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A media noche, en San Rafael, Harley y Nicolich se pusieron de nuevo en contacto con Ponce de León en Montevideo. Éste les dijo sin pérdida de tiempo que la policía de San Fernando había recibido una nota que se suponía era de un superviviente del avión uruguayo.

Inmediatamente Harley y Nicolich quisieron regresar a Chile, pero a aquellas horas de la noche no estaba muy claro cómo podían hacerlo. Durante media hora, esperaron con ansiedad en casa del radioaficionado, quien, al oír la noticia, salió para ver si podía conseguir algún medio de transporte. Regresó media hora más tarde con el coche del comandante.

Sin aguardar a recoger el equipaje que estaba en el C-47, en el aeropuerto de San Rafael, los dos hombres partieron para Mendoza a donde llegaron a las cuatro de la mañana y se fueron directamente al aeropuerto militar. No tenían dinero, pero cuando explicaron lo que sucedía, los oficiales de la Fuerza Aérea Argentina les prometieron dos plazas en el primer vuelo para Chile. Esperaron sentados el resto de la noche, calentándose con los capotes que los dos pilotos uruguayos les habían dado antes de salir de San Rafael. A las ocho de la mañana aterrizó un avión con una carga de carne congelada con destino a Santiago. Media hora más tarde despegó con Harley y Nicolich a bordo.