñado. Archer no tenía respuesta para aquella pregunta.
—¿Primero me dices que una contrada no presenta a su propio caballo, y ahora me dices que la velocidad no es importante? Me temo que me parece poco intuitivo.
—Mira, la cosa es así —dijo su tío, a quien, claramente, le encantaba hablar de las peculiaridades de aquella gran carrera—. Todas las contradas deben tener las mismas posibilidades de ganar el Palio. Para que todos tengan las mismas posibilidades y la carrera sea justa, se seleccionan los caballos. Obviamente, los animales que estén heridos o que no estén en buenas condiciones físicas no entran en la selección, para no poner en desventaja a ninguna de las contradas. Pero, además, un caballo demasiado bueno puede darle a cualquier contrada una ventaja injusta. Cuando los capitani votamos a los caballos que deben participar en la carrera, votamos a los caballos que pueden hacer una carrera en igualdad de condiciones. Los caballos no se eligen por ser demasiado rápidos ni demasiado lentos, sino por tener la velocidad justa.
Entonces, ¿los caballos más rápidos no competían? Aquello le parecía una locura, pero Archer se cuidó de decírselo a su tío. Sería imprudente poner en cuestión una tradición de siglos. ¿Quién era él para decir que estaban equivocados? Solo se trataba de una tradición muy diferente a la tradición inglesa de elegir un caballo por su velocidad.
—Por supuesto, un buen fantino no va a dejar que un caballo demuestre en las pruebas todo lo que puede hacer, si es demasiado rápido —dijo Giacomo, de una forma críptica—. Hay formas de asegurarte de que tu caballo se haga un hueco.
Dios Santo, pensó Archer. Aquello no era una carrera de caballos, era una partida de ajedrez. Y, teniendo en cuenta las estadísticas, Torre jugaba muy bien; la contrada de su tío había ganado el Palio un once por ciento de las veces durante los pasados trescientos años. Y muchos de los éxitos de aquellos últimos veinte años habían sido propiciados por su tío, puesto que era el capitano de su contrada.
La granja apareció poco a poco ante su vista. Se trataba de una casa de ladrillo marrón, de estilo toscano, situada al fondo de una preciosa pradera verde. El primigenio deseo del hombre por reclamar la tierra y hacerla suya surgió de repente en Archer. Aquello era lo que quería; un hogar propio donde pudiera ser el dueño, no necesariamente de las tierras, sino de sí mismo y de su destino; un hogar donde sus hijos pudieran cabalgar por los campos, donde trabajar cada día y sentarse cada tarde a una mesa llena de comida fresca del campo, y retirarse cada noche con una mujer que calentara su cama y su corazón.
Era una idea completamente extravagante. En Newmarket, él era el segundo hijo de un conde, y las caballerizas siempre habían sido un patrimonio de la familia, mucho antes de que él se hiciera cargo de ellas. Además, había que tomar en cuenta el asunto de la riqueza y de la posición social. En Newmarket tenía que mantener las apariencias, No podía limpiar el estiércol de los boxes ni podía trabajar junto a los mozos de cuadra. Podía dar órdenes, diseñar programas de cría de caballos y dar instrucciones a los jinetes que entrenaban a sus caballos, pero eso era todo. Su padre no podía enterarse de que su hijo había salido a montar como un jinete cualquiera, o que había limpiado establos. Y su padre siempre se enteraba de todo. El conde le había dicho muchas veces que los caballeros solo montaban en las cacerías, y que, en las carreras, solo podían apostar.
Su tío y él desmontaron mientras el hombre a quien habían ido a visitar se acercaba a ellos. Michele di Stefano era de estatura media y tenía seguridad en sí mismo y un trato amable. Iba vestido con ropa de trabajo. Les estrechó la mano y besó sus mejillas, algo a lo que Archer pensaba que no iba a acostumbrarse nunca. No podía imaginarse que Haviland le besara la mejilla, aunque sí podía imaginarse a Nolan haciéndolo solo para sacarlo de quicio. A Nolan le encantaría la Toscana, con todos sus rituales de contacto. Su amigo tenía la firme convicción de que la gente confiaría más en uno si podía tocarlo.
Se encaminaron hacia el establo y los corrales donde su tío tenía dos caballos, dos preciosos animales de color castaño y llenos de vida. Giacomo y el dueño de la granja hablaron brevemente antes de que el hombre se marchara a atender a otros clientes. Por primera vez, Archer se fijó en lo concurrido que estaba aquel establo.
—Veo que tú no eres el único al que se le ha ocurrido venir a ver a sus caballos —dijo Archer, con picardía.
Giacomo le dio un suave codazo.
—Todo el mundo tiene interés en que la carrera se celebre en igualdad de condiciones. Faltan tres semanas hasta que se lleve a cabo la selección de los caballos. Los capitani de los diferentes barrios viajan a los distintos establos buscando caballos y fantini. Lógicamente, esto se hace durante todo el año, pero ahora que ya hemos dejado atrás una carrera, sabemos lo que tenemos que hacer para la siguiente —dijo Giacomo, y siguió hablando en voz baja, y con seriedad—: Eso significa que todos estamos buscando un caballo para ganar al Morello de Jacopi. Dime, sobrino mío, ¿qué te parecen los caballos?
Acababa de llegar la primera prueba. Archer estaba preparado.
—Creo que pueden correr bien, pero a esta distancia es todo lo que puedo decir. Vamos a acercarnos. Quiero verles las patas.
Archer ya se estaba dirigiendo al cercado, sacándose pedazos de manzana del bolsillo y ofreciéndoselos a los caballos, hablando en voz baja y con seguridad. Fue una invitación irresistible; ambos animales se acercaron a conocerlo.
Archer les acarició las crines y jugó un poco con ellos antes de comenzar su examen. Les revisó los dientes y les pasó las manos por las patas; notó que tenían los huesos fuertes y los músculos frescos.
—Están en buena forma. Sin embargo, falta ver lo que harán con un jinete.
Se frotó las palmas de las manos en los pantalones de montar y dio un paso atrás.
—Entonces, ¿deberíamos llevarlos a mi granja, con los demás? —le preguntó su tío—. Allí tengo jinetes que trabajarán con los caballos que queramos presentar como candidatos.
—Sí, debes llevarlos —dijo Archer, con seguridad, y empezó a sentir entusiasmo ante la sola mención de una granja de caballos. No sabía que su tío tuviera una granja fuera de la ciudad—. ¿Tal vez pudiera llevarlos yo, si tú estás ocupado?
Su tío sonrió, y Archer se rio de sí mismo. Había picado en el anzuelo de su tío con facilidad.
—Respecto a los caballos, eres igual que tu padre, ansioso como un colegial —le dijo Giacomo—. Puedes recogerlos mañana y llevarlos a nuestra villa.
Archer vio algo en los ojos de su tío, algo que le dio a entender que había aprobado el primer examen.
—¿Soy igual que mi padre? —preguntó; no estaba seguro de que le gustara aquello. Se había pasado casi toda la vida intentando evitar aquella comparación.
Su tío lo observó un instante, y su mirada de alegría se transformó en una mirada seria.
—Igual que era tu padre durante el verano en que yo lo conocí. No sé en qué clase de hombre se convirtió después, pero sé cómo era a tu edad.
—¿Y cómo era? —preguntó Archer. Le pareció raro y, a la vez, algo nuevo, pensar que su tío había conocido a su padre cuando era un hombre muy diferente.
Su tío sonrió.
—Era un hombre que no tenía miedo de vivir, de abrazar la vida. Un hombre como tú, que no temía ensuciarse las manos ni las botas con los caballos.
¿De veras? Él no había conocido a aquel hombre.
Hubo un movimiento al otro lado de la pradera, y Archer siguió la mirada de su tío.
—Los representantes de Pantera están aquí. El capitano ha enviado a su hijo y a esa sobrina suya a supervisar la competición. Rafaele di Bruno debe sentir la presión de ganar por segunda vez. ¿Acaso no sería todo un logro para Pantera ganar dos Palios en un mismo año? Por supuesto, no va a suceder.
Giacomo murmuró algo sobre lo improbable que era, pero Archer no estaba escuchando. Estaba demasiado concentrado en la mujer que había al otro lado de la pradera. Él estaba dispuesto a recorrer toda la Toscana para encontrarla, pero ella estaba allí mismo. No podía haberla encontrado de un modo más afortunado.
—Su sobrina es una belleza —dijo Giacomo distraídamente. Sin embargo, Archer no se dejó engañar. Lo mejor sería actuar con cuidado. Las siguientes palabras de su tío se lo confirmaron—. Tal vez debieras pasar un rato con ella esta tarde si acaso estás interesado.
Archer estaba verdaderamente interesado, por supuesto. Elisabeta era incluso más bella a la luz del día que de noche. Iba perfectamente peinada y llevaba un sombrero de paja que mostraba a la perfección su perfil, la curva de su mandíbula y de su barbilla. Llevaba un exquisito traje de montar de color azul, y el blanco de sus chorreras de encaje contrastaba llamativamente con el color oscuro de la chaqueta. Caminaba tomada del brazo de su primo, y ambos se detenían de vez en cuando para mirar los caballos y comentar con su anfitrión. Archer pensó que podía oír su risa.
Sin embargo, tendría que dejar los pensamientos sobre Elisabeta para después. Tenía que trabajar. Después de que todo el mundo hubiera visto los caballos se serviría un almuerzo y, seguramente, él tendría la oportunidad de sentarse a su lado en la mesa y dar un paseo al terminar de comer, mientras su tío llevaba a cabo el resto de sus asuntos.
A Archer se le aceleró el pulso al asimilar su presencia y pensar en todos aquellos planes. Sonrió de satisfacción. Aquel día estaba saliendo redondo con respecto a sus objetivos. Su tío se había quedado impresionado con su historia sobre Amicus y Elisabeta estaba allí, a escasos cincuenta metros de distancia.