4 E. Reisner escribe: "El fruto del árbol del conocimiento es el alimento que el hombre absorbe en sí; el fruto del árbol de la vida, por el contrario, es el fruto al cual uno se entrega por manducación. Lo que llamamos alimento es esencialmente de la especie del primer fruto. Al comer, nos sustentamos a nosotros mismos, tenemos en cuenta nuestra saciedad y nuestra vida. En cuanto al otro alimento, se nos aparece a la sombra del árbol del conocimiento, necesariamente, como un veneno, porque pone en duda precisamente aquello que tenemos por sustancia misma de nuestra existencia, la propia autonomía. Nuestro deseo nunca es salir de nosotros, sino progresar continuamente en nuestro interior, aprehender lo que se nos ofrece sin otorgarnos al exterior, ni a las criaturas ni al creador... El veneno más terrible para el hombre separado, es Dios mismo. "El hombre no puede verme y vivir" (Ex. XXXIII, 20). Cfr. Erwin Reisner, Le démon et son image, Desclée de Brouwer, 1961, página 119.
"El árbol del conocimiento es el árbol de la distinción entre bien y mal, como también del alimento y del veneno: es el veneno original. Quien come de este árbol queda atrapado en la red de las contradicciones. Las cosas y los fenómenos de su mundo se hacen dialécticos, y todo lo que es dialéctico puede modificarse, transformarse en su contrario. El bien no es verdaderamente bueno, el alimento no es verdaderamente alimenticio..." (lbid., p. 122).
A la desconfianza frente al árbol del saber, Hegel opone la desconfianza frente a la desconfianza. De igual modo puede oponerse a Hegel la desconfianza de la desconfianza frente a la desconfianza. El eterno discurso de la remisión al infinito.
La oposición entre Abraham y Adán es evidente. "La fe es esta paradoja según la cual lo particular es superior a lo general" (Kierkegaard).
La admonición de San Pedro de Amiens (cupiditas scientiae dux exercitus omnium vitiorum) representó, en un período de inflación metafísica, una advertencia significativa que nadie escuchó. Comentario significativo al quod non est ex fide peccatum est (Rom. XIV, 23) ya las dos máximas de San Pablo sobre la sabiduría (I Cor. I, 21; III, 19).<<