Fábula del violador sensual

Sólo violé una vez —¡no es gran pecado!—

y no es que de ello esté arrepentido.

Si he de decir verdad no he repetido

porque las circunstancias no se han dado.

Parezco un loco y soy un desgraciado.

Huyendo siempre estoy, como un bandido,

y no por la justicia perseguido:

la mujer que violé me ha importunado.

Parece ser que se ha enamorado

—ignoro la verdad cómo eso ha sido—

de las manos que, tiernas, la han tocado.

Era de noche. El cielo oscurecido

no pudo delatarme. Hoy me ha mirado

como quien mira a un hombre conocido.