Fábula de un poeta anciano

Aunque tengo la vista ya cansada

mis ojos aún conservan su pureza:

me estremece sentir que la belleza

de este mundo no ha sido desterrada.

A veces se nos muestra recatada

como monja que, solitaria, reza.

Otras cautiva con su realeza

a poetas de voz arrebatada.

Tantos coros de voces mercenarias

han hecho de tu cuerpo su bandera

que apenas si distingo la figura

que acariciada fue, mas sin mesura,

pues me parece ahora una ramera

que un día cautivó a las luminarias.