17
—Pensaba que nos podríamos hacer un análisis para dejar de usar condón. Tú tomas la píldora, ¿verdad?
Mi pelo susurró en la almohada al volverme para mirar a Cam, tendido a mi lado, en la piel una brillante y fina pátina de sudor. Yo aún jadeaba debido al esfuerzo anterior y tardé un minuto en procesar lo que Cam acababa de sugerir.
—Sí. Me haré el análisis esta semana.
—Yo también. No ha de salir nada raro. Me lo miré antes de Becca, y ella y yo siempre utilizábamos preservativo.
—Vaya comentario más agradable. —Emití un suspiro y me quedé mirando al techo—. No hables de tus aventuras con otras mujeres segundos después de haberte acostado con tu mujer actual.
—No tienes por qué estar celosa, nena. Tú eres diez… Ella era cinco. Quizá seis en un día bueno.
Puse los ojos en blanco fingiendo no haberme quedado satisfecha con la opinión de Cam de que en la cama yo era mejor que Becca.
—Y deja de puntuarlas.
Cam se echó a reír y se puso de costado para poder atraerme hacia él. Intentó besarme, pero como yo aún estaba ligeramente cabreada por la mención a Becca, le tapé la boca con la mano. Me besó la mano y dijo algo, pero quedó amortiguado en mi piel.
Retiré la mano.
—¿Qué has dicho?
Sus ojos deambularon por mi rostro, y en los labios se le dibujó una débil sonrisa.
—He dicho lo siento.
—Bien.
Cam agachó la cabeza y puso mirada seria. Habló con los labios rozándome los míos.
—Si vuelves a negarme esta boca, encontraré formas muy creativas de castigo.
Tuve un escalofrío. Ese aspecto suyo en la cama era excitante de veras.
—Es mi boca. Yo decido quién se le acerca.
—Cierto —admitió Cam, que siguió el perfil de mi cadera con la mano hasta acabar entre mis piernas. Ante la presión de su pulgar en mi clítoris, di una sacudida involuntaria—. Pero la noche pasada aceptaste que estábamos juntos, y estar juntos significa que esta boca me pertenece. Y no me gusta que la gente me esconda las cosas. —Finalizó su declaración con una sonrisa de pillo. Su pulgar daba vueltas alrededor de mi clítoris, y yo di un grito ahogado y le agarré la muñeca animándole a que siguiera.
Quise llamarle la atención sobre las chorradas que me había dicho, pero no podía hablar. No podía pensar. Mi cuerpo ya había sido conducido a un orgasmo tremendo y ahora estaba acercándose en el precipicio de otro.
Me corrí enseguida, con fuerza, y solté un grito que Cam acalló con su boca. Su beso fue húmedo y sucio, y tenía como fin engullir mi clímax y ponerme el sello para certificar su propiedad.
El muy cabrón tenía suerte de que yo era igualmente posesiva.
Le agarré la cabeza y le besé con la misma voracidad, y al moverse para recobrar el aliento, le mordí el labio. Sin miramientos.
Con los ojos abiertos como platos, Cam soltó un bufido y se lamió el mordisco.
—Si lo mío es tuyo, lo tuyo es mío.
Le gustó eso. Lo vi claro por la forma en que se le arrugaron los ojos en las comisuras.
—Trato hecho.
A mí me gustó también. Me gustó sentirme lo bastante cómoda para ser yo misma con él. Le cogí un pezón en un gesto de disculpa poco entusiasta.
—Tengo que irme. —Me aparté para levantarme de la cama, pero me vi detenida por un brazo alrededor de la cintura.
—Quédate. Solo un rato más.
La inquietud hizo que el cuerpo se me tensara al punto, lo que borró todos mis pensamientos felices sobre nosotros como pareja. Parecía a todas luces un déjà vu: apresurándome a casa con Cole, dejando en la cama a un hombre fastidiado. Antes, el que yo no perturbara la relación había tenido cierta importancia. Con Cam era importantísimo. Junté las cejas presa de la confusión y la ansiedad. Había dado por sentado que con Cam las cosas serían distintas. Que él lo entendería. Hacía solo unos segundos yo era la «señorita cómoda» y ahora era de nuevo la que estaba cansada y harta de ser.
—¿Qué? —Tiró de mi cintura, tratando de acercarme—. ¿Qué ha provocado esto? —Pasó los dedos por las arrugas de mi frente.
—Nada.
—Nada, no. —Con cierto esfuerzo, me obligó a volverme del todo hacia él—. Tienes los músculos duros como una piedra. ¿Por qué?
Por un lado, yo quería que los dos estuviéramos bien. Abiertos. Auténticos. Por otro, no quería que creyera que estaba dudando de él tan pronto. No quería dejar su cama cabreada con él y viceversa.
Me mordí el labio mientras me tomaba mi tiempo para pensar.
—Por Dios, Johanna. —Se apartó antes de tener yo la oportunidad de decir nada, con las cejas bajas en señal de enfado—. Yo no soy ellos, joder. —Retiró las sábanas para salir de la cama.
¡Maldita sea!
—Solo estoy preocupada —dije resoplando, notando las mejillas acaloradas ante la confesión inminente.
Cam se quedó inmóvil y giró la cabeza hacia mí.
—Adelante.
Puse mala cara ante su tono mandón y me incorporé y doblé las rodillas pegándolas al pecho por una necesidad inconsciente de protección.
—Me preocupa que te canses de que yo no pueda… complacerte. Porque tengo a Cole y… —Me preparé para decirlo, preguntándome cómo reaccionaría Cam ante mi siguiente manifestación de cruel sinceridad—. Él siempre será lo primero.
Al cabo de unos segundos, volvía a estar tumbada de espaldas y Cam me miraba, otra vez con dulzura y, mejor aún, comprensión.
—No tendrás que preocuparte nunca de eso. Lo entiendo perfectamente. Cole va primero. Naturalmente. Es un chico que te necesita, puñeta. No voy a cabrearme ni a hartarme. Y la verdad, si lo hago, mándame a la mierda.
En mi pecho se movió algo, algo grande y abrumador y terrorífico. Ese algo eran mis sentimientos hacia Cam. Ahora estaban asentados dentro de mí, bien sujetos por un ancla inamovible.
—¿Hablas en serio? —dije con una débil sonrisa, intentando disimular lo emocionada que estaba.
Cam sonrió y me dio un suave beso en la boca.
—Totalmente en serio, nena. Pero si quieres pruebas… Introdujo una rodilla entre mis piernas para abrirlas: la perversa mirada en sus ojos me anunciaba que de momento yo no iba a ninguna parte.
***
Después de todo lo que habíamos pasado Cole y yo, resultaba difícil permitirme a mí misma ser tan feliz. Cameron MacCabe me ponía a cien, y aunque la mayor parte de mí quería eso, había una parte pequeña, la parte pequeña que no podía sacudirse de encima el pasado, que me aterraba. Por suerte para ambos, había visto a Joss casi destruir su relación con Braden exactamente por lo mismo y no tenía intención alguna de seguir sus pasos. Habían pasado solo dos días y ya pensaba que haría falta un milagro para dejar al Tío de los Tatuajes.
Lo que podría llevarle a él a dejarme a mí era otra historia, pero yo estaba resuelta a eliminar esa clase de pensamiento negativo antes de que me lo estropeara todo. Estaba decidida a no balancear la embarcación. La mañana del lunes recibí un mensaje de Malcolm y no se lo dije a Cam.
Y, claro, tampoco le dije que yo había respondido a Malcolm.
Malcolm había demostrado ser un buen tío. Un caballero. Un amigo. Daba igual si encontraba consuelo en brazos de Becca. Lo que sí que importaba es que, mientras estuvimos juntos, se portó bien conmigo. No tenía yo muy claro si estaba preparada para perder eso. Me preguntó si estaba bien, y le dije que sí. Volví a pedirle perdón y le pregunté cómo estaba él.
ESTARÉ BIEN, CARIÑO. TE ECHO DE MENOS.
ME ALEGRA QUE PODAMOS HABLAR. X
Mis sentimientos de culpa se dispararon al leer lo siguiente:
¿AMIGOS?
SI NECESITAS ALGO, DÍMELO, POR SUPUESTO.
ESPERO QUE SEAS FELIZ, JO. X
Me hirió en lo más vivo.
SÍ, TÚ TAMBIEN. X
Yo no sabía si a Cam le parecería bien o no que Malcolm me mandara mensajes, pero pensé que era precipitado sacar el tema, sobre todo después de la última noche y mi pequeña confesión y todo su dramatismo.
Lo vi más tarde, antes de que se marchara a trabajar, y no le dije una palabra.
El martes era la primera noche que trabajábamos juntos como pareja. Al principio acordamos que no reprimiríamos nuestros coqueteos con los clientes, pues eso se traducía en mejores propinas. No me gustaba la idea, pero tenía sentido. El martes fue una de las noches más tranquilas que recordaba yo. Ni flirteos, ni incidentes.
El jueves fue un poco diferente.
Todo empezó con Phil, que trabajaba en la puerta.
Igual que el martes, Cam me tuvo cogida de la mano todo el camino hasta el club. Bajamos las escaleras, su cálida mano envolviéndome la mía, y lo primero que oí fue:
—Ahora sales con ese idiota, ¿eh? Pues yo tengo más dinero que él.
Aunque Phil lo consideró divertido, yo traté desesperadamente de pasar por alto la hiriente ocurrencia.
Me solté de Cam y con una leve sonrisa dirigida a Brian, entré en el bar y entonces oí a Cam gruñéndole a Phil con su voz áspera.
—Eh, tú. Ándate con cuidado.
No aguardé a la respuesta de Phil. Cabreada como una mona, pasé por el lado de Joss sin devolverle el saludo.
—¿Qué pasa? —gritó a mi espalda, y dando pasitos rápidos me siguió al cuarto del personal.
Me quité el abrigo e intenté poner la mala uva al ralentí.
—Jo…
—Échale la culpa a Cam —solté con sarcasmo.
—¿Qué he hecho yo? —Cam entró en el cuarto del personal y se dirigió a su taquilla. Al volverse hacia mí, vi que tenía el semblante tan decaído como el mío. Joss se le acercó furtivamente con la frente arrugada.
Los fulminé a ambos con la mirada.
—Antes tenías razón. —Dirigía mis palabras a Joss—. Dejé que la gente pensara lo peor de mí. Pero podía lidiar con eso. Pero apareció el Tío del Tatuaje y me dijo que podía dar más de mí misma, y de repente ciertos comentarios insidiosos de personas a quienes creía caer bien, aunque resulta que pensaban exactamente lo que decías tú que pensaban, empezaron a hacerme daño. Así que gracias, Cam. Ahora soy una maldita herida abierta andante.
Mi invectiva suscitó diversas respuestas pertinentes. No lo fue la risa burlona de Joss y su palmada efusiva en la espalda de Cam.
—Eres mi nueva persona favorita.
Di puntos a Cam por mirarla como si estuviera chiflada. Le di alguno más por abrazarme. Lo rodeé con los brazos y noté su relajante cuerpo robusto, duro, seguro. Lo aspiré y me acurruqué cuando sus brazos me ciñeron con más fuerza.
—¿A qué vienen estas caras largas? Es una buena noticia —insistía Joss, completamente seria.
Moví el mentón para apoyarlo en el hombro de Cam y le lancé una mirada de odio.
—Estoy a puntito de poner fin a nuestra amistad.
Ni mucho menos intimidada por mi amenaza, Joss se puso testaruda.
—Lamento que alguien te haya hecho daño. Dime quién ha sido y le pegaré una paliza que no olvidará así como así. Pero esto es bueno, Jo. Cam ha hecho lo que yo he estado intentando hacer durante un año. Te ha despertado.
Cam se retiró y le sonrió con suficiencia.
—Esto es una cursilada empalagosa, Joss.
Fue como haberle dicho que había pisado una caca de perro. Joss arrugó la nariz y se estremeció mientras una expresión de absoluto asco por sí misma le cubría los bonitos rasgos de la cara.
—Esto de que Ellie escoja las películas que vemos por la noche se va a acabar. Hace que me aclimate a las emociones muy sentidas. —Giró sobre sus talones y susurró bajito algo sobre Jason Bourne.
—Bien hecho —murmuré a Cam, impresionada por la facilidad con que había despachado a Joss. Sus labios me rozaron la mejilla y le miré a los ojos—. Te van a ver con una chica que, según todos, está un peldaño por encima de las damas de compañía, ¿te importa?
No era el comentario más adecuado, como se evidenciaba en el tic nervioso de su mandíbula cuando apretó los dientes. Me tomó de la barbilla para impedirme desviar la vista.
—No te consideres nunca eso. Y no me hagas preguntas estúpidas. Si alguien te dice algo así… dímelo. Se arrepentirá.
Cam se había puesto en plan macho alfa conmigo, pero yo ni siquiera procesaba eso. Pese a su interpretación del papel de novio sobreprotector, no se me olvidaba que solo unas semanas antes me acusaba de lo mismo que Phil. Yo quería olvidar. Creía realmente que debía hacerlo. Sin embargo, aquello parecía seguir ahí presente, fastidiándome bajo capas de negación.
Reducida la cólera en los ojos y la exasperación en la boca, Cam suspiró y me soltó.
—¿Es por mí? ¿Por lo de antes?
Me encogí de hombros. No quería mentir a las claras.
—¿Vas a perdonarme algún día por lo que dije cuando nos conocimos?
Volví a encogerme de hombros. Cole habría estado orgulloso de mí.
—Está perdonado. —Pero desde luego no olvidado.
—Pero no olvidado.
El adivino.
Tras emitir otro suspiro, Cam me tomó de las caderas y me atrajo hacia sí y agachó la cabeza para besarme con dulzura. Deslizó la mano derecha por debajo de mi camiseta, la fría mano en la piel desnuda mandando escalofríos que me tensaban el cuerpo. Noté que se me endurecían los pezones cuando colocó la mano ahuecada sobre el sujetador y con el pulgar siguió el perfil de mi seno. Con las piernas temblando, me agarré con fuerza a la cintura de Cameron.
—No has olvidado —dijo con voz ronca—. Pero lo harás. —Estampó su boca en la mía, el beso casi doloroso por la exigencia. Me daba igual. Justo es decir que, a estas alturas, yo ya me había vuelto totalmente adicta a su tacto y su sabor.
—¡Clientes! —chilló Joss desde la barra.
Nos separamos de un sobresalto. Cam sacó a regañadientes la mano de debajo de la camiseta, que luego alisó.
—Sal tú primero.
Vi el bulto en sus vaqueros y sonreí.
—Tómate tu tiempo.
Respondió con un gruñido en broma cuando pasé por su lado y balanceé, provocadora, las caderas.
Tras las dos primeras sonrisas insinuantes de Cam a los clientes, dejé de mirarlo. Era consciente de él, como siempre, pero estaba decidida a ignorar las pruebas concluyentes del coqueteo.
Lo habría podido combatir con mi propio coqueteo, pero cada vez que lo intentaba con un cliente, notaba los ojos de Cam quemándome la piel, lo que me hacía desistir.
Mi irritación alcanzó su punto culminante cuando en la barra hubo un rato de calma. Tiré a Cam un trapo.
—El bote de las propinas se resiente por tu culpa, colega.
Cam había cogido el trapo al vuelo y ahora estaba riéndose mientras secaba un poco de líquido vertido en la barra.
—¿Qué he hecho ahora?
—Percibo que me miras. Así no puedo flirtear.
Su risita me provocó un hormigueo en todos mis lugares inútiles, y me sentó fatal considerar tan rematadamente sexy la descarada sonrisa que dirigía a Joss.
—¿Estaba haciendo algo?
Joss se encogió de hombros.
—No tengo ni idea de qué estabas haciendo, pero sigue así. Ha desaparecido la risita falsa. —Hizo un gesto cansado hacia mí—. Así que estoy contenta.
¿Otro grupo aparte? Crucé los brazos con la esperanza de que mi lenguaje corporal fuera un aviso de que ya estaba bien.
—La risita falsa no está tan mal.
Mi amiga gruñó en señal de desacuerdo.
—Me recuerda a la cerdita Piggy con una ametralladora clavada en la garganta.
Cam soltó una carcajada y ni se enteró del calor que emitía mi ceño fruncido. Pero viéndole reír mientras la oportuna descripción de Joss prendía en mí, tuve que reprimir mi propio júbilo. No podía alentarles; de lo contrario, tendría a Cam y Cole contra mí en casa y a Cam y Joss contra mí en el trabajo.
Me aclaré ruidosamente la garganta ante los dos, y me volví para atender a un cliente. Un hombre. Bastante guapo. Mientras le servía una jarra de cerveza, le pregunté qué tal, y me reí y coqueteé con él unos buenos cinco minutos hasta que sus amigos lo llamaron a la mesa. Quiero remarcar que hice todo eso sin la risita falsa.
Como Cam ya había aportado pruebas suficientes de que era un tipo muy posesivo, mi intención era cabrearle y ponerle en su sitio.
Giré sobre mis talones preparada para afrontar su irritación, pero me lo encontré apoyado en la barra dirigiéndome una sonrisa petulante.
—Buen intento.
Maldita sea. Estaba saliendo con el señor Imprevisible. El puto idiota no reaccionaba nunca como yo esperaba. ¿Cómo demonios iba yo a navegar por esas aguas si no sabía la profundidad que tenían?
Cabrón.
Sería una relación muy distinta de todas las demás, desde luego.
Las siguientes palabras que salieron de su boca solo reforzaron mi reflexión.
—Un fin de semana iremos a casa de mis padres.
Parpadeé al instante, desconcertada por la sugerencia, sin hacerle caso a Joss, que rondaba por los bordes de nuestra conversación fingiendo que arreglaba un servilletero.
—¿Cómo?
—El sábado de dentro de tres semanas; será mi sábado libre. Iremos entonces. Pasaremos la noche. Tú, yo y Cole.
—Quiere presentarte a sus padres, tía —dijo Joss en voz baja—. Piensa con cuidado antes de responder. Los padres. De buenas a primeras. —La mera idea la hizo temblar.
—Jo…
Miré a un expectante Cam.
—No puedo dejar sola a mamá.
—Ya pasaré yo a verla —dijo Joss ofreciéndose.
Me quedé con la boca abierta mientras la miraba totalmente perpleja.
—¿No acabas de decir que me pensara bien lo de conocer a sus padres? —le susurré.
—Así es. Y tú no has dicho que no quisieras. Has alegado un impedimento, y yo he sugerido una solución. —Se volvió, y advertí el inicio de una sonrisa taimada.
—Eres una retorcida —siseé.
Cam me dio con el trapo para llamar mi atención.
—¿Entonces, qué?
Sonreí temblorosa.
—Claro. ¿Por qué no?
Mierda.