Fábula del cobarde
Padezco una injusticia y no es alarde
pensar que sufro solo este destino.
Soy un hombre al que siempre en el camino
sin ninguna razón llaman cobarde.
No puedo, si estoy triste alguna tarde,
el intentar ahogar la pena en vino
porque hasta el tabernero más mohíno
me dice, sin razón, que soy cobarde.
En el fondo lo soy, sí, soy cobarde.
Soy un sol que en el cielo peregrino
tiene las llamas muertas, ya no arde.
Si alguna vez me enciendo me conmino
pues si uso de la fuerza —¡Dios me guarde!—
además de ser vil, seré asesino.