NOTA
"EL tema de este libro es complejo: El mito de la pena nos conduce al dominio de una filosofía que se convierte en teología de la inocencia y de la pérdida de ésta, que evoca los mundos opuestos de la condenación y de la salvación, que evoca la sombra de un derecho natural del castigo.
El primer obstáculo que se plantea es el de la racionalidad de la pena. Nada en efecto es más racional o, por lo menos, nada aspira más a la racionalidad que la noción de pena. El crimen merece castigo, dice la conciencia común y el apóstol Pablo lo confirma: el salario del pecado es la muerte. Pero la paradoja reside en que esa presunta racionalidad, que podría llamarse la lógica de la pena, es una racionalidad difícilmente encontrable.
La pena constituye un mito de carácter muy particular, que hay que someter a un proceso de desmitologización, consistente en precisar cuál es estrictamente la esfera en la que la lógica de la pena conserva su validez.
Los autores reunidos en el presente volumen tratan de desentrañar este tema capital para el hombre desde los variados campos de las especialidades en las que descuellan. Enrico Castelli traza una fértil introducción al problema. Sergio Cotta analiza el sentido de la pena en el campo del derecho, mientras qué Hassan Hanafi se remite al Corán para ensayar un punto de vista islámico sobre la falta. Karl Kérényi elige la figura de Prometeo para mostrar la concepción helénica del problema. Raymond Panikkar, por su doble condición cultural de hindú y occidental, si bien se fundamenta en la tradición védica, no deja de compararla con otras más próximas a nuestra mentalidad. Scholem nos habla de la clásica versión judía del mito. Matthias Vereno traza un panorama antropológico para buscar las posibilidades de explicar la pena como rito. Y, por último, Alphonse De Waelhens investiga el tema como conocedor de la filosofía contemporánea, apelando al sistema heideggeriano.
Aunque algunos de los autores cuyos trabajos integran el volumen se ocupan de ello, no parece inútil hacer aquí algunas referencias previas al significado del término pena.
La palabra griega poinh implica fundamentalmente "compensación" (suma pagada por el rescate de un crimen), de donde derivan las ideas tanto de castigo (pagar en retribución de una falta cometida) como de retribución (recibir una recompensa por trabajo o esfuerzo realizado). Pero es la primera de estas ideas la que aparece con más fuerza en la mente griega: lo comprueba el hecho de que se denomina Poinai a las Furias, es decir, a las diosas de la Venganza, del Castigo.
Es también ésta la idea que prevalece en la versión latina del término: poena, y así aparece ya en la Ley de las XII Tablas. Pero hacia comienzos de la era cristiana —siglos I y II— algunos autores (Plinio, Justino, Séneca) confieren a esta palabra un nuevo significado: tormento, sufrimiento y aun malestar físico.
De ahí los dos aspectos que esta palabra presenta en nuestras lenguas romance: en primer lugar, el más importante y que llamaríamos activo (penar a alguien-castigar), y secundariamente el que podríamos denominar pasivo (penar-sufrir). Subraya esta distinción el hecho de que mientras la primera acepción siempre nos remite al sujeto que causa la pena, la segunda puede no hacerlo.
Por ello es necesario tener siempre presente esta doble valencia del término, especialmente respecto a ciertas expresiones propuestas, v. g., la oposición entre el pecado de la pena y la pena del pecado.
Los editores