Fábula de la mujer que perdió la virginidad accidentalmente
Es muy difícil ser excursionista
y a la vez continuar siendo decente
porque el ser, nuestro ser, es contingente
y es necesario que algo nos asista
para ver lo que escapa a nuestra vista.
No quiero resultaros deprimente
si digo que cayeron por un puente
un autobús o al menos un turista;
que, aunque resulte un poco pesimista,
surge acaso huracán, si no relente,
al anhelar que el sol brille y persista.
Por una rama de cariz turgente
—al ejercer, de joven, de alpinista—
de ser virgen dejé por accidente.