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LAS EXTERNSTEINE[286]
(1824)
En LA FRONTERA sudoccidental del condado de Lippe se extiende, concretamente en dirección sudeste noroeste, una gran sierra boscosa, el bosque de Lippe, también llamado bosque de Teutoburgo; la composición mineral de la sierra es de piedra arenisca.
En la cara nororiental frente a la llanura, en las cercanías de la ciudad de Horn, al final de un valle, hay, separadas de la sierra, tres o cuatro rocas aisladas dispuestas en forma vertical y que apuntan hacia las alturas [figura 25.1]. Este fenómeno no es raro que se produzca en este tipo de sierra. Lo extraordinariamente notorio de su aspecto infundió respeto desde los primeros tiempos, es posible que estuvieran dedicadas a los cultos religiosos paganos e incluso fueran convertidas en lugar sagrado por los cristianos. La piedra, compacta pero fácil de labrar, dio la posibilidad de excavar ermitas y capillas, la finura del material permitió incluso que se hicieran esculturas. En la primera y más grande de todas estas piedras se talló el descendimiento de Cristo de la cruz en tamaño natural y en mediorrelieve [figura 25.2].

FIGURA 25.1. Externsteine (vista general).

FIGURA 25.2. Externsteine (El descendimiento).
Debemos una excelente reproducción de esta notable obra antigua al señor Rauch[287], escultor de la corte real de Prusia. Éste la dibujó el verano de 1823 y no se deja de hacer la suposición de que cierto tierno hálito en la ejecución es propio del artista del siglo XIX. De todas formas el diseño es de calidad suficiente y no puede negarse que le haga los honores a una época anterior. Cuando se habla de dichas obras antiguas siempre se debe predecir y presuponer, que desde la era cristiana, las artes plásticas, que en el noroeste nunca destacaron, sólo se han mantenido en el sudeste, donde alcanzan las más altas cotas, aunque han ido degenerando paulatinamente. El bizantino contó con escuelas o más bien con gremios de la pintura, el mosaico y la talla. Éstos se ramificaron y se fueron intrincando más a medida que la religión cristiana cultivó asiduamente una pasión heredada de la tradición pagana: disfrutar y educarse con las imágenes. De esta manera esta representación sensible de los objetos espirituales y santos se elevó a tal grado que la razón y la política indignadas empezaron a resistirse. De ello luego surgió la suprema desgracia de las separaciones de la Iglesia de occidente[288].
En el oeste, por el contrario, se perdió toda facultad de producir cualquier figura, si es que allí alguna vez dicha facultad existió. Los pueblos invasores suprimieron todo lo que había podido penetrar en tiempos anteriores; surgió una llanura desierta y privada de imágenes. Sin embargo, como se busca por todos los sitios los medios para satisfacer una necesidad ineludible, el artista también se dirige allá donde se le solicita. No pudo dejar de ocurrir que, después de que el mundo entrara en una etapa más tranquila debido a la expansión de la fe cristiana, para lograr un control de la imaginación, se promovieran las imágenes en occidente y los artistas de oriente fueran hacia allí atraídos.
Sin ser prolijos, reconocemos que un artista monacal, sometido a los grupos religiosos que la pujante corte de Carlomagno atrajo hacia sí, podría haber realizado esta obra. Estos técnicos, al igual que hacen hoy en día los estuquistas y los pintores de arabescos, llevaron consigo modelos, a partir de los que copiaron con exactitud, porque la forma que en una ocasión consiguieron alcanzar debió emplearse constantemente, para producir un efecto más seguro y piadoso y fortalecer de esa manera su autenticidad.
Comoquiera que fuese aquello, se puede decir que la obra de la que estamos tratando ahora, en relación a su especie y su época, es buena, auténtica y una antigüedad oriental. Y, como la copia fiel en litografía es accesible a cualquiera, desplacemos nuestra atención hacia la apaisada forma de la cruz que se aproxima a la de una cruz griega constituida por triángulos isósceles. También fijémonos en el sol y la luna que pueden verse en los dos extremos superiores de los lados. Sobre sus discos hay dos niños en los que detendremos especialmente nuestro estudio.
Se trata de bustos con la cabeza inclinada, representados sosteniendo unos grandes velos, como si quisieran ocultar su rostro y secar sus lágrimas.
Que ésta es una antiquísima representación visual de la doctrina oriental que acepta la existencia de dos principios lo sabemos de la interpretación que Simplicio hace de Epicteto cuando irónicamente aquél dice en el párrafo veinticuatro: “Su explicación del oscurecimiento del sol manifiesta una gran y sorprendente erudición, pues dicen: como los males que se tramaron con la construcción del mundo produjeron por su movimiento mucha confusión e inquietud, las luces celestes se cubrieron con velos para no tomar ni la más mínima parte en dicho tumulto, y las oscuridades no son ni más ni menos que ese ocultamiento del sol o de la luna bajo su manto”[289].
Sigamos avanzando según estos principios históricos y pensemos que Simplicio viajó con otros filósofos occidentales a Persia en tiempos de Manes[290], el cual pintaba muy bien o estuvo en relación con un diestro pintor, pues adornó su Evangelio con imágenes muy expresivas que hicieron que éste tuviera la mejor acogida posible. Y así sería posible que esta imagen procediera de allí, pues los argumentos de Simplicio van dirigidos contra la doctrina de los dos principios.
Sin embargo, como, en estos asuntos históricos, de una investigación estricta siempre surge una incertidumbre mayor, no queremos afirmar firmemente aquí, sino sólo insinuar, que esta idea de la Externstein haya sido creada conforme a una antiquísima forma de pensar oriental[291].
Por lo demás la composición de la obra tiene, por su sencillez y nobleza, rasgos auténticos. Un personaje inclinado sobre el cadáver parece haber bajado de un pequeño árbol que se ha arqueado por el peso del hombre, con ello se han suprimido los siempre desagradables guías. El portador está vestido de forma distinguida y situado de forma digna y respetuosa. Sin embargo alabamos preferentemente que la cabeza del Salvador inclinada hacia atrás esté apoyada sobre el rostro de la madre situada a la derecha y que sea suavemente presionada por su mano. Se trata de un encuentro bello y digno que no hemos vuelto a ver a pesar de que está en consonancia con una madre tan sublime. En representaciones posteriores ella aparece desatando vivamente su dolor, incluso desfallecida sobre el regazo de sus acompañantes femeninas[292], hasta finalmente ser vista tendida boca arriba e indignamente sobre el suelo en Daniel de Volterra[293].
Tal vez los artistas no han sabido qué hacer con la posición horizontal de la madre, que parte en dos el cuadro, pues esta línea les parece imprescindible como contraste de la cruz que bruscamente apunta hacia arriba.
Se percibe cierta huella de maniqueísmo que queda confirmada por la siguiente circunstancia: mientras Dios Padre aparece sobre la cruz mostrando la bandera de la victoria[294], en una gruta bajo tierra un dragón con cuerpo de serpiente y garras de león, encarnando el principio del mal, se enrosca a dos hombres arrodillados uno enfrente de otro[295]. De esta manera se mantiene el equilibrio entre ambas supremas potencias cósmicas, por lo que la gran víctima situada arriba no puede ser salvada.
No olvidemos añadir que en la obra de Seroux d’Agincourt, Histoire des Arts par les Monuments, y concretamente en su lámina 163, aparece una pintura que representa un Descendimiento, en la que encima a un lado se ve claramente al niño del sol, mientras que el niño de la luna se ha difuminado por el paso del tiempo.
Ahora para acabar recordaré que se pueden ver imágenes similares en láminas sobre Mitra, por ello me referiré a la primera lámina de la obra de Thomas Hyde Historia religionis veterum Persarum, Oxford, 1700, donde los antiguos dioses Sol y Luna[296] aparecen en relieve surgiendo de entre las nubes o tras las montañas, además me referiré a las láminas XIX y XX de los Mithrageheimnissen [Los misterios de Mitra], de Heinrich Seel, Aarau, 1823, donde las citadas deidades son representadas simbólicamente en unas conchas en bajorrelieve.