CAPÍTULO XVII

Rick y Tom partieron en la furgoneta y nosotros emprendimos nuestra travesía por el bosque. Había empezado a llover, pero aun así nos movíamos rápido. La carretera no estaba muy retirada de allí, sólo a unos diez kilómetros, y los tres corríamos a gran velocidad. Estaba claro que Miguel también tenía aptitudes físicas, aunque por lo que sabía también era capaz de sugestionar psíquicamente, ¿qué más podría hacer?

En breve divisamos la carretera y Miguel nos desvió hacia un lateral donde estaba aparcado tras la maleza un Range Rover Sport de color negro.

–¡Arriba!– nos apremió.

Accionó la apertura automática del vehículo con el mando a distancia. Robb metió nuestras mochilas en el maletero y me abrió la puerta trasera para que me acomodase. Él se situó en la plaza de copiloto, junto a Miguel. En cuanto nuestros cinturones de seguridad estuvieron abrochados Miguel pisó a fondo y salimos a toda velocidad hacia la carretera, donde nos incorporamos siguiendo dirección norte.

–¿A dónde vamos?– preguntó Robb mientras manipulaba el navegador del vehículo.

–Hacia el norte. A unos cien kilómetros nos espera Pegaso–informó.

¿Pegaso? Me vino a la mente el caballo alado de la mitología griega, pero ¿qué pintaba aquí? Sin duda se refería a otra cosa. Robb interrumpió mis pensamientos.

–¿Has encontrado un hangar seguro?– preguntó.

 Miguel asintió y yo no les seguía, estaba perdida.

–¿Quién es Pegaso?– pregunté finalmente.

–Mi magnífico Sikorsky S92– respondió Miguel.

–¿Es un avión?– pregunté al no haber oído nunca ese nombre.

Miguel hizo un chasqueo de disgusto con la lengua.

–Es un helicóptero de los mejores del mercado. Tiene una autonomía de 1000 kilómetros y nos llevará hasta nuestro destino sin necesidad de repostar. Y, por cierto, he pensado que podríamos usar mi base como centro de operaciones, es allí a dónde nos dirigimos–aclaró Miguel.

–¿Es seguro?–preguntó Robb.

–Totalmente. Su ubicación como sabes es secreta y tengo a más de cien hombres allí ahora mismo. He dado instrucciones de que todas las tropas se replieguen a la base. Desde allí podemos preparar el siguiente movimiento–respondió Miguel.

–Bien pensado, Emma estará segura allí– dijo Robb.

Coches, helicópteros y una base militar a su disposición, estaba empezando a entender por qué Robb decía que este chico tenía recursos.

Robb le preguntó a Miguel qué tal le había ido con James y Miguel nos relató que James había descubierto por la mañana mi desaparición. El equipo de Miguel se había encargado de revolver mi habitación, haciendo creer que me habían sacado de allí a la fuerza y habían dejado pistas indicando que me habían llevado hacia el sur. Sin duda James estaría hecho una furia, pero aparentemente había mordido el anzuelo y había mandado a sus hombres que comenzaran la búsqueda en esa dirección.

Miguel había preparado mientras tanto la logística de evacuación, haciendo traer su helicóptero a un lugar seguro desde el que podríamos escapar, mientras que una parte de su escuadrón seguía de cerca los movimientos de James. Robb buscó en el navegador las coordenadas del helipuerto y llamó a su equipo para pasarles la información.

Me quedé dormida en el trayecto y Robb me despertó cuando llegamos, ayudándome a salir del coche. Habíamos llegado al hangar y allí nos esperaba un magnífico helicóptero, negro brillante y con espacio suficiente para más de quince personas. ¡Pegaso!

Miguel estaba hablando con el piloto, que de pronto le cedió el puesto bajando del aparato, y se hizo cargo del todoterreno. Rick y Tom ya estaban a bordo con Snake atado a una camilla que había dentro del habitáculo. Miguel salió de la cabina e hizo una seña a Robb para que subiéramos al helicóptero, la salida sería inminente. Robb me ayudó a subir y no pude evitar soltar un silbido de asombro al contemplar el aparato. Los interiores eran estupendos, todo tapizado en piel y con los últimos accesorios de telecomunicación incluidos.

–¿Impresionada? Pues espera a ver de lo que es capaz–dijo Miguel que estaba de pie junto a la cabina.

Y cogiéndome de la mano me llevó con él a la cabina, indicando que me sentara a su lado.

–¿Vas a pilotar tú?–dije de nuevo, asombrada.

–Me gusta manejar yo mismo todos mis juguetes–dijo.

Comenzó a accionar un montón de interruptores en los paneles y tirando hacia sí de los mandos hizo que el helicóptero comenzara a ascender. Me pasó unos cascos, indicando que me los pusiera e iniciamos el vuelo. Nunca había volado en un helicóptero y la sensación era abrumadora. Por lo que marcaba el indicador de velocidad debíamos rozar casi los trescientos kilómetros por hora y me imaginé como sería viajar a plena luz del día, viendo el magnífico paisaje del norte de Washington extenderse bajo nuestros pies.

–¿Hacia dónde nos dirigimos exactamente?– le pregunté.  

Miguel me habló a través de los cascos.

–La ubicación de la base es secreta, pero puedo decirte que está en alguna parte en la frontera entre Estados Unidos y Canadá–respondió.

–¿Significa que me vas a vendar los ojos cuando nos aproximemos?– me burlé.

–Suena tentador, lo añadiré a la lista–dijo mirándome con una sonrisa torcida.

–¿A qué lista?– pregunté con curiosidad.

–A la de cosas que me gustaría hacer contigo, Emma– respondió mirándome con los ojos entrecerrados.

Le puse mala cara porque sabía que se comportaba así a propósito, intentaba intimidarme.

–¿Siempre te comportas así cuando estás con una chica?– le pregunté.

–¿Así, cómo?– dijo levantando una ceja.

¡Cómo un engreído, capullo, presuntuoso e idiota!, pensé, pero preferí dejarlo pasar y castigarle con mi silencio, mientras que él no me quitaba la vista de encima.

–¿No deberías mirar hacia delante para evitar un accidente?–le pregunté desviando la mirada.

–No, no es necesario– respondió.

Pero aun así se volvió y miró hacia delante.

–Por cierto, ¿cuándo ibas a decirme que Robb y tú estáis vinculados?–preguntó de pronto, cogiéndome por sorpresa.

Le miré y él me miró de nuevo.

–No creí que fuera relevante– respondí.

Miguel torció el gesto.

–Pues lo es, porque estaba pensando en hacerte una oferta y ahora me lo has puesto un poco más difícil–dijo.

Aunque no le conocía demasiado, le creía capaz de proponerme cualquier barbaridad, pero sentía curiosidad y no pude evitar interesarme.

–¿Qué oferta?–pregunté.

–Vincúlate a mí–me propuso.

Me quedé estupefacta, la verdad es que no era lo que esperaba.

–¿Por qué?, ¿quieres controlarme?– pregunté.

–No, prefiero que seas arisca y respondona, ¡me da más morbo!– respondió.

Y me miró con sus ojos azules intensos y una media sonrisa.

–Ahora hablando en serio Emma, pensaba que querías desarrollar cuanto antes tus aptitudes y para eso él mejor mentor soy yo. Incluso Robb me daría la razón, no es rival para mí. Piénsatelo, ¿quieres?–dijo.

Y me guiñó un ojo. Mantuve su mirada, debatiéndome entre mandarle a paseo o simplemente ignorarle y debió advertir por mi mirada que no le tomaba en serio.

–No confías en mí, ¿verdad?– preguntó finalmente.

–No me montaría contigo en un helicóptero si no confiara algo en ti, ¿no crees?–insinué.

Y me levanté disponiéndome a abandonar la cabina.

–¡Ya!, pero ni siquiera te plantearás en serio lo del vínculo, ¿me equivoco?– me preguntó un tanto ofendido.

–Mira Miguel, tienes fachada, tienes recursos y no te cansas de venderte a ti mismo, pero, sinceramente, no sé lo que hay debajo, sólo veo el  cascarón. Y por otro lado, conozco a Robb. ¡Tú ya me entiendes!, me quedo como estoy–dije.

Y me largué sin esperar su respuesta, cerrando la puerta de la cabina a mi paso. No había querido ser tan directa, pero me fastidiaba que menospreciara a Robb y le quería dejar claro que no le quería como mentor, que declinaba su oferta.

Entré en el habitáculo de pasajeros y todo estaba en silencio. Rick y Tom dormían, tumbados sobre una fila de asientos y Robb estaba recostado contra el fuselaje del helicóptero y parecía también dormido. Me senté silenciosamente a su lado, intentando no despertarle. Pareció sentir mi llegada porque abrió los ojos y cogiéndome, me arrastró contra su pecho.

–¿Qué?, ¿ya te has cansado de las clases de vuelo particulares?– bromeó.

–Sí, es demasiado para mí. ¿Por qué has dejado que me llevara con él? Sabías que sólo quería pavonearse, ¿verdad?–le pregunté.

–Le manejas bastante bien, no suele tener que esforzarse tanto en llevar a la gente a su terreno. Creo que le has herido su ego y te aseguro que eso es algo casi imposible de conseguir tratándose de Miguel. ¡Para ti el primer tanto!–me respondió.

Me recosté contra Robb y extendí mis piernas a lo largo de los asientos de enfrente.

–¿Podemos confiar en él?–pregunté más en serio.

–No tenemos muchas opciones, pero creo que sí. Me parece que cree en ti, en lo que representas… y no encontraremos un sitio más seguro que su base para esconderte. Está cumpliendo su promesa, confiemos en él–dijo.

Me acerqué más a él para que me besara sólo como él sabía, dulce, ardiente, haciendo que mi corazón se desbocara y dejándome después en la más gloriosa calma.

 

Eché una cabezada recostada en Robb hasta que oímos a Miguel avisando de que íbamos a aterrizar por el sistema de audio del helicóptero. Robb se excusó y se fue a la cabina por si Miguel necesitaba ayuda. Resultaba que él también sabía pilotar. Parecía que los híbridos recibían una formación militar bastante exhaustiva, cosa de la que yo carecía por completo. Tendría que ponerme las pilas si quería estar a su nivel. Me asomé por las ventanillas y vi que estaba amaneciendo y que nos aproximábamos a un pequeño aeropuerto, del que se veían un par de hangares y una torre de control. Había otras aeronaves allí: varios helicópteros y un par de pequeños jets. Tocamos tierra sin apenas notar sacudida y las hélices comenzaron a girar más despacio, hasta llegar a detenerse. Robb y Miguel salieron de la cabina y venían bromeando respecto a algo. Me resultó curioso verles así, cuando se suponía que se habían estado enfrentando toda su vida por todo. Un jeep se acercaba hacia nosotros por la pista y supuse que venían a dar la bienvenida a su jefe.

Bajamos del helicóptero y esperamos a pie de pista. Otro vehículo estaba ya preparado allí para nosotros y un muchacho con un uniforme azul marino bajó del jeep que acababa de llegar y se acercó a nosotros, saludando a Miguel con camaradería.

– ¿Fue todo bien?– preguntó.

–Sí, tal y como estaba previsto–respondió Miguel.

 Y volviéndose hacia nosotros, nos presentó.

–Éste es David, mi segundo al mando. Ha dispuesto todo para vuestra llegada. Dave, tenemos un prisionero– dijo apuntando a la camilla donde yacía Snake– Llevadlo a una celda y que esté vigilado… y que lo vea Cloe. Está en un estado de trance o algo así, a ver si ella puede hacer algo. Nosotros cogeremos el jeep e iremos directamente a la residencia, necesitamos descansar y asearnos. Despeja la sala principal para mi grupo–dijo.

Y dicho esto se montó en el jeep y nos indicó que subiéramos. Condujo a través de la pista hasta abandonarla por una estrecha carretera rodeada de una arboleda que dio paso a unas instalaciones muy parecidas a una base militar. Había distintos barracones y se veía a grupos de personas formando y entrenando a pesar de que no serían más de las seis de la mañana. Había distintas zonas de entrenamiento con obstáculos, áreas de tiro e instalaciones deportivas y al fondo se veía una construcción similar a un palacete, que desentonaba bastante del resto del lugar. Intuí que se trataba de la residencia porque nos dirigíamos hacia allí.

Miguel aparcó el jeep justo a la entrada, en medio de un camino empedrado que daba acceso al palacete. Desde este lado no se veían las instalaciones militares, que quedaban justo detrás del edificio. Supuse que éste sería el pisito de soltero de Miguel. Bajamos del jeep y cogiendo nuestras mochilas subimos la escalinata de piedra que daba acceso al edificio.

–¿Y bien?, ¿qué os parece?– dijo volviéndose hacia nosotros– ¿Vuestras bases también están inspiradas en el estilo neoclásico francés?–.

 –Yo las asemejaría más a las cloacas de Mordor, dejamos lo snob para los angelitos– dijo Rick burlándose.

 Tom y Robb se rieron por lo bajo.

–¿Y tú, Emma?, ¿era lo que esperabas?– me preguntó directamente.

Tenía que pensar las cosas con Miguel un poco más antes de soltarlas, pero no pude evitarlo.

–No sé Miguel, no va mucho con tu estilo. La verdad es que pensé que te inspirarías en la mansión Playboy para diseñarte una casa–dije.

 Robb, Tom y Rick se doblaron de la risa, mientras que Miguel me miró con una sonrisa traviesa.

–He dejado ese estilo para mi habitación. Si quieres comprobarlo puedo programarte una visita guiada cuando lo desees–dijo como siempre provocador.

 Robb recuperó la compostura y miró a Miguel con una advertencia implícita y afortunadamente abandonamos el tema y continuamos hacia la casa. Una chica morena salió a recibirnos sonriendo de oreja a oreja al ver a Miguel y después desviando hacia nosotros su mirada.

–Miguel, no sabía que venías, Dave no me había dicho nada–dijo sorprendida.

 Miguel asintió casi sin prestarle atención y señaló hacia nosotros.

 –Sí, ha habido un cambio de planes. Traigo invitados, Sara. Dave ya ha dispuesto sus habitaciones, en el primer piso, llévalos hasta allí. Necesitamos descansar–explicó Miguel.

–De acuerdo, ¿necesitas algo más?– dijo Sara, solícita.

Pero Miguel ya estaba negando con la cabeza y dirigiéndose al interior de lo que parecía un despacho.

–¿A qué hora nos vemos?– preguntó Robb antes de que se alejara.

–A las diez en esa sala de enfrente, estará cerrada para nuestro uso exclusivo. Todas las entradas están codificadas, tenéis las tarjetas de acceso en vuestra habitación. Si necesitáis cualquier cosa, el servicio se ocupará de todo. Hay teléfonos en las habitaciones–dijo.

Y dándonos la espalda de nuevo, desapareció dentro del despacho.

Sara comenzó a subir las escaleras indicando que la siguiéramos. Parecía un poco mayor que yo, alta y morena, con los ojos oscuros. Vestía también con el uniforme azul marino, que parecía ser el que usaban todos los hombres de Miguel. La sonrisa que había desplegado ante Miguel había desaparecido y ahora nos guiaba seria y en silencio por el palacete. Cuando llegamos al primer piso nos fue indicando las habitaciones que nos habían sido asignadas. Aparentemente los chicos se alojarían en un lateral del pasillo, el que daba a la zona de entrenamiento, y yo justo enfrente, en una habitación con vistas al jardín. Sara se despidió y entramos en nuestras habitaciones. Las de los chicos no estaban nada mal, cama grande, bastante espacio y cada una con su propio baño, pero cuando entré en la mía vi que no había punto de comparación, se trataba de una suite. Tenía una habitación con una cama enorme y un baño con ducha y bañera y además tenía un saloncito con televisión,  aparatos de musculación, ordenador e incluso equipo de música. La decoración del palacete era moderna y se asemejaba más a las instalaciones de un hotel de lujo que a una base militar. Robb entró a dejar mi mochila y se quedó mirando la habitación, asombrado.

–Creo que tienes enchufe aquí, tienes el mejor cuarto–dijo.

–Sí, no está nada mal– respondí sonriendo–Pero es muy grande para mí sola, podríamos compartirlo–dije acercándome a él con ojos suplicantes.

Robb cerró la puerta con el pie y arrojó mi mochila sobre uno de los sofás y antes de que me diera cuenta me tenía en sus brazos y su boca besaba la mía, acariciándome los labios lentamente. Me agarré a sus hombros con fuerza, notando los músculos de sus brazos y su espalda en tensión. Pasé mis brazos por su cuello y con mis manos acaricié su pelo y atraje su rostro con más fuerza hacia mí, quería que me besara aún más fuerte. Y lo hizo. Comenzamos a apretarnos más el uno contra el otro y bajé mis manos por sus abdominales hasta el borde de su camiseta, tirando de ella hacia arriba. Robb se separó un instante, lo justo para y agarrar el cuello de su camiseta y sacársela de un tirón por la cabeza en un gesto muy sexy. Me mordí el labio, loca por él, y me lancé de nuevo al ataque, acariciando su torso con manos ávidas. Él se dejaba hacer mientras se entretenía besándome el cuello, la clavícula, el hombro y me rodeaba con sus brazos por la cintura, acariciando mis caderas y mis piernas. De pronto se agachó y me cogió por los muslos, cargándome sobre su hombro izquierdo. Sorprendida, no pude evitar que se me escapara un pequeño grito, pero Robb no se detuvo y me trasladó así a la habitación, donde me dejó caer en la cama y se tumbó sobre mí. Los dos nos quedamos quietos y en silencio unos instantes, mirándonos a los ojos y oyendo cómo latían nuestros corazones acelerados y entonces volvimos a besarnos y a enroscarnos el uno en el otro, acariciándonos con ansia.

De pronto oímos un chillido de sorpresa y nos incorporamos sobresaltados. Se trataba de Sara, que se encontraba de pie a la entrada del dormitorio mirándonos con los ojos como platos. Yo me puse de color escarlata y Robb tenía una expresión abochornada, pero aun así, parecía que le estaba costando no soltar una carcajada.

–Lo siento, sólo traía las identificaciones. Al parecer no estaban listas como creíamos– se excusó Sara.

Y excusándose de nuevo salió volando de la habitación.  En cuanto se fue me derrumbé en la cama, muerta de vergüenza, pero Robb por el contrario comenzó a reírse sin parar. Estaba claro que ni a puerta cerrada tendríamos intimidad. Me dio un último beso y se fue a su habitación a darse una ducha. Yo me preparé también un baño caliente, con sales que olían a jazmín, y me sumergí dejando que mis músculos se relajaran. Me sentía un poco frustrada por la interrupción de Sara, pero y si no hubiera aparecido ¿hasta dónde habríamos llegado? No hacía más de dos semanas que conocía a Robb y nuestra relación había avanzado muy rápido. Estaba claro que el vínculo había acelerado las cosas, eso de estar unidos en pensamiento y alma también aceleraba todo lo físico y especialmente cuando desde el instante en que le vi había sentido una atracción gravitacional por él. Esperaba que él sintiera algo parecido por mí. Me había dicho que así era, que era mío desde el día que nos conocimos y que con el primer roce sintió que pertenecíamos el uno al otro… y nada podía hacerme más feliz. Sin embargo veía la sombra del miedo intentando oscurecer mi felicidad. Teníamos a James detrás y no creía que se rindiera fácilmente. Encontraría la forma de dar conmigo para destruirme e intentaría llevarse por delante a Robb. No había vuelto a tener sueños premonitorios porque realmente no había tenido tiempo de concentrarme seriamente y dormir de una tirada, pero los que había tenido hasta entonces me asaltaban los pensamientos y me apesadumbraban. Si Robb estaba en lo cierto, mis visiones podrían ayudarnos a evitar que ciertas cosas pasaran, pero ¿y si finalmente ocurrían tal y como las había vislumbrado?, ¿y si por mucho que lo intentáramos no podíamos cargarnos esa versión? Sumergí la cabeza bajo el agua esperando que estos malos presagios se disolvieran en ella y dejé que mis cabellos castaños se empaparan y se mecieran en la superficie. El agua caliente terminó por relajarme y al final me tuve que obligar a salir, porque mis dedos estaban comenzando a arrugarse del tiempo que llevaba sumergida. Me sequé el pelo lentamente, dejándolo caer suelto en suaves ondas sobre mis hombros y me dirigí a por ropa limpia. Abrí mi mochila y extraje el poco equipaje que me había permitido traer: mi portátil, algo de ropa, el álbum y mi cartera. Sólo llevaba unos vaqueros, unas mallas de repuesto y un par de blusas. Dejé los vaqueros limpios sobre la cama y me dirigí a meter las cosas en el armario. Cuando lo abrí me sorprendí, porque estaba lleno de ropa. Había pantalones, ropa de deporte, incluidas zapatillas, e incluso vestidos colgados en distintas perchas. Abrí la primera cajonera y me encontré ropa interior y camisones. La ropa interior era fina, casi toda de encaje y de seda. Siempre había optado por comprarme ropa interior de algodón o de lycra, cómoda y práctica, ¡esto era demasiado para mí! Y justo en una balda vi un uniforme azul marino, como los que había visto vestir a todos en la base, con unas botas militares y una gorra. No estaba segura de si podría usar esas prendas, de modo que opté por vestirme con mis vaqueros y mis botas y una blusa negra de manga larga,  sin embargo me vi obligada a coger prestado algo de ropa interior, intentando seleccionar lo más sencillo. A las diez menos cinco llamaron a mi puerta y sentí que era Robb. Me acerqué y me le encontré vestido con el uniforme azul marino, que resaltaba su cuerpo musculoso y sus facciones.

–Te sienta muy bien– dije mirándole de arriba a abajo.

–¿Sabes? Me he quedado con ganas de frotarte la espalda antes, ¿te has apañado sin mí?– me preguntó acercándose y pasando su cara por mi pelo.

–No, te he echado de menos. Esa tal Sara me cae fatal– dije rabiosa.

–Y a mí– añadió, aspirando mi aroma– ¡Uhm!, hueles muy bien. A jazmín. ¿Te has propuesto torturarme?–dijo cariñoso.

–Sí y eso que todavía no has visto mi ropa interior…– dejé caer.

Robb hizo ademán de empujarme de nuevo dentro de la habitación, pero le cogí por el brazo y cerrando la puerta le arrastré a la sala principal.

Los demás ya estaban allí cuando entramos. Nos habían preparado un buffet para desayunar sobre unas mesas al fondo y cuando vi la comida me di cuenta de que estaba hambrienta. La sala tenía una enorme mesa ovalada en el centro, rodeada de sillas, y de frente había una gran pantalla que debía usarse como proyector. Miguel y David estaban charlando cerca de la cabecera de la mesa y Rick desayunaba con Tom. Robb y yo nos servimos algo de comer y nos sentamos también en la mesa. Entonces Miguel, observando que estábamos todos, se adelantó a cerrar la puerta y se puso en la cabecera de la mesa, presidiendo la sala.

–De acuerdo, si os parece bien podemos empezar la reunión–dijo–Tenemos que planear nuestros próximos movimientos con respecto a Emma. Por cierto, Dave está dentro, es mi hombre de confianza, pero el resto de la base desconoce su identidad. Hemos dejado caer el rumor de que sois un grupo enviado por el otro bando para negociar una alianza–.

–De acuerdo, es mejor que la verdad no salga de aquí de momento–dijo Robb.

Miguel iba a decir algo de nuevo pero yo me volví hacia Robb.

–¿Qué tienes pensado?–le pregunté.

Sabía que Miguel tendría algo planeado, pero prefería escuchar primero la opinión de Robb. Miguel dudó si debía intervenir, pero esperó la respuesta de Robb.

–Sin duda aquí estarás a salvo. James sospechará que te tienen retenida en una de las bases, pero no podrá saber dónde. De momento no sabe que estamos relacionados con Miguel y además tenemos a Snake, con lo que no hay riesgo de que avance de ningún modo en el tema del ritual. Lo que creo que debemos hacer es quedarnos aquí y esperar a que sea él quien dé el primer paso y no creo que tarde en hacerlo. Entiendo que le tienes vigilado, ¿no es así?– preguntó dirigiéndose a Miguel.

–Así es–respondió Dave–De madrugada volvió a vuestra base, pero no parece que esté preparando ninguna ofensiva–.

–Y ¿qué ha pasado en la ciudad? En el instituto se habrán extrañado de que no haya asistido a clase y si ahora James también se ha largado supongo que sospecharán– pregunté.

Fue Dave quien respondió de nuevo.

–Susan puso una denuncia por tu desaparición y así dio pie a James a abrir oficialmente una investigación. Han pegado hasta carteles con tu foto por la ciudad. Se supone que James y Susan se han largado en tu búsqueda, pero han dejado a una parte de sus hombres en los alrededores para que continúen con las investigaciones– explicó.

Es decir, que oficialmente estaba desaparecida, lo que en resumen era cierto.

–Sí, dejar aquí a Emma es la opción más sensata–intervino Miguel– Mientras tanto tendríamos que intentar que entrenara y que consiguiera dominar por completo sus aptitudes ¡Cuanto más desprotegida esté, más riesgo para todos! Debe seguir un entrenamiento bastante severo ya que es obvio que va en retraso con respecto a cualquier otro híbrido– .

Le miré con cara de pocos amigos.

–Hace dos semanas ni siquiera sabía que era un híbrido–intercedió Robb–y ha progresado mucho desde entonces–.

Miré a Robb y le sonreí agradecida, siempre conseguía darme ánimos, apreciando mi esfuerzo en todo momento.

–Bueno, pues ahora ya lo sabe y no creo que dispongamos de otras dos semanas para ponerla a nivel. Yo mismo la entrenaré– añadió Miguel.

–¿Cómo?– preguntamos Robb y yo a la vez.

–Emma está vinculada a mí, es mi responsabilidad entrenarla– dijo Robb.

Miguel se reclinó sobre la mesa.

–Creo que no estamos en condiciones de escatimar recursos, Robb. Si lo prefieres podríamos entrenarla los dos, tú con tus técnicas y yo con las mías que son bastante diferentes. Quizás incluso combinándolas. Tenemos que saber hasta dónde es capaz de llegar porque tiene que haber más de lo que Emma es capaz de ofrecer ahora si James está tan interesado en arrebatarle sus aptitudes–dijo.

–Sí, tienes razón. He visto una parte del potencial de Emma, pero sé que hay mucho más aún por liberar–convino Robb.

Yo no estaba tan segura de esto, pero si ellos confiaban en que era así y habían llegado a un acuerdo sobre entrenarme los dos sin discusiones, preferí no opinar y dejarles hacer. Me pidieron que subiera a cambiarme para empezar ya mismo el entrenamiento y cogiendo una manzana del buffet salí de la sala y me dirigí hacia las escaleras.

En los primeros escalones se hallaba sentada una chica menuda, que apoyaba su espalda contra la barandilla. Tenía el pelo liso y cortado en mil capas asimétricas, llegándole los mechones más largos a rozar los hombros. Era muy rubia, casi platino, y pálida como el mármol. Sus ojos eran como agua cristalina, azul casi transparente, y me miraba con suma curiosidad. No llevaba el uniforme como los demás, sino que iba vestida completamente de negro, con un estilo un poco gótico. Estaba claro que era un híbrido porque podía percibirla. Cuando alcancé el primer tramo de escalera me detuve.

–Hola– dije.

-Hola-respondió con una voz musical.

Recogió sus rodillas contra el pecho súbitamente, apartando las piernas del escalón para permitirme el paso.

–¡Vaya!, tienes un aura arrolladora– exclamó.

Sonreí con timidez.

–Sí, ya me lo habían comentado antes–admití.

–Eres del grupo que vino esta mañana con Miguel, ¿no?–preguntó.

 Asentí y vi cómo me tendía la mano.

–Soy Cloe ¡Bienvenida!–se presentó.

–Yo soy Emma–dije, estrechándole la mano.

 Se incorporó y descubrí que era bastante bajita, me llegaría como mucho al hombro y tenía un aspecto frágil y delicado, como el de un hada.

–Bien, y ¿para qué habéis venido?– preguntó curiosa.

La miré, insegura sobre lo que debía contarle, y advertí que mostraba una media sonrisa.

–No esperaba que me lo contaras. Miguel ya me ha advertido de que no es de mi incumbencia, pero quería probar– dijo.

Entonces Sara apareció en escena. Bajaba por las escaleras y nos lanzó una mirada de desdén al pasar.

–¿Quién se creerá que es?– dijo Cloe.

Esto me hizo sonreír, aparentemente no era yo la única que opinaba que Sara era un tanto desagradable.

–¿Siempre es así de borde?– le pregunté.

–Sí, con todos y cada uno de nosotros, excepto con Miguel. Besa el suelo que él pisa, pero de lo que la sirve– respondió Cloe.

Recordé cómo por la mañana Sara había recibido a Miguel con sonrisas y efectivamente él casi ni había advertido su presencia. Pero intuía que era muy propio de Miguel tratar a las chicas según le venía en gana. Quizás le había hecho gracia Sara por algún tiempo y ya se había cansado de ella y la pobre aún mantenía la esperanza de recuperarle.

–Cloe, ¿llevas mucho tiempo aquí?– pregunté curiosa.

–¡Más de lo que quisiera!–dijo poniendo los ojos en blanco– Me tratan como a una niña, no me dejan salir ni participar en las misiones. Me siento ahogada y aprisionada aquí. ¿Cómo es estar fuera, participar en la acción y ver mundo?– preguntó excitada.

–Bueno, yo tampoco he tenido una vida excitante– respondí.

Y esa era la pura verdad hasta hacía sólo dos semanas. Técnicamente no estaba mintiendo.

–Vale, ¡y yo me lo creo! Entiendo que vuestra misión sea un secreto, pero ciertas cosas son obvias. Primero, he visto que esos que han venido contigo giran en torno a ti, en especial el moreno de ojos verdes, que por cierto está buenísimo– dijo, guiñándome un ojo.

–¡Es mi novio!–aclaré rápidamente para que entendiera e hiciera entender por ahí que ya estaba cogido.

–No te preocupes. Me gusta más el otro, el fuerte–añadió con una sonrisa.

–Se llama Rick– aclaré– Es simpático –.

–Bien, me gustan los hombres con sentido del humor. Y segundo punto, conozco a Miguel. No hubiera montado todo esto haciendo que le enviásemos su helicóptero a buscarle y  reforzando la seguridad de la base por nada. Sé que estáis metidos en algo serio–concluyó.

Yo seguí mirándola en silencio y al final suspiré.

–No puedo contarte nada, lo siento, pero me caes bien, ¿te veré por aquí?–pregunté.

–Sí, ¡qué remedio! El día que el imbécil de Miguel me deje salir, quizás haya cumplido los treinta–dijo resignada.

–¿Es tu mentor?– pregunté intrigada.

–Algo así. ¿Me entiendes ahora?– dijo.

–Bueno, no le conozco demasiado bien, pero quizás lo suficiente para saber que es un capullo cargante y controlador ¡Te compadezco!– admití.

–Bien, se ve que ya le has calado–dijo con una sonrisa traviesa. 

De pronto se abrió la puerta de la sala de reuniones y Miguel fue el primero en salir, seguido del resto del grupo. Miró hacia nosotras y se acercó con una sonrisa en los labios.

–Cloe, no deberías entretener a Emma. Tenemos mucho trabajo– dijo.

Cloe le sacó la lengua y la sonrisa de Miguel se hizo más amplia. Era curioso, no la miraba con prepotencia, ni superioridad, sino más bien con ternura.

–Ésta es Cloe– dijo presentándosela al resto del grupo–, mi hermana pequeña–.

Yo miré a Cloe y me sonrojé, acababa de insultar a su hermano delante de ella, ¿cómo podía ser tan bocazas? Cloe me había inspirado confianza y no me había dado cuenta de que aquí los comentarios negativos sobre Miguel no serían muy bien aceptados, sabiendo que era el “jefe”. Cloe se dio cuenta de que estaba avergonzada y me respondió con una sonrisa.

–Quizás podríamos hacer algo juntas más tarde, ahora tengo que hacer una visita a vuestro prisionero–dijo.

 Y se fue, guiñando un ojo a Rick al pasar por su lado. Todos nos volvimos a mirarle y se puso rojo de pies a cabeza.