Agradecimientos

Mi agradecimiento:

A Sonsoles Díez de Rivera, por su amabilidad y su generoso corazón, y por ayudarme, sin ella saberlo, a encontrar una protagonista para mi novela. Buscaba un personaje y me atrapó la personalidad de su madre. Todo comenzó en una entrevista para el diario El Mundo.

A la generosidad de Paloma Montojo, hija única de Carmen de Icaza, por abrirme las puertas de su casa y mostrarme todos sus recuerdos. Su madre merece otra novela por ser gran periodista, escritora y otro personaje fascinante de la posguerra.

A Gloria Ridruejo, hija de Dionisio Ridruejo, por dedicarme su tiempo para hablar de alguien al que conocía muy bien, su padre.

A Aline Griffith, condesa de Romanones, por darme la idea de dónde se podían producir los encuentros amorosos en aquella España de posguerra.

A Sara Montiel, por hablarme de la época y de las costumbres de las damas de entonces. Imposible olvidarla.

A Conchita Márquez Piquer, por ayudarme a resolver dudas que tenía sobre su madre, la gran Concha Piquer, y su relación con Serrano Súñer.

A Elio Berhanyer, por dedicarme tanto tiempo para hablar de Cristóbal Balenciaga, al que conoció de joven. También me fueron muy útiles sus experiencias con la fascinante marquesa de Llanzol.

A Petro Valverde, por ayudarme a encontrar datos sobre Balenciaga y hablarme del mundo de la moda desde dentro.

A Alejandro de Miguel, por ayudarme a comprender el mundo de la costura y las pasiones de los diseñadores.

A Carmen Martínez-Bordiú, por hacer de intermediaria con su madre, la duquesa de Franco, y proporcionarme algunos datos muy interesantes sobre Ramona Polo.

A la senadora Carmen Riolobos, por ayudarme a entrar en el despacho del ministro de Exteriores, en el palacio de Santa Cruz.

A Esperanza Redondo, por regalarme su tiempo para la lectura del libro.

A Belén Nieva, por rebuscar y encontrar datos y fechas ocultos.

A Luis Garrido, por ayudarme a encontrar bibliografía sobre la posguerra. Grande su publicación Los niños que perdimos la guerra.

A los servicios de documentación del diario ABC, por abrirme de par en par las puertas de sus archivos.

A Begoña Aranguren, por ayudarme a tirar de hilos históricos que se me resistían.

A Ymelda Navajo y Berenice Galaz, por creer en mí y darme la oportunidad de escribir mi primera novela histórica.

A mi padre, Fernando Herrero, por guardar tantos documentos extraordinarios sobre la posguerra en España.

A mis hermanos, Fernando, Pedro y Pili, por ser mis mejores consejeros.

A Guillermo Mercado, por buscarme archivos sonoros de los años cuarenta.

Y a mis hijas, Blanca y Ana, por llevar con paciencia mis ausencias durante la redacción de esta novela.