CAPITULO VI
Llegamos al club pasadas las diez de la noche. Se llamaba Armageddon. Estaba más retirado de lo que había imaginado y tenía pinta de estar abarrotado. Tuvimos que dejar el todoterreno al final del parking, casi lindando con el bosque. Antes de salir del coche comprobamos que llevábamos la identificación, el móvil con batería y dinero suelto. Lily también me dio una llave de su casa por si por algún motivo nos separábamos. Estaba claro que no era la primera vez que organizaba estas escapadas, de ahí que no se le escapase un detalle. En cambio yo era una novata en este campo.
Salimos del coche y nos apresuramos a entrar en el local. El aforo debía estar al límite porque habían puesto a un gorila en la puerta para coordinar la entrada selectiva. Lily me arrastró con ella a la cola y cuando nos tocó el turno, el portero nos estudió con atención.
–Menores–dijo, indicando con la mano que nos apartáramos.
¡No me lo podía creer!, después de todo lo que habíamos montado y no nos iban a dejar entrar. Estaba furiosa, no lo iba a consentir. Miré al gorila, amenazadora.
–Perdona, pero nosotras vamos a entrar–dije con rotundidad.
El tipo pareció confuso un momento y para mi sorpresa nos abrió la puerta. Lily me arrastró hacia dentro.
–¡Vaya!, me has sorprendido, Emma. ¡Tú sí que sabes cómo pedir las cosas!– dijo.
Nos fundimos con la multitud que abarrotaba el local. El grupo no tocaba nada mal, quizás la música era un tanto oscura para mi estilo, pero sonaba bien. El cantante tenía una voz grave y seductora, además de múltiples piercings por toda la cara que le daban un aspecto un tanto tétrico.
Lily me arrastró al centro de la pista y comenzamos a bailar. Yo no dejaba de mirar en todas las direcciones, buscándole entre la gente, sin dejar de contornearme al ritmo de la música. Había estado muy segura de que le encontraría aquí y ahora empezaba a temerme que si no le veía esta noche me llevaría una gran decepción. Cuando miré hacia Lily, la encontré bailando con un chico de melena rubia. ¡Sin duda era rápida!
Hacía mucho calor y notaba la garganta seca. Le hice señas a Lily de que iba a pedir algo de beber y me indicó por gestos que le trajera algo también a ella. Me abrí paso hasta la barra, que estaba abarrotada, pero me hice un hueco y me senté en un taburete alto que acababa de quedarse libre. ¡Los pies me estaban matando! Después de esta noche quemaría estas botas. Conseguí llamar la atención del camarero, un tipo calvo y enorme, que se acercó malhumorado.
–¿Qué va a ser?– gruñó.
–Dos coca colas light, por favor–pedí.
Me miró como si fuera una friki y supongo que se debía a que por aquí la gente no solía pararse a decir por favor ni gracias. Había tenido un desliz…
Al cabo de lo que pareció una eternidad me trajo dos latas de coca cola y dos vasos de tubo que dejó en la barra. Saqué un billete de diez pavos y me dispuse a pagar.
–Te han invitado, guapa– dijo señalando hacia el extremo de la barra.
Miré rápidamente hacia donde había señalado el camarero y ¡allí estaba él! Llevaba una cazadora de cuero negra de motorista y el pelo alborotado hacia arriba. Izó su vaso simulando un brindis y me guiñó un ojo. Salté del taburete olvidando las bebidas y me dirigí a toda velocidad hacia la esquina de la barra donde le había visto, pero cuando llegué se había esfumado. No podía andar muy lejos, por lo que me subí a un altavoz que estaba apoyado en la pared para intentar divisarle entre la marea de gente y le localicé casi al otro extremo de la sala, dirigiéndose a una de las salidas del parking.
Salí disparada, abriéndome paso a codazos entre la gente que me lanzaban miradas asesinas, pero no me detuve. Conseguí verle salir por la puerta trasera. ¡Se iba! Tenía que espabilar o le volvería a perder. Por fin llegué a la puerta y de un empujón la abrí y salí al exterior. Eché a correr hacia el parking, pero no le veía por ningún sitio. Oteé a un lado y al otro, pero sólo había unos tíos bebiendo y fumando algo que parecía ilegal, apoyados contra la pared del local. Maldije por lo bajo y me di la vuelta hacia el club. Cuando alcanzaba la puerta uno de los tipos me cortó el paso.
–Encanto, ¿te unes a nosotros?– preguntó ebrio.
Esto no tenía buena pinta. No quería líos, con lo que me di la vuelta y me dispuse a escapar hacia el parking, pero otro de los tipos del grupo ya me cortaba el paso en esa dirección. A continuación los otros dos se acercaron también y acabaron por rodearme. El tema estaba feo. No tenía muchas opciones de escapar y aunque empezara a chillar, con el ruido del club no creía que nadie me oyera.
Comencé a pensar en las posibles armas que podría utilizar contra ellos porque estaban demasiado borrachos como para intentar avenirse a razones. Sólo tenía como defensa las botas, pero no era muy probable que me pudiera quitar a los cuatro de encima a patadas. La adrenalina comenzó a fluir por mi cuerpo y de pronto se abalanzaron sobre mí. Entre dos consiguieron sujetarme por los brazos y me lie a patadas y a cabezazos con ellos intentando liberarme. Aunque empecé ofreciendo mucha resistencia, me di cuenta de que me agotaría enseguida y que no podría con todos.
Mientras me debatía con estos dos, los otros observaban disfrutando del espectáculo y soltando groserías. Pero entonces la situación cambió. Alguien apareció corriendo desde el parking y arremetió contra los tipos que observaban, dejándolos fuera de combate. Los que me sujetaban me soltaron y me desplomé en el suelo. Ambos se lanzaron contra él, pero en cuestión de segundos uno de ellos aterrizaba a mi lado con la nariz partida y retorciéndose de dolor y el otro salía por los aires hacia la pared del club, donde chocó con un ruido sordo y cayó inconsciente en el asfalto.
Y allí estaba él, de espaldas a mí. Había tumbado a cuatro tipos en unos segundos y no parecía herido ni exhausto. Comencé a levantarme mientras él se giraba y avanzaba hacia mí. Su rostro estaba oculto en sombras. Llegó hasta mí, se detuvo y me tendió la mano para ayudarme a que me incorporara. No dudé en tomar su mano y sólo con rozarle noté como una corriente eléctrica pasaba a través de mí. Tenía unas manos grandes con dedos largos y finos, que envolvieron los míos con un tacto suave y cálido.
–¿Estás bien?– preguntó con voz grave.
Asentí, sin decir palabra. Me puso su mano en el rostro y lo hizo girar lentamente a derecha e izquierda, como evaluando los daños. Luego deslizó sus dedos hasta mi barbilla y me levantó el rostro, inclinándose sobre mí para observarme mejor. Entonces levanté la vista y pude verle perfectamente. Sus hermosos ojos verdes me escrutaban preocupados. Algo pareció molestarle, porque de pronto sus ojos se estrecharon y se volvieron opacos. Su pulgar se movió hacia la comisura de mis labios y me frotó con suavidad.
–Estás herida–dijo.
Lo cierto era que me sentía un tanto magullada por el forcejeo, pero no pensaba que hubiera sufrido daños mayores, con lo cual no entendía a qué se refería. Notando mi confusión me mostró su dedo, manchado de sangre.
–Es tu labio, está sangrando– aclaró.
–No es nada– dije– Ni siquiera me duele. Podría haber sido bastante peor si no hubieras intervenido–.
Me miró serio y apartó su mano de mi rostro. Sentí una carencia dolorosa de nuevo al perder su contacto.
Y ahora ¿qué pasaría?, ¿desaparecería de nuevo? No podía permitirlo, tenía que hablar con él. Me adelanté y le cogí de la manga de su cazadora para evitar que se alejara. Me miró contrariado al ver que intentaba retenerle.
–¡Te he estado buscando! Me entregaste ese libro por algún motivo, ¿verdad? Sé que me has estado vigilando y necesito respuestas–comencé.
Él me observó sin decir palabra.
–Sabía que te encontraría aquí. Me pareció que encajarías bien en un sitio como éste y veo que estaba en lo cierto– afirmé.
–¿Qué tú me encontrarías?–dijo ahogando una risa.
Entonces era eso, no era yo quien le había encontrado, sino él a mí.
–Mira–continuó con un tono más serio– este sitio quizás sea demasiado light para mí, pero para ti es peligroso y a las pruebas me remito– concluyó señalando a los tipos noqueados en el suelo– Deberías tener un poco más de sentido común y no meterte en sitios de los que no puedes salir por tus propios medios–.
–¿Me has estado siguiendo?–le pregunté curiosa.
–Ha resultado de lo más conveniente que lo hiciera, ¿no? Acabo de salvarte la vida– dijo señalando algo obvio.
Me sentí desconcertada.
–Pero ¿por qué me sigues? Quiero saberlo, quiero que me cuentes de qué va todo esto... ¡Por favor!–supliqué.
Notaba que iba a llorar e intenté con todas mis fuerzas evitarlo. No quería que viera lo débil que era.
Él me observaba, dudando si responderme o desaparecer. Sentía cómo debatía algo en su interior.
–No sabes nada, ¿verdad?– preguntó finalmente.
Le miré confundida y él comenzó a acercarse a mí de nuevo. Parecía una pantera acercándose a su presa, calibrando las distancias, evaluando el terreno. Se paró a escasos centímetros de mí. Y noté cómo se me escapaba una lágrima rodando por la mejilla. Él alzando su mano hacia mi rostro siguió con su dedo el rastro que había dejado al caer. Sentí a su contacto un calor abrasador en mi piel. Parecía que él buscaba mi contacto y pensar que era así me encantó. Me había ofrecido su mano y me había acariciado el rostro más de una vez y la sensación era impactante.
Entonces sentí que se envaraba y unos segundos después comenzaron a sonar sirenas de policía acercándose por la carretera general. Él se movió a gran velocidad, cogiéndome por el brazo y arrastrándome hasta el fondo del parking.
–Es una redada–dijo–¡Tenemos que salir de aquí!–.
Yo me acordé de Lily y me giré para volver adentro.
–No puedo dejar a mi amiga ahí– grité.
Él me arrastró de nuevo al fondo del parking.
–Escucha, tu amiga no está en el local, está en su todoterreno dándose el lote con un tío. No se moverá de ahí y no tendrá problemas, pero nosotros sí y nos tenemos que ir–apremió.
Parecía seguro de lo que decía, con lo que decidí seguirle y saltar la valla del parking hacia el bosque. A pocos metros de la valla tenía aparcada su Harley y nos dirigimos hacia ella. Se detuvo de repente y se volvió hacia mí.
–Responderé a tus preguntas si vienes conmigo, pero no pueden encontrarnos porque sería peligroso para ambos–dijo.
Se acercó y señaló mi colgante con su dedo índice.
–Tienes que quitarte esto–dijo.
–¿La cruz?– pregunté perpleja.
Asintió.
–Es un rastreador para tenerte localizada. Si no te lo quitas, no vienes. Tú decides–dijo.
No entendía nada, pero no iba a perder más tiempo con esto. Quería que respondiese a mis preguntas y había dicho que lo haría si iba con él, con lo que agarré la cruz y le pegué un tirón, arrancándola de mi cuello. La guardé en el bolsillo de la chaqueta.
–¡Vamos!–apremié.
Él se subió a la moto y me indicó con un movimiento de cabeza que me subiera con él. Se giró y me ofreció su casco.
Nunca antes había subido en una moto, ni siquiera de paquete, y la primera vez no me resultó nada fácil. Primero por el vestido, que se me escurrió muslos arriba en cuanto me monté y segundo porque no sabía cómo poner las piernas, ni como sujetarme. Opté por apoyar mis manos en sus costados, cosa que hizo que él se girara y se burlara de mí.
–Será mejor que te agarres más fuerte o saldrás despedida por los aires en el primer bache–me aconsejó.
Arrancó el motor y yo aproveché para desplazarme más cerca de él y rodearle todo lo fuerte que pude con mis brazos. Lo tomó como una señal de que estaba preparada y aceleró.
El impulso de la aceleración hizo que me encajara más contra él, notando su cuerpo contra el mío. Nunca hubiera imaginado que una vuelta en moto sería una experiencia tan íntima.
Avanzamos por una carretera secundaria adentrándonos en el bosque. Unos muros vegetales nos rodeaban y no había más luz que la luna y el faro de la moto para señalarnos el camino. En ese momento fui consciente de que estaba a su merced. Nadie sabía que había escapado con él, ni siquiera Lily. Tenía que haber previsto avisarla de algún modo, con un sms por ejemplo, pero ¿qué iba a textear?: “me voy con un extraño, no sé ni su nombre ni a dónde me lleva. Luego te veo”.
Sin embargo no me sentía en peligro. Al fin y al cabo había noqueado a cuatro tipos para salvarme, no era probable que ahora su intención fuera arrastrarme hasta el bosque para acabar allí conmigo.
Al cabo de un rato abandonó la carretera y tomó un desvío a través de una vía forestal. La luna se filtraba por la copa de los árboles y creaba un juego fantasmagórico de luces y sombras. Sabía a qué me recordaba, a mi sueño de la noche anterior: el bosque, la luna, él y yo abrazados…
Finalmente detuvo la moto cerca de un pequeño claro y desmontamos. Le tendí el casco, que cogió y colgó de la moto y se quedó junto a ella, mirándome.
–¿Dónde estamos?– le pregunté.
–Querías hablar, ¿no? Este sitio es seguro–respondió.
Me sentí aliviada, parecía que iba a cumplir su palabra y que tendría respuestas. Se recostó sobre el tronco de un árbol y me miró expectante.
–¿Y bien?, ¿qué querías saber?– preguntó.
Ahora que tenía la oportunidad no sabía por dónde empezar. Traté de formar en mi cabeza una lista con todas las preguntas que me había planteado en los últimos días y finalmente empecé por lo fundamental.
–¿Cómo te llamas?–pregunté.
–Puedes llamarme Robb– contestó de inmediato.
–¿Es tu verdadero nombre?– continué.
Sonrió antes de responder.
–Siempre me han llamado así, pero no sabría decirte si es mi verdadero nombre–dijo enigmático.
–Yo soy Emma–dije.
–Lo sé–contestó.
–¿Qué más sabes de mí?–pregunté sorprendida.
Dudó y finalmente contestó.
–Demasiado poco para lo que me gustaría saber, Emma–dijo.
Sus ojos me fundieron por dentro y al oírle pronunciar mi nombre no pude evitar dirigir mi mirada a su boca e imaginar cómo sería besarle. Él pareció incómodo con mi mirada y bajó la vista, rompiendo el hechizo.
–¿No tienes más preguntas?– dijo, rompiendo el silencio que se había creado entre los dos.
Esto consiguió devolverme a la realidad.
–Sí. ¿Por qué me has estado siguiendo?–lancé.
–¡Buen comienzo!– dijo– Es simple, quiero saber por qué hay tanto revuelo entorno a ti. ¿Por qué una simple adolescente ha movilizado a las fuerzas del cielo y del infierno? ¿Qué es lo que te hace tan especial, Emma?–me preguntó.
No esperaba esta respuesta, si es que era una respuesta. ¿Me estaba tomando el pelo? Ya había dado mil vueltas a lo del cielo y el infierno y tampoco encontraba la relación que tenía conmigo. Si él tampoco lo sabía, entonces me quedaría igual que antes, a cero.
–Mira, no sé a qué te refieres, ni qué tengo que ver yo con todo esto. Soy perfectamente normal. ¡Créeme!, tienes que haberte equivocado de persona–respondí nerviosa.
–Podría decirse por tu apariencia que eres bastante terrenal–dijo acercándose más a mí con una sonrisa seductora.
¡Vaya!, ese comentario me dolió. Ponía en evidencia que él era divino y yo solamente pasable.
–Pero James no estaría detrás de ti si no hubiera algo importante en tu persona–añadió de pronto.
Esto me confundió aún más.
–¿James?, ¿qué tiene que ver él con todo esto?–pregunté confusa.
–Bien, veo que he captado tu atención. Pero empezaremos contigo, ¿qué recuerdas de tu vida exactamente?–preguntó serio.
Seguía pensando en el tema de James, ¿por qué volvíamos de nuevo a hablar de mí?
–¿No decías que sabías cosas sobre mí?, ¿por qué quieres que te cuente mi vida?– pregunté desconfiada.
–Porque quiero encontrar la conexión que vio James cuando investigó sobre ti. Quiero saber por qué va tras de ti y sobre todo, como te he dicho, quiero saber de ti por ti misma, no por lo que he averiguado por ahí– respondió.
Suspiré, confusa y un poco asustada. Y al final asentí y comencé a hablar.
–De acuerdo. No recuerdo nada de mi vida hasta los once años. Fue a causa de un accidente de tráfico. Mis padres murieron y yo sobreviví, pero perdí todos mis recuerdos. No les recuerdo ni siquiera a ellos. Me acogió mi abuela materna y he vivido con ella en Nueva York hasta la pasada semana. Falleció de un infarto y como no tenía más familia, iba a ingresar en una especie de institución, pero el abogado de mi abuela localizó a mi tía Susan, la hermana de mi padre. Ella me propuso vivir con ella aquí hasta que fuera a la universidad y ¡aquí estoy! Era mejor opción que el centro de menores– concluí– Como puedes observar una vida de lo más normal, si te saltas lo de la huerfanita que deambula de un hogar a otro. Y ahora, ¿me vas a contar qué pasa?–exigí.
Se giró hacia mí y comenzó.
–Ésa es la historia que te han metido en la cabeza, Emma, pero no es la verdad… La señora que te acogió como tu abuela no estaba emparentada contigo, se trataba de un escudo cuya función era ocultarte, para que no fueras localizada. Esto sirvió por unos años. Supongo que previamente manipularon tu memoria para que olvidases tus recuerdos y te contaron que era amnesia a causa del accidente. Era mucho más sencillo para ellos hacerlo así– dijo.
Hizo una pausa, supuestamente para permitir que asimilase la verdad, el hecho de que la historia de mi vida se desmoronaba por completo. Según Robb, lo que había vivido y amado no era más que una farsa montada para mantenerme engañada. Sonaba absurdo y podría estar simplemente tomándome el pelo, y sin embargo, sin conocerle de nada, confiaba en él y aunque pareciera increíble, le creía.
Tragué saliva, notando cómo se me formaba un nudo en la garganta, pero aun así le pedí que continuase. Asintió y me miró con un toque de admiración porque a pesar de todo estaba comportándome con entereza.
–Lo que puedo asegurarte es que Susan no es tu tía y bueno, de James ya habrás sospechado algo, ¿no? Ambos llevan desde hace tiempo detrás de ti–me explicó.
No pude evitar interrumpir.
–Pero ¿quiénes son?, ¿qué quieren de mí?–pregunté.
Robb se sentó sobre una raíz que sobresalía grotescamente del suelo y me indicó que me sentara a su lado. No es que tuviera ganas de sentarme, pero intuía que lo que iba a contarme quizás se asimilaría mejor sentado.
–Emma, lo que te voy a contar es difícil de comprender desde un punto de vista mundano, pero es mi realidad y la de otros muchos como yo. Y pronto será también tu realidad, por lo que necesito que mantengas una actitud abierta sobre el tema, ¿de acuerdo?– me propuso.
Y esperó a que asintiera para continuar.
–Desde el inicio de los tiempos el bien y el mal batallan para hacerse con el control sobre el mundo. Los ejércitos del cielo y del infierno merman cada día debido a los enfrentamientos y es por eso que ambos bandos buscan en la tierra a sus aliados. Sin embargo cualquier humano no es digno como candidato. Existen individuos que destacan de los demás, que tienen cualidades innatas que los convierten en objetivo perfecto para ser reclutados. Estos individuos son los Potenciales–me explicó.
Robb hizo una pausa, intentando leer lo que estaba pensando. Exhalé con fuerza antes de hablar.
–¿Me estás contando que seres míticos captan humanos para abastecer sus ejércitos? No lo entiendo. Francamente, es “su” guerra, ¿por qué meter a los humanos de por medio? Y desde cualquier punto de vista parece injusto, seguro que ellos son inmortales y nosotros no ¿Por qué utilizarnos de ese modo?– pregunté.
Robb evitó que se le escapara una sonrisa, pero vi en sus ojos que le había divertido mi comentario.
–¿Qué?– pregunté bruscamente–¿Crees que lo que he dicho es una estupidez?–.
Entonces me miró complacido.
–No, no es ninguna estupidez. En realidad no podría estar más de acuerdo contigo, pero no es tan sencillo. En realidad los “primeros” fueron creados en el comienzo de los tiempos y, bueno, a causa de la rebelión que inició Lucifer, pronto se dividieron en dos bandos–dijo.
Volví a interrumpirle.
–He leído sobre ello. Fue la primera batalla celestial, he encontrado información en el libro del Apocalipsis–le expliqué.
Robb asintió satisfecho.
–Bien, veo que has hecho los deberes. Como ya sabrás entonces, los primeros son seres poderosos y eternos. Lucifer fue castigado y expulsado del cielo con sus seguidores y pronto empezó a campar a sus anchas por la Tierra para despertar la ira divina. Entonces Dios envió a su ejército de primeros a la Tierra con la misión de mantener el equilibrio entre las fuerzas del bien y del mal. Se trataba de equilibrar la balanza, no de inclinarla hacia un bando o al otro. Los primeros no eran muy numerosos, pero en los inicios tampoco lo eran los humanos, con lo que los guerreros celestiales se valían para controlar al bando contrario y mantener a los humanos a salvo. Sin embargo la raza humana creció más allá de cualquier previsión y entonces un bando se saltó las normas y vio este crecimiento como una oportunidad de ampliar su poder. Así es como los “primeros” se mezclaron con los seres humanos y nacieron los “potenciales”–explicó.
¡Vaya! Eso parecía un comportamiento bastante humano al fin y al cabo.
–¿Quieres decir que los potenciales son híbridos?–pregunté.
–Bien, parece que lo estás captando. Sí, son algo así. Una parte humana y una parte divina o maligna– dijo satisfecho.
–¿Y qué bando empezó a hacer trampas?– quise saber.
Puso una sonrisa torcida que me hizo estremecer y arqueando una ceja insinuó.
–¿Tú que crees? Los rumores siempre apuntan a los malos, pero ¿quién sabe? Los buenos también sucumbieron, con lo cual no importa mucho quien lo hiciera antes, sino que ambos lo hicieron. Y además no creo que en todos los casos se hiciera con fines bélicos. Los humanos tenían algo especial, eran capaces de amar y los “primeros” envidiaban esa cualidad. Querían amar y ser amados y sucumbieron a la tentación–me contó.
No pude evitar sonreír.
–Bien, o sea que al final todo se reduce a… ¿hormonas?–sugerí.
Robb sonrió también.
–Me olvidaba de que eres intuitiva, Emma. Mira, yo no sería muy duro con ellos, la tentación siempre está cerca. Por ejemplo ahora mismo. Dos jóvenes solos en mitad del bosque, muy cerca el uno del otro, bajo una preciosa luna llena y sin nadie a kilómetros a la redonda…–susurró.
Dejó ahí la frase, mientras se inclinaba hacia mí de modo que su aliento acariciaba mi rostro. Olía a madera, a tierra mojada, a lluvia…Tragué saliva y noté cómo me derretía por dentro. Me fijé de nuevo en su boca, pensando en cómo sabrían sus labios, en cómo se sentirían sobre los míos… Y de pronto él se envaró y se separó de mí.
Su actitud cambiante me tenía un tanto desconcertada. Parecía enviarme señales contradictorias todo el tiempo. Me tomé unos segundos para refrescar las ideas y volver a centrarme en el asunto.
–Entonces, ¿dónde encajo yo en esta historia?, ¿se supone que soy un híbrido?– pregunté al fin.
Él asintió, pero no dijo más.
–Bien, y ahora ¿qué? ¿Me están buscando?, ¿quieren alistarme?–pregunté.
Robb se giró hacia mí.
–Más bien ya te han encontrado. Y, sí, supongo que quieren que te unas a ellos. Un híbrido por sí solo no tiene muchas opciones de desarrollar y explotar sus aptitudes, pero si se le enseña correctamente se liberará su potencial. Y ahí es donde entra James. ¡Imagínate qué es lo que quiere de ti!...– explicó.
Sentí cómo se me helaba el corazón. Mi instinto me había estado advirtiendo todo el tiempo contra James. Siempre que estaba cerca de él me invadía el desasosiego. Empecé a ver lo serio de la situación y comencé a frotarme las sienes para intentar relajarme. Notaba que las lágrimas acudían a mis ojos de nuevo y tuve que esforzarme por no romper a llorar. Robb me miró, advirtiendo que me estaba derrumbando.
–Entiendo que esto te esté sobrepasando. Si quieres un momento para asimilarlo, puedo dejarte sola–murmuró cogiendo mi mano.
–Espera, tengo otra pregunta. ¿De qué bando está James?–pregunté temiendo lo peor.
Robb me miró serio, apretando sus labios en una fina línea.
–Emma, estás en poder del infierno–respondió.
Esta fue la gota que colmó el vaso. Encajé el golpe, doloroso y fatal ¡Estaba con el lado oscuro! Apoyé mi cabeza sobre mis rodillas, notando como las lágrimas desbordaban mis ojos. Me abracé a mí misma y me quedé allí, gimoteando, pensando en qué sería de mí ahora. Me sentía asustada y vulnerable y sobre todo muy sola. Robb me dejó espacio, observándome desde la distancia, dudando si acercarse y consolarme o no interferir.
Finalmente me dejó sola hasta que se me pasara el shock. Necesitaba asimilar todo lo que me había contado, encajar que todo lo que había vivido hasta ese momento no eran más que mentiras que habían montado a mi alrededor y tenía que hacerlo porque eso era el pasado. Ahora tenía que romper con todo y seguir adelante y decidir por mí misma. Me fui calmando poco a poco, limpiando mis lágrimas con el dorso de mis manos que arrastraban manchurrones de máscara y maquillaje. Las malditas botas me estaban matando, de modo que me las quité y las lancé furiosa por los aires.
Cuando me sentí más calmada me puse en pie y busqué con la vista a Robb. Estaba apoyado, pensativo, en su Harley. Caminé hacia allí notando con alivio la hierba húmeda en mis doloridos pies. Según me acercaba me miró con detenimiento de la cabeza a los pies, deteniéndose al verme descalza.
–No aguanto los tacones–dije y pasé a preguntarle lo que me reconcomía por dentro– Robb, ¿por qué estás aquí?, ¿por qué me has contando todo esto?–le pregunté.
Se incorporó, con cierta reticencia y comenzó su relato.
–Me queda bastante por explicarte y cuando lo haga entenderás por qué estoy aquí. Yo también fui un potencial, pero a diferencia de ti siempre supe que lo era, porque vivía en una comunidad donde todos los éramos o al menos nos preparábamos para serlo. Nunca supe quién era mi familia. Mi familia era la comunidad y eso era lo que importaba. Comencé a desarrollar mis aptitudes desde muy joven. Adquirí buena fama y uno de los primeros me entrenó para liberar mi potencial. Con dieciséis años había adquirido el desarrollo total de mis aptitudes y había elegido bando. Era lo que se esperaba de mí.
Me dedicaron por un tiempo a entrenar a otros potenciales, a pesar de ser muy joven, pero querían esperar a mi mayoría de edad para encomendarme misiones importantes. Pero me gané la confianza de mi “primero” y desde hace un año comenzó a encomendarme trabajos para él. Hace unos meses que ando detrás de James por una de mis misiones y fue así como llegué hasta ti–.
No me costó mucho atar cabos después de lo que acababa de contarme, pero opté por preguntar de todos modos.
–¿Y cuál es tu bando, Robb?–pregunté.
Él me miró, con su cara oculta entre las sombras, ignorando mi pregunta y continuando su relato.
–Estuve atento a toda la información que llegaba a los primeros, escuchando cuando no me veían e investigando con más detalle los trabajos que me asignaban. Aparentemente se había encontrado a un potencial fuera de lo normal que el otro bando había tenido oculto durante un tiempo. Ese potencial en cuestión era bastante importante para la organización, pues suponía un elemento decisivo para el desenlace de la guerra. Esto me hizo documentarme e investigar. Encontré fuentes antiguas que hablaban de una profecía sobre un potencial destinado a equilibrar de nuevo el mundo. Su misión sería volver a nivelar los bandos, como había sido en el origen de los tiempos y poder restablecer la paz, dejando al margen a los humanos. De pronto el miembro más importante de la organización estaba tras la pista y mi misión era averiguar qué había de cierto en ello. Y ahí es donde intervienes tú. Emma, creo que tú eres ese potencial, tú eres el EQUILIBRIO–concluyó.
¡Equilibrio! Me había hablado de equilibrio cuando nos conocimos en la biblioteca, me había preguntado algo así como si encontraría el equilibrio. Pero lo que yo sentía ahora mismo era lo contrario, me sentía inestable, vulnerable y confusa. Si ya era difícil de creer en el tema del cielo y el infierno, lo era más aún asimilar que yo jugaba un papel importante en esa historia. No podía ser, tenía que haber un error.
–¿Cómo es posible?–dije–De ser ese potencial lo habría sabido. Mi abuela… ¡Me lo habrían dicho! Tendría que sentirlo de algún modo y ¡no siento nada! Lo siento Robb, pero te equivocas, no soy especial–.
–Emma, ¡créeme!, uno de los primeros del infierno ha venido para reclutarte. Ha montado una fachada mundana para ganarse tu confianza, para que cooperes libremente. Tienes que ser tú, nena–respondió.
–¿Un primero del infierno?– pregunté.
Robb asintió.
–Más conocido como James–dijo arrastrando las palabras.
¡Dios mío! Estaba atrapada. James me había parecido un tipo frío con pinta de psicópata hasta que Robb me dijo que era del bando de los malos, pero ¿uno de los jefes? Esto era más peligroso de lo que había imaginado en un principio. Estaba claro que no podía permanecer aquí por más tiempo, tenía que escaparme donde nadie me encontrara, pero ¿cómo se ocultaba uno del cielo y del infierno?
Robb interrumpió mi reflexión.
–Y ahora es donde intervengo yo. Estoy aquí para proponerte un trato, Emma– dijo mirándome intenso.
Consiguió atraer mi atención. No sabía por qué esperaba que fuera él quien me rescatara, pero lo esperaba y confiaba en que me iba a proponer algo así. Quizás había leído demasiadas novelas románticas, pero veía a Robb como el héroe que venía a salvar a la chica indefensa. ¡Deseaba tanto que en realidad lo fuera!
–Suponiendo que eres el Equilibrio, cosa que no pongo en duda, tu misión es conseguir la paz en el mundo. Digamos que ése es tu destino, Emma. Si te atrapan los malos ya sabemos que no te dejarán hacerlo, sino que te usarán como arma para ganar la guerra y si te atrapan los buenos,… no tengo muy claro lo que planean en el otro bando, pero ¡seamos realistas!, hasta ahora te han tenido en su poder y lo más que han hecho ha sido borrarte la memoria, crearte una vida falsa y traumatizarte con un pasado tétrico… ¿Quién nos dice que su objetivo no es usarte para aniquilar al mal? En definitiva, nadie te usará para lo que has nacido, para conseguir la paz–dijo.
–Y, ¿qué propones tú, Robb?– pregunté curiosa.
–Yo te propongo tirar por el camino del medio. He vivido lo suficiente en el seno de esta guerra para estar convencido de que lo mejor es que se acabe. Juré lealtad al infierno y he visto morir por él a mis compañeros. Y, francamente, me he cansado de luchar por una causa que no es justa y que no comparto–respondió.
–No estarás pensando en cambiar de bando, ¿no?– me interesé.
–Veo que aún no me sigues. Mira, los del otro bando son iguales, distintos principios, mismos objetivos. Su fin es también dominar el mundo, aniquilando a los otros. Y mientras tanto en medio están los humanos y nosotros, los híbridos, que seremos devastados en los enfrentamientos. Los hombres tienen una naturaleza individual: unos tienen características más nobles y otros más ruines. Cada individuo decide qué lado prevalece en su carácter y elige qué clase de persona quiere ser. Sin embargo si uno de los bandos ganara la batalla, la libre elección acabaría. No habría opción, seríamos o todos ángeles o todos demonios. Se rompería definitivamente el equilibrio y aunque no me considero un visionario, ¡créeme!, si esto ocurriera llegaría el fin del mundo, la debacle universal–explicó.
–Lo que dices parece razonable Robb, pero no acabo de entender qué pretendes que hagamos. ¿Qué quieres de mí?– pregunté.
–En primer lugar quiero ser yo quien libere tu potencial. No me veas como un soldado del bando del infierno, quiero que me veas como una tercera opción, una que te llevaría a poder seguir tu destino y conseguir la paz. Estoy aquí sin que nadie lo sepa. He construido una tapadera perfecta como oficial de la unidad especial de reclutamiento. James es mi jefe directo, pero él no sospecha de mí. Él cree en mí y piensa que soy fiel a la causa, pero esta no es mi causa. La única vía factible para el mundo es conseguir la paz y si te unes a mí estoy seguro de que podremos conseguirlo. Cuando se sepa que realmente existes y que buscas la paz, se nos unirán otros y existirá por fin una esperanza de conseguirlo–dijo.
Estaba muy confusa, ¿quería que me aliara con él? ¿Quería que nos enfrentásemos solos, él y yo, contra el cielo y el infierno? Robb se acercó y me tendió la mano.
–Ven conmigo. Tienes que confiar en mí– me pidió.
Extendí mi mano lentamente hasta rozar la suya. Él la cogió con suavidad, entrelazando sus dedos con los míos, y me atrajo hacia él, rodeándome con sus brazos. ¡Esto ya lo había vivido,… en mi sueño!
Lo siguiente que hizo fue elevarse del suelo, izándome con él. El aire agitó mi cabello en todas las direcciones. Ascendíamos por encima de los árboles, como volando. ¡Era increíble! Robb aterrizó con ligereza sobre una gruesa rama de un árbol, a unos quince metros de altura. Fue avanzando conmigo de la mano hasta que llegamos al tronco y me recostó contra él.
–¿Sabes volar?–pregunté agitada.
–Mis aptitudes son físicas. Soy veloz, extremadamente fuerte y puedo saltar grandes distancias y caer de grandes alturas sin sufrir ningún daño. También domino los campos de fuerza–me explicó.
–¿Campos de fuerza?–pregunté.
– Algún día te mostraré cómo funcionan– dijo sonriendo.
–¿Y yo?, ¿cuál crees que será mi potencial?– pregunté con curiosidad.
–No estoy seguro al cien por cien, pero intuyo que lo tuyo es el rollo psíquico–dijo deslizando su dedo por mi sien–He visto cómo sugestionaste antes al portero del club para que te dejase entrar. Es sólo una intuición, pero si confías en mí estaré encantado de ayudarte a descubrir tus aptitudes, sólo tienes que decir que sí. ¿Y bien?– preguntó impaciente.
–¿En serio me estás dejando elegir o si no acepto de buena gana amenazarás con dejarme caer del árbol? Apenas te conozco y no sé si puedo confiar en ti– dije inquieta.
Robb se inclinó hacia mí, poniendo sus manos contra el árbol a ambos lados de mi cabeza.
–Bien, y ¿qué podemos hacer para que confíes en mí?– preguntó mirándome fijamente.
Sus magníficos ojos verdes reflejaron los míos. Se inclinó aún más, bajando su cabeza a la altura de la mía. Sus labios se entreabrieron y exhaló, tenso, como preparándose para una tarea difícil. De pronto su respiración se hizo rápida y pesada y la mía se entrecortó. Me mordí el labio sin poder disimular el deseo que se apoderaba de mí y entonces él me sujetó el rostro con ambas manos e inclinándose hacia mí me besó. Sus labios eran carnosos y suaves y se amoldaron con fuerza a los míos. Recostó su cuerpo contra el mío y bajó una de sus manos por mi espalda hasta mi cintura, apretándome contra él. Rodeé su cuello con mis brazos y mis manos se deslizaron hasta su pelo, acariciándolo en la nuca. Abrió mi boca con sus labios y su lengua se movió acariciándome. Sentí que me derretía… Nuestras bocas se movían hambrientas y su cuerpo se incrustaba contra el mío. Demasiado pronto sus labios se apartaron. Apoyó su frente contra la mía y esperó a que nuestras respiraciones se normalizaran.
–¿Por qué me has besado?, ¿pensabas convencerme así?–pregunté, deseando que lo hiciera de nuevo.
–Emma–dijo–llevas pidiéndome que te bese toda la noche. Te has metido varias veces en mis pensamientos insinuándolo. Sé que no lo has hecho deliberadamente, aún no lo controlas, pero sé que lo deseabas… y yo deseo que te alíes conmigo. Por favor, di que sí–me pidió.
Puse mis manos sobre su pecho y lo aparté bruscamente.
–¿Por qué me has besado si no lo deseabas?, ¿lo has hecho para que aceptara?–pregunté indignada.
–Si lo quieres ver de ese modo… No me malinterpretes, realmente me ha gustado besarte, pero lo he hecho porque tú querías que lo hiciera y mi máximo interés es hacerte sentir bien. Necesito que confíes en mí–dijo.
Estaba furiosa, pero era verdad, yo le deseaba y parece ser que él a mí no. Él buscaba en mí otra cosa, lo había dejado muy claro. Ahora tenía que decidir si dárselo o no. En realidad no tenía muchas opciones. Desde luego James no era una opción y por lo que conocía del otro bando no debían de estar muy interesados en mí cuando no habían corrido a mi rescate y hasta el momento sólo me habían obsequiado con una amnesia selectiva y una vida falsa, con lo cual tampoco tenían las cartas a su favor. Tenía claro cuál sería mi siguiente movimiento. Aparté a Robb y me dirigí hacia el extremo de la rama.
–Gánate mi confianza–le dije y salté.
Caía más rápido de lo que había imaginado, rozándome a mi paso con las ramas más bajas. Había hecho una locura, pero en ese momento me había parecido una buena idea para saber si podía confiar en él. Cerré los ojos asustada, si me equivocaba con respecto a él me iba a matar contra el suelo y se acabaría todo.
De pronto sentí un impacto contra mi cuerpo y pensé que había llegado al suelo, pero entonces comencé a ascender y cuando abrí los ojos me encontré en sus brazos. Había saltado a tiempo para recogerme y me dejó de nuevo en pie en el claro, mirándome con una expresión furiosa.
–¿Estás loca? No esperaba que hicieras eso, podría no haber llegado a tiempo…–me gritó.
Me hice la dura.
–Bien, pero llegaste. Quería ver si superabas la prueba. Si me voy a aliar contigo quiero saber antes si realmente eres bueno, si serás capaz de protegerme y sobre todo, hasta dónde estarías dispuesto a llegar por mí–dije.
–Emma, eres la única esperanza. Lo daría todo por ti., sólo dime que sí– suplicó de nuevo.
Estaba frente a mí y su mirada ardía, quemándome por dentro. Veía su pulso acelerado palpitando en su cuello y supe que estaba loca por él. Eso bastó para que tomara mi decisión.
–Sí– respondí.