MARÍA
Salí de casa radiante, con la total y absoluta sensación de estar viva de nuevo. Había cumplido parte de mis objetivos, aunque no resultó tan fácil como había imaginado. Volver a hacer el amor con Eva, experimentar el deseo, el placer, había sido maravilloso, pero no pude evitar sentir una punzada de celos al lograr algo que yo misma había perseguido: que Eva deseara un cuerpo distinto al mío. Aquel había sido el primer paso hacia la despedida definitiva, los primeros metros en la carrera hacia el olvido.
Conduje el coche de Patricia hasta su casa con inquietud, era muy tarde y tendría que dar una explicación convincente a Sara. Sin embargo, en el fondo de mi ser me sentía henchida, llena de Eva por todas partes. Volvía a disfrutar de todo lo que había perdido y me sentía incapaz de renunciar a ello tan pronto. Aún no estaba preparada para abandonarla para siempre.