CAPÍTULO IX
Toda la casa estaba a oscuras y en silencio. Subí hacia la habitación de Lily, intentando hacer el menor ruido posible. La encontré dormida, sola. ¡Menos mal!, ¡habría resultado embarazoso que se hubiera traído a Jason! Pasé por el baño para quitarme la ropa empapada y ponerme el camisón. Era un poco corto, observé mirándome al espejo… y entonces me acordé del vínculo y de que no había preguntado a Robb como evitar que entrase en mi mente. ¡Dios mío!, ¿me estaría viendo? No parecía sentirle por mi cabeza, así que supuse que aún no estaba aquí.
Me deslicé en la cama, exhausta, pero sin pizca de sueño. Miré el reloj de la mesita que marcaba casi las dos de la mañana y observé que Lily había dejado allí mi colgante. ¡No sabía cuánto se lo agradecía! Al poco rato debí de dormirme, porque de pronto me vi a mí misma tumbaba en el centro del claro, sobre la hierba húmeda. Llevaba el mismo vestido vaporoso con el que me había visto en los sueños otras veces y Robb estaba arrodillado a mi lado y acariciaba suavemente mi mejilla.
–Despierta, bella durmiente, ¿o tengo que darte un beso?–me susurró.
Entonces abrí los ojos de golpe y él seguía allí, con esa sonrisa rebelde en su rostro.
–¿Esto es real?– pregunté, dejando que me ayudara a levantarme.
–Según lo quieras ver. Nuestros cuerpos están donde los dejamos. Es cómo transportarte a otro sitio con tu mente– respondió.
–¡No me digas más!–adiviné–Consecuencia del vínculo–.
–No sólo es por el vínculo, sino también debido a tu aptitud. Estamos dentro de tu sueño–dijo Robb.
Me sentía un poco estúpida allí de pie, vestida como una sacerdotisa griega, mientras que él a mi lado iba tan normal con unos vaqueros desgastados y una camiseta blanca. Me miró de arriba a abajo, seguro que pensando lo mismo. Detuvo su mirada en alguna parte de mi cuerpo y esperé al menos que el vestido no se transparentara, pero por la expresión que vi en su cara temí que fuera el caso.
–¿Pasa algo? –le pregunté avergonzada.
Con mi mano sujeté su barbilla y levanté su rostro para asegurarme de que me miraba a los ojos.
–¡Siempre voy con este vestido en mis sueños! Sin esto no hay visiones– añadí acalorada.
Levantó las manos como para excusarse.
–¡Yo no me he quejado!–aclaró y añadió más bajo, casi para sí–,más bien lo contrario–.
–¿Y qué hacemos ahora?–pregunté, intentando cambiar de tema.
–No lo sé. ¿Cómo ha funcionado otras veces? Normalmente estas cosas suelen tener una trama o un motivo recurrente: unas palabras, un escenario…– dijo.
–Sólo el vestido y el bosque– dije encogiéndome de hombros.
–¡Bien, es un comienzo!–dijo.
Y me cogió por la cintura arrimándome a él.
–Hagamos una cosa. La idea es que forcemos un sueño premonitorio para que yo tenga tu aptitud a tiro y pueda ayudarte a controlarla, ¿de acuerdo? Pensemos en alguna temática y dejemos ver si fluye– propuso.
Asentí.
–Y ¿en qué pensamos?–pregunté falta de ideas.
–¿En… nosotros?–propuso.
Y comenzó a hacerme girar y bailamos en el claro. Le miré extrañada.
–Este vestido bien se merece un baile– me susurró.
Y giramos como si flotásemos bajo la luz de la luna, ligeros, con los ruidos del bosque como única melodía. La cabeza me daba vueltas y la apoyé en su pecho para no caer. Y entonces inhalé profundamente y olía divino, la esencia de Robb era una mezcla de madera húmeda, tierra mojada y lluvia, el olor del bosque. Nos detuvimos y él inclinó su cabeza, buscando la mía. Sus labios se deslizaron suavemente por mi frente, besando mi nariz y continuaron hasta mis labios y cuando nos besamos estalló un resplandor y caímos de golpe al suelo.
Ya no estábamos en el claro, sino en medio de una batalla encarnizada. Robb iba al frente de un grupo de soldados, con una armadura negra con un grabado en filigranas que no llegaba a distinguir. Blandía una espada que agitaba en el aire, mientras gritaba órdenes a su grupo a pleno pulmón. Su aspecto era fascinante. Estaba impresionante y poderoso, con su pelo negro y brillante húmedo por el sudor. Su rostro manchado de sangre y de tierra resaltaba aún más sus ojos verdes, brillantes y temerarios, en los que se leía una resolución extrema. Seguí su mirada hacia un alto y en un montículo me vi a mí misma mirándole con angustia y desesperación. Y sujetándome, empuñando una daga contra mi corazón, estaba James. La mirada de Robb se tornó desesperada y voló literalmente hacia mí, al mismo tiempo que James hendía la daga en mi pecho y yo notaba cómo penetraba, abrasaba y acababa con mi vida.
De pronto todo acabó. Estábamos de vuelta en el claro, tumbados en el suelo uno junto al otro. Nos miramos y pudimos vernos reflejados en las pupilas del otro y apreciar nuestra mirada de terror en su reflejo. Nos incorporamos de inmediato e intentamos valorar lo que habíamos visto.
–¿Crees que sucederá realmente?–pregunté finalmente.
Me miró, intenso.
–Emma, no lo permitiré. Le mataré antes–prometió.
–Robb, es un primero, no creo que sea sencillo acabar con él– dije.
–Existe la forma de hacerlo. La encontraré e iré a por él–dijo.
–Al menos ahora sabemos cuál es objetivo de James, ¿no?–añadí.
Robb me miró, disgustado, como si no quisiera que lo mencionase.
–Emma, este tipo de sueño es una de tus aptitudes y no la tendrías si no fuera con un fin. Quizás está en nuestra mano cambiar el futuro, hacer que lo que acabamos de ver no suceda nunca. Tenemos que cargarnos esta versión, ¿vale?– dijo intentando infundirme calma.
Asentí. Robb hacía que me sintiera mejor, era como si con él nada pudiera salir mal. Me sentía protegida y segura a su lado.
–Si James quiere eliminarte es para evitar que seas una amenaza para él. En el sueño parecía que no habías liberado tu potencial, si no habrías opuesto resistencia. Creo que lo que tenemos que hacer es liberarte cuanto antes ,Emma–sugirió.
–Vale, ¿qué tengo que hacer?– dije exhalando para liberar tensión.
–Durante el sueño he liberado tu capacidad de premonición. Ya lo tienes en tu poder, ahora sólo hay que saber controlarlo. Juraría que el inductor es imaginarte con el vestido. Piensa en él cuando quieras provocar un sueño premonitorio, seguramente funcione porque parece el punto recurrente–me explicó–En el acantilado también lo llevabas–.
Sí, estaba en lo cierto. Mi vestido había ondeado al viento, blanco e inmaculado, hasta que la sangre que brotaba de mi pecho lo había ensuciado, coloreando la escena y volviéndola roja y dramática.
Robb se despidió de mi sueño con un beso, pidiéndome que durmiera algo, que lo necesitaba, pero tras su marcha sólo sufrí pesadillas. Me perseguían y yo no paraba de correr, notando que me pisaban los talones y entonces tropezaba y caía al vuelo, al tiempo que se lanzaban sobre mí. Me desperté de pronto dando un bote en la cama que me hizo chocar contra el techo de la habitación. Intenté amortiguar la caída, pero el somier hizo un ruido metálico bastante desagradable. Lily, que afortunadamente estaba dormida, empezó a moverse. La había despertado con el golpe.
Eran las diez de la mañana según el reloj de la mesita y parecía que aunque mal, al menos había conseguido dormir algo. Lily se incorporó, estirándose y bostezando.
–¡Hey! Llegaste– dijo.
–Sí. Estabas tan dormida que me dio pena despertarte–contesté.
–Pues no me hubiera importado, me muero de curiosidad por saber qué tal te fue–dijo.
–Pues,… ¡la noche fue intensa!–dije ruborizándome.
–¡No me extraña!–exclamó–¡Él es intenso! ¡Madre mía!, ¿por qué no lo encontré yo antes?– suspiró.
–¡Eh!–dije celosa– Ayer bebías los vientos por Jason, ¿qué ha pasado?–.
–¡Nada!, eso es lo que ha pasado–dijo furiosa– Se presentó con sus amigos y aunque fueron majos, no era lo que yo esperaba. Pensaba que era una cita y no estuvimos ni un momento a solas. Me vine a casa a las doce bastante cabreada– concluyó.
–Bueno, quizás no pudo librarse de ellos. Deberías llamarle y quedar hoy– dije.
–¿Tú crees?, no sé, si se presenta con el grupo no quiero volver a saber nada de él–dijo– Por cierto, me he enterado de lo de Zack ¡Qué fuerte! ¿de modo que tu chico le partió la cara por besarte? ¡Qué romántico!– suspiró.
–¿Quéee? No llegaron a pegarse, sólo quedó en una amenaza. ¿Cómo es posible que la gente sea tan chismosa?–protesté.
–Eso pienso yo también, pero vamos a desayunar y me cuentas todos los detalles–dijo con una mirada curiosa.
Después de desayunar me metí en la ducha, tenía el pelo horrible después de la lluvia de ayer y necesitaba con urgencia un buen alisado. Relajada gracias al agua caliente me encontré inconscientemente pensando en Robb.
“¿Estás segura de que quieres que entre ahora?” preguntó Robb en mi mente.
–¡Dios, no!– grité.
Y soltando una carcajada desapareció de mi cabeza.
Lily llamó a la puerta.
– ¿Emma? Has gritado ¿Estás bien?– preguntó.
–Sí, sí. Sólo me he resbalado, pero no me he hecho daño. Gracias–respondí.
Tenía que aprender a bloquear a Robb cuanto antes si quería evitar estas situaciones tan comprometidas.
Intentamos estudiar algo, pero era misión imposible, a cada momento nos encontrábamos hablando de otro tema mucho más interesante. Convencí a Lily de que podíamos ir a ver la reposición de Star Wars al cine esa tarde. Esto me daba al menos tres horas con Robb y a Lily con Jason, de forma que ambas pensamos que era el plan perfecto. Llamé a Susan para mantener las apariencias. Le dije que me quedaría también esta noche en casa de Lily, que sus padres no llegaban hasta la madrugada y que no volvería a casa hasta el lunes después de clase. Intentó convencerme para que volviera esa misma tarde, pero entonces le pasé el teléfono a Lily y ya no insistió mucho más. Tenía que contratar a Lily porque era una negociadora innata, si podía con elementos como James y Susan, sin duda no tenía rival.
A media tarde Robb me visitó mentalmente, avisando de su entrada tan escandalosamente que me caí del sofá, para el divertimento de Lily y de él mismo.
“No quería pillarte en una situación comprometida” se burló “Bueno, la verdad es que sí que quería hacerlo, pero no sería muy caballeroso por mi parte”.
“Tienes que enseñarme cómo puedo cerrarte la puerta, creo que te saltaste esa parte” le dije.
“Uno tiene que mirar por sus intereses” replicó riendo.
Le conté lo del cine y estuvo de acuerdo en aprovechar para entrenar. No obstante tenía que parecer que yo entraba al cine y que veía la película porque seguramente me estarían vigilando. Robb había estado acechando a James y me comentó que tenía a varios de sus hombres en la ciudad, por ejemplo el tipo que vigilaba anoche desde el coche. También se había pasado por la casa a vigilar a Susan.
“Han registrado todas tus pertenencias” dijo Robb ”Amor, espero que no escribas un diario, porque en ese caso estaríamos acabados”.
Le puse los ojos en blanco mentalmente por ser tan presuntuoso, pero me encantó que me llamara amor.
“¿Y qué te hace pensar que escribiría sobre ti en mi diario?” le pregunté.
” ¡Vamos Emma! ¿A quién quieres engañar? Tienes que reconocer que soy lo mejor que te ha pasado en la vida!” dijo arrogante.
“¡Ya está bien!, ¡eres un creído! ¡Largo!” ordené.
Y le eché de mi cabeza sin necesidad de que me enseñara a hacerlo.
Lily se emperifolló mucho para ir al cine, pero yo esta vez me puse muy cómoda porque íbamos a entrenar. Elegí unos pantalones elásticos con las botas de militar por encima y la chaqueta de cuero. Lily me estaba enseñando a sacar provecho a mis ojos y presté atención para poderlo hacer también yo. Le presté de nuevo mi colgante, convenciéndola de que le iba genial con su vestido. Necesitaba que creyeran que no me movía del cine y aunque no me gustaba utilizar a Lily, aún no había encontrado qué otra solución darle a lo del rastreador.
Cuando llegamos al cine, Jason ya estaba allí y esta vez iba solo, con lo que Lily se animó bastante. Pasaron ellos primero y cogieron sus entradas y yo me quedé en la antesala esperando a Robb. A pesar de mis nuevas habilidades consiguió cogerme por sorpresa apareciendo de la nada y poniéndome dos entradas para Star Wars en la mano.
–¿Qué?, ¿sientes la atracción del lado oscuro de la fuerza?– preguntó agarrándome por la cintura.
–Estoy en ello– respondí pasando también mi mano por su cintura.
Entramos en la sala y buscamos a Lily y a Jason para saludarlos, desplazándonos después a nuestras butacas. En cuanto se apagaron las luces salimos por la puerta de incendios a toda velocidad.
Fuimos corriendo a través del bosque, empujándonos, echando carreras y brincando de árbol en árbol. Era increíble tener esas habilidades. Corría más rápido que el viento y tenía una fuerza increíble y además me sentía rebosante de energía y de algo más, que supuse que era el “efecto Robb”.
Hoy el plan era aprender cómo manejar los campos de fuerza, Robb los generaba con ondas mecánicas y creía que era muy probable que yo pudiera hacer lo mismo con ondas psíquicas.
Robb me hizo una demostración. Cerró los ojos, inspiró y noté como su cuerpo empezaba a vibrar ligeramente. Casi era imperceptible a la vista, pero inmediatamente el aire también comenzó a vibrar a su alrededor, como si se tratara de ondas electromagnéticas. Sentí el efecto del campo en la piel, como si fuera un hormigueo, y se respiraba la electricidad en el aire. De pronto Robb cesó la demostración y llegó mi turno.
–Ahora inténtalo tú, pero no uses mis ondas, intenta hacerlo a tu modo, ¿de acuerdo?–dijo señalando mi cabeza.
Asentí y me concentré, intentando buscar un foco en mi mente que fuera el origen de las ondas, como Robb había hecho moviendo su cuerpo. Conseguí el punto, pero no lograba emitir. Entonces sentí a Robb dentro de mí. Me ayudó a concentrar mi energía y a hacer despegar el campo. A partir de ahí fui desplegando una onda tras otra y notaba como se transmitían en el aire y me devolvían señales de lo que encontraban a su alrededor. Resultaba curioso porque era como aprender un lenguaje donde las palabras eran distintas frecuencias. Tuve que parar porque el esfuerzo me dejaba exhausta. Robb sonrió, apreciando mi trabajo.
– ¿Y qué interés tienen los campos en un combate? ¿Podemos machacar los cerebros de nuestros adversarios por telepatía?– me burlé.
–Es una opción–dijo Robb y alzando una ceja de forma provocativa añadió–,pero yo prefiero ésta otra–.
Y moviendo las manos descargó el campo contra una pared de rocas que literalmente estalló ante nosotros como si hubieran empleado dinamita. Me quedé boquiabierta.
–Sí, desde luego esto es más efectivo– admití.
Robb me tuvo practicando con los campos de ondas bastante tiempo, impactando en distintos objetivos hasta que conseguí dominar la técnica. Después subimos hasta un montículo que cortaba a bastante desnivel sobre el suelo. Robb se acercó al borde.
–¡Salta!– me ordenó.
Miré abajo y estaba… ¡demasiado abajo!, de modo que le devolví la mirada, negándome.
–¡Tú primero!–pedí.
Robb se acercó más a mí.
–¡Ni hablar! ¡Salta!– pidió.
Como se puso serio le saqué la lengua y ¡salté! Notaba el aire frío alrededor, meciendo mi pelo y mi ropa y de pronto sobre mí vi caer a Robb. Estaba impresionante, con su pelo negro revuelto al viento, sus hermosos ojos observándome caer y su sonrisa torcida. Llevaba los brazos extendidos, como si fuera un ángel, y la camisa oscura se le pegaba al cuerpo, modelando su pecho y dejando entrever sus abdominales. Me quedé extasiada. ¡Demasiado hermoso!, podría estar mirándole eternamente, detener el tiempo para recordarle así…Y entonces noté cómo me sobrepasaban mis sentimientos por él y sin poder controlarlo liberé mi energía de golpe.
De pronto ya no caía y Robb tampoco, sino que estábamos suspendidos en el aire. Mi pelo y nuestras ropas estaban quietas, hacia arriba, como desafiando la gravedad. Robb me miraba asombrado y yo sólo quería que estuviera cerca de mí. Tendí mi mano hacia él pensando “¡Ven!”, y comenzó a acercarse a mí como si tirasen de él. Me preguntó mentalmente “¿cómo has hecho esto?” pero no respondí porque seguía deseando que estuviera más cerca y entonces con sólo un movimiento de mi mano se precipitó contra mí. Le rodeé el cuello y atraje su boca hacia la mía, besándolo con un ansia arrolladora. Él al principio se dejó hacer, siguiendo el ritmo que imponían mis labios. Bajé mis manos por su pecho y levanté su camisa acariciando sus abdominales y su cintura. Él se estremeció y me acercó más a él y nos dimos un beso salvaje, suspendidos en el aire a diez metros de altura. Cuando paramos de besarnos, me abracé a él y de pronto comenzamos a descender suavemente hacia el suelo. Ya con los pies en tierra le miré asombrada.
–¡Ha sido mágico!– exclamé.
–Ya lo creo, Emma. Has conseguido detener el tiempo–anunció.