7 Según C. G. Jung, Psychologie und Religión (1937), cap. III, los símbolos creados por el inconsciente son la única cosa capaz de convencer el espíritu crítico del hombre moderno. "Son subjetivamente convincentes por viejas razones. Nos rinden, en el sentido de la palabra latina convincere, que significa lograr una victoria y convencer. El remedio para una neurosis debe ser tan persuasivo como la propia neurosis; y como ésta es real, la experiencia que puede venir en ayuda debe ser de una realidad equivalente. Debe ser una ilusión totalmente real..." Pero ¿cuál es la diferencia —se pregunta Jung— entre una ilusión real y una experiencia religiosa que cura? "Puede decirse, por ejemplo, que la vida es una enfermedad con pronóstico muy, muy malo, y que se prolonga durante años para acabar con la muerte; o bien que la normalidad es un defecto constitutivo predominante; o que el hombre es un animal provisto de un cerebro funestamente hipertrófico..." Para concluir: "Nadie puede saber cuáles son los Últimos Fines".
No puede negarse que "la interpretación de los sueños es una de las más grandes aplicaciones y extensiones de la máxima socrática nosce te ipsum. Dicho de otro modo, la doctrina de la neurosis universal de la humanidad es el equivalente psicoanalítico de la doctrina teológica del pecado original" (Cfr. Norman O. Brown, Life against Death, cap. I). Pero es cierto que el aforismo del psicoanálisis: "los instintos son entidades míticas grandiosas en su indeterminación" (que juega un importante papel en el análisis del significado psicoanalítico de la historia) no escapa al proceso de desmitologización de una historia caótica de motivaciones fundadas en instintos, aun si la historia rerum gestarum es, en cierto sentido, la historia de intenciones ocultas y de represiones. Si existe una "identidad fundamental y estructural de neurosis y civilización", es comprensible que para el creyente "aceptar la neurosis universal significa no poder formarse una neurosis personal" (G. Roheim, The Origin and Function of Culture). La doctrina teológica de un status deviationis no es empañada por ello.<<