CAPÍTULO XXIV

Me había dormido. A pesar del estrés había sucumbido al sueño en los brazos de Miguel y estaba soñando. Llevaba el vestido vaporoso, con lo cual presté atención porque era uno de esos sueños. Hacía varios días que no los tenía y ahora en vistas de una batalla se me presentaba una ocasión de oro para obtener información. Tal y como esperaba, un resplandor me cegó, y me vi inmersa en una escena totalmente diferente. Estaba en el refugio, cara a cara con James. Él empuñaba en una mano la daga, la que acabaría conmigo según Snake, y en la otra mano una lanza. Había pensado en la posibilidad de no tener que enfrentarme a James, en rescatar a Robb y salir de allí lo antes posible. Ni siquiera me había planteado recuperar la daga, no era vital para mí ahora. Sólo Robb lo era. Pero no iba a ser así de fácil porque estaba claro que estaba destinada a enfrentarme con él.

Miguel estaba detrás de mí y lucía en su mano una espada dorada con la empuñadora en forma de alas. James se abalanzó sobre mí, que le contemplaba desarmada. Por increíble que pareciera  no le tenía miedo. Estaba llena de energía y mis ojos lucían completamente azules, esperando su llegada. De pronto Miguel se interpuso entre nosotros. Era algo que no había previsto y James chocó contra él. James atacaba con ferocidad y aunque Miguel consiguió herirle en varias ocasiones él contaba con la baza de la inmortalidad. James se estaba haciendo con él. Miguel no aguantaría mucho más ese tipo de ataque.

Entonces aparté a Miguel, le lancé detrás de mí y cargué contra James. Eso era lo que tenía que ser, sólo yo contra él. Pero entonces James hizo algo que me desconcertó, saltó sobre mí y me dejó allí parada en seco. Me volví con rapidez, pero no la suficiente. James sabía qué hacer para atacarme, lo había visto claro cuando aparté a Miguel. Le había seguido y cogiéndole desprevenido le había apuñalado por la espalda atravesándole  el corazón con la daga, traspasando su coraza e hiriéndolo de muerte. La rabia que me invadió me hizo gritar y lanzarme contra James y entonces salí del sueño y me encontré temblando en los brazos de Miguel.

–¿Qué ocurre?, ¿has tenido un mal sueño?– me preguntó inquieto.

–Más bien una pesadilla, ¿no lo has visto?–respondí.

–He intentado no invadir tu intimidad–contestó.

–Era uno de mis sueños premonitorios. Presta atención Miguel, James es para mí. Prométeme que no te interpondrás– le supliqué.

–No voy a prometerte eso– dijo Miguel.

–Miguel, no es ninguna broma. He visto que James acababa contigo. No lo hagas por favor– supliqué de nuevo.

–¿Qué James acababa conmigo? Ni en sus sueños. Tranquila, seré precavido y gracias por la información– dijo pensativo.

 

Los helicópteros aterrizaron en una explanada al cabo de unas dos horas de vuelo. Los hombres de Miguel nos esperaban. La avanzadilla había hecho un buen trabajo hasta el momento. Habían montado un pequeño campamento a medio kilómetro de la base donde nos trasladamos a pie desde la explanada. El oficial al mando de la operación se adelantó a recibir a Miguel y se cuadró ante éste. David también se nos unió.

–Señor–dijo el oficial–, todo va conforme a lo previsto. Hemos anulado los radares de la base y emitimos una señal propia para que no advirtieran la llegada de los helicópteros. Esta noche al cambio de turno hemos eliminado la vigilancia exterior. Mis hombres han ocupado los puestos para no levantar sospechas. Tenemos identificaciones que hemos replicado. No tendríamos que encontrar problema para acceder a las instalaciones–.

–Buen trabajo, Jacob–dijo Miguel–Que se reúnan conmigo los cabezas de cada tropa en la carpa, repasaremos de nuevo el plan–.

El oficial volvió a cuadrarse y fue a alertar al resto del equipo. Miguel se dirigió a una carpa indicando que le siguiera. En pocos minutos los oficiales estaban presentes y David, sobre el plano, indicó el objetivo de cada grupo. La estrategia era clara, teníamos que acceder a las instalaciones de la forma más discreta posible, pero una vez dentro sería imposible no ser detectados. Un primer grupo tendría que avanzar de inmediato a la sala de control para inhabilitar los sistemas de seguridad y evitar que dieran la alerta al resto de la instalación. Ése grupo lo lideraría Jacob, pues su unidad era la experta en tecnología y telecomunicación. Una vez que tomaran bajo su mando la sala de control, deshabilitarían los accesos restringidos y coordinarían la operación gracias a las cámaras instaladas en la base. David comandaría al segundo grupo, que se dirigiría a rescatar a Robb y a sus hombres, si los encontraban con vida. Tomarían las escaleras por las que había intentado escapar Robb ya que, si todo iba bien, los ascensores quedarían anulados desde la sala de control. Y por último el tercer grupo liderado por Miguel sería el que abriría la brecha para acceder a la instalación y mantendría la defensa de nuestra posición para la evacuación de los prisioneros y el resto del equipo. Y yo estaría mano a mano con Miguel.  Seríamos los primeros en entrar y los últimos en salir, como correspondía a los líderes.

Los oficiales se desplegaron para organizar a sus hombres. Miguel se acercó a unos cajones que habían trasladado hasta la carpa y me indicó que me acercara. Me ayudó a ponerme la coraza, ajustándomela a los costados. Después me mostró su espada, la que había visto en sueños, era preciosa, dorada, como provista de luz propia. Su empuñadura estaba hecha con un material plateado y brillante y representaba las alas de un ángel.

–¡Es increíble!– dije contemplándola.

Miguel la cogió por la hoja y me ofreció la empuñadura.

–Es un préstamo de mi padre, se supone que soy su brazo ejecutor en la Tierra– explicó.

–¿Quieres decir que es la auténtica?– pregunté sorprendida.

–Sí, lo es. Esta espada fue forjada en la herrería celestial y está tocada de la gracia divina. Fue hecha para mi padre, encargado de llevar la luz al mundo. Con ella expulsó a Lucifer del cielo porque osó desafiar a Dios. Su misión es mantener el control y expulsar el mal de la tierra, como ves, totalmente en línea con tu destino. ¡Empúñala!–me ofreció.

Alargué el brazo y acaricié la empuñadura y con delicadeza la así y la levanté. Noté cómo se cargaba de energía e irradiaba luz en todas las direcciones.

–¡Guau!, ¿es la precursora de la espada láser?–bromeé sorprendida.

–Es posible, y al igual que en la guerra de las galaxias sólo un caballero Jedi podía manejar con maestría una espada láser, sólo un ser divino puede sacar rendimiento a la espada de la luz. Y como yo ya sabía, tú eres divina porque de lo contrario no brillaría así–me explicó con su sonrisa torcida.

–No sé usar una espada en combate, ¡es una de mis asignaturas pendientes! Robb comenzó a formarme, pero no tuvimos mucho tiempo–murmuré.

–Si salimos de ésta, te prometo que te haré una experta en su manejo, pero mientras tanto será mejor que no te apartes de mi lado y sólo uses tus aptitudes. Intenta evitar el enfrentamiento cuerpo a cuerpo, de eso me encargaré yo.  Mi plan es el siguiente, cuando accedamos a la base, tú y yo nos encargaremos de abrir paso a los dos equipos. Confío bastante en tus aptitudes Emma porque no sólo quiero que apartemos a los enemigos de nuestro camino, necesito que los deshabilites–dijo apuntándose en la sien –Evitarás que se derrame la sangre innecesariamente. Siempre habrá algún híbrido más difícil de sugestionar y de esos me encargaré yo físicamente–.

–De acuerdo, pero cuando aparezca James acuérdate de que es mío, Miguel. No podemos matarle, pero intentaré entretenerle–dije intentando parecer convincente.

–Le entretendremos–apuntó Miguel guiñándome un ojo.

–Pero no te interpondrás–le avisé severa.

Pero no me respondió porque en ese momento irrumpió Cloe en la carpa, jadeante pues venía a la carrera.

–Creía que no llegaría a tiempo de desearos suerte–dijo acercándose y rodeando con sus brazos a Miguel.

–Hermanita, no me iría sin despedirme–dijo levantándola del suelo.

Después Cloe me abrazó a mí.

–¡Tened mucho cuidado! Os quiero de vuelta a los dos–dijo frunciendo el ceño.

–Y tú cumple tu promesa, no te muevas del campamento y ayuda al doctor, necesitará tus esferas curativas–pidió Miguel.

–De acuerdo por esta vez, pero la próxima iré en primera línea con vosotros– dijo frunciendo el ceño.

Miguel puso los ojos en blanco y la volvió a abrazar. Después los dos hermanos salieron de la carpa para dar las últimas instrucciones a nuestros hombres.

 

Esperé a Miguel, preparándome mentalmente para el combate. Estaba muy nerviosa, pero ya no tenía miedo, el hecho de tener una estrategia definida y un equipo que liderar había sido suficiente motivo para enterrarlo profundo, como había dicho Miguel. Pensaba que todo esto merecía la pena porque quizás pudiera ver este amanecer con Robb y esa era motivación suficiente para intentar salir victoriosa de la batalla. Miguel entró de nuevo en la carpa, sin duda llegaba la hora. Me levanté y chequeé mi equipo para no olvidar nada. Él se acercó y levantó mi rostro hacia sí.

–¿Mejor?–preguntó intentando leer en mis ojos mi estado de ánimo.

–Sí, estoy lista–dije decidida.

Miguel se inclinó sobre mí y con su brazo me rodeó y me atrajo contra él y de pronto, me estaba besando. Sus labios acariciaron al principio lentamente los míos y después presionaron con más fuerza, amoldándose contra mi boca, abriéndola y acariciándome con la lengua. Yo me dejé hacer, deleitándome con su contacto. Su respiración se tornó agitada y me atrajo más a él y no me importó, pero entonces pensé en Robb y aparté mis labios de los suyos.

–Miguel…–comencé.

–¡Shhh!, necesitaba besarte una vez más. No sé lo que ocurrirá ahí dentro, pero si ha de llegar mi hora no puedo largarme sin disfrutar de un último placer terrenal– susurró con una sonrisa torcida.

–Entonces has tenido suerte de que anduviera por aquí, si no me hubieras dejado venir te tendrías que haber conformado con David–bromeé yo también para quitar hierro al asunto.

–No es en absoluto mi tipo–dijo con cara de disgusto.  

Ambos reímos ante lo absurdo del momento, lo que no me hizo olvidar que él me había besado y yo le había dejado hacerlo, pero no quise darle demasiadas vueltas, no era el momento.

–Bueno, ¡es la hora!–dijo Miguel, ahora serio.

Y cogiendo mi mano me condujo al exterior de la carpa.

 

Las formaciones estaban hechas, aguardándonos. Miguel y yo tomamos nuestras posiciones, en mitad de la formación. Activamos nuestros escudos para no ser detectados y avanzamos hacia la base. No íbamos a acceder por la entrada principal, lo haríamos por la puerta de atrás, por la zona donde se introducían los suministros a la base. Esa zona estaba tomada por nuestros hombres que habían suplantado a los hombres de James. Teníamos que actuar antes del cambio de turno, pero íbamos con margen, aún no eran las tres de la mañana y el cambio de turno se realizaba al amanecer. Los oficiales que iban en cabecera se adelantaron para alertar a los vigilantes de nuestra llegada.

La noche estaba tranquila. Había comenzado a lloviznar y el aire estaba emulsionado, húmedo y a su contacto mi piel reaccionaba, manteniéndome alerta. Nos hicieron la señal de avance desde la base y nos dirigimos hacia allí y en un instante se abrió el acceso y penetramos en las instalaciones.

Los hombres actuaron veloces. Nuestro equipo entró de frente y se lanzó a por las patrullas que vigilaban la sala. Había hombres inmovilizando a otros con barras eléctricas tal y como la que había manejado Robb, otros cegaban cámaras de vigilancia con espray y de pronto la sala estaba bajo nuestro control. Miguel moviendo los brazos indicó que los grupos se realinearan. Cogió mi mano y ambos nos pusimos en cabecera. Ahora comenzaría la acción. Cuando abriéramos la siguiente compuerta entraríamos en la nave principal, desde donde se accedía a la sala de control y a los calabozos.

Miguel dio la orden y un oficial desbloqueó la puerta con una tarjeta y entonces observé todo como si fuera a cámara lenta. Irrumpimos en la nave principal y localicé con rapidez a mis objetivos, había dos hombres junto a la puerta y otro al pie de la escalera que accedía a la sala de control. Otro grupo de soldados estaba en mitad de la nave, charlando, y había otro más vigilando junto al ascensor. Sin duda los más peligrosos eran el de la escalera y el del ascensor, esos serían mis primeros objetivos y así se lo hice saber a Miguel. Él mientras tanto se adjudicó los del centro de la nave y dejamos los dos de la puerta para nuestra tropa, que los tenía más a mano. Me desplacé de un salto a la nave e inmovilicé con cada una de mis manos a mis objetivos. No fue complicado entrar en sus mentes y dejarles fuera de servicio. Los dejé derrumbarse en el suelo y me volví a desconectar las mentes de los de la puerta que habían sido inmovilizados por nuestros hombres. Miguel y David se batían con los cuatro soldados que habían estado charlando hacía unos instantes. Me giré hacia ellos y lancé primero a dos contra la pared y posteriormente a los otros dos y procedí a dejarles ko mentalmente.

Los hombres de Miguel me miraban asombrados, pero no vacilaron y partieron con sus grupos hacia su objetivo. Vi a David dirigirse hacia las escaleras que descendían al sótano y deseé que actuaran rápido liberando a Robb. El otro grupo trepó por las escaleras hacia la sala de control. En unos instantes comenzamos a oír el revuelo en la sala. Parecía que el equipo de Jacob había conseguido que no se activasen las sirenas de alarma, pero tenía pinta de que se había desencadenado en la sala de control una pelea en toda regla. Los ventanales de la sala estallaron de repente debido a un campo de fuerza que habría lanzado alguno de los oficiales y el ruido de la explosión hizo que apareciesen soldados corriendo por el conector que comunicaba con las zonas comunes de la base. Era mi equipo quien tenía que hacer de muro de contención.

“Nosotros derribamos y tú desconectas, ¿de acuerdo?” me propuso Miguel.

“Ya puedes comenzar” apremié.

Miguel y sus hombres detenían a los oficiales, que habían sido cogidos por sorpresa según el plan. Muchos de ellos venían a medio vestir, al despertarse alertados por la explosión. Estaba claro que aquí estaba el grueso de sus tropas. Yo iba sugestionando uno a uno a los oficiales según los derribaban, intentando no dejarme a ninguno y controlando de reojo los avances en la sala de control, donde seguramente también necesitarían pronto mi ayuda. Jacob se asomó por el ventanal, ahora despejado, y levantó un dedo hacia arriba indicando que tenían el control.

–Abre las celdas y bloquea los ascensores y los sistemas de alarma como previsto y sobre todo localízanos a James–ordenó Miguel a Jacob por el comunicador.

“Emma, sube a la sala de control y bloquea a los oficiales. Luego vuelve a reunirte conmigo”–ordenó Miguel.

Corrí veloz escaleras arriba y entré en la sala de control. Los hombres de Jacob agrupaban a los oficiales enemigos en un lado de la sala mientras los técnicos se dedicaban a trabajar con los sistemas. Miré el circuito de cámaras, buscando a Robb, pero mi vista se detuvo en James que se preparaba en sus aposentos, alertado por la explosión en la sala de control.

–Jacob–grité localizando al oficial–, bloquea primero ese ala del edificio– dije señalando el pasillo que partía de la sala de control hacia la habitación de James y la sala de tortura. –No hay que dejar que salga James–.

Jacob asintió y buscó en los paneles la zona en cuestión y se puso a trabajar sobre el sistema. Yo me acerqué al grupo de soldados derribados y los bloqueé en masa. Era mucho más fácil así que hacerlo uno a uno. Me habían facilitado el trabajo reagrupándolos.  Jacob se volvió y levantó de nuevo el pulgar hacia arriba. Asentí y eché un vistazo a las pantallas. James intentó salir de la sala y su tarjeta no funcionó. No le retendría mucho tiempo, pero tras derribar esa puerta tenía otras dos antes de alcanzar la sala de control y esperaba que se demorara lo suficiente para permitir la evacuación de Robb y nuestra gente.

Cuando bajaba a reunirme con Miguel observé que el equipo de Jacob había abierto las celdas, pero no tuve tiempo a detenerme a buscar a Robb. Confiaba que David lo sacaría sin problemas. Miguel y sus hombres seguían en la nave conteniendo el ataque de los oficiales.

“Miguel, pide que los reagrupen una vez que los derribéis. Puedo bloquearlos en masa, me hace perder menos energía” le pedí.

“De acuerdo” dijo y transmitió la orden por el comunicador.

“James está en su habitación, atrapado, pero no creo que tarde demasiado en cargarse las puertas. Deberíamos ir a su encuentro para cortarle el paso y dar a los demás más tiempo” le expliqué.

“Te sigo” dijo acercándose a mí.

Subí de nuevo las escaleras seguida por Miguel y me dirigí hacia el pasillo de la derecha que se abría al conector que daba a las habitaciones de James. Había un par de hombres tratando de forzar las puertas para liberar a su jefe y Miguel adelantándose se fue a por uno de ellos. Yo elegí el otro y moviendo mi mano lo golpeé contra la pared y le bloqueé, haciendo lo propio también con el adversario de Miguel.

–¿Cómo va David?–pregunté girándome hacia Miguel.

Pero Miguel no tuvo tiempo de responderme porque la compuerta frente a la que esperábamos reventó, lanzándonos contra el suelo. James emergió armado con una espada en una mano y una especie de arpón en la otra. Sin duda era la lanza que había visto en mi sueño. Miguel me ayudó a incorporarme y se puso a mi lado para enfrentarnos a James. James se había quedado sorprendido, era evidente que la incursión le había cogido por sorpresa.

–Emma–dijo recomponiéndose–, me alegra que hayas atendido a razones finalmente–.

–Siempre he sido muy razonable, James–dije impertérrita.

Tenía que entretenerle, darles a los demás el mayor tiempo posible para que evacuasen la base. Sabía que me enfrentaría a James de todas formas, pero si lo retardaba, ganábamos todos.

–No lo suficiente, primero Robb y ahora… ¿él?– dijo señalando a Miguel.

–¿Os conocéis o hago las presentaciones?–dije ignorándole.

–Emma, al igual que Robb, no eliges demasiado bien a tus compañías–criticó.

–Será un mal común en la juventud de hoy en día. Si bien hay muchas interpretaciones de lo que es malo y lo que es bueno, ¿no? Por lo visto tú eres de lo peor que hay por ahí–dije irónica.

–Claro, el infierno arrastra desde siempre la mala fama, pero los que te tuvieron secuestrada toda tu vida fueron ellos. No lo olvides–dijo James.

–Quizás porque tú no me encontraste antes, ¿no?–siseé.

–Yo te libré de ellos, te escondí para que no te localizaran y te ofrecí una vida normal, que una niña como tú tanto necesita– explicó emotivo.

–James, ¿a dónde quieres llegar con tu charla paternal? Dime qué es lo que quieres de mí– pregunté cortante.

–¿No es evidente?, quiero que te unas a mí, que seas mi mano derecha ahora que Robb ha renunciado–dijo divertido.

–¡Qué curioso!, había oído rumores acerca de que estabas pensando en aniquilarme, erradicarme del mundo y cosas así. Me lo comentó un tipo poco agraciado y totalmente zumbado que creo que conoces, un tal… Snake–dije mirándolo con desprecio.

–Sí, Snake, un viejo conocido y como tú dices completamente loco. No creo que vuelva a ser el mismo, pero al menos le hice un favor, le quité el bloqueo con que le habían castigado–dijo sibilino.

“¿Crees que va en serio?” preguntó Miguel que hasta ahora había guardado silencio.

“No, creo que es un farol” dije convincente.

–Entonces habrás conseguido eso tan valioso que quería ofrecerte–provoqué–, aunque tampoco era tan interesante. Lo siento, pero me lo contó a mí primero–.

James entrecerró los ojos y me miró suspicaz.

–Emma, ¿bloqueaste tú la mente de Snake?– preguntó curioso.

–¿Yo?, sólo soy una chica indefensa James– musité.

“Emma, misión cumplida, Robb está fuera. Sólo queda nuestro equipo” me comunicó Miguel.

“Perfecto, en cuanto distraigamos a James pídeles que se vayan” dije.

–James, seamos directos, ¿vale? Tú quieres acabar conmigo y yo contigo, de modo que dejémonos de charlas–amenacé.

–No eres rival para mí y lo sabes, será demasiado fácil–amenazó James.

Entonces noté el aura de Miguel, el peligro que emanaba de su cuerpo y que conseguía ponerme los pelos de punta incluso a mí que estaba de su lado. Tenía que enseñarme a hacer eso. James también emanaba hostilidad, pero de un modo más siniestro, su aura predecía devastación. James se disponía a atacar, lo presentía.

“Miguel, no te interpongas” le pedí.

Y James levantando su espada cargó contra mí. Concentré mi energía y levanté un escudo de modo que la espada chocó contra él y lanzó hacia atrás a James. Miguel se adelantó y se puso junto a mí, codo con codo, con su refulgente espada empuñada en la mano.

“Déjame a mí”– pidió.

“No, es mío” dije adelantándome un paso.

James levantó una mano y arrojó a Miguel contra la pared, pero eso no le dañaría y me dejaba camino libre. Estaba claro que no podría derrotarle en un combate cuerpo a cuerpo, tendría que trabajar a distancia. Lo primero que tendría que hacer era quitarle las armas y para ello lo mejor era el factor sorpresa.

“Miguel, escúdate” dije.

Esperé a que lo hiciera y solté mi energía a toda potencia contra James. Cayó despedido hacia el fondo del pasillo y soltó la espada. Aproveché ese momento y atraje la espada hacia mí. No me serviría de mucho, pero al menos a él tampoco. Comenzaba a incorporarse con la lanza en la mano y atrapándolo en mi campo de energía le zarandeé chocando con las paredes con toda la fuerza que podía. Sabía que no sería suficiente, pero dio tiempo a Miguel a pedir la evacuación de su equipo.

“Y ahora vete tú” le pedí temiendo cuál sería la respuesta.

“¿Estás loca?, con ataques de energía no le harás ni cosquillas. Hay que herirle físicamente, no le matará pero al menos le debilitaremos y nos dará una opción de escape. Déjame a mí” dijo intentando pasar delante de mí.

“No” dije.

“Atacaremos juntos. Empuña la espada de James y usa mi aptitud” propuso.

“De acuerdo, pero guárdate tus espaldas” pedí.

No esperamos a que James atacara, nos lanzamos los dos contra él. Cargué mi espada de energía y aunque no rivalizaba con la de Miguel, un halo azulado la envolvió. Miguel se lanzó primero y James le paró el ataque con la lanza, las chispas saltaron al roce del metal. Yo había cargado contra la pierna de James, pero sólo le pasé rozando y volvimos a nuestras posiciones. James bajó la mano hacia su bota y sacó la daga, se trataba de la maldita daga que atormentaba mis sueños.

“Cuidado Miguel, ésa es la daga. Intentará asesinarte con ella” le advertí.

“Que lo intente” resopló.

James cargó y Miguel se lanzó contra él defendiéndose sin problema en la lucha cuerpo a cuerpo. Ambos eran perfectos espadachines, pero James era mucho más temerario en sus ataques porque al fin y al cabo era inmortal. Tenía que encontrar su punto débil, tenía que conseguir vencerle. Y se me ocurrió probar con la sugestión. Me concentré e intenté romper su barrera, alterar su psique. No fui en absoluto delicada, no tendría ningún miramiento con James y le sentí ofrecer resistencia y no sólo eso, sino que intentó sugestionarme a mí. Y entonces vi su acceso, un mínimo resquicio en su psique. Entré y le martiricé. Se apartó de Miguel, pero no a tiempo de que éste le ensartara un corte en el abdomen que le perforó la pechera y le hizo sangrar.  Miguel atacó de nuevo sin darle tiempo a levantar la guardia y aunque James interpuso la lanza para frenar el ataque Miguel la partió en dos con su espada y acertó a hacerle un corte en el hombro. Seguí estrujando el cerebro de James, intentando debilitar su aura, anulándole la energía y dejándolo indefenso mientras Miguel atacaba una y otra vez, pero entonces, tan rápido como había accedido a su mente, fui expulsada. James estaba debilitado, pero no lo suficiente. Miguel atacó de nuevo hiriéndole en una pierna según se retiraba, pero vi a James recuperar la postura y atacar, apuntando con la daga hacia el corazón de Miguel. Y como si se repitiera mi sueño a cámara lenta me encontré inmovilizando a Miguel y lanzándolo detrás de mí. Cuando le sentí aterrizar me lancé hacia James, cambiando de estrategia y saltando yo también para cortarle el paso. Su presa era Miguel, no yo, y aunque la daga me rozó en el brazo abriéndome un corte superficial, James me esquivó y fue a por él. Aterrizó a su espalda y levantó la daga desde el suelo hacia su corazón. Pero entonces Miguel se movió, giró y arreó una patada en la mano a James, desarmándolo y después lo golpeó arrojándolo de espaldas contra el suelo. Entonces se abalanzó sobre él, levantó la espada, que ardía en luz y le atravesó el pecho. James quedó ensartado como una mariposa, mientras una corriente de luz procedente de la espada inundaba su cuerpo. Miguel dio un puntapié a la daga para apartarla de su alcance y me pidió que la cogiera. Y así lo hice, guardándola a buen recaudo en mi bota.

“No aguantará mucho inmóvil. En cuanto le desensarte comenzará su recuperación, aunque la espada está claro que le debilitará” murmuró.

“¿Han evacuado la base?, estoy pensando en tirarle el edificio encima” dije.

“No creo que quede nadie en este ala. Inténtalo, nos dará tiempo a escapar” me animó Miguel.

Concentré mi energía y me fijé en las estructuras, podía tirar sólo esa parte del edificio por si no se había desalojado en su totalidad. No quería una matanza. Los hombres de James no eran responsables de su tiranía. Incluso hasta hacía sólo unos meses Robb había sido su compañero. Me acerqué a James, aún inmóvil en el suelo, y le miré fríamente a los ojos. Saqué una probeta de veneno de mi cinturón y la rompí sobre el filo de mi espada.

–Esto va por Robb–dije.

Miguel extrajo su espada del cuerpo de James y yo lo atravesé con la mía, a la vez que hice vibrar las vigas estructurales.

“Tenemos que salir de aquí” le dije a Miguel.

Y salimos a la carrera hacia las escaleras en busca de la salida. De pronto escuchamos la risa de James mientras el techo se le venía encima.

–¿Sabes Emma?–gritó entre el ruido del derrumbe–Eres igual que tu padre–.

 

Llegamos a la nave principal justo cuando todo el anexo a la sala de control colapsaba, haciendo temblar el suelo bajo nuestros pies. No había nadie a la vista, lo que me tranquilizó. Realmente se había evacuado el edificio. Miguel empujaba de mí hacia la salida, mientras yo aturdida trataba de encajar lo que me había dicho James. ¿Era posible que él supiera quién era mi verdadero padre?, ¿le habría conocido en realidad?

Miguel hablaba por el comunicador lanzando órdenes que no acababa de procesar debido a mi aturdimiento.  Salimos por el mismo lugar por donde habíamos entrado a la base y los hombres de Miguel nos esperaban allí. David se acercó veloz a comprobar que todo estaba bien y verle me hizo volver en mí.

–David, ¿cómo está Robb? ¿Está a salvo?– pregunté preocupada.

–Está débil, pero consciente. Lo trasladamos al  campamento base, para que le atendiera la unidad médica–dijo tranquilizador.

–¿Qué hacemos con los evacuados?–preguntó David a Miguel señalando la ristra de hombres que yacían tumbados en el suelo.

–Emma les liberará en cuanto nos alejemos de aquí. Emma, tira el resto del edificio y larguémonos–dijo, señalando la base.

Me giré hacia el edificio y liberé mi energía haciéndolo temblar y caer sobre sus cimientos.

Cuando llegamos al campamento base estaba desmantelado. Se había previsto una evacuación de emergencia y así se había realizado. Se habían llevado a los heridos y a Robb de vuelta a la base en el primer helicóptero y Cloe había partido con ellos. El segundo helicóptero acababa de partir y Pegaso nos aguardaba en la explanada. Sentí que me derrumbaba por dentro. Había añorado ver a Robb antes de este amanecer y ahora tenía que distanciar otra vez nuestro encuentro. De pronto me sentí extenuada, desdichada y con ganas de llorar y me recosté abatida en la estructura donde había estado la carpa. Miguel se acercó y se detuvo a mi lado.

–¿Depresión post batalla?–preguntó alzando una ceja.

–¿Eso existe?– pregunté con desgana.

–Por supuesto–admitió divertido.

–Pues entonces sí, seguro que la padezco. ¿Cómo se supera?– pregunté temiendo su respuesta.

–Piérdete conmigo unas horas en el bosque y volverás recuperada, te lo garantizo–dijo guiñándome un ojo.

–¿Unas horas?–me burlé.

–O un par de días, hay que asegurarse de que no te queden secuelas–añadió serio.

–Fanfarrón–dije sonriendo.

–¿Estás sonriendo?, entonces es una falsa alarma. De verdad que lo lamento, tendremos que dejar el revolcón en el bosque para otra ocasión–añadió con una sonrisa radiante.

Me acerqué a él y me apoyé en su pecho.

–Gracias Miguel, por todo–dije.

Él me abrazó y me besó la frente.

–Lo has hecho increíblemente bien,… para ser una novata–dijo.

–Has destruido un momento de lo más emotivo ¿Por qué te metes tanto conmigo?–pregunté picada.

–Porque puedo–respondió con su sonrisa de suficiencia.

–Miguel, ¿cómo anticipaste los movimientos de James con tanta precisión? ¿Cómo pudiste desarmarle?–pregunté de repente al acordarme de la escena.

–Fue fácil. Cuando tuviste la visión no pude resistirme a invadir tu privacidad, podías haber estado soñando conmigo y resulta que ¡fue el caso!–dijo entre carcajadas.

–Eres incorregible–dije–Anda, vámonos, deben de estar esperándonos–.