26
Como si Cam notara que yo necesitaba algo de ánimo, los dos días siguientes me mandó más mensajes de texto de lo habitual pese a lo ocupado que estaba. Los dos lo estábamos. Con gran alegría para mí y Cole, el tío Mick y Olivia habían decidido quedarse en Edimburgo indefinidamente. Durante mis ratos más tranquilos en el trabajo, dediqué tiempo a ayudarles a buscar piso online y a mandarles links interesantes. El objetivo del tío Mick era montar un negocio de pintura y decoración en Edimburgo. Lo había puesto en contacto con Braden para empezar a darse a conocer y establecer contactos; pero como además había mucho que resolver en el ámbito financiero, Olivia y yo le dejábamos encantadas que se ocupara de todo eso mientras nosotras mirábamos pisos. Me sorprendí un poco cuando ella me dijo que en realidad estaban buscando dos pisos; explicó que últimamente había dependido mucho del tío Mick y que ya era hora de hacerse con el control de su vida…, de entrada, alquilar su propio apartamento.
Para colmo, me vi haciendo de árbitro en los planes de boda de Joss. Ellie todavía no había perdido la esperanza de convertir a Joss en una romántica, y Joss, en mi esfuerzo por quitarle de la cabeza pensamientos homicidas, necesitaba de vez en cuando un recordatorio de que ella quería a Ellie y que se sentiría muy fastidiada consigo misma si mataba «accidentalmente» a su dama de honor.
Así pues, algo abrumada y sin poder ver esa semana a Cam tanto como habría deseado, consideré muy de agradecer que estuviera en contacto conmigo durante el día y aún más bonito que un jueves se pasara por la oficina para ir juntos a almorzar.
Estaba sentada tras el mostrador de recepción esperándole cuando entró en la oficina de la propiedad inmobiliaria con sus vaqueros gastados, las botas y la raída camiseta Def Leppard, atractivo e interesante y totalmente a gusto en su propia piel. Vi a mi colega Anna, que trabajaba conmigo en el departamento administrativo, interrumpir su conversación con Ollie, uno de los agentes, para babear mirando a Cam mientras este pasaba por su lado.
En mi rostro se pintó una enorme sonrisa y rodeé la mesa rápidamente para ir a recibirlo. Habría podido sentirme azorada por el largo beso que me dio, pero no. Estaba demasiado contenta de verle.
—Qué tal —susurré retirándome para acariciarle cariñosamente las desaliñadas mejillas.
Sus ojos me recorrieron el cuerpo de arriba abajo, y cuando regresaron a mi cara reflejaban algo más que apreciación.
—Tienes buen aspecto, nena. —Yo lucía una falda de tubo negra desde la cintura hasta media pantorrilla y una blusa blanca sin mangas metida por dentro. En los pies, unos zapatos blancos y negros de tacón de aguja de diez centímetros que me hacían ser un par de dedos más alta que Cam. A él no le importaba, desde luego—. Una secretaria muy sexy.
—Vaya por Dios, ¿este es el novio? —preguntó, socarrón, Ryan, uno de los agentes inmobiliarios más jóvenes, a la espalda de Cam.
Cam se volvió con una ceja levantada y captó al apuesto tío con su traje de buen corte. Ryan era exactamente la clase de hombre con el que yo habría salido antes de Cameron, y creo que Cameron se dio cuenta. Le noté al instante la tensión en el cuerpo.
Me apreté contra él comprendiendo, tras mi reciente ataque de inseguridad y celos (que no habían desaparecido del todo), lo bien que iba que tu pareja te tranquilizara. Para dejar claro que yo estaba con Cam y solo con Cam, le pasé una mano por la cintura.
—Sí, te presento a Cameron.
Cam hizo un gesto de asentimiento ante Ryan sin dejar de evaluarlo.
Ryan sonrió burlón en respuesta.
—Todos creíamos que eras un fantasma, colega. —Sus ojos saltaron del hombro de Cam hasta mí y en ellos prendió una chispa decididamente insinuante—. Es que daba la impresión de que Jo fingía tener un novio para que la dejásemos tranquila.
Oh, Dios.
—¿Cómo? —susurró Cam, y noté que su mano me soltaba la cintura para agarrarme la cadera y apretarme más contra él.
Ryan se echó a reír y levantó las manos.
—Pero no te preocupes. Sabemos que está ocupada. Eres un tipo con suerte.
Oí la risita nerviosa de Anna mientras el rostro de Cam seguía intimidantemente imperturbable. Decidí que ya era hora de ir a comer.
—Bueno, nos vamos —anuncié con tono alegre, y alcancé el bolso de mi mesa—. Hasta luego.
Con su brazo sin despegarse de mi cintura, Cam me sacó de la oficina y los dos caminamos en silencio calle arriba hasta dejar atrás los Queen Street Gardens. Para cuando llegamos al restaurante, un lugar pequeño y coqueto de Thistle Street, yo ya había recibido tres gruñidos en respuesta a las tres preguntas que le había formulado sobre su trabajo.
Una vez sentados a la mesa, Cam me miró unos instantes y habló con calma:
—He contado al menos cinco tíos ahí dentro, todos de tu edad.
Como el fin de semana me había comportado como una arpía celosa (al menos en mi fuero interno), procuré no cabrearme y asentí.
—Y supongo que todos coquetean contigo como ese imbécil de antes.
Me encogí de hombros.
—Has visto a otros tíos coquetear conmigo, Cam. En el bar, todo el rato.
—Es diferente. La charla amistosa se traduce en propinas.
—Yo nunca he dicho que flirteara con esos tíos. Es por eso por lo que Ryan ha hecho un chiste sobre si eras real o no. No te habían visto nunca, pero hablo de ti todo el rato. —Me incliné hacia delante—. Me pides que confíe en ti. También tú podrías confiar en mí.
Al cabo de un momento, Cam se relajó, apoyó un codo en la mesa y se pasó una mano por el pelo con gesto contrariado.
—Será el cansancio. Lo siento. No estoy de muy buen humor.
Le tomé la otra mano.
—No pasa nada. Tienes permiso para estar de mala leche.
—Hoy no. No nos veíamos desde el lunes. No voy a pasarme nuestro almuerzo reprendiéndote por tu propio bien por ser guapísima, joder.
Complacida, me reí, y se relajó la atmósfera entre nosotros. Cuando llegó la comida, ya nos habíamos puesto mutuamente al día sobre todo lo ocurrido durante la semana.
—Creo que Cole está saltándose las clases de judo —dije. Cam había estado demasiado ocupado para ir a clase, así que Cole tampoco iba. Por eso se había mostrado toda la semana inquieto y aburrido. Como Cam no respondía, levanté la vista del salmón y lo sorprendí escribiendo un mensaje—. ¿Pasa algo?
Negó con la cabeza.
—No, solo Blair.
Y así, sin más, una nube oscura rodó sobre la mesa y explotó y me empapó de desconsuelo húmedo y frío. Aguardé un par de segundos, pero él siguió con el mensaje. Se me acabó la paciencia.
—¿No puedes escribirle más tarde? Se supone que este rato estamos juntos.
—Perdón. —Me dirigió una mirada de preocupación antes de pulsar ENVIAR y guardarse el móvil en el bolsillo—. Anoche se dejó su Kindle en mi piso.
Fue como si me hubieran dado un puntapié en el estómago. Su despreocupado comentario me cortó la respiración, y tardé un rato en recobrar la compostura.
—¿Estuvo en tu piso anoche?
Cam captó el tono acusador y juntó las cejas.
—¿Hay algún problema?
Hirviéndome la sangre, tuve la repentina visión de que le lanzaba el salmón y las patatas a la cara y gritaba: «¡Sí, hay un puto problema!»
Pero lo que hice fue empujar el plato y dirigirle una mirada indicativa de que era un zoquete redomado.
—Veamos… anoche estabas solo en tu piso con tu ex novia. ¿Por qué narices debería molestarme?
—Ya hemos hablado de esto. Solo somos amigos.
—¿Y si esto para mí es un problema?
—Dijiste que confiabas en mí.
Me incliné sobre la mesa y hablé en voz baja para no hacer una escena.
—Hace diez minutos has actuado como un gilipollas posesivo en mi lugar de trabajo porque un par de tíos flirteaban conmigo. Si invitas a tu ex novia al piso sin decírselo a tu novia actual, ¿de verdad no ves que es un maldito problema? —Las tres últimas palabras las dije en voz alta, y la gente se volvió para mirar. Con las mejillas encendidas, me levanté de la mesa—. Vuelvo a mi trabajo.
—Johanna. —Cam se puso en pie para detenerme, pero yo ya había cogido el bolso y me dirigía a la puerta, dejándole confuso en mi polvareda, sabiendo que no podía seguirme antes de pagar.
Me sentía tan mal que no era capaz de volver al trabajo enseguida. Me metí en los Gardens y me senté en un banco medio escondido tras un árbol, y allí me quedé, sorbiéndome las narices.
Desde que estaba con Cameron, era una ruina emocional.
Sonó mi teléfono. Era Cam. Pasé de él.
Y luego me llegó un mensaje.
NENA, LO SIENTO. TIENES RAZÓN. YO TAMBIÉN
ME HABRÍA CABREADO. CUANDO SALGAS DE TRABAJAR,
VEN AL PISO Y HABLAMOS.
NO SOPORTO PELEARME CONTIGO. X
Me sequé las lágrimas de las comisuras de los ojos y le mandé un mensaje de respuesta.
VALE. X
Nada más. Después de todo, yo todavía estaba dolida y realmente hecha polvo debido a su desconsiderada gilipollez.
***
Aunque no soy de esas personas que contagian a todo el mundo su mal humor, durante el resto del día estuve tan absorta que mis compañeros, al percibir mi abatimiento, procuraron evitarme. No sabía qué le diría a Cam cuando lo viera. ¿Volvería a sacar todo el tema de Blair? No. ¿Iba a decirle que escogiera entre la otra y yo? Ese era mi deseo, pero precisamente eso me hacía sentir la persona más despreciable del mundo. Cómo iba a decirle a Cam con quién podía tener amistad y con quién no.
Cuando llamé a su puerta, tenía tantas dudas que hasta me encontraba mal.
Abrió la puerta, y al verme pareció aliviado. Pasé impasible por su lado, rozándolo. Entré a zancadas en su sala de estar y lo primero que vi en la mesita fue la puta tableta Kindle. Solté el bolso y dejé el móvil al lado.
—Así que no ha venido a buscarla, ¿eh?
—Jo…
Ante su tono lastimero, giré sobre mis talones y lo miré con una ceja levantada.
—Mira, estaba dispuesta a creer que era yo. Yo y mis estúpidas inseguridades. Pero que haya venido aquí sin que me lo hayas dicho ha sido una guarrada por tu parte, Cam.
Hacía mucho tiempo que no veía a Cam con aspecto de sentirse culpable. De hecho, la última vez fue al darse cuenta de que se había equivocado conmigo, cuando, sentados en su habitación, le conté la historia de mi vida. Ahora mostraba el mismo semblante de aquel día.
—Perdóname por no habértelo dicho. Pero fue sin intención alguna.
Me mordí el labio y noté que el estómago se me agitaba de la emoción.
—Tengo un problema con ella —confesé.
—No ha hecho nada malo. Jo, Blair y yo fuimos amigos antes de ser pareja, y ahora solo estoy poniéndome al corriente con una vieja amiga. Nada más. Tienes que crecer y aceptarlo.
En ese momento lo odié. Físicamente, incluso.
—No me hables en este tono, capullo condescendiente.
—Jo…
—¿Por qué no me dijiste que estuvo aquí anoche?
—No te lo he ocultado. Te lo he dicho en el almuerzo. Si hubiera algo raro, no te lo habría dicho, joder. —Su voz, cada vez más alta debido a la frustración, empezaba a parecerse a la mía.
—Dijiste que la amabas.
—Amaba. Tiempo pasado.
Pasando por alto su creciente impaciencia, crucé los brazos y traté de dejar clara mi postura.
—Cortaste pero no porque ya no estuvieras enamorado, Cameron. Cortaste porque temías que ella te dejara. Como tenías miedo de no ser el elegido, fuiste tú quien lo dejó.
Con chispas de cólera en los ojos, dio unos pasos hacia mí con ademán agresivo.
—No tienes ni puta idea.
Por una vez no me sentí intimidada. Estaba demasiado harta.
—Sé que tengo razón.
Cameron maldijo en voz baja y miró la mesita donde estaba la Kindle.
—Esta conversación no tiene ni pies ni cabeza.
Antes de poder responder a esta no respuesta a mi no pregunta, sonó mi móvil. Iba a volverme para cogerlo y colgar, pero me quedé paralizada ante la mirada de Cam. Miraba el teléfono con los ojos entrecerrados, como estudiándolo. Me hizo suavemente a un lado y lo cogió. Miró la pantallita y se le puso rígida la mandíbula y se le subió el músculo de la mejilla mientras me miraba fijamente con ojos furiosos.
El corazón empezó a latirme con fuerza.
Cam giró el teléfono hacia mí. En la pantalla se leía LLAMADA DE MALCOLM.
—¿Qué hace este llamándote? ¿Qué? ¿A la primera señal de problemas has corrido hacia él?
Ante la acusación di un respingo.
—No. A veces hablamos.
Error.
—¿Has estado en contacto con él y no me lo has dicho?
Vaya. Me encogí de hombros.
Cam soltó un bufido de incredulidad.
—¿Estoy aquí siendo acribillado a preguntas sobre Blair y tú me has ocultado esto de Malcolm? ¿Por qué? ¿Por qué no me lo has dicho?
Levanté las manos sin entender cómo demonios la discusión se había vuelto en mi contra.
—Porque no importa. Es solo un amigo.
Su semblante se tornó glacial; sus ojos reflejaban celos, cólera y asco.
Y sus palabras me partieron el corazón.
—No. Blair es solo una amiga. Malcolm es una polla con dinero a quien todavía se le pone dura contigo y que se deja manejar por ti. ¿Hay un problema si salgo por ahí con Blair? ¿Crees que la tengo a mano por si lo nuestro no funciona? Bueno, ¿no estás tú lista para abrir las piernas ante Malcolm si esto fracasa?
Supongo que este es el problema cuando al final conoces de verdad a alguien. Aprendemos dónde están todos los gatillos y los botones emocionales y, por desgracia, en tiempo de guerra los apretamos. El botón apretado por Cam tenía acceso directo a mis conductos lacrimales, y el agua salada se derramó por mis mejillas en un silencio angustiado. Me aparté un paso, con náuseas. No hice caso de su expresión arrepentida y me concentré exclusivamente en aquellas horribles palabras y lo que significaban.
Significaban que él siempre me había considerado una cazafortunas superficial. Jamás creyó que pudiera ser otra cosa. Ni por un momento. ¿Significaba realmente que nunca había dicho nada en serio de todo aquello?
El dolor rompió el silencio en forma de sollozo.
—Joder, Jo. —Maldijo con voz quebrada intentando alcanzarme con la mano—. Yo no…
—No me toques. —Le arranqué el móvil de las manos y cogí el bolso.
—Jo, no lo decía en serio. —Me tomó del brazo—. Yo solo…
—¡Suelta! —le grité en la cara zafándome de él, con miedo de que si le dejaba tocarme, yo cedería como siempre. Retrocedí, doblada por la aflicción.
—No hablaba en serio. —En sus ojos se reflejaba un pánico que yo no supe procesar del todo.
—¿Qué estamos haciendo? —Negué con la cabeza—. ¿Vale esto la pena? ¿Vale la pena lo que hemos sentido las últimas semanas? Me siento en cueros todo el tiempo, como si mi corazón estuviera en el tajo de un carnicero y tú te dedicaras a despedazarlo. Al principio creía que era culpa mía. No me sentía lo bastante lista ni interesante para ti. Pero no dejaba de pensar eso: «De un momento a otro se despertará y se preguntará qué coño está haciendo conmigo».
Cam tomó aire.
—No…
—Pensaba que era mi culpa —repetí—. Que el problema partía de mis inseguridades. No tú o Blair. Pero anoche estuviste con ella… sin decírmelo, sin hablarme de eso, ¿suponiendo que me parecería bien? Quizá no contarte nada de Malcolm tampoco estuvo bien. Pero la verdad es que ahora ya nada importa. —Me pasé la mano por la mejilla para frenar el torrente de lágrimas. Pero en cuanto quise volver a hablar, salieron con ímpetu renovado—. Querías que viera que en mí había mucho más de lo que yo pensaba. Nadie me había dicho jamás que era valiente, ni que tenía talento, ni que merecía más de lo que pedía. Hasta que llegaste tú. Pero resulta que nunca te creíste nada de eso. Siempre has creído que en el fondo soy solo una chica superficial que se propone encontrar una mina de oro a base de polvos.
—No —replicó Cam, que me agarró de los brazos para zarandearme—. Solo estaba cabreado. Me he equivocado. No hablaba en serio. —Intentó abrazarme, pero yo forcejeé para desasirme—. Nena, para, por favor. No puedo…
Me revolví y le empujé hasta que me soltó, y entonces lo miré desafiante a la cara con los restos de mi maltrecha dignidad.
—Lo has dicho. Lo que quiere decir que está ahí, en algún sitio. —Y luego lancé esta—: Lo vi en el modo en que reaccionaste ante Ryan.
Mientras se pasaba una mano por el pelo, la expresión de Cam pasó del remordimiento a la agitación.
—Bueno, es el típico gilipollas tras el que irías.
Meneé la cabeza sin dar crédito.
—¿Crees de veras que después de lo que ha habido entre nosotros es el tipo de tío con el que me gustaría enrollarme?
—¿Crees de veras que después de todo lo sucedido yo te engañaría con Blair?
—Engañaste a Becca conmigo. —Hice una mueca en cuanto las palabras hubieron salido de mi boca. Había sido un golpe bajo.
Cam soltó un resoplido y me miró incrédulo.
—Y tú engañaste a Malcolm conmigo.
—¿Es esto lo que crees realmente? —Le repetí sus palabras. Noté que me temblaban más lágrimas en las pestañas y me supo fatal quedar reducida ante él a una calamidad lloriqueante—. ¿Qué me he agarrado a Malcolm por si esto se acababa?
Se encogió de hombros con expresión glacial.
—¿Crees realmente que he estado esperando que llegara alguien mejor? ¿Que he estado utilizándote?
Me limpié la nariz con el dorso de la mano y aparté la vista, incapaz de mirarle a los ojos mientras le respondía con voz ronca.
—Creo que para ti siempre he sido de esa clase de chicas. Esas a las que no respetas mucho que digamos.
—Entonces será que después de todo no eres tan lista. —Su tono era cortante, atroz.
Creo que nada se me había clavado tan hondo como aquellas palabras suyas. No soportaba que él tuviera ese poder sobre mí.
Cam suspiró y por fin lo miré, y vi que se pasaba la mano por la cara y apartaba la vista. Habló con voz cansada.
—Quizás es mejor que te vayas antes de que digamos más estupideces desagradables que no queremos decir.
No le respondí con palabras.
Me marché sin más.