22
El inspector jefe salió de la casa en compañía de Huang.
Sin embargo, en lugar de dirigirse al restaurante del centro, tal y como le había dicho a Mi, Chen condujo a Huang a un bosquecillo de bambúes cercano al pie de la colina arbolada, desde donde se disfrutaba de una vista parcial de la casa blanca a través de los bambúes verdes. Los dos policías se sentaron sobre sendas rocas, rodeadas de brotes tiernos de bambú que brillaban como el oro bajo la luz del sol.
—El centro de vacaciones es un sitio muy agradable, ¿no le parece? —preguntó Chen, leyendo la pregunta en los ojos del oficial—. No se preocupe, Huang. No creo que Mi intente escabullirse. Además, el guarda no se lo permitiría.
—¿Cómo llegó a sospechar de ella, inspector jefe Chen?
—¿Recuerda la conversación que tuvimos en el escenario del crimen? Fue la primera vez que empecé a dudar de ella.
—Lo recuerdo bien, usted hizo varios comentarios muy acertados sobre el escenario del crimen, pero no la mencionó en ningún momento.
—No estaba seguro acerca de esas dudas. Entonces Seguridad Interna presentó su hipótesis, así que intenté hacer encajar a Jiang en ella, pero no lo conseguí. Me desconcertaba que no hubiera señales de lucha en el escenario del crimen. Parecía como si a Liu lo hubieran matado mientras dormía plácidamente. No hay que descartar la posibilidad de que Liu estuviera durmiendo, desde luego, dada la hora en que se cometió el asesinato. Pero, según la hipótesis de Seguridad Interna, se suponía que Liu había tenido un grave enfrentamiento con un chantajista. ¿Cómo podía haberse dormido? Y, de haberlo hecho, ¿cómo habría entrado Jiang en el piso?
—Pero pongamos que Jiang entrara a escondidas después de que Liu hubiera dejado la puerta abierta…
Huang no acabó la frase, ya que incluso a él le pareció que había enumerado demasiadas coincidencias.
—Incluso si aceptamos esa hipótesis, el asesinato habría tenido lugar tras la discusión, después de que ambos se enfrentaran, y no antes.
—No, no antes.
—Entonces otro detalle me llamó la atención. Mi mencionó que a Liu le costaba dormirse, por lo que tomaba somníferos. El informe de la autopsia lo confirmó. Se lo pregunté a la señora Liu, y ésta me dijo que su marido los tomaba de vez en cuando. Lo investigué más a fondo y descubrí otro dato incomprensible: según la autopsia y la hora estimada de la muerte, que era entre las nueve y media y las diez y media de la noche, Liu tendría que haber tomado las pastillas antes de esa franja horaria. Pero no me cabe en la cabeza que hubiera tomado somníferos antes de la llegada de Jiang, o mientras éste estuviera en el piso.
—Una deducción brillante, jefe.
—Ahora dejemos a un lado esas dudas y volvamos a la hipótesis que defiende Seguridad Interna. Liu no tenía ninguna prueba que demostrara que Jiang había intentado chantajearlo: no había nada en la carpeta que Seguridad Interna le proporcionó a la policía, de modo que habría sido su palabra contra la de Jiang. Por otra parte, Jiang disponía de los datos necesarios para respaldar sus afirmaciones, y contaba también con varios contactos en los medios. ¿Iba a arriesgarse Liu a que Jiang publicara esa información? Era un momento crítico para Liu y su oferta pública de venta. Nada más salir a la luz el terrible problema de contaminación de la empresa, las autoridades municipales se habrían visto obligadas a investigar las acusaciones. Y eso habría echado por tierra sus perspectivas comerciales.
—Eso es cierto. Liu era un hombre de negocios enormemente astuto.
—Pero volvamos a mis dudas iniciales con respecto a Mi, o, mejor dicho, a una posibilidad que se me ocurrió en el escenario del crimen —dijo Chen, toqueteando el extremo puntiagudo de un brote de bambú que tenía a los pies—. Tras descartar casi por completo la teoría de Seguridad Interna, adopté un enfoque totalmente distinto. ¿Qué hubiera sucedido si Liu ya estuviera dormido o inconsciente cuando el asesino lo atacó? Eso podría explicar muchas cosas, pero, además, suscitaba otra pregunta. ¿Quién podría haber entrado en la habitación mientras Liu dormía? O, planteado de otra forma, ¿quién podría haber dormido a Liu para luego asestarle el golpe mortal? O también, ¿quién podría haber abandonado el escenario del crimen, dejando la puerta abierta para que otra persona entrara más tarde?
»Dada la contundencia del golpe y la cantidad de sedantes hallados en el cadáver de Liu según la estimación del informe forense, me incliné más por esta segunda hipótesis. Pero, fueran cuales fueran las circunstancias, todas apuntaban a una misma persona. Alguien muy cercano a Liu, que tuviera incluso una relación íntima con él, y que supiera dónde se encontraba aquella noche.
—Mi, la pequeña secretaria —dijo Huang—. Era la única persona que podía haber entrado en el piso por la noche sin levantar sospechas, y, una vez allí, podría haberle suministrado a Liu un puñado de somníferos en una bebida.
—Pero he aquí el punto débil de esta teoría. Todo el mundo sabía que Mi era su pequeña secretaria. Ella no hubiera sido nadie sin él, sólo una masajista que trabajaba en una peluquería de dudosa reputación. ¿Por qué querría asesinarlo? Es una chica muy materialista, ni se le hubiera ocurrido algo así. Sería la última persona de quien sospecharía la policía.
»Otro escollo de estas posibles hipótesis es su coartada. Mi cuenta con una coartada sólida para justificar sus idas y venidas aquella noche, proporcionada por Fu. Y, a cambio, ella también le proporcionó una coartada a Fu, claro está.
—Jefe, me da la impresión de que soy el más estúpido de los ayudantes, como todos esos que salen en las novelas de suspense que usted traduce. Hasta ahora siempre había pensado que usted sospechaba de la señora Liu.
—Sí que sospeché de ella, y además durante bastante tiempo. De hecho, la señora Liu también encajaba como sospechosa en todas las hipótesis que estaba barajando. Sólo por esa razón tenía que incluirla en la lista. Contaba con los medios y con un posible móvil, si tenemos en cuenta la infidelidad de Liu. Además, sus frecuentes viajes a Shanghai (dos en un mismo fin de semana) resultaban un poco sospechosos, naturalmente. Entonces me planteé la siguiente pregunta: ¿por qué ahora? Sin duda hacía tiempo que conocía las aventuras de Liu. ¿Por qué matarlo ahora? Así que me puse en contacto con el abogado de Liu, quien me contó que su cliente nunca pensó en divorciarse de su esposa. Obtuve la misma respuesta a través de otras fuentes. Por el contrario, ahora que su hijo iba a volver a Wuxi, el matrimonio parecía estar más unido. Dicho esto, algunas de las cosas que hacía la señora Liu me desconcertaban, como sus frecuentes viajes a Shanghai. Entonces decidí investigarla más a fondo, y mientras la investigaba se me ocurrió otra posibilidad.
—¿Cuál?
—La señora Liu había tenido muchos admiradores en su etapa escolar. ¿Le quedaría aún algún pretendiente? Más de uno pensará que ya no es joven, pero en cierta ocasión investigué un caso en el que un Bolsillos Llenos muy próspero perseguía a una bailarina veinte años después de conocerla, pese a que la vida la había tratado muy mal y se había convertido en una campesina de mediana edad demacrada y de piel cetrina que había perdido toda su belleza. No resulta impensable que un antiguo pretendiente aún estuviera interesado en la señora Liu, por sorprendente que pueda parecemos después de tantos años. Eso explicaría por qué aguantaba las aventuras de su marido, y por qué viajaba a Shanghai con tanta frecuencia. Sin embargo, gracias a la gran ayuda del subinspector Yu y de su esposa Peiqin, me di cuenta de que iba mal encaminado.
—¿Así que el subinspector Yu ha estado colaborando con usted todo este tiempo? —interrumpió Huang.
—No. Le pedí que investigara el pasado de la señora Liu en Shanghai, eso es todo. ¡Qué complicada es la gente! Es capaz de hacer cosas que resultan totalmente inexplicables a los demás, y por ello sospechosas, pero cuando consigues verlo desde su perspectiva, todo tiene sentido. Aunque eso ya es otra cuestión, por supuesto —dijo Chen y, acto seguido, levantó la cabeza para observar la ventana cerrada de la casa—. Pero al excluir un posible cambio en la vida marital de Liu surgió otra probabilidad: Mi continuaría siendo una pequeña secretaria indefinidamente.
—No lo había pensado, jefe. Pero puede que una chica como Mi no se viera a sí misma convertida en la nueva señora Liu. Quizá le bastaba con que Liu la mantuviera. Mi aún es joven, y capaz de ahorrar una cantidad considerable en los próximos años. Entonces podría empezar una nueva vida en otra parte, junto a otro hombre.
—Eso podría ser cierto, pero hay que tener en cuenta otros factores. Para empezar, quizá Mi no estuviera segura de conservar su empleo, ahora que el hijo de Liu iba a empezar a trabajar para la empresa…
—¿Su hijo iba a entrar en la empresa? Me contaron que hizo prácticas allí el verano pasado.
—Formaba parte del plan de Liu. Con el tiempo, la empresa acabaría en manos de su hijo, así que ya se imaginará lo que eso podría haber significado para Mi. Había además otro factor indirecto, la OPV, que afectaba a Mi a través de una larga y complicada cadena de vínculos, particularmente a través de un vínculo oculto con Fu. Por cierto, Huang, su intento de identificar a aquellos que podrían verse perjudicados por la OPV es lo que me inspiró.
—No entiendo nada —dijo Huang—. ¿Cómo consiguió que Fu encajara en el rompecabezas?
—Bueno, usted se centró en los empresarios rivales que podrían beneficiarse con la muerte de Liu. Yo adopté un enfoque similar, aunque me centré en la gente de dentro de la empresa. Gracias a la OPV, el director general de la empresa obtendría el mayor número de acciones. Los altos cargos restantes también saldrían muy bien parados. Pero el plan de reestructuración que debía ponerse en marcha antes de la OPV complicaba la situación. Liu tenía el poder necesario para hacer cualquier cosa, incluso despedir a quien le viniera en gana, en nombre de la reestructuración. Los que fueran despedidos a causa del plan de reestructuración resultarían muy perjudicados: no recibirían ni una sola acción.
»Debería haberme dado cuenta mucho antes, pero no presté atención a este asunto hasta que me topé con el detalle de la fecha en la declaración de Mi, que, según pude ver, fue corroborada precisamente por Fu. Es posible que una persona cometa un error, pero no que dos personas cometan el mismo error. Es más, según mi fuente, Jiang ni siquiera estuvo en las oficinas de la empresa en el mes de marzo.
—¡Entonces tanto Mi como Fu mintieron sobre Jiang en sus declaraciones!
—Exacto. Y también confirmaron sus respectivas coartadas para la noche del asesinato de Liu. Fue entonces cuando las distintas piezas empezaron a encajar: la coartada, la declaración y luego, claro está, el intento de Fu de mantener en secreto a su prometida en Shanghai. Tenía razones para hacerlo.
—Sí, sigue siendo como en esas historias que usted traduce. Las pistas están ahí, pero se precisa a un maestro para conectarlas —dijo Huang frotándose las manos con indisimulada excitación—. ¿Por qué esperar, jefe? Detengamos a Mi. Será fácil conseguir que una mujer como ella se venga abajo.
—Esperemos un poco más. No hay prisa, Huang. Como dice el viejo proverbio, haremos salir a la serpiente golpeando los hierbajos que tiene alrededor…
El móvil de Chen comenzó a sonar. Al abrir la tapa, el inspector jefe escuchó atentamente y sólo dijo unas cuantas palabras como respuesta.
Huang esperaba a su lado, observando la casa de un color blanco deslumbrante que se alzaba sobre la colina como un castillo en un cuento de hadas, y preguntándose si él también estaría protagonizando alguna historia. Las ventanas resplandecían a la luz del mediodía.
—Me acaban de informar de la llamada que Mi le ha hecho hace un instante a Fu desde la casa —explicó Chen tras cerrar el móvil—. Lo han grabado todo.
—¿Usted ordenó que le pincharan el teléfono a Mi?
—Sí. No tuve tiempo de comentárselo. Lo siento, Huang. No conseguí que todas las piezas encajaran hasta ayer por la tarde, y me vi obligado a actuar de inmediato. Le pedí a uno de mis contactos que pinchara el teléfono de Mi. O, más bien, al contacto de uno de mis contactos, podríamos decir. Además, tuve que llevar a revelar las fotos a toda prisa.
—Ha actuado con mucha rapidez, jefe.
Era cierto que Chen apenas había tenido tiempo. Pero lo más importante, y que el inspector jefe se calló, era que sabía cómo habría reaccionado Seguridad Interna de haber conocido sus maniobras secretas.
—Bien, para resumir brevemente la conversación histérica de Mi, ha acusado a Fu de engañarla, de usarla para librarse de Liu y de meterla en problemas. Mi ha gritado, insultado y llorado, todo a la vez. Más o menos lo que me había imaginado que haría.
—¿Y qué ha contestado él?
—No demasiado. Primero le ha dicho que estaba loca, y luego le ha pedido que se calmara y que se callara de una vez.
—Pero ahora deberíamos ser capaces de cerrar la investigación. Esa llamada y el perjurio constituyen pruebas innegables —dijo Huang, y añadió—: Sólo me queda una pregunta por hacerle: ¿cómo se compincharon esos dos?
—La llamada sólo demuestra su relación; no confirma que colaboraran en el asesinato. En cuanto a cómo se compincharon, esto es lo que he recopilado a partir de varias fuentes, con alguna que otra conjetura para rellenar los espacios en blanco. —Chen encendió un cigarrillo antes de continuar—. Se unieron por diversas razones, ya que ambos actuaban en interés propio.
»En cuanto a Mi, se debió a su decepción con Liu. Esperaba sacar más de su relación con él que ese puesto de pequeña secretaria. Puede que otra en su lugar se hubiera contentado, como usted ha sugerido, pero ella soñaba con convertirse en señora de Liu y vivir feliz para siempre. En cierto momento puede que Liu le hubiera hecho algunas promesas que no tenía intención de cumplir, como Mi descubriría más tarde. Enterarse de que Wenliang, el hijo de Liu, iba a entrar en la empresa y acabaría siendo su sucesor fue la gota que colmó el vaso.
»Lo de Fu ya es otra historia. Para empezar, siempre lo habían considerado un intruso en la empresa. Le asignaron el puesto por ser un cuadro de la Liga Juvenil, pero no contaba con los contactos suficientes para convertirse en rival de Liu. Tras la reforma en el sistema de propiedad estatal, Liu comenzó a contemplar la posibilidad de convertir la empresa química, hasta entonces estatal, en una empresa privada que estaría bajo su control y el de su familia. Sería su hijo, y no un intruso como Fu, el que lo sucedería en el cargo de director general. Fu no tardó en enterarse del plan, y la tensión fue en aumento.
»Así que Fu y Mi iniciaron una relación. Mi se dio cuenta de que Fu no sólo era más joven que Liu, sino que además estaba soltero. En otras palabras, podía convertirla en la señora Fu en el futuro. A cambio, ella le proporcionaba una información indispensable de cara a sus luchas de poder contra Liu. Pero a una aliada tan importante había que cuidarla: Fu tuvo que convencerla de que su relación iba en serio. Por tanto, era fundamental que Mi no supiera nada acerca de la prometida de Fu en Shanghai. Eso explica el sigiloso comportamiento de Fu en el hotel por horas el sábado pasado. Como el plan de reestructuración se le estaba echando encima, era preciso idear un plan B cuanto antes.
—¿Se refiere al plan para asesinar a Liu? —preguntó Huang—. ¿Lo supo Mi desde el principio?
—Puede que sospechara que Fu tramaba algo. Liu estaba trabajando en el plan de reestructuración sin contarle los detalles a Mi, cosa que revelaba su falta de confianza en ella. Según algunos empleados, Liu ni siquiera tenía una copia de aquel documento tan confidencial en el despacho de la empresa. La única copia estaba guardada en su despacho particular, en una caja de caudales de la que sólo él tenía la llave. Sin embargo, aquella noche Mi descubrió que Liu pensaba trabajar en el plan de reestructuración en su despacho particular. Debió de contárselo a Fu, pensando que podría ser una buena oportunidad para echarle un vistazo al documento. Pero a Fu no le bastaba con un vistazo rápido: quería descubrir todos los detalles del plan, y, para poder hacerlo, era preciso ir al despacho de Liu. Los dos conspiradores no tuvieron que atisbar a través del estor de la ventana, por así decirlo. Sabían muy bien lo que debían hacer. La cuestión es que Mi estuvo allí con Liu aquella noche, y se aseguró de que su jefe hubiera sacado el documento de la caja fuerte antes de drogarlo con un puñado de somníferos. Puede que el plan original de Fu fuera el que le explicó a Mi, pero al llegar al despacho particular de Liu cambió de opinión. Después de todo, le convenía más deshacerse de Liu para siempre. Con Liu muerto, el plan de reestructuración también desaparecería. En cualquier caso, la empresa pasaría a manos de Fu, y éste podría concebir su propio plan de reestructuración.
»A la mañana siguiente, cuando encontraron el cadáver de Liu, Mi se enteró de lo que había sucedido la noche anterior. Pero entonces ya era cómplice de un asesinato, y no estaba en situación de acusar a Fu. De hecho, tuvo que seguir cooperando con él a fin de protegerse. Se encontró totalmente atrapada. La única escapatoria posible para ambos consistía en proporcionarse coartadas mutuamente.
»Por cuestiones políticas, Jiang resultó ser el objetivo perfecto para los agentes de Seguridad Interna. Así que, como cabía esperar, Mi y Fu les siguieron el juego y les proporcionaron la “información” que ansiaban obtener.
—¡Qué golpe maestro, inspector jefe Chen! A causa de la futura OPV, era normal que los empleados trabajaran hasta tarde un domingo por la noche, así que a nadie le sorprendió que tanto Fu como Mi afirmaran haber estado en la oficina. Su análisis le proporciona un nuevo enfoque al caso.
—Un golpe de suerte, más bien —repuso Chen—, teniendo en cuenta todas las pistas falsas que he seguido. Además, si Mi no hubiera hecho esa llamada sólo tendríamos pruebas circunstanciales, las cuales no habrían bastado para convencer ni a Seguridad Interna ni a la policía local.
—Sólo una pregunta más, jefe. ¿Cómo consiguió esas fotos de Fu en Shanghai? Mi se ha quedado desolada al verlas.
—Le pedí al subinspector Yu que investigara el pasado de la señora Liu en Shanghai y, de pasada, también le mencioné a Fu. La verdad es que entonces aún no sospechaba nada. Quizás en el subconsciente sí, pero no de una manera consciente. Fu, al igual que la señora Liu, viajaba a Shanghai con frecuencia, y eso despertó mi curiosidad. ¿Recuerda lo que nos dijo Fu? «Fui a Shanghai el sábado pasado y volveré este fin de semana.» Durante las últimas semanas todos los empleados de la empresa han estado agobiadísimos de trabajo. ¿Por qué perdía tiempo Fu viajando a Shanghai? Aquella mañana también tuve la impresión de que Fu intentaba interrumpir nuestra conversación con Mi. La cuestión es que Yu y Peiqin se las arreglaron para seguir a Fu por Shanghai durante varias horas, y sus esfuerzos se vieron recompensados. De no haber sido por su ayuda, y desde luego también por la suya, Huang, yo no habría conseguido juntar las distintas piezas.
»Ahora ha llegado el momento de pasar a la acción —concluyó Chen mientras se levantaba—. Yo volveré a la casa para hablar con Mi, y usted vaya a ver a Fu. Como reza el viejo proverbio, puede que haya demasiados sueños si la noche es larga.
—Sí, tenemos que actuar antes de que Seguridad Interna obstaculice la investigación en nombre de los intereses del Partido. Habrá que entrar en las viviendas de los dos. Conseguiré las órdenes de registro.
—Sí, haga que registren el piso de Fu a fondo y con rapidez, antes de que él pueda tocar algo.
—Sé lo que tengo que hacer, jefe. El piso de Fu no es demasiado grande, lo registraré de arriba abajo. —Luego añadió, cada vez más excitado—: Usted ha mencionado el plan de reestructuración en el que estuvo trabajando Liu aquella noche. Es evidente que Liu no habría permanecido sentado frente a su escritorio sin tener algún documento delante. Pero no lo hemos encontrado, y Mi tampoco ha mencionado que faltara. Ahora entiendo por qué.
—El plan de reestructuración, entre otras cosas…
De repente, el móvil de Huang comenzó a sonar con un tono distinto. Acababa de llegar un mensaje de texto del jefe de la brigada especial. Huang se lo mostró a Chen.
«Jiang será encarcelado mañana, acusado oficialmente del asesinato de Liu. ¿Quién es el hombre que está interrogando a varios empleados de la empresa química con usted? Lo pregunta Seguridad Interna.»
—¡Qué oportuno! —exclamó Huang con una sonrisa, pero no respondió al mensaje—. No se preocupe, jefe. Esta vez les ganaremos la partida. Me llevaré el cuaderno de notas y repasaré uno a uno los puntos que usted mencionó en el escenario del crimen.
—Cuando esté allí con los miembros de su brigada, procure no mencionarme. Es su investigación, no la mía.
—Pero ¿cómo voy a evitar mencionarlo? —preguntó Huang, sacudiendo la cabeza—. Ya me lo han preguntado.
—Ingénieselas como pueda, Huang.