Fábula de la mujer que ama a todos los hombres y no cristianamente
Tiene el hombre, sin duda, muchos dones.
No reprimo, al pensarlo, algún suspiro.
Como mujer que soy, yo los admiro
y, en conjunto, amo a todos los varones.
Algunos de ellos son unos simplones
que se entregan a mí en cuanto los miro.
Con los inteligentes doy un giro
a mi argumentación, doy más razones.
¡Pero es que son tan bellos y atractivos!
Tanto los que se entregan sin hablarles
como los que persisten siempre esquivos
aun cuando yo no deje de acosarles.
Son, del mundo animal, los más altivos:
por eso a todos ellos he de amarles.