IV

Después de haber prosperado bajo al reinado de Carlos y Jacobo, lord David prosperó bajo el de Guillermo. No llevó su jacobinismo hasta el punto de seguir al destierro a Jacobo II. Sin dejar de amar a su rey legítimo, tuvo el buen sentido de servir al usurpador. Por lo demás, aun cuando con alguna indisciplina, era un oficial excelente; pasó del ejército de tierra al de mar, y se distinguió en la escuadra blanca. Llegó a ser lo que se llamaba entonces «capitán de fragata ligera». Esto acabó por hacer de él un hombre muy galante, llevando bastante lejos la elegancia de los vicios, algo puritano, buen servidor del Estado, buen servidor del príncipe, asiduo a las fiestas, galas y otras ceremonias y batallas, debidamente servil, muy altivo, teniendo la vista baja o penetrante según el objeto que debía mirar, gustosamente probo, obsequioso y arrogante según las ocasiones, con un primer movimiento franco y sincero, con libertad de volver luego a enmascararse, muy observador del buen y mal humor real, indiferente ante la punta de una espada, siempre dispuesto a arriesgar su vida a una seña de Su Majestad, con heroísmo y sin ton ni son, capaz de todas las locuras y de ninguna grosería, hombre de cortesía y de etiqueta, orgulloso de estar de rodillas en las grandes ocasiones monárquicas, de una valentía jovial, cortesano por lo alto, paladín por lo bajo, y jovencito de cuarenta y cinco años.

Lord David cantaba canciones francesas, jovialidad elegante que había agradado a Carlos II. Gustábale la elocuencia y el buen hablar. Admiraba mucho esas célebres arengas, que se llaman las oraciones fúnebres de Bossuet.

Por parte de su madre, tenía para vivir, unas diez mil libras esterlinas de renta, es decir, doscientos cincuenta mil francos. Para lo que le faltaba, contraía deudas. Era incomparable en magnificencia, extravagancia y novedad. En cuanto se veía copiado cambiaba de moda. Para montar usaba holgadas botas de piel vuelta de ternera, con espuelas. Tenía sombreros que nadie tenía, encajes inauditos y alzacuellos como no había otros.