AGRADECIMIENTO
Varias personas me ayudaron a escribir este libro, especialmente Edward Burlingame, de la, editorial J. B. Lippincott, que fue el primero en sugerirme que debería escribirlo.
Mis investigaciones en Montevideo las dirigieron dos periodistas uruguayos. El primero fue Antonio Mercader y recurrí a él por recomendación del Club de los Old Christians. No sólo me proporcionó los complejos detalles de la contratación del avión por los padres de los jóvenes, sino también material de incalculable valor sobre el pasado de los supervivientes. El segundo periodista fue Eugenio Hintz, que recopiló todo lo referente a lo que hicieron las instituciones oficiales uruguayas y chilenas. También debo mi gratitud a Rafael Ponce de León y a Gérard Croiset Jr. que me informaron en el papel que desempeñaron en la búsqueda del Fairchild, a Pablo Gelsi, que fue mi intérprete, y al doctor Gilberto Regules, por su consejo y amistad.
En Londres me ayudaron en la transcripción de las cintas magnetofónicas y en la clasificación del considerable material que adquirí en Uruguay, Georgiana Luke primero y más tarde Kate Grímond en investigaciones posteriores.
Me ayudaron a escribir el libro el editor y los dieciséis supervivientes. A veces, estuve tentado de novelar algunos pasajes de la historia para darle mayor dramatismo, pero al final, decidí que los hechos desnudos eran suficientes para sostener la narración. Con la excepción de algún cambio en la forma del diálogo, nada hay en éste que no sea la verdad tal y como me la contaron aquellos que tuvieron alguna relación con el caso.
A ellos, finalmente, estoy más agradecido. Donde quiera que fui en Uruguay me recibieron con «esa cortesía íntima y singular educación nativa» con la que W. H. Hudson se encontró en el mismo país hace más de cien años. Yo la encontré en las familias de los que murieron, en las familias de los supervivientes y sobre todo en los supervivientes mismos, que me trataron con una cordialidad excepcional, candor y confianza.
Cuando regresé, en octubre de 1973, para enseñarles el manuscrito de este libro, algunos de ellos quedaron desilusionados por la forma en que he presentado su historia. Creen que la fe y la amistad que sintieron en la cordillera no aparece en estas páginas. Nunca fue mi intención desestimar estas cualidades, pero quizás esté más allá de la habilidad de cualquier escritor expresar la propia apreciación de la experiencia que vivieron.
P. P. R.