CAPÍTULO XVIII

En cuanto me puse ropa de deporte nos dirigimos en el jeep hacia los campos de entrenamiento, sólo me acompañaban Miguel y Robb. Observé que las instalaciones eran mucho más extensas de lo que me había parecido cuando llegamos. Había un par de edificios en un lateral donde entraban y salían soldados. Parecían ser las oficinas de la base, pues a través de las ventanas se veía a gente trabajando con ordenadores. Más allá, tras los campos de entrenamiento, había otros edificios que parecían los alojamientos de los soldados. Atravesamos la zona militar, pasando también el aeropuerto y Miguel detuvo el jeep en la linde del bosque. Bien, al parecer íbamos a entrenar al aire libre. Bajamos del jeep y Robb descargó una bolsa con diferentes armas: espadas, varas y otras que ni reconocía. Miguel cogió un transmisor que llevaba sujeto en la cintura del pantalón.

–Restringir el paso a la zona cinco hasta nuevo aviso–ordenó.

Nos encaminamos hacia el interior de la arboleda. Robb arrojó la bolsa con las armas en el suelo y se volvió hacia mí.

–¿Estás lista?– preguntó, dándome ánimos con la mirada.

Asentí y le seguí, mientras Miguel se quitaba la chaqueta del uniforme y se situaba frente a nosotros. Volví a sentir su intimidante aura como aquella noche en la que me sorprendió en la nave. Notaba su fuerza y una sensación de peligro que me ponía el vello de punta. Seguro que era capaz deliberadamente de enviar esas señales a sus oponentes y sólo con eso se marcaba el primer tanto.

–Enséñame de lo que eres capaz–me desafió, y comenzó a correr hacia mí.

En cierto modo me pilló desprevenida, pues no esperaba que fuera a cargar directamente contra mí. Robb se debatía entre interponerse entre nosotros o dejarme desenvolverme sola y levanté una mano, indicándole que se hiciera a un lado. Intenté concentrarme sobre qué hacer, pero ya tenía a Miguel encima, con lo que salté para apartarme de su trayectoria. Sin embargo él también saltó, alcanzándome en el aire, y de un golpe me lanzó con violencia contra el suelo. Robb me sugirió que girase para no golpearme en la caída y siguiendo sus instrucciones volteé en el aire y aterricé de pie, pero ya tenía de nuevo a Miguel dirigiéndose hacia mí. Me concentré e intenté manejarle con mi mente, le detuve en seco y le lancé hacia atrás con un movimiento de mi mano, pero Miguel aterrizó sin problemas y me atacó con un campo de fuerza. Me dio justo tiempo a levantar un escudo para detener el impacto de las ondas, pero la vibración hizo que perdiera el equilibrio y cayera al suelo.

Robb me indicó que me levantara y contratacara, pero Miguel se adelantaba a mis movimientos. Esta vez intenté parar el tiempo y atacar cuando estuviera inmóvil, pero me vi apurada y no funcionó y Miguel cayó sobre mí, inmovilizándome contra el suelo.  Me miró, ya no con superioridad, sino con cara de cabreo, lo que me sentó aún peor. Éste asalto era suyo. Se levantó y ni siquiera se ofreció a ayudarme.

–Muy por debajo de mis expectativas. ¡Repitamos otra vez!–gritó.

Estaba claro que no me iba a pasar jamás lo que le había dicho aquel día en el club, aprovecharía para reprochármelo cada vez que tuviera oportunidad, salvo que consiguiera hacerle morder el polvo y tuviera que tragarse sus palabras. Me levanté y me preparé de nuevo para el ataque.

“Concéntrate, Emma y canaliza bien tu energía. No le dejes que se te acerque tanto y sobre todo observa su ataque, busca sus puntos débiles y cuando lo tengas claro, arrásale” me aconsejó Robb.

“Vale” le respondí no muy segura de mí misma.

Aunque lo intenté de veras, Miguel me tumbó otras diez veces más. Estaba claro que no se contenía, me estaba atacando con todo su arsenal, sin delicadezas. Robb siempre había sido delicado conmigo, enseñándome, pero evitando que me hiciera daño, pero Miguel hacía todo lo contrario. Me golpeó tantas veces que notaba el sabor de la sangre en la boca, tenía rasguños en las manos y en la cara y contusiones por todo el cuerpo, pero cada vez que Robb decía que ya era bastante, yo decía que no, que quería continuar. Me estaba dañando mi amor propio y quería machacarle.

Estaba siguiendo el consejo de Robb y observaba que la ofensiva de Miguel se basaba principalmente en la fuerza bruta y en la rapidez. Era como un toro que arrasaba con todo a su paso, sin embargo su defensa era bastante pobre y en definitiva sólo contaba con su rapidez y su fuerza para esquivar el ataque. Y entonces definí mi plan. Dejé que viniera confiado una vez más a machacarme, desplegando sólo un escudo para parar su campo de fuerza, que rebotó  y se fue extinguiendo. Él ya cargaba de nuevo contra mí, pero le dejé acercarse y cuando se disponía a noquearme le miré y le detuve, sólo un segundo, lo suficiente para cogerle por el cuello y lanzarle de espaldas ¡Y ahora vendría el remate! Canalicé mi energía notando cómo la furia me invadía, iba a pagar por todo lo que me había hecho pasar hoy… y de pronto advertí que se me iba de las manos. Había generado demasiada energía, no podía controlarla y al no poder contenerla, sin poder evitarlo la liberé de golpe.

Noté cómo salía de mí en haces en todas las direcciones y cómo arrasaba con todo lo que había a mi alrededor. Miguel era lo que estaba más a mano y salió despedido por la onda expansiva como si fuera un proyectil, pero los árboles alrededor también recibieron la descarga y se oían crujidos de ramas por toda la arboleda. Incluso Robb, que estaba observando el combate de lejos, salió despedido por efecto de la explosión. Intenté dejar de emitir y con esfuerzo conseguí finalmente detenerme, cayendo al suelo exhausta. Me incorporé con esfuerzo y busqué con la mirada a Robb, que yacía a unos doscientos metros en el suelo. Corrí hacia él, preocupada, y vi con alivio cómo se incorporaba y me miraba acercarme.

–¿Estás bien?–dije agachándome a su lado.

–Sí, busquemos a Miguel– respondió.

Corrimos en su busca, adentrándonos más en el bosque. Había ramas caídas, troncos rajados y hojas por todas partes. A lo lejos divisamos una forma contra el suelo, Miguel, que estaba a más de quinientos metros de donde le lancé. Nos acercamos y vimos que se movía y que intentaba sentarse, confuso y desorientado. Robb se acercó y le ofreció la mano para ponerle en pie.

–¿Estás bien?– preguntó.

 Miguel asintió, sacudiéndose la tierra de los brazos y del cuerpo.

–Ya era hora de que hicieras algo que valiera la pena–dijo mirándome con la ceja levantada.

Iba a mandarle al infierno, pero al mirar su expresión no pude enfadarme con él porque veía que luchaba por disimular una sonrisa y su rostro denotaba admiración. ¿Era respeto eso que se intuía en su mirada? Robb se acercó y me rodeó con sus brazos.

–¡No dejas de sorprenderme!–exclamó.

En realidad me sentía orgullosa de haber podido por fin hacer algo remarcable, pero antes de conseguirlo Miguel me había tumbado al menos una docena de veces. No creía que James me diera tantas oportunidades si me encontraba frente a frente con él. Tenía que espabilar, pero sería otro día porque hoy no podía más, me sentía sucia, cansada y sobre todo dolorida y me derrumbé sobre Robb que, apiadándose de mí, me llevó casi en volandas hasta el jeep.

Nos habíamos perdido el almuerzo, con lo que improvisaron una cena temprana para nosotros en la sala que habíamos usado por la mañana. Los chicos se quedaron porque estaban hambrientos, pero yo estaba demasiado cansada incluso para comer por lo que decliné la oferta y me arrastré con esfuerzo a mi habitación. Conseguí meterme en la ducha para aliviar mi cuerpo dolorido con el agua caliente. Intuí que me saldrían moratones por todo el cuerpo, gracias a que Miguel no se había cortado ni un poco conmigo. Salí empapada de la ducha y me dejé caer tal cual encima de la cama, donde literalmente perdí el conocimiento.

Debí dormir unas cuantas horas porque al abrir los ojos era noche avanzada. Ni siquiera había conseguido soñar con nada de lo exhausta que estaba. Levanté la cabeza de la almohada y a mi lado encontré a Robb, que estaba recostado junto a mí y me miraba sonriente. Entonces recordé que estaba desnuda e instintivamente llevé mis manos hacia mi pecho para cubrirme, pero observé que estaba metida dentro de la cama y bien tapada, cosa que no recordaba haber hecho. Robb se acercó y me acarició el rostro.

–¿Qué tal te encuentras?– me susurró con ternura.

–Bien, creo. Debo haber caído a plomo porque no recuerdo ni haberme metido en la cama– respondí, aún somnolienta.

–Y no lo hiciste, de eso me he encargado yo– me susurró con una sonrisa que me hizo sentir calambres en el estómago–No conseguía comunicarme contigo y tampoco me abrías la puerta, por lo que empecé a preocuparme y antes de que intentara entrar por la fuerza, Sara me dio una llave–confesó.

Y su mirada me derritió porque era una mezcla de deseo y de dolor, de ternura y devoción. Me incorporé, sujetando la sábana contra mi pecho y sintiendo cómo se me aceleraba el corazón.

–Espero que al menos no miraras– le dije haciéndome la indignada.

 Y él alzando una ceja se acercó más a mí y sobre mis labios murmuró.

–¿Bromeas?, bastante me costó convencerme a mí mismo de que lo correcto era meterte en la cama–susurró.

 Y comenzó a  besarme con pasión. Me abracé a él y pasamos el resto de la noche juntos.

 

Por la mañana bajamos puntuales a nuestra sala de reuniones. En la residencia se alojaban los oficiales de más rango, aparte de Miguel y Cloe, y había un comedor de uso común, pero dado que no queríamos que nadie sospechara de nuestra verdadera misión, nosotros teníamos reservada la sala principal para uso exclusivo. Nos habían dispuesto hoy de nuevo una mesa con un buffet para desayunar. Me acerqué hambrienta a servirme algo nada más entrar en la sala, no sabía cuántas comidas me había saltado ayer, pero tenía que resarcirme y cogiendo una bandeja empecé a ponerme un poco de todo.

–¿No estás siendo muy ansiosa? Dicen que por un momento de placer se puede pagar penitencia toda una vida–me susurraron.

¡Miguel!

–¿Lo sabes por experiencia?– le pregunté, girándome hacia él.

Y le encontré… distinto. Su aire de superioridad había desaparecido y su expresión era diferente. Su sonrisa era auténtica y hacía que sus ojos azules resplandecieran. Estaba recién duchado y olía a verano y su pelo dorado parecía oro viejo. Sin duda él era de por sí bastante impresionante, sin embargo hasta ahora su actitud engreída me había hecho obviar todo lo demás, pero una vez fuera su máscara de arrogancia tuve que admitir que era realmente atractivo. No me respondió, pero cogió una fresa y la acercó a mis  labios.

 –No puedes dejar de probar lo mejor–susurró.

¿Se intuía un doble sentido en esa frase? Acarició mis labios con la fresa hasta que los abrí y la capturé con los dientes. No dejó de mirarme en todo momento mientras la saboreaba y a mi pesar, sentí cómo me acaloraba. Estaba deliciosa, pero casi me atraganté con ella por la forma en la que Miguel me miraba. Busqué con la mirada a Robb que afortunadamente estaba inmerso en una discusión con los demás. Miguel siguió también mi mirada y luego me dedicó una sonrisa torcida, lo que me puso aún más nerviosa. Decidí acabar con ese “momento” fuese lo que fuese lo que había sido y apartándome de él, me senté en la mesa a desayunar con los demás. Miguel me siguió y se sentó con su bandeja a mi lado.

Hoy comenzamos más temprano. Habíamos decidido levantarnos pronto para aprovechar bien las jornadas de entrenamiento y lo hacíamos al toque de diana que en la base era a las seis. Afortunadamente había dormido muchas horas y me encontraba bien.

–Y bien, ¿qué tipo de entrenamiento haremos hoy?– pregunté para irme haciendo a la idea.

–Sigues gastando demasiada energía en tus ataques, Emma y tampoco terminas por controlarla y canalizarla, ése es el motivo por el que te cansas tanto–me explicó Robb.

–Sí, ya lo había deducido. Pero pensaba que el ataque de ayer estuvo bien, ¿no fue así?– pregunté.

–Sí– asintió Robb–, nunca había visto nada igual, pero mientras no seas capaz de controlarte, tu potencial resulta peligroso incluso para ti –.

–Y por eso le he pedido hoy a Cloe que entrene contigo–intervino Miguel.

–¿Tu hermana?, pero ¿es seguro? ¡Ella es tan delicada! Me da miedo hacerle daño sin querer– protesté.

 Miguel sonrió de nuevo con una sonrisa sincera que me desorientó.

–Cloe es una experta en energía, ella te enseñará a canalizarla y a controlarla. No necesitaréis combatir. De hecho podéis quedaros aquí, en la azotea hay una sala donde suele entrenar mi hermana que será perfecta para el entrenamiento de hoy– dijo.

En ese momento Cloe entró en la sala. Su pelo asimétrico le caía a ambos lados de la cara, tapando su rostro, pero venía sonriendo. Se paró junto a nosotros y se aupó en la mesa.

–Bueno, ¿estás lista, Emma?– preguntó mirando a Rick de reojo.

Asentí y me puse en pie. Robb y Miguel se levantaron y vinieron conmigo.

–Vosotros no venís– dijo Cloe–Rebosáis testosterona y creáis interferencias–.

Los chicos se miraron confundidos.

–¿Y entonces qué se supone que vamos a hacer mientras tanto?– preguntó Robb.

Miguel mostró una sonrisa malévola.

–Creo que sé cómo podemos entretenernos. ¡Seguidme!– ordenó.

Y se llevó de allí al grupo.

Cloe y yo nos dirigimos a la azotea. Efectivamente parte de la azotea estaba acristalada, albergando una sala diáfana y decorada según el estilo zen, buscando el equilibrio y la paz. Noté que me embargaba la tranquilidad según entré en ese lugar y seguí a Cloe hasta un tatami donde se acuclilló, indicándome que hiciera lo mismo.  Se me quedó mirando un instante.

–Estás llenas de rasguños, ¿qué te ha pasado?–se interesó.

–Pregúntaselo a Miguel–dije sin querer entrar en más detalles.

Cloe me miró con curiosidad y comenzó a frotar sus manos una contra la otra y después las fue separando lentamente reproduciendo movimientos circulares hasta que de pronto entre ellas surgió una pequeña esfera de aire cargado de electricidad.

–¿Qué es eso?– pregunté sorprendida.

–Es mi energía. La estoy canalizando hacia mis manos, ¡observa!–dijo.

Y arrodillándose frente a mí me plantó la esfera en la frente. Noté que un calor suave me invadía y penetraba por mi cuerpo, bajando por mi cuello, hacia mis brazos y mis piernas.

–¿Lo sientes?– preguntó Cloe–Es energía curativa. Si Miguel te ha pasado por encima estarás dolorida y llena de moratones y esto te aliviará–.

–¿Puedes curar a la gente? ¡Es increíble!–dije asombrada.

–Bueno, lo que hago es reparar el cuerpo, sobre todo de heridas y contusiones. No creo que fuera capaz de curar una enfermedad humana, pero sí aliviaría un poco su dolor. Los híbridos solemos recuperarnos más rápido que los humanos, pero la energía curativa siempre acelera las cosas–me explicó retirando suavemente las manos de mi frente.

–Ahora tú–dijo.

–Pero ¡yo no sé curar!– exclamé.

–Lo que te estoy pidiendo es que intentes canalizar tu energía. Concéntrate y llévala hacia tus manos. ¡Ten cuidado, tienes un montón! Intenta que no se repita lo de ayer, por favor, ¡me gusta esta sala!– dijo, levantando su ceja.

–¿Te has enterado de lo de ayer?– pregunté–Se suponía que estábamos en una zona restringida–.

–Lo mío es la energía y por supuesto, lo sentí. Y supe igualmente que procedía de ti– dijo mientras yo la miraba preocupada–Pero no te inquietes, no le he dicho nada a nadie– añadió.

–Gracias–respondí aliviada.

Estuve toda la mañana trabajando con Cloe sobre el control de mi energía. Me hacía transmitirla a distintas partes de mi cuerpo, dosificarla, sacarla  en pequeñas cantidades que poco a poco iba aumentando y finalmente me enseñó a relajarme, para consumir poca energía y para regenerarla. Puso música ambiental y ambas nos tumbamos en el tatami viendo como llovía contra los cristales de la sala.

–Relájate, Emma. Aprende a conocer tu potencial, a dominarlo y a fusionarlo con tu cuerpo, así podrás controlarlo plenamente. Voy a enseñarte algo interesante– dijo.

Y entonces cerró los ojos y guardó silencio. Pensé que se había quedado dormida porque pasaron los minutos y no se movía, sólo respiraba profundamente.

–Emma, estoy aquí–pronunció Cloe.

Pero la voz no había salido su cuerpo, ¿cómo era posible? Y entonces la vi flotando en el centro de la sala, como un ser etéreo, pero definitivamente Cloe. Volví a mirar junto a mí y su cuerpo seguía en el tatami, pero su esencia o lo que fuera que había conseguido reflejar estaba delante de mí.

–¿Cómo lo has hecho?– pregunté sorprendida.

–Es algo que aprendí a hacer hace tiempo. Es como lanzarme fuera de mi cuerpo, hacia donde deseo ir. Yo creo que tiene que ser algo muy parecido a lo que llaman viaje astral. En síntesis hago desplazarse mi esencia a donde quiero, dejando mi cuerpo atrás– me explicó.

 –¿Y qué eres capaz de hacer sin tu cuerpo?– pregunté.

–Bueno, pues puedo hablarte y puedo utilizar mis aptitudes, pero no a rendimiento máximo, sino una versión más light. Está claro que consigo transportar una parte de mi energía, pero no toda, el resto queda en mi cuerpo y por eso no soy todo lo potente que puedo llegar a ser en mi forma corpórea–me explicó.

–¡Vaya!, yo sólo he conseguido dejar mi cuerpo atrás cuando sueño. Robb me enseñó a hacerlo, me vino a buscar a un sueño y lo conseguimos, pero no estábamos en una situación real, sino que el escenario era parte del sueño– le conté.

Cloe volvió a su cuerpo y abrió los ojos.

–¿Estáis vinculados?– preguntó en cuanto despertó.

Asentí.

–¿Y la que ve cosas en los sueños eres tú?– preguntó curiosa.

–Sí, tengo visiones, ¿tú también las tienes?–le pregunté.

–No, pero tú tienes más potencial psíquico que yo. Imaginé que podrías hacerlo y Robb al estar vinculado a ti también puede. Estoy segura de que podrías llegar a proyectarte igual que lo hago yo y con tus niveles de energía es muy probable que también seas capaz de crear energía curativa– concluyó.

–¡Me encantaría probar!, ¿me enseñarás?–le pregunté entusiasmada.

–Pues claro, pero antes quería hablarte de tu amigo Snake. Le hice una visita ayer y no pude hacer nada para reanimarle–dijo.

–¡No puedo creerlo!, ¿es irreversible?– pregunté nerviosa.

–No he dicho que lo sea, he dicho que yo no pude hacer nada por él por la sencilla razón de que eres tú la que le ha puesto el candado en el cerebro, ¿me equivoco?– respondió alzando una ceja.

–¡Es posible! Es cierto que deseé que no hablara más y me pudo la ira y últimamente lo de los enfados se me va un poco de las manos. Quizás me pasé con la sugestión, ¿cómo puedo volverle en sí?– pregunté con curiosidad.

–Bueno, tú le has puesto el bloqueo que le ha dejado como en un coma inducido y entiendo que también sabrás cómo quitarlo. Es como un código, el que lo escribe sabe leerlo y sabe anularlo, pero para mí es un jeroglífico, ¿lo entiendes?– dijo.

–Creo que sí, ¿podríamos ir ahora a verle?–propuse.

Tenía que averiguar en qué consistía el ritual, qué necesitaba James para realizarlo y cómo podría destruir todo lo relacionado con el mismo antes de que James lo descubriera. De ser así sólo me quedaría enfrentarme con James, pero al menos sabiendo que aunque acabara conmigo, no podría utilizar mis poderes para sí  mismo.

–Por supuesto, pensaba que no te ibas a decidir– dijo Cloe y nos preparamos para enfrentarnos a Snake.

 

Había avisado a Robb de que íbamos a hacer un segundo intento con Snake y me pidió que los esperásemos en la residencia, que pasarían a buscarnos en cinco minutos. Cloe y yo nos sentamos en las escaleras, charlando. Los chicos anunciaron su llegada con gran jaleo, pues venían discutiendo a gritos entre ellos. Delante venían Robb y Miguel, despeinados, con la cara llena de suciedad y quitándose la razón el  uno al otro mientras se propinaban algún que otro codazo. Detrás les seguían Tom, Rick y Dave jaleándoles y armando barullo.

¡Parecían críos! y aun así me encantó verles así, como si fueran chicos normales después de un partido de fútbol, repasando las jugadas, discutiendo y haciendo cosas normales para gente de su edad. Me levanté y me dirigí a ellos con una sonrisa en el rostro y entonces Robb me miró y al encontrarme con sus ojos todo lo demás dejó de existir, ¡sólo le veía a él! Con ese aspecto descuidado y su actitud despreocupada me resultaba aún más atractivo. y aunque sólo había estado unas horas lejos de él, le había extrañado enormemente. Robb se detuvo delante de mí, olvidándose de su discusión, y dejó que brotara una sonrisa en sus labios.

“¡Estás tan hermosa!” me dijo sólo para mí.

Me ruboricé, pero no aparté la mirada porque no podía hacerlo, ¡me tenía hechizada!

“Te he echado mucho de menos” le susurré sintiéndole, aun sin tocarle, y noté cómo sus ojos se oscurecían y recorrían lentamente mi cuerpo.

No fueron necesarias más palabras, las chispas que saltaban entre nosotros lo decían todo. Y de pronto Cloe rompió el hechizo.

–Vosotros dos, ¡basta ya! Dejad el momento íntimo para cuando estéis a solas, ¡esto es muy incómodo para el resto!– nos sermoneó.

Volví a la realidad y observé cómo los chicos se habían escaqueado hacia el interior de la sala, sin duda avergonzados por la situación, todos salvo Miguel, que apoyado contra la pared, me miraba con una expresión extraña.

–¡Lo siento!–dije mirando a Miguel, pero cogiendo la mano de Robb.

–Vamos a ver a Snake– apremió Cloe.

Nos trasladamos en el jeep. Las celdas, por así llamarlas, estaban en los sótanos de los edificios principales. Se trataba de habitaciones sin ventanas al exterior, salvo por una pared acristalada que daba a un anexo desde donde se podía observar la sala, al igual que las salas de interrogatorios del FBI. La construcción estaba reforzada, sin duda para albergar prisioneros híbridos con aptitudes que les permitirían escapar fácilmente de cualquier otra instalación. Además en el exterior de cada celda había un guardia y varias cámaras que enviaban en directo imágenes del interior y de los pasillos a la oficina de vigilancia central. Miguel se adelantó y pidió al vigilante que abriera nuestra puerta y que desconectara la cámara. Entramos los cuatro en la sala y localizamos a Snake sobre una cama, con vía intravenosa para alimentarle debido a su estado.

–Concéntrate en ver el cerrojo que tiene en su mente y después ábrelo– sugirió Cloe–, pero te recomiendo que le paralices antes, si se mueve bruscamente se va a desenganchar de la vía y se hará daño–.

Asentí y me acerqué más a la camilla.

–Espera. Miguel, Cloe, es mejor que esperéis fuera, es preferible que Snake no sepa que estáis metidos en esto. Prefiero que piense que soy yo sólo el que va contra James–intervino Robb.

Miguel asintió y cogiendo a Cloe por los hombros la llevó fuera de la sala y cerró la puerta tras de sí. Sin duda podrían seguir lo que pasaba allí dentro desde el anexo, con lo que Cloe pronto estaría también dentro.

“Vamos. Estoy contigo” me animó Robb besando mi sien y situándose detrás de mí.

Me concentré, tenía que leer lo que había escrito en la mente de Snake. Tenía que aplicar las técnicas que me había enseñado Cloe para centrarme y para canalizar y concentrar mi energía. De pronto vi la psique de Snake y sobre ella había un mensaje: “ciérrate, ciérrate”, sin duda debió ser lo escribí en él el otro día, cuando yo sin saberlo se lo ordené. Ahora tenía que borrar esa orden. Con precaución lo hice, notando cómo su actividad cerebral comenzaba poco a poco, aunque le seguí sosteniendo e inmovilizando su cuerpo para evitar una reacción violenta como había previsto Cloe. Snake abrió los ojos y me miró, estaba confundido y sobre todo desubicado. Liberé su mente porque necesitaba que hablara.

–¿Dónde estoy?– balbuceó.

–Eso es irrelevante– respondí.

–Tú me hiciste esto, me has deshecho el cerebro–pronunció con voz ronca y pesada, debido al tiempo que llevaba sin hablar.

–Necesito que colabores, Snake, de lo contrario te freiré el cerebro de verdad, ¿lo entiendes?– insinué.

–¡Eres un monstruo! Eres un hecho fortuito que pone en peligro el universo, por eso debemos eliminarte–dijo atropellándose, sin duda poniéndose cada vez más nervioso.

–Snake– dije metiéndome en su cabeza–, cuéntame cómo pensáis eliminarme–.

Noté una expresión de contrariedad en su rostro, pero ya no podía resistirse a mí, ya tenía pleno acceso a su mente.

–Con el ritual, el mismo que se utiliza para acabar con un primero. Pero ha de usarse la daga, la daga es… fundamental. El primero que la empuñe y mate al Equilibrio con ella se transferirá para sí sus poderes– explicó con la vista nublada.

Recordé la daga, en mi sueño James la empuñaba y atravesaba con ella mi corazón y también recordé haberla visto en la memoria de Snake, cuando apuñaló con ella a la niña. Robb me cogió de la mano y me dio un apretón, sin duda él había pensado lo mismo.

–¿Dónde está la daga?, ¿es eso lo que vas a entregarle a James?–le pregunté.

Intenté no presionar demasiado su mente, ya notaba que flaqueaba y no sabía hasta dónde podría llevarle.

–¿Entregársela?,… no, James ya tiene la daga, hace tiempo que se la entregué, cuando conseguí recuperarla  después del juicio. Se la di porque sabía que con él estaría a salvo, pero él no sabe aún que esa daga es el instrumento que necesita–dijo, cada vez más débil.

“Sé que daga es” me susurró Robb “James siempre la lleva con él. Es la que vimos en el sueño, siempre dice que tiene cierto valor sentimental”.

–¿Sabe James cómo realizar el ritual?– pregunté.

 No creía que Snake aguantara mucho más.

–Él ha matado antes a primeros, es el brazo ejecutor, pero no sabe nada del ritual–balbuceó.

–Entonces sólo te necesita para decirle cómo hacerlo, ¿no es así?– pregunté finalmente.

Tardó en responder.

–Realmente no me necesita, lo deducirá o lo averiguará igual que yo lo hice. Hay manuscritos que profetizaban tu llegada, igual que los hay que vaticinan tu muerte. Encontrará por sí solo o con ayuda de alguien como yo toda la información, si no  lo ha hecho ya. Yo quería obtener beneficio y facilitarle las cosas– explicó temblando.

Veía que le estaba llevando al límite y al fin y al cabo sabía que no me daría mucha más información.

–¡Descansa!– le pedí y volví a bloquear su mente, esta vez de un modo más sutil.  

Robb se movió rápido y me rodeo con sus brazos.

“No te angusties, seguro que aún estamos a tiempo de evitar que James se entere” susurró.

Miguel entró en la sala seguido de cerca por Cloe y ambos nos miraban con atención.

–¿Y bien?–dijo Miguel–Después de esto estoy convencido de que es nuestro turno de mover ficha– anunció.

Robb me soltó y asintió.

–Sí– dijo–, es hora de que cumpla mi misión. Le entregaré a Snake y recuperaré la daga–.

No podía creer lo que acababa de oír.

–¿Cómo dices?, ¿es que estás loco? Eso es muy arriesgado– protesté.

Robb bajó sus ojos hacia mí y me dedicó una mirada persuasiva.

–Emma, es el mejor plan que tenemos a nuestro alcance. Contactaré con James y le diré que tengo a Snake. Querrá que se lo entregue enseguida y me dirá dónde encontrarle. Le llevaré en este estado y no le servirá de nada, sólo podrías desbloquearlo tú, pero me permitirá acercarme de nuevo a él sin que sospeche nada, de modo que tendré la oportunidad de recuperar la daga y escapar. ¡Es nuestra mejor opción!–explicó mirándome intenso.

–Sí, lo es– admitió Miguel.

–¿Y tú le animas?–dije mirándole furiosa–¡Es una locura! No es necesario hacerlo. Tenemos a Snake y no hablará, puedo incluso acabar con él y adiós problema. No es necesario arriesgar la vida de Robb por esto–dije alterada.

–Tengo que hacerlo, Emma, como dice Snake si él consiguió averiguar todo respecto al ritual, James también lo hará y no puedo arriesgarme a que lo haga, a pensar que puedes estar en peligro y que en cualquier momento vendrá a por ti. Y si no aprovecho esta ocasión, sabiendo que aún James no sospecha y podré acercarme a él sin problema, te habría fallado, incumpliría mi promesa–continuó Robb.

Yo seguía negando con la cabeza e intentando convencerle.

–Pero Robb, y ¿de qué vale arriesgarse por la daga? Al fin y al cabo mientras no me tenga de nuevo en su poder no estoy en peligro. Prefiero tenerte a ti que arriesgarme a perderte por una posibilidad entre mil de que averigüe lo que ha de hacer. Por favor, prométeme que no lo harás– supliqué.

–Emma, está decidido, he de hacerlo– dijo y mirando a Miguel supe que Robb contaba con todo su apoyo.