12
Cole llegó a casa cuando yo ya me había duchado y puesto el pijama; mamá no había salido de su cuarto. Mi hermano se paró junto al sofá y me apretó el hombro antes de ir a la cocina para un tentempié.
—¿Cómo vamos? —le pregunté cuando volvió y se desplomó en el suelo.
—Bien. —Se encogió de hombros y se puso a mirar la televisión con una tranquilidad que sin duda no era real—. ¿Y tú? ¿Y Cam?
Sonreí, sin hacer caso del estúpido revoloteo de mariposas en mi estómago al pensar en Cam.
—Se ha portado de maravilla. ¿Qué ha pasado antes? Ha dicho no sé qué de que ibas a pegarle.
Cole soltó un bufido.
—Si lo hubiera hecho, se lo habría merecido. En todo caso, no ha sido necesario. El tío es legal… Le sentó como el culo cuando le dije lo equivocado que estaba contigo.
—Esa lengua. —Le tiré un cojín, que él bateó con una disculpa susurrada—. ¿Y por qué has bajado a ponerle en su sitio? Yo no estaba muriéndome precisamente de ganas de que me viera con otros ojos.
Cole me miró, y vi que sus ojos verdes habían adquirido un color silvestre debido a cierta emoción no identificada.
—Nadie piensa esto de ti, no digamos decir… —Se reprimió antes de soltar un taco—. En voz alta.
Quise llorar, pues en ese preciso instante mi hermano me hizo sentir querida y estupenda, pero me pareció que si lloraba él pondría los ojos en blanco.
—Vale —susurré, y Cole asintió ante mí levemente antes de centrarse de nuevo en la tele—. ¿Comedy Channel?
Cambié de canal y justo entonces sonó el teléfono. Le di a Cole el mando, me puse en pie y fui a la cocina, donde había dejado el bolso con el móvil.
Joss. Me sentí aliviada al ver que no era Malcolm… No quería ni saber por qué.
—Hola —respondí con calma.
—Eh, tú. —La voz cálida y ronca de Joss me relajó. De pronto recordé que como no había ido a comer no la había visto—. Era solo para decir qué tal. ¿Estás bien?
—Hemmm…, no del todo.
—Pareces hecha una mierda.
—Bueno…
—Vale, voy para allá.
—No hace falta, Joss.
—Tengo aquí una botella de vino. ¿Vas a discutir conmigo y una botella de vino?
Sonreí.
—Ni se me pasaría por la cabeza.
—Chica lista. Estaré ahí a eso de las diez. —Colgó, y puse los ojos en blanco. Siempre supe que bajo el carácter irascible de Joss se escondía una «mamá osa».
Cuando llegó, me echó un vistazo y meneó la cabeza con las cejas juntas.
—Por Dios, Jo, ¿qué ha pasado ahora?
Me hice a un lado para dejarla pasar y señalé la botella que llevaba en la mano.
—Primero abre esto. Vamos a necesitarlo.
Cole saludó a Joss con un gesto brusco y se marchó a su habitación para dejarnos cierta intimidad. Joss se puso cómoda en un extremo del sofá.
—Ataca.
Torcí la boca ante su irónica elección de la palabra.
—Bien, pues ya que lo mencionas…
Cuando hube terminado, tuve que inmovilizarla en el sofá para que no irrumpiera en el cuarto de mi madre y le diera una paliza, y luego necesité cinco minutos para asegurarle que Cole y yo estábamos bien.
Tomó un sorbo de vino, pero sus ojos aún despedían destellos de ira.
—Así que ha venido Cam.
—Sí. Se ha portado muy bien, la verdad.
Viendo mi semblante, alzó las cejas y acto seguido me regaló una de sus divinas sonrisas.
—Oh, reconozco esta mirada. La veo en la cara de Ellie cada vez que mira a Adam.
—Lo que tú digas —mascullé, procurando que no me viera los ojos por si confirmaban sus sospechas.
—Estás colada por Cam, y yo no he tenido que hacer nada.
—No estoy colada por Cam.
—Sé lo que significa esa mirada.
—Solo somos amigos. —La miré fijamente—. Me gusta, Joss, pero tenemos pareja, y yo…
Joss exhaló un suspiro.
—Aún quieres la seguridad que puede darte Malcolm.
No hacía falta que respondiera; las dos sabíamos que era eso.
—¿Sientes mariposas en el estómago?
Asentí.
—¿Eres consciente de todos y cada uno de sus movimientos?
Otra vez que sí.
—¿Se mete en tus pensamientos a la menor provocación?
—Hemmm…
—Estás pillada.
—No es verdad. —Resoplé, indignada—. Controlo perfectamente la situación.
—Ya. —Joss resopló también—. Así estaba yo hasta que me vi inmovilizada en la mesa de Su. Dieciocho meses después estoy comprando sábanas con Braden y me mosquea que no me mande al menos un mensaje desde el trabajo para decirme cómo le va el día… como si no pudiera contármelo al llegar a casa. No puedo dormirme si no está a mi lado. Soy una adicta, Jo. Y todo comenzó con una mirada como la tuya.
—Me alegro por ti, Joss. Créeme. Pero no es lo mismo. Malcolm me importa. Cam solo me atrae físicamente. No es nada.
Joss soltó una carcajada, y yo la miré totalmente desconcertada mientras ella se tronchaba.
—¿Qué?
Joss hizo un gesto de rechazo con la mano mientras intentaba recuperar el aliento.
—Vaya, vaya, nada. Nada. —Volvió a mirarme y emitió una furtiva risita como si supiera algo que yo ignorase—. Es simplemente un déjà vu.
***
Por primera vez en mi vida, en el trabajo fingí encontrarme mal. Le dije al señor Meikle que tenía migraña, y como estaba pálida debido a mi preocupación por Cole, no me costó mucho convencerle de que me dejara salir antes, aunque mientras recogía mis cosas estuvo todo el rato refunfuñando sin parar.
Logré llegar al piso justo antes de que Cole regresara de la escuela. Al entrar, se detuvo y apretó los labios mirándome mientras yo me quitaba los zapatos.
—Bueno, no vas a decir cada día que te encuentras mal —dijo, deduciendo exactamente lo que había hecho yo y por qué—. Tendrás que confiar en que puedo estar solo con ella en el piso sin problemas. Además, me parece que desde el otro día está cagada de miedo.
En ese preciso instante se abrió la puerta del dormitorio de mamá. Nos miró detenidamente, con un labio retorcido reflejando hostilidad y los ojos clavados en los míos. Soltó un gruñido y se valió de la pared como guía hasta el baño. En cuanto hubo cerrado la puerta, me volví hacia Cole.
—Por lo que se ve, no puedo confiar mucho.
Cole hizo una mueca ante el recordatorio de que él me había ocultado los abusos.
—Yo solo quería evitarte el disgusto.
Ante eso, me aclaré ruidosamente la garganta y fui a la cocina a zancadas por una taza de té. Después me acurruqué en el sofá con mi libro mientras Cole se instalaba en el sillón con sus deberes. Mamá había vuelto a su cuarto.
Tras estar así una hora, decidí preparar algo de cenar. Justo cuando salía de la cocina oí que llamaban a la puerta. Por un momento pensé horrorizada que Malcolm ya se había hartado y había aparecido en el piso. Durante el día me había enviado un mensaje y yo le había contestado pero sin alentar la conversación. ¿Había decidido presentarse para ver qué pasaba?
El corazón me aporreaba absurdamente el pecho mientras me dirigía a la puerta, y al ver quién era casi se me sale.
—Cam. —Le sonreí, más que contenta.
Cam lucía el uniforme habitual consistente en vaqueros y camiseta impresa, y tuve ganas de tirar de él y sacarlo de la congelada escalera. Me dirigió una sonrisa rápida.
—¿Todo bien?
Me hice a un lado.
—Pasa.
Su sonrisa se agrandó y pasó por mi lado rozándome y suscitando en mí pensamientos inoportunos que me alborotaron el agotado cerebro.
—¿Te apetece un café?
—Sí, estupendo. —Me siguió y saludó a Cole—. Eh, colega, ¿qué tal?
Cole le sonrió burlón.
—Bien. ¿Y tú?
—No me quejo. —Fue detrás de mí hasta la cocina.
—¿Cómo lo tomas?
—Con leche y sin azúcar.
Empecé a preparárselo plenamente consciente de sus ojos fijos en todos mis movimientos. Sentía las mejillas increíblemente calientes bajo su examen, y me di prisa con el café.
—Esta noche trabajas, ¿no? —dije, y le di la taza.
—Sí. Pero he decidido pasarme por aquí primero. —Tomó un sorbo—. Mmmm… buen café.
Me reí bajito.
—El camino para llegar al corazón de un hombre.
Esbozó una sonrisa pícara.
—Solo si el hombre se complace fácilmente —replicó dando a entender que él no era ni mucho menos fácil de complacer.
—Sí, me imagino lo que te complace, Cam: una película familiar para todos los públicos.
Echó la cabeza hacia atrás y se rio, con lo que sentí otro aleteo en el pecho y también mi sonrisa se agrandó.
—Menos mal que el piso de abajo está abierto para ver sesiones R.
Me ruboricé y meneé la cabeza.
—Pasemos a otro punto…
—¿Por qué? Los clientes del bar te dicen cosas peores y tus réplicas siempre son buenas.
Cam había estado prestando atención. Me encogí de hombros.
—No son amigos míos.
Se le ablandó la mirada.
—Entonces, ¿sigo siendo tu amigo? ¿No has cambiado de opinión?
—No, no he cambiado de opinión.
—Bien. —Se sacó algo del bolsillo de atrás—. Porque quiero que confíes en mí lo suficiente para darle esto a Cole. —Cam sostenía en alto una llave. Enarqué una ceja—. Es una copia de la llave de mi piso. Quiero que lo utilice en tu ausencia. Es un lugar seguro, y así no estarás preocupada cada segundo de cada minuto que no estés con él.
Aquella llave era el mejor regalo que nadie me había hecho jamás.
Jamás.
—Cam… —Levanté la vista de la llave a él—. ¿Estás seguro? Quiero decir, ¿no es un abuso de hospitalidad?
—Si te ayuda a ti, no.
Extendí la mano, pero en vez de coger la llave sin más, la cerré en torno a ella y sus dedos. Cam se puso rígido, y yo vertí mi gratitud en sus ojos.
—Es el mejor regalo que me han hecho en mi vida.
Cam me recorrió el rostro con la mirada rizándosele la boca en las comisuras.
—Una llave: el camino para llegar al corazón de una mujer.
—Solo si se complace fácilmente.
Cam se echó a reír otra vez.
—¿Qué es tan divertido? —La voz de Cole nos sacó de golpe de nuestra pequeña burbuja. Retiré la mano y sostuve la llave en alto.
—Regalo. —¿Eh?
—Ahora te lo explico. —Me volví hacia Cam—. ¿Te quedas a cenar? Mac y queso.
—¿Cómo puedo decir que no?
—No puedes. No te lo permito. —Le di la llave a Cole—. Lleva a Cam al salón… Él te lo explica. La cena estará lista enseguida.
Me dejaron, y durante unos instantes solo fui capaz de mirar el armario, mis tripas temblando y revoloteando debido a la interacción con Cam, que estaba mostrándose amable y atento e intentaba demostrar lo buen amigo que podía ser, aunque eso solo añadía ardor al ardor. Me pregunté, y no por primera vez, cómo sería en la cama. Solo su sonrisa ya me provocaba hormigueo… A saber lo que me haría la lengua.
El móvil sonó y me sacó de mi bruma sensual.
Malcolm.
Me invadió al punto la culpa y pulsé el botón de RESPONDER.
—Hola, Malcolm.
—Cariño. ¿Cómo estás?
—A punto de preparar la cena para mí y Cole. —Ante la omisión del invitado, me salió una mueca—. ¿Te llamo después?
—Claro. Hasta luego.
Colgué y guardé el teléfono en el bolsillo trasero con dedos temblorosos.
Ahora en serio. ¿A qué estaba yo jugando?
***
Al día siguiente, Cam se pasó por casa antes del trabajo, y fuimos al bar juntos. Ahora que nos conocíamos, me di cuenta de que era muy fácil hablar con él. Intentó otra vez convencerme de que le acompañara a las clases de judo, pero yo le di largas, pues no me entusiasmaba la idea de que alguien me estampara contra una estera ni ninguna de esas cosas del judo.
—¿No lo ves? —dije con tono de mofa cuando ya llegábamos al bar—. En cinco segundos ya estaría quejándome de haberme roto una uña.
Cam me miró mientras mantenía abierta para mí la verja de hierro forjado que conducía al sótano.
—Mira, eso son sandeces que cree la gente. Sé de qué va.
—¿Ah, sí? ¿De verdad?
—Anoche, después de cenar, estabas mordiéndote las uñas.
—Sí, pero esta mañana me las he limado y repintado.
Me enseñó unos dientes brillantes.
—Como quieras, Walker. Pero yo sé la verdad.
—Buenas noches, Jo, Cam. —Brian nos saludó mientras bajábamos las escaleras. Estaba de pie junto a Phil, que me sonreía ladino como siempre.
—Hola, chicos.
—Brian, Phil. —Cam les dirigió un gesto de asentimiento.
Al pasar por su lado, Phil me paró agarrándome del brazo y me repasó el cuerpo de arriba abajo.
—¿Sigues con Malcolm?
—Sigo con Malcolm, persistente Philip.
Me guiñó el ojo.
—Al final, la persistencia se sale con la suya.
—Y las ETS también. —Cam me dio un empujoncito suave y cómico con las manos en la espalda para que Phil me soltara—. Pero bueno, tú ya sabes de eso, ¿verdad, Phil?
Al entrar, traté de ahogar una risita mientras Brian se desternillaba de risa y Phil le insultaba.
—¡Solo fue esa vez! ¡Mierda! No voy a contarte nunca nada más, Bri.
—Vaya —susurré a Cam—. Esto es más de lo que necesitaba saber.
—Error: esto es lo único que necesitabas saber.
Volví a reírme, y entramos en el cuarto del personal, recibiendo apenas un «hola, adiós» de Su, que al vernos salió corriendo de su despacho y desapareció con la misma rapidez con que se había materializado.
—Me admira que aquí se haga algo —dijo Cam, quitándose la cazadora—. Nunca está cuando debería.
Solté un bufido, totalmente acostumbrada a la ausencia física de Su y pensando como siempre que menos mal.
El bar comenzó a llenarse pronto. Al ser martes, no había muchos clientes, pero estuvimos relativamente ocupados.
Pero no tan ocupados para que disminuyera nuestra atracción mutua. Por algún motivo, estar juntos tras la barra parecía acentuar la tensión. ¿Se debía a lo reducido del espacio? No lo sabía. Lo que sí que sabía es que me pasaba el tiempo con un ojo pendiente del trabajo y el otro pendiente de Cam.
Joss tenía razón. Estaba absolutamente atenta a todos y cada uno de sus movimientos.
Y hablando de Joss, no me sorprendió nada que apareciera a eso de las nueve y media. Sí me sorprendió que fuera sola, aunque luego explicó que Braden saldría tarde de trabajar y que Ellie y Adam andaban por ahí.
—Así que te aburrías y has decidido venir a trabajar —dije poniéndole una Coca-Cola light mientras se acomodaba en un taburete en mi extremo de la barra. No, no era eso. Estaba preocupada por mí.
Joss se limitó a sonreír y saludó con un gesto de la cabeza a Cam, que acababa de advertir su presencia pero estaba demasiado ocupado con una clienta para acercarse. No, no era una clienta. Me concentré mejor en la chica que sonreía de forma tan insinuante. Becca y una amiga. Ella le dio el reloj de aviador, y Cam se inclinó y le estampó un suave beso en los labios.
Sentí que me rastrillaba el pecho un dolor desconocido y brutal.
Volví la cara hacia Joss, que me miraba con una ceja levantaba.
—Lo que estás sintiendo… tiene un nombre: celos. Es una sensación horrible, lo sé. No obstante, te revela que Cam es indudablemente algo más que un tío que te atrae.
—Apenas nos conocemos.
—Por lo que me has contado, os conocéis más que muchos.
De alguna manera era cierto. Me incliné sobre la barra frunciendo el ceño.
—Sí, ¿cómo ha sucedido?
—¿Cómo ha sucedido el qué? —Volví la cabeza y vi que Cam se acercaba sujetándose el reloj en la muñeca. Becca y la otra chica se habían marchado. Él esperaba una respuesta con los ojos fijos en los míos por la curiosidad.
Decidí dar un rodeo.
—Eres un capullo entrometido, ¿vale? —solté para fastidiar.
Cam ladeó la cabeza y me observó con calma.
—¿Cambio de tema? —Le brillaron los ojos como si se le hubiera ocurrido algo—. Estabais hablando de mí, ¿verdad?
Yo quería borrarle de la cara esa sonrisa de gallito.
Joss emitió un gruñido.
—Tú y Braden deberíais apuntaros a un club de hombres que necesitan mostrarse presuntuosos.
La miré con regocijo.
—Las muestras ostensibles de egotismo se castigarán obligándoles a llevar calzoncillos Speedos en condiciones de frío que pela.
—Y a lo mejor sin comida.
—No, mejor sin sexo.
Joss se mordió el labio.
—No sé si estoy muy de acuerdo con eso.
La miré incrédula.
—¿Qué estás diciendo, que no podrías pasar sin sexo unos días?
—Pues sí.
—¿Y dónde está tu fuerza de voluntad?
Mi amiga tomó un trago de Coca-Cola light.
—Eh, que tú no te has acostado con Braden Carmichael.
Era verdad, aunque casi me ruborizo al pensar que lo había intentado.
—Ya, pero he tenido sexo buenísimo y podría abstenerme unos días.
—¿Sexo buenísimo? —interrumpió Cam atrayendo nuestras miradas. Hablaba bajito y con cierto sentimiento no identificado—. ¿Abstinencia? —Sus ahora ardientes ojos me repasaron de arriba abajo antes de volver a encontrarse con los míos—. Entonces es que no está haciéndolo bien.
Mi corazón fue petardeando hasta ahogarse y resollar. Y cuando volvió a acelerar, arrancó con violencia. Todo el acaloramiento sexual me envolvió y noté las bragas mojadas de deseo.
—Dios santo —soltó Joss con voz ronca—. Me he puesto a cien. —Saltó del taburete en busca del móvil—. Creo que voy a casa a ver si Braden ha vuelto de trabajar.
Y nos dejó tal cual, cociéndonos en nuestra química sexual.
Sonreí débilmente a Cam.
—¿Cómo está Becca?
Se acercaron algunos clientes a la barra, y los dos fuimos a atenderles. Mientras preparábamos las bebidas, Cam respondió escuetamente:
—Becca está bien. ¿Cómo está Malcolm?
—Bien. —Ese día habíamos almorzado juntos en mi pausa laboral y yo había logrado convencerle de que todo marchaba sobre ruedas.
—¿Ya ha avisado Cole de que ya está en casa?
Ante su preocupación, me sorprendí sonriendo como una idiota, y mi cliente hizo lo propio conmigo al pensar que el gesto era para él. Le di el cambio y me volví hacia Cam.
—Sí, está en casa.
Se le arrugaron los ojos en las comisuras y añadió otra de sus expresiones a mis favoritos.
—Bien.
El resto de la noche pasó en un santiamén. Trabajamos, hablamos, bromeamos, pero se mantuvo el trasfondo sexual. Cuando tras el turno regresamos a casa andando, lo hicimos en silencio absoluto. Cabría decir que era solo cansancio, pero todo mi cuerpo vibraba como un diapasón. Nos dijimos buenas noches delante de su puerta, y cuando empecé a subir el tramo que conducía a mi piso con sus ojos en mi espalda, deseé, y no por primera vez, una vida diferente: que Cam estuviera libre, que Malcolm no fuera una parte importante de mi vida, y que de una vez por todas yo pudiera hacer lo que quería hacer realmente.
Estar con Cameron MacCabe.
Miré en el cuarto de Cole y vi que dormía plácidamente. Incluso comprobé que mamá no se había ahogado en sus propios vómitos ni nada parecido y que estaba roncando. Hecho esto, me puse el pijama y me metí en la cama. Pero no podía dormir.
Era como si me ardiera la sangre en las venas y los nervios echaran chispas, y no podía quitarme de las fosas nasales el olor a colonia de Cam.
Estaba tan excitada que no tenía nada de gracioso.
Qué distinta habría sido mi noche si Cam me hubiera seguido al despacho de Su cuando yo había ido a dejarle información sobre existencias. Él habría podido entrar detrás, apartarme el pelo del cuello y apretar su boca caliente en mi piel mientras su mano me rodeaba la cintura y bajaba hasta los botones de los vaqueros…
… si entonces los hubiera desabrochado y hubiera deslizado los dedos dentro de mis bragas…
Yo misma me acariciaba el estómago con la mano, metiéndola bajo el pijama y las bragas para poder llegar al orgasmo, fantaseando con que Cam me follaba sobre el escritorio de Su.
Cuando me corrí, reprimí un gemido, y en cuanto cesaron los temblores, me acurruqué de costado, asediada otra vez por las culpas.
Era una novia fatal.