21 - El cubo de pandora
Nicole podía ver a David Brown sentado detrás del escritorio. Francesca estaba inclinada sobre él, señalando algo en un gran mapa abierto delante de los dos. Nicole llamó a la puerta de la oficina del comandante.
—Hola, Nicole —dijo Francesca cuando ésta abrió la puerta—. ¿Qué podemos hacer por usted?
—He venido a ver al doctor Brown —respondió Nicole—. Respecto de mi misión.
—Oh, entre —dijo Francesca.
Nicole avanzó lentamente, arrastrando un poco los pies, y se sentó en una de las dos sillas frente al escritorio. Francesca se sentó en la otra. Nicole contempló las paredes de la oficina. Definitivamente, habían cambiado. Las fotografías del general Borzov, de su esposa e hijos, junto con su cuadro favorito, una imagen de un pájaro solitario con las alas extendidas planeando sobre el río Neva en Leningrado, habían sido reemplazadas por una sucesión de enormes mapas secuenciales. Los mapas, cada uno de los cuales estaba encabezado con un nombre distinto (Primera Incursión, Segunda Incursión, etcétera), cubrían los tableros de boletines de los lados de un extremo a otro de la pared.
La oficina del general Borzov había sido cálida y personal. Esta habitación era definitivamente estéril e intimidante. El doctor Brown había colgado replicas laminadas de dos de sus más prestigiosos premios científicos internacionales en la pared detrás de su escritorio. También había elevado la altura de su silla a fin de poder mirar desde un plano superior a todos los demás que estuvieran sentados allí.
—He venido a verlo por un asunto personal —dijo Nicole. Aguardó varios segundos, esperando que David Brown le pidiera a Francesca que se marchara. No dijo nada. Finalmente, Nicole miró en dirección a Francesca para dejar bien claras sus palabras.
—Me ha estado ayudando en las tareas administrativas —explicó el doctor Brown—. Considero que su intuición femenina detecta a menudo señales que a mí se me han pasado por alto.
Nicole permaneció sentada en silencio durante otros quince segundos. Se había preparado para hablar con David Brown. No había esperado que fuera necesario explicarle también todo a Francesca. Quizá simplemente debiera levantarme y marcharme, pensó por un instante, algo sorprendida al descubrir que se sentía irritada por el hecho de que Francesca estuviera allí.
—He leído las asignaciones para la primera incursión —dijo finalmente, en un tono formal—, y desearía hacer una petición. Mis deberes, tal como están señalados en la secuencia, son mínimos. Irina Turgeniev, me parece, también tiene poco trabajo en esa incursión de tres días. Recomiendo que traspase mis tareas no médicas a Irina, y yo me quedaré a bordo de la Newton con el almirante Heilmann y el general O'Toole. Seguiré atentamente los progresos de la misión, y puedo estar disponible de inmediato si hay algún problema médico significativo. De otra manera, Janos puede ocuparse de las responsabilidades de las ciencias vitales.
Hubo un nuevo silencio en la habitación. El doctor Brown miró a Nicole y luego a Francesca.
—¿Por qué desea quedarse a bordo de la Newton —preguntó al fin Francesca—. Más bien hubiera creído que estaba usted ansiosa por ver el interior de Rama.
—Como ya he dicho, se trata de un asunto personal —respondió vagamente Nicole—. Todavía me siento extremadamente cansada tras la prueba de Borzov, y tengo un montón de papeles que poner en orden. La primera incursión sería una prueba para mí. Preferiría estar completamente descansada y preparada para la segunda.
—Es una petición altamente irregular —dijo David Brown—, pero, bajo las circunstancias, creo que podemos arreglarlo. —Miró de nuevo a Francesca. —Pero me gustaría pedirle un favor. Si no va a ir usted a Rama, entonces quizás estaría dispuesta a relevar a O'Toole como oficial de comunicaciones de tanto en tanto. Así el almirante Heilmann podría ir dentro...
—Por supuesto —respondió Nicole antes de que Brown hubiera terminado.
—Bien. Entonces supongo que todos estamos de acuerdo. Cambiaremos los manifiestos para la primera incursión. Usted permanecerá a bordo de la Newton. — Después que el doctor Brown terminó de hablar, Nicole no hizo ningún gesto de abandonar su silla. —¿Hay algo más? —preguntó impaciente.
—Según el procedimiento, el oficial de ciencias vitales prepara los memorándums de certificación de los cosmonautas antes de cada incursión. ¿Debo enviarle una copia al almirante...?
—Déme todos esos memorándums a mí —la interrumpió el doctor Brown—. El almirante Heilmann no se ocupa de los asuntos de personal. —El científico norteamericano miró directamente a Nicole. —Pero no necesita preparar nuevos informes para la primera incursión. Ya he leído los documentos que escribió para el general Borzov. Son completamente adecuados.
Nicole no permitió que la penetrante mirada del hombre la amedrentara. Así que sabe lo que escribí acerca de él y de Wilson, pensó, y cree que debería sentirme culpable o azorada. Bien, pues no es así. Mis opiniones no han cambiado sólo porque ahora esté usted nominalmente a cargo de las cosas.
Aquella noche Nicole siguió con su investigación. Su detallado análisis de los datos biométricos del general Borzov mostraron que había habido extraordinarios niveles de dos extraños productos químicos en su sistema, justo antes de su muerte. Nicole no podía dilucidar de dónde habían procedido. ¿Había estado tomando alguna medicación sin su conocimiento? ¿Podían esos productos químicos, que era sabido que desencadenaban dolor (eran usados, según su enciclopedia médica, para comprobar la sensibilidad al dolor en pacientes neurológicamente alterados), haber sido fabricados de algún modo internamente por algún tipo de reacción alérgica?
¿Y Janos? ¿Por qué no podía recordar el haber tendido la mano hacia la caja de control? ¿Por qué se había mostrado reticente y reservado desde la muerte de Borzov? Poco después de medianoche, miró al techo de su pequeño dormitorio. Hoy el equipo entra en Rama y yo estaré aquí sola. Deberé aguardar hasta entonces para proseguir mi análisis. Pero no podía esperar. Era incapaz de echar a un lado todas las preguntas que inundaban su mente. ¿Es posible que haya una conexión entre Janos y las drogas en Borzov? ¿Es posible que su muerte no fuera completamente accidental?
Sacó su maletín personal del diminuto armario. Lo abrió apresuradamente, y el contenido saltó por los aires. Atrapó un grupo de fotografías familiares que estaban flotando encima de la cama. Luego reunió la mayor parte de las otras cosas y volvió a meterlas en el maletín. Retuvo en su mano el datacubo que el rey Henry le había dado en Davos.
Dudó antes de insertar el cubo. Al fin, inspiró profundamente y lo colocó en el lector. Un menú de dieciocho apartados apareció de inmediato en el monitor. Podía elegir cualquiera de los doce dossiers individuales de los cosmonautas o seis compilaciones distintas de estadísticas sobre el grupo. Nicole pidió el dossier de Janos Tabori. Había tres submenús en su biografía: datos personales, resumen cronológico y evaluación psicológica. Por el tamaño de los archivos listados podía decir que el resumen cronológico contenía la mayoría de los detalles.
Nicole accedió primero a los datos personales para familiarizarse con el formato de los dossiers.
El breve cuadro no le decía mucho que ya no supiera. Janos tenía cuarenta y un años y era soltero. Cuando no estaba de servicio para la AIE, vivía solo en un apartamento en Budapest, a sólo cuatro manzanas de donde su dos veces divorciada madre vivía también sola. Se había graduado con honores en ingeniería en la universidad de Hungría en 2183. Además de algunos datos mundanos como altura, peso y número de familiares directos e indirectos, el cuadro listaba otros dos números: EI (Evaluación de Inteligencia) y es (Coeficiente de Socialización). Los números de Tabori eran +3,37 para el EI y 64 para el es.
Nicole regresó al menú principal y pidió el glosario para refrescar su memoria acerca de las definiciones de la EI y el es. Supuestamente los números de EI representaban una medida compuesta de inteligencia general, basada en una comparación con una población estudiantil similar de ámbito mundial. Todos los estudiantes realizaban un conjunto de pruebas estandarizadas en momentos específicos entre las edades de doce y veinte años. El índice era en realidad un exponente en un sistema métrico decimal. Una EI número cero era la media. Un índice de EI de +1,00 significaba que el individuo estaba por encima del 90% de la población; +2,00 estaba por encima del 99% de la población; +3,00 por encima del 99,9%, etc. Un índice de EI negativo indicaba una media por debajo de la inteligencia general. La puntuación de +3,37 de Janos lo situaba en el centro de una décima parte del uno por ciento de la población en lo que a inteligencia se refería.
Los números de CS tenían una explicación mucho más directa. También se basaban en una batería de tests estandarizados hechos a todos los estudiantes entre los doce y los veinte años, pero la interpretación aquí era mucho más fácil de comprender. La puntuación más alta en es era de 100. Una persona que puntuara cerca de 100 era querida y respetada virtualmente por todo el mundo, se adecuaba en casi cualquier grupo, casi nunca se mostraba peleador o de mal humor, y podía confiarse mucho en él. Una nota a pie de página en la explicación de las puntuaciones de CS reconocía que los tests escritos no podían medir con exactitud los rasgos personales en todos los casos, así que los números debían ser usados con discreción.
Nicole se recordó a sí misma efectuar en algún momento una comparación de las puntuaciones EI y es de todos los cosmonautas. Luego accedió al resumen cronológico de Janos Tabori. Los siguientes sesenta minutos fueron una experiencia que le abrió los ojos. Como oficial de ciencias vitales, había estudiado por supuesto los archivos personales oficiales de la AIE de todo el equipo. Pero si la información acerca de Janos Tabori contenida en el cubo que le había entregado el rey Henry era correcta (y no tenía ninguna forma de saber si era de una u otra forma), entonces los archivos de la AIE eran lamentablemente incompletos.
Nicole estaba enterada de que Janos había sido seleccionado dos veces como el estudiante de ingeniería más sobresaliente en la universidad de Hungría; lo que no había sabido anteriormente era que había sido presidente durante dos años de la Asociación de Estudiantes Gays de Budapest. Estaba al corriente de que había entrado en la Academia del Espacio en 2192 y se había graduado en sólo tres años (debido a su experiencia anterior con una serie de importantes proyectos de ingeniería soviéticos); nadie le había dicho nunca que anteriormente había solicitado dos veces su admisión en la Academia, y que en ambas ocasiones fue rechazado. Pese a sus sensacionales puntuaciones, había fracasado las dos veces en su entrevista personal. En ambas ocasiones el comité entrevistador estaba encabezado por el general Valeri Borzov. Janos había actuado activamente en varias organizaciones gays hasta 2190. A partir de entonces renunció a todas ellas y nunca volvió a unirse o a participar en ninguna actividad gay organizada. Ninguna de esas informaciones figuraba en el archivo de la AIE.
Nicole se sintió asombrada por lo que acababa de averiguar. No era el hecho de que Janos hubiera sido (o fuera) homosexual lo que la trastornaba; estaba libre de prejuicios en lo que a orientaciones sexuales se refería. Lo que más la preocupaba era la posibilidad de que su archivo oficial hubiera sido deliberadamente censurado para extirpar de él todas las referencias tanto a su homosexualidad como a sus anteriores interacciones con el general Borzov.
Las últimas entradas en el resumen cronológico de Tabori fueron también sorprendentes para Nicole. Según el dossier, Janos había firmado al parecer un contrato con Schmidt y Hagenest, el conglomerado editorial alemán, la última semana de diciembre, justo antes del lanzamiento. Su tarea era realizar un consulting no especificado para una amplia variedad de proyectos post-Newton relativos a los media en apoyo de lo que era referido como el proyecto Brown-Sabatini. El cosmonauta Tabori había recibido un adelanto inicial de trescientos mil marcos por la firma. Tres días más tarde su madre, que había estado aguardando casi un año uno de los nuevos implantes cerebrales artificiales que invertían los daños causados por la enfermedad de Alzheimer, entraba en el Hospital Bávaro de Munich para someterse a cirugía neurológica.
Con los ojos cansados y ardientes, Nicole terminó de leer el extenso dossier del doctor David Brown. Durante las horas que había estado estudiando su resumen cronológico, había creado un subarchivo especial para aquellos datos del sumario que eran de un interés particular para ella. Antes de intentar dormir de nuevo, Nicole pasó por la pantalla una vez más aquel subarchivo especial.
Verano de 2161: Brown, con once años, es enrolado en el Campo Longhorn por su padre, venciendo las fuertes objeciones de su madre: un típico campo de verano al aire libre en una zona de colinas de Texas para muchachos de clase alta, con facilidades atléticas de todo tipo, prácticas de tiro con rifle, náutica y excursiones. Los chicos viven en grupos de diez en barracones. Brown se hace inmediatamente muy impopular. El quinto día sus compañeros de barracón lo atrapan al salir de la ducha y le pintan los genitales de negro. Brown se niega a salir de la cama hasta que su madre viaja tres mil kilómetros para recogerlo y llevarlo de vuelta a casa. Al parecer, el padre ignora por completo a su hijo después de este incidente.
Septiembre de 2166: Tras ser elegido para pronunciar el discurso de despedida en una escuela secundaria privada, Brown se inscribe como estudiante de primer año en física en Princeton. Permanece en Nueva Jersey sólo ocho semanas. Completa el trabajó de estudiante no graduado en la SMU mientras vive en su casa.
Junio de 2173: Obtiene el doctorado en física y astronomía en Harvard. Su consejero para la tesis, Wilson Brownwell, califica a Brown como "un estudiante ambicioso y diligente".
Junio de 2175: Brown completa el posdoctorado con una investigación sobre la evolución de las estrellas en colaboración con Brian Murchison en Cambridge.
Abril de 2180: Se casa con Jeannette Hudson de Pasadena, California. La señora Hudson ha sido estudiante graduada en astronomía en Stanford. Un solo hijo, una niña, Angela, nacida en diciembre de 2184.
Noviembre de 2181: Rechazada su colaboración con el departamento de astronomía de Stanford porque dos miembros del comité de evaluación creen que Brown ha falsificado datos científicos en varias de sus muchas publicaciones científicas. El asunto no llega a resolverse nunca.
Enero de 2184: Nombrado miembro del primer Comité Consultor de la AIE. Prepara amplios planes para una serie de nuevos e importantes telescopios astronómicos en la otra cara de la Luna.
Mayo de 2187: Es nombrado presidente del Departamento de Física y Astronomía de la SMU en Dallas, Texas.
Febrero de 2188: Pelea a puñetazos con Wendell Thomas, profesor de Princeton, en el atrio exterior en una reunión de la AAAS en Chicago. Thomas insiste en que Brown le ha robado y publicado ideas que habían discutido juntos.
Abril de 2190: El mundo científico se ve electrificado no sólo por la publicación de atrevidos modelos del proceso de las supernovas, sino también por la predicción de que una supernova cercana se producirá a mediados de marzo de 2191. La investigación ha sido hecha en colaboración con una estudiante doctoral de la SMU, Elaine Bernstein de Nueva York. Fuertes sugerencias por parte de asociados graduados de la señorita Bernstein de que las nuevas intuiciones son en realidad de ella. Brown catapultado a la fama como resultado de su atrevida y correcta predicción.
Junio de 2190: Brown se divorcia de su esposa, de la que lleva separado dieciocho meses. La separación ha empezado tres meses después de que Elaine Bernstein haya iniciado su trabajo de graduación.
Diciembre de 2190: Se casa con la señorita Bernstein en Dallas.
Marzo de 2191: La supernova 2191a llena el cielo nocturno de luz, como habían predicho Brown y otros.
Junio de 2191: Brown firma un contrato de dos años como reportero científico con la CBS. Salta a la UBC en 2194 y luego, por recomendación de su agente, a la INN en 2197.
Diciembre de 2193: Brown es premiado con la medalla de honor de la AIE por sus Distinguidos Logros Científicos.
Noviembre de 2199: Firma un contrato en exclusiva por muchos años y muchos millones de marcos con Schmidt y Hagenest para "explotar" todas las posibles aplicaciones comerciales de la misión Newton, incluidos libros, vídeos y material educativo. Forma equipo con Francesca Sabatini como la otra principal, y con los cosmonautas Heilmann y Tabori como consultores. A la firma, recibe una bonificación de dos millones de marcos depositados en una cuenta secreta en Italia.
El despertador la obligó a abrir los ojos cuando apenas había dormido dos horas. Nicole se arrastró fuera de la cama y se refrescó la cara en el lavabo retráctil. Salió lentamente al corredor y se dirigió a la sala. Los otros cuatro cadetes del espacio estaban reunidos en torno de David Brown en el centro de control, revisando excitadamente los detalles de la incursión inicial.
—De acuerdo —estaba diciendo Richard Wakefield—, las primeras prioridades son los telesillas ligeros individuales junto a las escaleras a la derecha e izquierda y un pesado montacargas desde el eje hasta la Planicie Central. Luego establecer un centro de control temporal al borde de la planicie y ensamblar y probar los tres todo terreno. Un tosco campamento esta noche, un campo de base en el emplazamiento Beta cerca del borde del Mar Cilíndrico mañana. Dejaremos el ensamblaje y despliegue de los dos helicópteros para mañana, los vehículos para el hielo y las motoras para el Día Tres.
—Un excelente resumen —respondió el doctor Brown—. Francesca irá con ustedes cuatro mientras montan la infraestructura esta mañana. Cuando los telesillas estén instalados y sean operativos, el almirante Heilmann y yo nos reuniremos con ustedes junto con el doctor Takagishi y el señor Wilson. Todos dormiremos en el interior de Rama esta noche.
—¿De cuántas bengalas de larga duración disponen? —preguntó Janos Tabori a Irina Turgeniev.
—De doce —respondió ella—. Eso debería ser suficiente para hoy.
—Y esta noche, cuando nos vayamos a dormir ahí dentro, será la noche más oscura que ninguno de nosotros haya visto nunca —dijo el doctor Takagishi—. No habrá luna ni estrellas, ningún reflejo del suelo, nada excepto una absoluta oscuridad alrededor de nosotros.
—¿Cual será la temperatura? —preguntó Wakefield.
—No lo sé seguro —respondió el científico japonés—. Los abejorros iniciales solamente llevaban cámaras. Pero la temperatura en la región alrededor del extremo del túnel era la misma que en Rama I. Si eso sirve de alguna indicación, entonces debería ser de unos diez grados bajo cero en los campamentos. —Takagishi hizo una momentánea pausa. —Subiendo —aclaró—. Ahora nos hallamos en el interior de la órbita de Venus. Esperamos que las luces se enciendan en otros ocho o nueve días, y que el Mar Cilíndrico empiece a fundirse a partir del fondo poco después.
—Eh —bromeó David Brown—, suena como si se estuviera volviendo un converso. Ya no limita todas sus afirmaciones, sólo algunas de ellas.
—Con cada dato que indica que esta nave espacial es como su antecesora de hace setenta años —respondió Takagishi—, las probabilidades de que sean idénticas se incrementan. Hasta ahora, si ignoramos el cronometraje exacto de la maniobra de corrección, todo respecto a los dos vehículos ha sido idéntico.
Nicole se acercó al grupo.
—Bien, miren quién está aquí —dijo Janos con su sonrisa habitual—. Nuestro quinto y último cadete del espacio. —Observó sus ojos hinchados. —Y nuestro nuevo comandante tenía razón. Parece como si necesitara realmente un poco de descanso.
—Yo, por mi parte —intervino Richard Wakefield—, me siento decepcionado de que mi ayudante de ensamblaje de los todo terreno sea ahora Yamanaka en vez de Madame des Jardins. Al menos nuestra oficial de ciencias vitales habla. Puede que tenga que recitarme a mí mismo a Shakespeare para mantenerme despierto. —Dio un ligero codazo a Yamanaka en las costillas. El piloto japonés casi sonrió.
—Quería desearles a todos buena suerte —dijo Nicole—. Como estoy segura de que les habrá dicho ya el doctor Brown, me siento todavía demasiado cansada para ser de mucha ayuda. Espero estar fresca y preparada para la segunda incursión.
—Bien —observó impaciente Francesca Sabatini después de recorrer con su cámara toda la sala y captar un último primer plano de cada rostro—. ¿Estamos listos ya?
—Vamonos —dijo Wakefield. Se encaminaron hacia la esclusa en la parte delantera de la nave espacial.