CAPÍTULO XIX

Insistí hasta la saciedad para hacer cambiar a Robb de opinión sobre el tema, pero no se avenía a razones. Finalmente contactó con James, que pareció satisfecho de que Robb tuviera a Snake por fin. Robb se ofreció a volver con él a la base, pero James propuso otro punto de encuentro a las afueras de Nueva York al día siguiente, a medianoche. Aparentemente James no sospechaba nada, pero pensar que Robb iba a estar tan lejos de mí y arriesgando su vida, me mataba.

Saldrían a la mañana siguiente, Robb con su equipo y Miguel con un escuadrón para dar respaldo a Robb si algo se torcía y para traerlo de vuelta, que era lo que yo más ansiaba, lo antes posible. Estuvieron toda la tarde planificando la estrategia y preparando la logística de la operación. Mientras tanto yo los observaba sentada junto a la ventana de la sala de reuniones. Estaba muy tensa y me hice un ovillo, abrazándome las piernas, y balanceándome hacia adelante y hacia atrás mientras intentaba calmarme, repitiéndome como un mantra que todo saldría bien. Robb ya había vivido estas situaciones tan arriesgadas con James antes y siempre había salido bien librado, sólo trataba de convencerme de que esta vez no sería diferente, pero tenía un mal presentimiento. Cloe intentaba darme ánimos, pero percibiendo mi estado mental terminó por dejarme sola para que me tranquilizara. Supuse que lo entendía.

Estaba anocheciendo y se dio por zanjada la reunión. Robb se acercó lentamente a mí, sonriendo, y se sentó a mi lado. Me cogió las manos y las apartó de mis rodillas, que estaban entumecidas de aguantar la misma posición durante tantas horas. Se levantó y tiró de mí hasta que me puso de pie a su lado.

–Vámonos–dijo.

Y pasando su brazo por mi cintura me llevó con él al piso de arriba. A la puerta de mi habitación se paró y se inclinó sobre mí.

–Quiero que estemos juntos esta noche, voy a tener mucho tiempo para echarte de menos y necesito empaparme de ti mientras pueda– susurró ardiente contra mi oreja–Siempre y cuando tú quieras, claro…–.

Sin dejar que me soltara, pasé la tarjeta por el lector de la puerta y entramos en la habitación, cerrando de un portazo. Y súbitamente me lancé contra él, agarrándome a su cuello y ocultando mi rostro en el hueco de su clavícula ¡No podía ocultar más mi angustia!, yo también le necesitaba a él. Robb me abrazó con fuerza, aunque a mí no me parecía la suficiente. Pasó su brazo por debajo de mis piernas y me llevó en brazos hasta la cama, donde nos recostamos juntos.

–¡Tranquila, amor!–me susurró, besando mi pelo–¡Todo irá bien!–.

Enterré mi rostro en su pecho, inhalando su exquisito aroma y sintiendo su calor, y noté que las lágrimas comenzaban a resbalar por mi rostro.

–¡Eh!, sabes que no me gusta verte llorar–dijo.

Y tomando mi rostro en sus manos, me atrajo hacia sí y comenzó a besarme los ojos, suave y delicado, para secarlos. La sensación era deliciosa, hizo que me estremeciera y dejé de llorar. Siempre conseguía hacerme sentir mejor. Busqué a tientas su boca con mis labios y le atraje hacia mí y nos besamos con lentitud e intensidad, disfrutando pausadamente el uno del otro. No importaba nada más, bastaba que estuviéramos juntos, ya que nos necesitábamos desesperadamente el uno al otro. Estuvimos así durante horas, sin decir nada, sólo besándonos y abrazándonos, pensando que nunca tendríamos dosis suficiente para pasar los próximos días. Intuíamos que separarnos iba a ser una prueba difícil, pero estábamos vinculados y al menos estaríamos juntos de ese modo.

–Robb– dije finalmente mirándole a los ojos–, sé que serás prudente y que te cuidarás por el bien de los dos, pero quiero que me prometas que volverás y que vendrás pronto a por mí–.

Robb me miró fijamente y me acarició suavemente la mejilla.

–Pues claro que lo haré– susurró.

Me incorporé, apoyando mis codos sobre la cama, y entrelazando su mano con la mía las puse sobre su corazón.

–Quiero que me lo jures así, con la mano en el corazón–le rogué–, así sabré que harás todo lo que esté en tu mano para volver–.

 Robb apretó mi mano contra su pecho.

–Haré cualquier cosa por volver junto a ti, pero si esto te hace sentir mejor lo juraré. Juro volver contigo, en cuanto esto acabe. ¡Ya estoy contando los segundos!– prometió.

Y esto acabó por tranquilizarme y relajados por fin, conseguimos dormirnos entrelazados el uno al otro.

 

En cuanto me dormí, empecé a soñar. Sabía que era un sueño porque a la vez era consciente de que Robb estaba durmiendo a mi lado, sentía su aura en calma y su lenta respiración junto a mí. Yo estaba en el bosque, en el claro en el que nos habíamos escondido cuando huimos del club. Era de noche y estaba con Robb en el centro del pentagrama. Estaba de vuelta en la noche en que nos habíamos vinculado, como si lo estuviera recordando. De pronto nos besábamos uniendo nuestros brazos mientras se transfería nuestra energía y entonces supe que no era así como había ocurrido realmente. No sabía qué era lo que no encajaba, pero me sentía diferente. Abrí los ojos, confusa, y entonces lo comprendí. No era Robb quien me abrazaba, sino Miguel. Me besaba dulcemente y notaba cómo intercambiábamos nuestra energía ¡Nos estábamos vinculando! Me aparté, pero ya era tarde, ya estaba hecho. Él me miraba confuso y yo decía “No, no puede ser, yo pertenezco a Robb” y me alejaba corriendo.  Y entonces caí al suelo y, sobresaltada, me desperté y me tranquilicé al comprobar que Robb seguía dormido a mi lado ¡Maldito sueño! y justo esta noche cuando por fin me había sosegado. Comenzaba a amanecer y presentía que no iba a dormir más, pero me acurruqué contra Robb y puse mi cabeza en su pecho, escuchando su corazón, y su ritmo, ya tan conocido para mí, acabó por serenarme y volví a conciliar el sueño.

 

Por la mañana todo estaba listo para la partida del grupo. Estábamos en el aeropuerto, frente al jet que iba a alejarles de allí. Cloe y yo debíamos quedarnos y habíamos ido a despedirles. Aunque ella no lo dijera, se veía que estaba preocupada por su hermano y quizás también por Rick. Me preguntaba cuántas veces le habría visto salir de allí así, sin saber si volvería a verle y comprendí lo duro que se hacía tener que quedarse atrás. Miguel se acercó y cogió a su hermana en volandas y le dio un beso en la mejilla, mientras ella protestaba, pero se dejaba hacer. La plantó en el suelo y le dijo que fuera buena y que cuidara de mí. Cloe sonrió y se dirigió hacia donde se encontraba Rick. Intuí que se iba a lanzar a decirle algo o por lo menos a despedirse de él. Miguel me estaba mirando, grave y en silencio.

–Tened cuidado, ¿de acuerdo?–le dije un poco nerviosa, no estando acostumbrada a tratarle amablemente.

Él asintió y se giró para marcharse, pero entonces dudó y me miró de nuevo.

–¡No temas!, le traeré de vuelta–dijo.

Y entonces me acerqué más a él y le abracé, porque había dicho justo lo que necesitaba oír y por mucho que debía reventarle decirlo, lo había hecho para que yo me sintiera bien.

–Vuelve tú también–le susurré antes de soltarle.

Me miró con sus ojos azul intenso y acabó por guiñarme un ojo y dirigirse al jet, que como suponía iba a pilotar. Robb bajaba en ese momento del avión e intercambiaron unas palabras al cruzarse en la pista. Después me localizó y se dirigió a mi encuentro con paso decidido y corrí a lanzarme a sus brazos.

–Te extrañaré cada minuto que no estés conmigo. Acuérdate de contactarme de vez en cuando para decirme que estás bien–le pedí, hundiendo mi rostro en su cuello.

–Yo sí que te extrañaré, preciosa–me susurró mientras besaba mi pelo.

Poniéndome de puntillas le besé y él me abrazó más fuerte para prolongar nuestro beso. Las turbinas del avión comenzaron a rugir y Robb se separó de mí.

–Te amo– me susurró apoyando su mano en su corazón, recordándome implícitamente su promesa.

–Yo te amo más, no lo olvides–le dije.

Y le vi alejarse y subir al avión, llevándose con él una parte de mí.

 

Cloe y yo intentamos estar ocupadas todo el día. Entrenamos en la sala zen, como había decidido llamarla. De vez en cuando Robb me enviaba un pequeño mensaje para decirme que todo estaba bien y que habían llegado a Nueva York. Miguel lo había dispuesto todo, como de costumbre. Habían dejado el jet en un aeropuerto privado donde les esperaban ya con coches para desplazarse a un cuartel improvisado donde descansar y preparar todo para el encuentro de por la noche. También iban a dormir un poco, para estar descansados, de modo que decidí dejarle tranquilo hasta que me contactara de nuevo.

–Cloe, ¿cómo es ser la hija de un arcángel?–pregunté por sacar conversación– Miguel está claro que lo lleva bastante bien, lo anda publicando a los cuatro vientos–.

Cloe suspiró, apartándose los mechones que le caían diagonales en la cara.

–Pues no sé decirte, no es que me lleve todos los fines de semana al cine, ni nada de eso, de hecho creo que le habré visto unas dos o tres veces en mi vida. Miguel le ve más a menudo, ya sabes, porque asiste a los consejos, pero yo soy la pequeña y nunca me dejan ir. Además creo que con Miguel ya le basta, él es todo lo que un padre como él desea, es fuerte, valiente, temerario y divino, cosa que le hace como tú bien señalaste un capullo engreído, pero ¡entiéndelo!, teniendo todas esas cualidades sería difícil no serlo– explicó.

Tuve que sonreír, tenía parte de razón.

–Cloe, es cierto que Miguel es todo eso, pero tú también eres increíble. Eres fuerte y brillante y seguro que tu padre también está orgulloso de ti porque es evidente que Miguel lo está. Se ve a la legua que te adora y eso ya dice mucho de él, que sólo parece adorarse a sí mismo–dije, intentando animarla.

–¿Sabes?, creo que le gustas a mi hermano–dijo divertida.

Esto me pilló por sorpresa, especialmente porque no podía estar más en desacuerdo.

–¿Qué dices?, creo que no me soporta. Desde que nos conocemos no dejamos de pelear, le gusta atormentarme y ponerme en situaciones comprometidas, pero tú le conoces mejor que yo, ¿siempre trata así a las chicas?–me interesé.

Cloe puso los ojos en blanco.

–Creo que sólo intenta llamar tu atención–dijo.

–¿Comportándose como un engreído, un creído y …?– protesté.

Pero me di cuenta de que se trataba de su hermano y me tragué el resto de calificativos con que pensaba describirle.

–Perdona, se me olvida que es tu hermano. Bueno, ¿no me vas a contar qué tal con Rick?–pregunté intentando cambiar de tema.

–Mal, creo que no he conseguido sacarle más de dos palabras seguidas: ¡eh! y ¡ah!. Cada vez que intento acercarme a él, se larga a hablar con Tom, con lo cual deduzco que no está interesado en mí–dijo Cloe, fastidiada.

–Quizás sólo sea un poco tímido–añadí.

–Pues él se lo pierde–dijo Cloe–, no voy a andar perdiendo el tiempo–.

–¡Bien dicho!–dije sonriendo.

–Siempre había querido tener una amiga con la que hablar de todas estas cosas, me alegro de que Miguel te trajera–dijo Cloe.

Sonreí, yo también estaba muy a gusto con Cloe. Y entonces me acordé de Lily, a la que había dejado atrás sin ninguna explicación y de Christine, de la que no volví a saber nada. Me dolía pensar que la próxima sería Cloe y que pasaría así toda mi vida, huyendo y no pudiendo establecerme en ningún sitio, aunque fuera en un lugar tan poco atrayente como esta base militar. No estaría nunca a salvo, ni yo ni los que me rodeaban. No quería esa vida, pero por otro lado era así como había conocido a Robb y lo que tenía muy claro era que sin él todo lo demás no me importaba, ni una vida normal, ni amistades, ni un hogar… En  cambio si él estaba a mi lado todo lo demás era soportable, incluso saber que James me quisiera sacrificar… y sin quererlo, volví a pensar en el riesgo que estaba corriendo por mí en estos momentos.

 

Después de cenar subimos de nuevo a la  sala zen. Llovía a cántaros y el viento hacía estrellarse las gotas contra los cristales, pero no era un sonido desagradable, sino un repiqueteo armonioso que, como todo en la sala, conseguía relajarme. No queríamos perdernos el encuentro con James aunque nos hubiéramos quedado atrás y contábamos con que yo estaba vinculada a Robb y que si él me dejaba podría conectarme con él para ver todo lo que sucedía. Cloe se había traído consigo el móvil por si tenía que localizar a Miguel o a alguno de sus oficiales en cualquier momento.

–Voy a intentar llamar a Robb, tienen que estar ya listos–anuncié.

Intenté conectar con él. Estaba conduciendo, camino a su punto de encuentro con James, una antigua fábrica de metalurgia que estaba medio en ruinas y bastante apartada de la ciudad. Rick y Tom iban con él en el coche y también Snake, inconsciente, tal y como yo le había dejado.

“Emma, amor. Sería mejor que te quedaras al margen de esto” pensó Robb en cuanto sintió que estaba ahí.

Pero pronto supe que él no iba a insistir mucho más para que desconectara, ya me iba conociendo e intuía que me pondría terca como una mula hasta que me saliera con la mía y me dejara estar allí, al menos en mente.

“¿Bromeas?, ya es bastante duro tener que estar a miles de kilómetros de ti, sin poder ayudar, como para que encima no pueda saber si va todo bien” protesté.

“De acuerdo, te puedes quedar, pero calladita. Tengo que estar en esto al cien por cien” accedió.

“Vale, ¿dónde está Miguel?” pregunté.

“Tiene a sus hombres desplegados en la zona, a cierta distancia para que no los descubra la gente de James. Llevamos puestos rastreadores en el vehículo y en la ropa para que puedan seguirnos hasta donde quiera que nos lleven, de modo que no te preocupes, todo irá bien. Y ahora sólo observa. ¡Te quiero!”.

Le iba a decir que yo también, pero le volvería a molestar, con lo cual aproveché para poner al día a Cloe de lo que me había contado.

Llegaron a la fábrica y aparcaron el coche. Robb y Rick salieron a inspeccionar y Tom se quedó junto al coche vigilando a Snake. Hicieron una ronda por los alrededores, pero aquello estaba desierto, James aún no había llegado. Sentí la tensión de Robb, estaba como siempre preparado para cualquier cosa. De pronto percibí el aura de James a través de Robb, era la misma sensación que yo también recordaba con su presencia. Se acercaba un todoterreno y sin duda en él iría él. El coche avanzó y aparcó a pocos metros de ellos. James bajó y acercándose a Robb le dio un toque en los hombros en señal de saludo. Sólo presenciar que le tocase me hizo sentir escalofríos, pero ésa era mi reacción ante James, mientras que Robb no pareció incómodo con su gesto.

–Robb, ¿has revisado el perímetro?– le preguntó paseando su mirada por la zona.

–Sí, está limpio–confirmó Robb– Snake está en el coche–.

–Bien, sabía que me le traerías– dijo satisfecho y se acercó a la ventanilla del vehículo.

–¿Está drogado?– preguntó al observarle tumbado sobre el asiento trasero.

 –Algo así ha de ser porque sus constantes son estables. Ya estaba en ese estado cuando le recuperamos ayer. Le tenían sedado con una vía en un viejo edificio en el Bronx. No fue fácil recuperarle–mintió Robb.

–De acuerdo, ya lo solucionaremos cuando lleguemos a la base. Montad en el vehículo y seguidnos–ordenó.

James volvió a su vehículo donde al menos había otro par de híbridos. Cambiaron de sentido mientras esperaban que el coche de Robb se les uniera y cuando se acercó, partieron.  Avanzaron varios kilómetros detrás del coche de James por una carretera secundaria. De pronto vieron que otro todoterreno se incorporaba a la carretera y se colocaba justo detrás de ellos.

 –Creo que James nos ha puesto escolta– dijo Robb a los chicos.

 –Querrá asegurarse de que no nos perdemos–se burló Tom.

Siguieron así unos cuantos kilómetros más hasta que el coche de James se desvió hacia una zona industrial, a orillas del río, y se detuvo junto a los muelles de carga de un almacén. Robb detuvo el coche justo detrás, seguido por el tercer coche. Percibía que Robb no tenía todas consigo, pero salió del vehículo simulando confianza.

–¿Ocurre algo?, ¿por qué nos detenemos aquí?–preguntó.

 James bajó del coche y se aproximó a él.

–Vamos a cambiar de transporte–explicó.

Pero de pronto empezaron a salir hombres de todas partes y a tomar posiciones junto a su vehículo. Robb no sabía si comenzar a luchar y descubrirse o mantener la compostura y esperar.

–Llama a Miguel, rápido– le pedí a Cloe.

No hizo falta que Robb tomara una decisión, a una orden de James los hombres se lanzaron contra él y contra sus hombres y los tomaron prisioneros. Eran demasiados y si se enfrentaban a ellos se descubrirían definitivamente.

–Hijo, lo lamento, pero últimamente no has sabido elegir bien a tus compañías–dijo James.

Y apartándole la camiseta le inyectó algo en el cuello. Robb se mantuvo sereno y se dejó hacer, pero en cuestión de segundos estaba inconsciente porque fui expulsada de pronto de su cabeza.

Cloe me tendía ya el móvil, con su hermano en línea.

–Miguel, James les tiene. Lo sabe todo y ha drogado a Robb–dije atropelladamente.

–Estamos de camino, en menos de cinco minutos estaremos ahí. No podíamos seguirles más de cerca o sospecharían, pero tenemos los rastreadores conectados. Tranquila, sabemos exactamente dónde están– dijo– Os llamaré en cuanto sepa algo–.

–Por favor, corre–le supliqué.

Cloe me cogió la mano y me la apretó con fuerza, había oído lo suficiente para saber lo que había pasado. Ahora que James los había descubierto, sólo podíamos confiar en que Miguel llegara a tiempo, de lo contrario perderíamos a los chicos y a Snake en la misma jugada.

Pasó más de una hora y Miguel no había vuelto a ponerse en contacto con nosotros y yo no era capaz de encontrar a Robb por más que lo intentaba. Andaba de un lado al otro por la habitación, nerviosa, esperando  recibir noticias de Miguel, mientras que Cloe no se apartaba del teléfono ni un segundo, esperando que sonara. Al final sonó y volé a su lado. Cloe a toda velocidad conectó el altavoz. Era Miguel.

–Se han esfumado. La zona está despejada, sólo hemos encontrado nuestro vehículo, de los demás no hay rastro. Estamos peinando la zona por completo para encontrar alguna pista o localizar los otros coches, no pueden haber desaparecido sin más– explicó, sin duda abatido.

Esto también le había cogido a él por sorpresa, era evidente. Noté cómo comenzaba a hiperventilar. Era justo lo que había temido, que Robb cayera en las manos de James porque yo había visto en mis sueños lo que sería capaz de hacerle si le atrapaba. Intentaría que Robb me entregara y cuando no lo hiciera, le torturaría salvajemente y como no cedería a sus amenazas, James intentaría acabar con su vida. ¡Cómo había podido dejar que Robb se arriesgara así por mí! ¡No me lo perdonaría nunca!, ¡jamás! Entonces Miguel dijo algo que aún me alarmó más.

–Emma, ha dejado una nota para ti en el parabrisas del vehículo–me informó.

Me acerqué más al teléfono.

–Léemela, por favor– le pedí.

–Está en un sobre cerrado, tendré que abrirlo–me avisó y noté cómo rasgaba el papel, con avidez, sin duda también deseando conocer su contenido. Y leyó:

–“Querida Emma, estoy muy decepcionado contigo, te creí una niña dócil y al fin y al cabo era todo una fachada. Aún me cuesta comprender cómo conseguiste que Robb te ayudara en esto, él siempre me ha sido leal. Pero ahora por tu culpa está en peligro porque voy a castigarle. Pagará su traición…”– Miguel paró la lectura– Quizás sea mejor que te lo resuma y acabamos antes–me advirtió.

–Miguel, léeme lo que pone, no necesito que me suavices las cosas. ¡Por favor!– supliqué.

 Miguel exhaló y continuó.

–“Pagará su traición con la muerte. Es lo que merece todo traidor. Salvo que tú reflexiones y decidas entregarte en su lugar. Al fin y al cabo le has manipulado, ¿por qué debería él morir por ti? Gracias a tu amiga sé que significa mucho para ti, de modo que lo dejo a tu elección, está en tu mano salvarle o dejar que muera. Ya sabes mi número de móvil, llámame pronto o entenderé que su destino no te importa. No te lo pienses demasiado, no soy un hombre paciente”. ¡Será cabrón!–maldijo Miguel.

La cabeza me daba vueltas mientras intentaba asimilar la situación. James se había enterado de todo por Lily, ella le había contado lo de Robb. Seguro que lo hizo sin mala intención, sin imaginar la consecuencias, pero había sido lo peor que habría podido decir en su vida, ¡si le hubiera podido advertir de que no dijera nada de nuestra relación ella me habría guardado el secreto!, pero no lo hice.  Si hubiera tenido tiempo de despedirme de ella se lo habría mencionado y James nunca habría sabido que Robb estaba metido en esto, pero el pasado no se podía cambiar y ahora tenía que pensar en el futuro y sacar a Robb de allí antes de que James le matara ¡Tenía que cargarme esa versión!, como había dicho Robb.

Abandoné la azotea y salí corriendo hacia mi habitación. Encendí el ordenador y comencé a revisar toda la información que había descargado del ordenador de Susan, tenía que encontrar algo que me diera una pista de dónde se refugiaría James y tenía el presentimiento de que se dirigiría a Canadá. Me acordé de los billetes de avión que tenía ocultos en el sótano. Era una posibilidad entre mil, pero a lo mejor llevaba a Robb al mismo sitio donde había planeado llevarme a mí.  Pero Canadá era inmenso y no creía que encontrara en los planos uno con una X indicando dónde se iba a ocultar. ¡Al menos intentaría hacer algo y no desesperar! Era extraño, pero no había llorado, era como si fuera incapaz de hacerlo porque rendirme a la desesperación era como admitir que me daba por vencida y no iba a hacerlo.

Estaba amaneciendo cuando Cloe se asomó a la puerta de mi habitación que ni siquiera me había molestado en cerrar.

–Emma, ¿puedo entrar?– preguntó.

Desde el escritorio asentí y seguí leyendo al detalle los documentos. Cloe se acercó y dejó una bandeja con comida en la mesa.

–Ahora no puedo comer, pero gracias. ¿Has tenido más noticias?– pregunté sin dejar de mirar la pantalla.

–Ha llamado Miguel varias veces, pero aún no les han localizado. Debían tener preparado un helicóptero o una lancha motora para desaparecer tan rápido y sin dejar rastro. Siguen con la búsqueda, pero Miguel está planteándose volver a la base y seguir la operación desde aquí. Confiamos en que puedas comunicarte con Robb cuando despierte y que eso nos dé alguna pista de su ubicación– explicó apoyándose en el escritorio.

–Pues aún no lo ha hecho. Lo intento cada pocos minutos, pero no le encuentro– dije.

–¿Qué estás mirando?– preguntó acercándose a la pantalla.

–Robé estos documentos a James y estaba intentando encontrar dónde puede haber llevado a Robb. Son planos de refugios y bases, quizás le lleve a una de éstas–le expliqué.

–Las posibilidades son tremendas–añadió poco convencida.

–Lo sé, pero no creo que se aleje mucho, al fin y al cabo a quien quiere es a mí e imaginará que no andaré muy lejos de donde se encontraba Robb– dije tensa.

–Emma, no le hará daño, si acaba con él no tendrá con qué chantajearte para que te entregues–me dijo.

–Cloe, ¿no lo entiendes? Matará a Robb de todos modos. Si no me entrego lo hará porque le ha traicionado. James es vengativo y no se lo perdonará y si me entrego me matará, hará que Robb presencie mi muerte y después le matará a él. No hay negociación posible, por eso tengo que averiguar dónde está Robb y sacarlo de allí– expliqué.

–Pero Emma, ¡ésa es una misión suicida!, las probabilidades de conseguirlo son mínimas–protestó.

–Me vale mientras haya probabilidades, ¿no lo entiendes?, ¿es que no harías lo mismo por Miguel?– pregunté.

Cloe bajó la mirada y sus mechones despeinados le cubrieron la cara.

 –Sí, claro que lo haría– concluyó.