CAPÍTULO XXV
Nada más aterrizar en la base me había propuesto ir en busca de Robb. Ahora sabía que estaba a salvo y que dentro de poco podría reunirme con él, pero la inquietud que sentía en mi interior aumentaba y sabría que no pararía hasta que viera a Robb con mis propios ojos y me asegurara de que estaba bien. Salté del helicóptero nada más pisar tierra y prácticamente choqué con Cloe que nos esperaba a pie de pista. Nos abrazamos. Era un alivio comprobar que ella también estaba bien.
–¿Dónde está Robb? Tengo que ir a verle inmediatamente–le grité por encima del ruido de las hélices.
–Está en la enfermería. Espera que vea a Miguel y te llevaré. He venido en jeep–me dijo señalando el vehículo.
–De acuerdo– accedí sobre todo porque no tenía ni idea de dónde se encontraba la enfermería.
Mientras esperaba impaciente observé que un montón de oficiales de la base se habían reunido en torno a la pista para recibir a la comitiva. Advertí que me miraban con curiosidad y cuchicheaban entre ellos. Era de suponer que habría rumorología con respecto a nuestra presencia en la base y sobre todo después de haber partido en una misión secreta de combate. Al final todo se terminaría sabiendo porque los cincuenta hombres que habían venido con nosotros conocían los pormenores y además me habían visto en acción. Tendría que hablar con Miguel sobre el tema. No sabía cuál sería su opinión al respecto, pero al fin y al cabo se trataba de sus hombres, él tendría que decidir si contárselo o no.
Y en ese instante Miguel bajó del helicóptero y sus hombres comenzaron a vitorearle. Él les saludó con la mano y continuó hacia donde le esperábamos Cloe y yo. A pesar de lo maltrecho que estaba después de la larga noche, aún tenía una figura imponente con el uniforme de combate y su espada colgando del cinturón. Cloe como siempre se le lanzó a los brazos efusivamente. Era emotivo verlos así, los dos hijos del arcángel, rubios, dorados como querubines, girando alegres en su reencuentro.
–¡Vamos, Cloe!–le apremié.
–¡Pero si no me habéis contado nada!– protestó.
–Ahora tengo mucho jaleo, enana, nos vemos en el almuerzo y nos ponemos al día–dijo Miguel revolviéndole el pelo.
Cloe vino hacia mí sonriendo y Miguel la siguió con la mirada que después dirigió hacia mí.
“¿A dónde vas?” preguntó curioso.
“A ver a Robb” respondí como si fuera obvio.
“¿Así?” preguntó levantando una ceja.
“Así, ¿cómo?” me piqué.
“Parece que te ha pasado una manada de búfalos por encima” se burló.
“No le importará” contesté furiosa y le saqué la lengua.
Soltó una carcajada a mi costa y se quedó mirándonos subir al jeep y partir. ¡Siempre conseguía provocarme! Estaba claro que era su afición favorita. Pero ¿y si fuera verdad?, ¿tan mal aspecto tenía? Había pensado durante todo el vuelo de vuelta en cómo sería reencontrarme con Robb, sobre todo lo había imaginado como un momento romántico y apasionado y ahora empezaba a dudar si sería así, en especial porque mi pelo estaba encrespado, tenía polvo y suciedad por toda la cara y el uniforme y además me dolía todo el cuerpo. Aun así por encima de mi aspecto necesitaba ver a Robb, con lo que obvié todo lo demás y me concentré en que estábamos sólo a unos metros de distancia el uno del otro.
–Emma, ¿te han contado ya que hemos rescatado también a Rick y a Tom?– dijo Cloe.
–¿En serio?, ¿están bien?– pregunté.
–Sí, un poco débiles, pero bien. No les han alimentado demasiado bien y además han intentado sonsacarles información a golpes, pero se han comportado como unos valientes y han aguantado– dijo sonriente.
–¡Cuánto me alegro! Hubiera sido muy duro para Robb perderlos, son como hermanos– expliqué.
–Y… he besado a Rick– confesó sonrojándose.
–¡Cloe!–exclamé.
–Me alegré tanto al verle que me lancé a sus brazos y él me miró como nunca me había mirado un chico y no pude contenerme–me explicó encantada.
–¿Y?–insistí.
–Creo que le gusto porque no se cortó un pelo y me devolvió el beso. ¡Fue alucinante!– respondió satisfecha.
–¡Me alegro un montón!, pero no se lo cuentes a Miguel, parece ser del tipo de hermano súper protector. No os dejaría a solas ni un momento– le aconsejé.
–¡Ya lo había pensado!– dijo guiñándome un ojo.
Cloe aparcó el jeep a la entrada del edificio principal y nos apresuramos hacia la enfermería, sin embargo cuando íbamos a entrar, una enfermera nos cortó el paso.
–Lo siento, no se puede entrar. El doctor está examinando a los pacientes y se están aplicando las curas–nos informó.
–¡Oh, venga ya!– exclamé–Tengo que entrar urgentemente, necesito ver a un paciente. ¿Podría por favor entrar sólo un momento?– insistí.
–Lo siento, dentro de una hora se podrán hacer visitas–dijo la enfermera contundente.
Yo la miré con cara asesina y después desvié la mirada hacia Cloe para que me echara una mano, a fin de cuentas ella era la hermana del jefe, tendrían que hacer la vista gorda por una vez.
–Enfermera Greene, por favor, es un caso de extrema urgencia ¿Podría hacerle la consulta al doctor?–suplicó Cloe dulcemente.
La enfermera Greene puso mala cara pero entró en la enfermería cerrando la puerta a su paso. Ni siquiera pude ver nada a través del hueco de la puerta. A los pocos instantes se asomó de nuevo por la puerta.
–El doctor dice que pueden volver en una hora–anunció.
Y cerró la puerta en nuestras narices.
–¡No me lo puedo creer! Los astros se están alineando hoy en mi contra. Necesito verle, ¿es que no lo entienden? Cloe si no me sacas ahora mismo de aquí derribaré la puerta y me colaré– exclamé alterada.
–Vamos, te llevo a la residencia. De todos modos, mira la parte buena, así te pondrás un poco más presentable–comentó.
Estaba claro que debía de tener un aspecto terrible. Quizás tuvieran razón y había sido una suerte posponer el encuentro.
Una vez en mi habitación me apresuré a adecentarme un poco. Me quité el equipo, o lo que quedaba de él, lentamente. Tenía rasguños por todo el cuerpo. Tendría que pedirle a Cloe más tarde que me ayudara un poco con sus esferas, ya que no tenía claro que pudiera aplicarme a mí misma la energía curativa. Cuando me quité la camiseta sentí una punzada de dolor en mi brazo izquierdo. Entonces vi que estaba herida. Tenía un corte en el brazo. Me acordé de que James me había rozado con la daga cuando nos cruzamos en el aire. En ese momento no me había parecido gran cosa, pero ahora notaba un escozor intenso y supuse que estaría cicatrizando.
¡La daga! Me quité los cordones de las botas altas y la daga cayó al suelo. Era de metal dorado con una empuñadura en forma de cruz y adornada con gemas de distintos colores. ¡Sin duda era la daga que había visto en mis sueños! y se la habíamos arrebatado a James. Miguel había sido muy inteligente, había aprovechado la visión para no sólo esquivar a James y salvar su vida, sino también para recuperar el arma que ponía en peligro la mía. Otra cosa más para apuntar a mi lista de todo lo que le debía. Cogí la daga y la envolví en un pañuelo de seda del armario y la oculté en el cajón entre la ropa interior. Esperaba no tener que preocuparme por ella nunca más. Quizás incluso sería más prudente destruirla para evitar futuros problemas.
Me metí en la ducha y dejé correr el agua caliente por todo mi cuerpo, incluida la herida del brazo que sangró un poco pero que al menos quedó limpia. Me seguía molestando y la vendé con una gasa para que no me manchara la ropa. Me dediqué a ponerme presentable, alisándome el pelo e incluso poniéndome un poco de maquillaje para ocultar mis ojeras y los rasguños de la cara. Ya que había sido necesario retrasar de nuevo nuestro encuentro, quería que al menos Robb me viera guapa. Recogí del suelo toda la ropa sucia y abrí el vestidor para elegir algo presentable. Me tiré media hora pasando una percha tras otra sin llegar a decidir qué ponerme. No quería los vaqueros de todos los días, necesitaba algo mejor. Pero tampoco me veía con un vestido y tacones corriendo hacia la enfermería ¡Quedaría muy teatral! Al final me decanté por mi blusa turquesa ajustada, una minifalda y mis bailarinas. Me estaba poniendo un poco de perfume cuando llamaron a la puerta. Sería Cloe para acompañarme de vuelta a la enfermería.
–¡Pasa! Está abierto– grité.
Me miré en el espejo para comprobar que todo estaba correcto y me giré para salir. Entonces me quedé allí mismo paralizada. Robb estaba recostado contra el marco de mi puerta, observándome sonriente.
–Me han dicho que me estabas buscando– susurró con voz grave.
Estaba tan guapo como siempre, con su pelo negro, brillante y revuelto y sus ojos verdes enormes e intensos me miraban fijamente. Llevaba una camiseta negra ceñida y unos vaqueros oscuros y no podía soportar por más tiempo estar tan lejos de él. Corrí a su lado y él vino también a mi encuentro. Nos abrazamos y me apretó muy fuerte contra su pecho. Levanté mi rostro para mirarle y comprobar que estaba bien y sobre todo para asegurarme de que era real. Él también me miró y estuvimos en silencio unos minutos, tan sólo mirándonos a los ojos y viéndonos reflejados el uno en el otro. Nos dijimos lo que sentíamos sin necesidad de hablar, ni siquiera en nuestro pensamiento.
Cuando ya no pude resistir más, rodeé su cuello con mis brazos y poniéndome de puntillas busqué su boca. Él me rodeó la cintura y me atrajo más hacia él y me besó. En cuanto nuestras bocas se rozaron noté un dolor agudo que recorría mi pecho y que bajaba tornándose en placer hasta mis piernas. No fuimos delicados, nos necesitábamos mucho el uno al otro después de lo que habíamos pasado. Nuestras bocas se mezclaban ardientes y nuestras manos buscaban consuelo en el cuerpo del otro. Nos fuimos desplazando sin dejar de besarnos hasta llegar al borde de la cama y, una vez allí, Robb se tumbó sobre mí. Me estremecí de placer al notar todo su cuerpo contra el mío. Pasé mis manos por sus costados y le levanté la camiseta hasta los hombros. Robb se incorporó sobre sus codos y se la sacó por la cabeza y después se dedicó a desabrocharme torpemente los botones de la blusa. Mientras, yo pasaba mis dedos con delicadeza por las cicatrices de su espalda.
–¿Te duelen?–pregunté preocupada.
–No demasiado y gracias a ti curarán del todo–dijo abriendo por fin mi blusa y ayudándome a quitármela.
Me sentí un poco expuesta ante Robb, pero le necesitaba tanto que pronto esa sensación me abandonó para tornarse en deseo. Me besó el cuello y siguió de camino hacia mi clavícula y más abajo, hacia mis pechos.
–¿Estás herida?– preguntó sobresaltado al ver el vendaje de mi brazo.
–Sólo es un rasguño sin importancia–dije acariciando su abdomen y enganchando mis pulgares a la cintura de sus pantalones.
Comencé a desabrocharle los botones de los vaqueros sintiendo calambres en mis dedos. Robb se estremeció y me besó con más fuerza. Estábamos llegando demasiado lejos, ambos lo sabíamos, pero esta vez no quería parar. Robb se incorporó y se quitó los vaqueros y después desabrochó mi falda y la deslizó suavemente por mis piernas. Nos quedamos ambos sólo en ropa interior. Inclinándose sobre mí, me miró y sus ojos me derritieron. Le deseaba con toda mi alma y atrayéndole hacia mí me entrelacé con él. Mis piernas rodearon su cuerpo mientras él me apretaba con fuerza los muslos. Nuestras respiraciones se aceleraron y se sincronizaron y nuestras bocas parecían una sola. No quería detenerme, quería llegar con Robb hasta el final. Habíamos estado unidos en mente, ahora uniríamos también nuestros cuerpos.
Y entonces sentí a Miguel próximo y me aparté de inmediato de Robb.
–¿Qué ocurre?– preguntó sorprendido.
–¿Cerraste la puerta de la habitación?– pregunté mientras me levantaba.
–Creo que sí–respondió perplejo.
–Voy a comprobar, viene Miguel–dije saliendo en ropa interior hacia la sala.
Y en ese instante Miguel golpeó en la puerta que afortunadamente estaba cerrada.
“Emma, ¿estás ahí?” me preguntó mentalmente.
“Acabo de salir de la ducha, no estoy visible” mentí.
“Estarás más que visible” se burló “Nos van a servir el almuerzo en quince minutos en la sala principal, ¿nos vemos allí?”
“De acuerdo. Hasta ahora” dije volviendo a la habitación.
Robb me esperaba sentado en la cama entre un revuelo de sábanas. Estaba increíblemente sexy, con el pelo alborotado, casi desnudo y un poco frustrado.
–¡Lo siento!, he echado a perder el momento–dije decepcionada.
–No te preocupes–dijo Robb– Tendremos mucho tiempo–.
Me acerqué hacia la cama y me acurruqué entre sus brazos.
–Sí, lo tendremos, pero no ahora. Nos esperan para comer en quince minutos–dije enfurruñada mientras besaba su cuello.
– ¿Era Miguel?–preguntó.
–Sí, era él. Le sentí y hablamos mentalmente. Ya sabes, ahora estamos vinculados, lo hicimos para la batalla–dije sintiéndome un poco incómoda.
–Por supuesto, pero recuérdame que le mate en cuanto le vea, nos ha interrumpido en un momento bastante íntimo–dijo frunciendo el ceño.
–Bueno, así tendremos que empezar de nuevo más tarde y será más divertido– le dije mientras le daba besos a lo largo de la mandíbula.
–Si sigues por ahí no bajaremos a almorzar–me dijo.
Y abrazándome me dio un apasionado beso en los labios.
Cuando entramos en la sala los demás ya estaban allí. Miguel hablaba animadamente con David y Cloe y cuando nos vio entrar me miró sonriendo y después detuvo su mirada en Robb. Se acercó de inmediato y se saludaron con un apretón de manos. Iba a susurrarle a Robb que se comportara y que olvidara lo de la interrupción, cuando me di cuenta de que no estábamos vinculados. Mi actual vínculo mientras tanto me miraba con sus ojos azules radiantes, sin duda satisfecho del triunfo de la misión.
“Ahora sí que estás preciosa” dijo deteniéndose en mis piernas.
“Para” le respondí sonrojándome.
Robb me miró inquisitivo y luego a Miguel, percatándose de que algo ocurría entre nosotros, pero no hizo preguntas. Simplemente observó y me sentí de nuevo un poco incómoda. Cloe se acercó salvando la situación.
–Propongo que comamos y que nos pongáis al día de cómo fue la batalla. He escuchado más de diez versiones circulando por la base y quiero conocer la definitiva–pidió curiosa.
Me senté a la mesa con Robb a un lado y al otro Miguel. Al lado de Miguel se sentó Cloe que arrastró literalmente a Rick a su lado con lo que Tom y David ocuparon los sitios vacantes. Dejé a Miguel todo el honor de narrar la incursión porque lo haría mejor que yo y además sabía que le encantaría hacerlo. De vez en cuando David apuntaba algo y ambos narraron lo acontecido con todo detalle. Me pusieron por las nubes, haciendo que me sonrojara más de una vez, mientras Robb que me cogía la mano por debajo de la mesa, me daba apretones de ánimo. La parte del enfrentamiento con James fue la que creó más expectación. Notaba a Robb más tenso a mi lado, acariciando mi mano continuamente con las yemas de sus dedos. Cuando Miguel contó cómo le desarmó y le atravesó con la espada Cloe soltó un grito de júbilo.
–Entonces, ¿tenéis la daga?–dijo Robb mirándome esperanzado.
–Sí, la tenemos–confirmé mirándole.
Esto pareció relajarle en parte y después se dirigió a Miguel.
–Gracias por proteger a Emma–dijo, mirándome con dulzura.
–Creo que sabe protegerse bien sola–dijo Miguel sonriendo.
–Deberíamos destruir la daga–añadió Robb de repente.
–Sí, yo también lo he pensado–dije–, pero quizás deberíamos averiguar más cosas sobre ella antes. Si James la conservaba sin saber que era el instrumento para acabar conmigo, quizás era por otro motivo–.
–Es posible–dijo Miguel.
–Quizás podría haberle sacado más información a Snake en su momento. Ahora quién sabe dónde estará–dije.
–Emma, hemos recuperado a Snake–dijo Cloe– Se me olvidó decírtelo, pero no creo que saquemos mucho de él. James debió de intentar quitar tu bloqueo y le ha dejado el encefalograma plano. No percibo ninguna actividad cerebral en él–.
–¡Vaya! James insinuó que había conseguido hacerle hablar, pero pensé que no era cierto. De haber sabido lo del ritual, no se habría dejado quitar la daga tan fácilmente–expliqué.
–¡Eh!, que no fue fácil quitársela. Fue un ataque calculado a la micra– protestó Miguel.
–Perdona, tienes razón. Fue sublime–admití dándole unos golpecitos en el hombro.
Robb volvió a mirarnos de nuevo, levantó las cejas y hubiera dado cualquier cosa por saber en lo que estaba pensando.
La sobremesa se extendió y nos fuimos dispersando. Salí a tomar un poco de aire a la terraza con vistas al jardín mientras los demás brindaban con champán. Me senté en la balaustrada respirando el aire primaveral de una tarde soleada. Me entretuve cogiendo mechones de mi pelo y dejando que los rayos de sol los atravesaran y los tiñeran de rojo. Robb se asomó por la puerta de la terraza y se acercó a mí.
–¿Qué tal te encuentras? ¿No estás cansado?–pregunté examinándole con atención.
–No, ya estoy casi al cien por cien–dijo apoyando sus manos en la baranda de piedra junto a mí.
Sonreí y agarrándole por el brazo le atraje hacia mí. Su pelo al sol también era increíble, tenía un brillo azulado, y no pude resistirme a pasar mis dedos por su flequillo revuelto, acariciándolo. Él sostuvo sus preciosas manos en mis caderas y se dejó hacer. Su tacto era seda entre mis dedos y olía a lluvia, a Robb.
–Estuviste increíble anoche, Emma. Me hubiera gustado estar a tu lado, pero reconozco que no te hizo falta mi ayuda, te apañaste muy bien sola–dijo buscando mi mirada.
–Yo también hubiera deseado que estuvieras conmigo, siempre me haces sentir más fuerte. Pero en cierto modo siempre te llevo en mi interior y creo que eso fue lo que me dio fuerzas. Y Miguel, por supuesto, él lo hizo genial–contesté.
–Sí, sin duda este punto es para él. Él venció donde yo fallé, te protegió contra James, recuperó la daga y nos liberó–murmuró serio.
–Robb, tú no has fallado en nada, James te tendió una emboscada, no podías saberlo–protesté.
–Te he fallado a ti, ¿es que no lo ves? Cuando más me necesitabas no estaba para ti y todo porque no te escuché y me convencí de que la mejor solución para protegerte era quitarle a James la daga. Y no sólo te dejé sola, sino que además de que me capturaran a mí y a mi equipo, viniste a por mí, poniéndote al alcance de James. Nunca me perdonaré lo que te he hecho y el peligro al que te he expuesto–explicó con voz amarga.
Tomé su rostro en mis manos y le hice mirarme antes de hablar.
–Robb, desde que nos conocemos me has dado todo lo que posees, lo has sacrificado todo por mí: a tu gente, a tus amigos, tu hogar… Y sobre todo me has dado tu amor que es lo más valioso que he tenido nunca. Es cierto que irte así no fue la decisión más acertada, pero lo hiciste porque en ese momento era la única solución que veías para mantenerme a salvo. Has arriesgado tu vida y la de tus amigos por mí y has soportado todo lo que James te hizo sólo por mí, sin ni siquiera quejarte para evitar que yo sufriera. Robb, eres el hombre más valiente que conozco y aunque a veces me pongas de los nervios, también amo esa parte de ti. No pienses jamás que me has fallado, porque no lo has hecho. Me has demostrado que me consideras más importante que tu vida. No podría amarte más de lo que lo hago y por eso tuve que ir a buscarte. Tú también lo habrías hecho por mí–dije sin apartar la vista de sus preciosos ojos verdes.
–Pero tú eres demasiado importante para arriesgar así tu vida. Y sólo por recuperarme a mí. Quiero que entiendas por qué me siento así, por qué te he defraudado. Como tu mentor, nunca debí apartarme de ti. Miguel tenía razón, él era mejor candidato para estar a tu lado– continuó apartando su rostro de mis manos.
–Robb, ahora mismo no me importa en absoluto lo que soy o lo que represento. Sólo sé que te amo con todo mi ser, jamás en la vida he querido algo tanto como te quiero a ti y cuando te capturaron me sentí morir. He sentido un dolor en mi corazón que jamás creí posible cada minuto que has estado lejos de mí y cuando pensé que ibas a morir me sentí morir por dentro. Cuando te desvinculaste de mí perdí una parte de mi misma contigo y me di cuenta de que aún había cosas peores de las que había sufrido hasta ese momento. Pero me convencí de que no ibas a morir, de que te salvaría como fuera aunque dejara mi vida en ello porque una vida sin ti no sería una vida. Al menos yo no querría vivirla. ¿Entiendes lo que significas para mí?–dije con lágrimas en los ojos.
Robb me contemplaba con una mirada intensa y cuando se acercó más a mí y me rodeó con sus brazos pude sentir contra mí el frenético palpitar de su corazón.
–Emma, acabas de describir lo que siento yo por ti. Cuando te conocí, me sentí fascinado. Era obvio que eras muy hermosa y que cualquier hombre perdería la cabeza por ti. Mira a Zack o a cualquiera de tus compañeros del instituto que babeaban por donde pisabas. Pero había algo más en ti, una atracción gravitacional, que descubrí con solo tocarte. Con tu contacto me llenaste de vida, hiciste acelerarse por primera vez mi corazón y no porque seas un ser mítico, con un aura arrolladora y potente, sino porque eres leal, afectuosa, divertida, mordaz, apasionada y sobre todo valiente. Me enamoré de ti nada más verte, pero fui tan necio que no quise admitirlo hasta que Zack te besó aquella noche en la discoteca. Me costó mucho trabajo no acabar con él allí mismo por haberse atrevido a ponerte las manos encima. Te quería sólo para mí. Los celos me mataban y sentí un miedo espantoso de que tú nunca me vieras del mismo modo en que yo te veía a ti. Y es así como me di cuenta de lo que significabas para mí porque ésa era la primera vez en mi vida que tenía miedo de algo– confesó apasionado.
–Pensaba que por aquél entonces sólo estabas interesado en que me vinculara a ti y que sólo tonteabas conmigo para conseguirlo– dije embelesada.
–Ya, intenté hacerme el duro contigo porque no quería que descubrieras la intensidad de lo que sentía por ti. No quería que te largaras asustada. Pero en el ritual supe que no podría ocultarlo por mucho más tiempo. Estabas preciosa y me moría por besarte. Me prometí que buscaría cualquier excusa para hacerlo y de pronto tú me lo pusiste a tiro con tu fobia a la sangre. No pude evitarlo, te besé como nunca había besado a nadie antes y al percibir que tú parecías sentir algo por mí, me sentí el hombre más feliz del universo. ¡Me vuelves loco! Sabes cómo manejarme, provocarme, enfurecerme, desarmarme y sobre todo amarme. Yo sí que no podría vivir sin ti. No vuelvas a ponerte en peligro así por mí, te lo ruego–me confesó apasionado.
–Haría cualquier cosa por ti, pero no tendré necesidad de correr en tu busca si no vuelves a separarte de mí–murmuré contra sus labios.
–Te prometo que no me separaré de tu lado. No creo que pudiera, de todos modos, porque me he dado cuenta de que te necesito cerca de mí–respondió ardiente.
–Muy cerca–añadí pegándome más a él.
Y nos besamos apasionados, asimilando lo que acabábamos de confesarnos el uno al otro. Si permanecíamos juntos todo lo demás acabaría encajando y sabríamos cómo resolverlo. No quería perderlo nunca más. Nos quedamos abrazados largo rato, viendo cómo se ponía el sol en el horizonte.
–Emma, ¿qué ha pasado con Miguel? Me ha sorprendido que no os tiraseis los trastos a la cabeza en toda la comida–comentó Robb de repente.
–Creo que nos hemos vuelto un poco más civilizados el uno con el otro en estos días–dije sonriendo.
–¿Entonces ya no crees que sea un capullo engreído?– se burló Robb.
–Yo no he dicho eso. ¡Esa es su fachada, sin duda!, pero por fin he visto su interior y lamento mucho cómo le he tratado desde que le conocí. Miguel es un tipo genial. Desde que te capturaron se ha desvivido por mí, me ha apoyado en todo momento cuando quise ir a rescatarte. Bueno, salvo que no quería que yo le acompañara y tuvimos una bronca terrible, pero ha planificado la misión en tiempo record y tanto él como su hermana se han portado como verdaderos amigos conmigo. De no ser por Miguel me habría quedado en mi habitación sin comer y sin beber esperando tu vuelta. Él me hizo reaccionar y me ofreció todo lo que tenía para ir a buscarte. Y Cloe me ayudó a transportarme fuera de mi cuerpo y preparó el antídoto para curarte. Estoy en deuda con ambos, pero especialmente con Miguel porque me ayudó a recuperarte sin pensar en las consecuencias. Y anoche cuando luchábamos mano a mano contra James me di cuenta de que habría muerto por mí. Vi en un sueño premonitorio cómo James le apuñalaba con la daga y aun así se quedó a mi lado, aunque yo le pedí que se fuera y huyera con los demás, sin embargo se negó a abandonarme y dejó que la escena del sueño se repitiera ante nosotros, teniendo la sangre fría de esperar hasta el último momento y jugársela sólo para recuperar la daga– le expliqué.
–Si es así yo también estoy en deuda con él. Ha protegido lo que más amo en el mundo y ha hecho posible que cumpliera mi promesa de volver contigo. Nunca podré pagárselo–admitió serio.
Y de pronto Miguel apareció en la terraza y se acercó a nosotros.
–Y hablando del dios de Roma–empecé.
–¿Hablabais de mí?–preguntó levantando una ceja.
–Sí, le decía a Emma que estoy en deuda contigo por ir a por nosotros y sobre todo por cuidar de ella cuando yo no pude hacerlo–dijo Robb.
–No me debes nada Robb, era mi deber con vosotros. Emma también es mi responsabilidad y juré dar mi vida por ella, con lo cual protegerla ha sido mi elección–dijo.
–Creo que la que está en deuda con ambos soy yo. Me habéis protegido con vuestras vidas. Espero mejorar y ponerme a vuestra altura para que en el futuro, cuando luchemos juntos de nuevo, yo pueda también responder por vosotros–dije.
–Hablando de luchar juntos–dijo Miguel– Quería tratar un asunto con vosotros–.
–¿Qué asunto?–pregunté adelantándome a Robb.
–Quiero que te quedes en la base –dijo mirándome.
–No había pensado en irme–dije confusa.
–Lo sé– respondió Miguel–, pero Robb sí–.
Miré hacia Robb inquisitiva y él me devolvió la mirada.
–James sabe que estamos con Miguel, no sé si es seguro permanecer aquí–explicó.
–Lo entiendo–dije–James podría venir a buscarme. Robb tiene razón. No quiero poner en peligro a tu gente, será mejor que nos vayamos–.
–No temas por eso, James no podrá localizar la base, pero en el caso de que lo hiciera no creo que se arriesgara a un ataque directo. No sé por qué, pero está intentando que su misión no trascienda al resto de primeros. Ni siquiera a los de su bando. Está pilotando esta misión por libre. Te busca a escondidas del jefe, ¿no os dais cuenta? Por eso se llevó a Emma a una ciudad recóndita, intentando ganar tiempo y averiguar cómo hacer el ritual. No ha dirigido sus movimientos desde la base principal, sino que se ha escondido en un pequeño refugio, bastante abandonado, y que por eso nos fue tan fácil tomar. Hay gato encerrado. Tenemos que averiguar qué está tramando– explicó Miguel.
–Sí, tienes razón–admitió Robb– Llevaba tiempo pensando que era así, pero el que no nos desplazara a la base no hizo más que confirmármelo. Eso y averiguar que Emma no estuvo en vuestras manos en ningún momento. Quien quiera que fuera tu abuela no pertenecía a ninguno de los bandos, creo de hecho que te protegía de todos ellos, ésa debía de ser su misión–.
–No entiendo nada, ¿por qué mi abuela no me contaría nada de esto? ¿Querría mantenerme siempre oculta y que llevara una vida normal? Creo que si ese era su plan era misión imposible, al fin y al cabo me iba a ir sola a la universidad y cualquier híbrido me hubiera encontrado allí totalmente indefensa–dije.
–Quizás pensaba contártelo cuando estuvieras preparada y no tuvo tiempo, os encontraron antes de lo que esperaba, está claro–dijo Miguel.
– No lo sé, pero además está lo que dijo James sobre mi padre, ¿crees de veras que sabe quién era?– pregunté desconcertada.
–¿Tú padre?– preguntó Robb.
–Sí, cuando huíamos me dijo que era igual que él–respondí.
–Y además está lo de tus aptitudes. ¿Le has contado a Robb que mantuviste sus poderes cuando se rompió vuestro vínculo? –añadió Miguel.
–¿En serio?, nunca había oído que sucediera antes algo semejante–admitió Robb.
–No quise decir nada sobre eso delante de los demás–dijo Miguel– Creo que es imperativo que haya cosas que sólo sepamos nosotros tres. Hay algo en el pasado de Emma que es la clave de todo lo demás y nuestro siguiente paso es averiguar de qué se trata. Tenemos que entender su naturaleza porque descubrir el misterio que encierras nos permitirá entender qué ocurrió y averiguar qué es lo que trama James–.
Robb me miró intentando adivinar lo que pensaba. Era un tanto confuso no poder comunicarnos mentalmente. Quería que fuera franco conmigo y que expusiera sus argumentos abiertamente, pero al menos podía conocer los pensamientos de Miguel.
“¿De veras quieres que me quede?, ¿a pesar del peligro que me rodea? No quiero ser egoísta Miguel, sería pedirte demasiado” le dije.
“Créeme, quiero que te quedes. Ahora soy yo quien te necesita. Ahora eres mi causa” dijo con más fervor del que esperaba.
“No sé, Robb no está muy convencido” dije buscando en los ojos de Robb lo que él opinaba.
“Él hará lo que tú digas. Di que sí” me pidió Miguel.
Les miré, primero a Miguel y luego a Robb y pensé en lo afortunada que era de tenerles a ambos a mi lado, respaldándome. Y tenían razón, necesitaba conocer mi pasado para poder seguir adelante. Tenía que encontrar la forma de cumplir mi destino y devolver el equilibrio al mundo.
–Robb, quedémonos. Necesito conocer mi pasado y si mi destino es devolver la paz a ambos bandos, os necesitaré a los dos a mi lado ¡Mi caballero oscuro y mi caballero de la luz!, los representantes del infierno y del cielo en la tierra. Si vosotros me seguís, otros se nos unirán y podremos alimentar nuestra causa. Así es como ha de ser– dije, porque en ese instante supe que era la verdad.
–Como desees–accedió Robb.
Y entonces les tomé de la mano, a mi izquierda Robb, junto a mi corazón, y a mi derecha Miguel y viendo el ocaso de ese largo día supimos que nuestra misión acababa de comenzar.