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SEGÚN FALCONET Y MÁS ALLÁ DE FALCONET

(1775)

Según Falconet y sobre Falconet[50]

“PERO —quizás dijera alguno—, ¿acaso estos tonos, esta transparencia en el mármol que produce la armonía, esta armonía misma, no le inspiran al artista esa suave y sutil gradación que él aplica a sus obras? ¿No le priva por el contrario la escayola de una fuente de armonías que tanto ennoblecen la pintura y la escultura?

Ésta es una observación superficial. El artista encuentra en los objetos una armonía diferente que en el mármol que representa estos objetos. La naturaleza es la fuente a partir de la que continuamente crea y allí no tendrá miedo de ser un colorista mediocre como podría serlo partiendo del mármol como modelo. Compárese, desde este punto de vista, a Rembrandt y a Rubens con Poussin y decídase luego qué gana un artista con su trato con el mármol. También el escultor busca armonía en su material, él sabe cómo verla en la naturaleza. La encuentra tanto en la escayola como el mármol[51], por eso es falso que el vaciado de un mármol armónico no sea también armónico. De otro modo no habría sentimiento en nuestros modelos; el sentimiento es armonía y viceversa.”[52]

Los aficionados a los que les encantan estos tonos, estas sutiles vibraciones, no se equivocan. Pues se manifiestan tanto en el mármol como en toda la naturaleza, sólo que se perciben mejor en éste debido a la simplicidad y fuerza del efecto. Y el aficionado, como lo ve por primera vez aquí, cree que no se pueden encontrar en ningún otro lugar, o, al menos, en ningún lugar con tanta fuerza. Pero el ojo del artista lo descubre en todo lugar, ya sea en el taller de un zapatero o en un establo, ya mire el rostro de su amada, sus botas o a la Antigüedad. En todo lugar percibe estas vibraciones divinas, estos tonos suaves con los que la naturaleza aúna todos los objetos en una totalidad. A cada paso un mundo mágico se abre ante él, un mundo que siempre, e intensamente, ha rodeado a todo gran artista cuyas obras han inspirado la veneración de los rivales y han refrenado a todos los detractores, ya fueran extranjeros o compatriotas, ignorantes o cultivados y han inducido al desembolso al rico coleccionista.

Todo hombre ha sentido en varias ocasiones en su vida la fuerza de esta magia que sustrae al artista en todo momento y anima el mundo a su alrededor ¿Quién no ha sentido escalofrío al haber penetrado alguna vez en un bosque sagrado? ¿Quién no ha sido alguna vez estremecido con un tremendo horror al sumirse en la noche? ¿A quién no se le ha convertido el mundo en una luz dorada en compañía de su amada? ¿Quién no ha sentido en sus brazos cómo el cielo y la tierra se fundían en deliciosa armonía?

El artista no sólo siente los efectos de esto, él penetra en sus causas. El mundo aparece ante él, he de decirlo, como ante su creador que, en el momento en que está contento de haber sido creado, disfruta de todas las armonías por las que fue hecho y en las que existe. Por ello no entiendo muy bien el significado de la frase “el sentimiento es armonía y viceversa”.

Y esto es lo que se agita en el alma del artista que en él poco a poco se encamina hacia la más lúcida expresión sin haber pasado por la mente.

Esta magia es también la que emana de las salas y los jardines de los grandes señores. Aquéllos han sido diseñados y decorados para el paso, para servir de escenario a los que les restriegan a los otros su propia vanidad. Sólo allí donde habita la honestidad, la necesidad y la interioridad se puede encontrar el poder de la poesía, y pobre del artista que abandone su pequeño gabinete para mariposear por los grandes palacios de la Academia. Pues si está escrito que es difícil que un rico entre en el Reino de Dios, es igual de difícil que un hombre que se acomode a las modas cambiantes, que disfrute de la magnificencia de oropel del mundo moderno llegue a ser un artista lleno de sentimientos. Todas las fuentes de sensibilidad natural que estuvieron abiertas a la totalidad de nuestros padres se le cierran. El papel pintado, que a los pocos años de estar en la pared pierde su color, es un síntoma de su mentalidad y una metáfora de su obra.

Ya se han gastado tantas hojas escribiendo acerca del decorum que podría también incluirlas aquí. Me parece que lo apropiado se confunde en todo el mundo con lo comúnmente aceptado y ¿qué es en el mundo más apropiado que aquello que se siente? Rembrandt, Rafael, Rubens en sus pinturas religiosas me parecen santos que en todo lugar, ya fuera en sus estrechas habitaciones o a campo abierto, sentían la presencia divina, y no necesitaban el esplendor circunstancial de templos y sacrificios para apresarlo a Él en sus corazones. Coloco juntos a estos tres maestros que han sido habitualmente separados por montañas y océanos[53], pero podría haber añadido otros muchos grandes nombres y mostrado que todos comparten este importante atributo.

Un gran pintor, como cualquier otro, atrae al espectador por los grandes y pequeños rasgos de la naturaleza, de tal manera que éste se ve transportado hacia el periodo de historia representado, todo ello con el estilo y sentimientos del pintor. ¿Y puede exigírsele más a quien consigue dar vida a la historia de la humanidad hasta el punto de hacerle tomar parte de ella?

Cuando Rembrandt representa a la Madre de Dios como la mujer de un granjero holandés, algún mezquino crítico puede entender que esto contradice la historia que relata cómo Cristo nació en Belén en la tierra de los judíos. “Los italianos lo han hecho mucho mejor”, dice él. Y ¿cómo lo han llevado a cabo? ¿Ha pintado Rafael algo diferente o algo más que una amante madre con su primer y único hijo? ¿Había algo diferente que extraer de este motivo? ¿No ha sido el amor materno en todos sus matices una rica fuente de material para los poetas y los pintores de todas las épocas? Pero se ha privado de toda su sencillez y verdad a las historias bíblicas al intentar ennoblecerlas y adaptarlas al rígido decorum de la Iglesia. Así el corazón no se siente partícipe de ellas y por el contrario los sentidos de los poco refinados se ofuscan. ¿Está sentada María entre los arabescos de un tabernáculo como si exhibiera a su hijo para que los pastores le dieran dinero o como si, después de cuatro semanas, hubiera aprovechado el ocio del sobreparto para arreglarse para el honor de esta visita? Entonces, esto sí que es pertinente, sí que es adecuado, y no contraviene la historia.

¿Cómo afronta Rembrandt esta objeción?[54] Nos lleva a un oscuro establo; la necesidad ha obligado a la madre, que tiene a su hijo en sus brazos, a compartir el espacio con el ganado; ambos están cubiertos hasta el cuello de heno y de vestimenta; todo está oscuro, salvo una lamparita que enciende el padre, él está sentado con un librito y parece leerle algunas oraciones a María. En este preciso instante entran los pastores. El primero, que porta una linterna, mira el heno mientras se quita el gorro; ¿podría estar mejor expresada la pregunta: “Es éste el recién nacido Dios de los judíos”?

Así es ridículo todo decorum[55] pues también el pintor que, a vuestro parecer, observa mejor, lo hace sólo durante un momento. No aprobaríamos que pusiera copas normales sobre la mesa de un hombre rico, por eso utiliza contornos extraordinarios, os seduce con recipientes desconocidos procedentes de un armario de trastos y os deja atónitos y produce veneración con una aristocracia invertebrada de seres sobrenaturales con unas túnicas magníficamente plegadas. El artista no pintaría o no podría pintar aquello que no ha amado o no ama. ¿Os parecen demasiado entradas en carnes las mujeres de Rubens?[56] Yo os digo que ésas eran sus mujeres y si hubiera poblado el cielo y el infierno de formas ideales, habría sido un mal marido y nunca hubiera sido la poderosa carne de su carne ni las piernas de sus piernas[57].

Es una estupidez exigirle al artista que emplee muchas formas o todo tipo de ellas. ¿No emplea la naturaleza las mismas formas en regiones enteras? Aquel que quiere ser general no llega a ser nada: la limitación es tan importante para el artista como para todo aquel que quiera crear algo significativo. Ceñirse a los mismos objetos, al armario lleno de viejos cachivaches caseros y a los maravillosos andrajos es lo que hizo único a Rembrandt. Tan sólo quiero referirme aquí a la luz y los sombreados, aun cuando esto se aplique también al dibujo. Tratar la misma forma bajo un tipo de luz llevará a cualquiera que tenga ojos a ver los secretos de cómo se muestra tal como es. Tomemos la misma forma bajo todo tipo de luces, y ésta aparecerá más vivida, más cierta, más tridimensional para ti, de tal forma que se hará parte de ti. Pero recuerda que todas las capacidades humanas tienen sus límites. ¿Cuántos objetos puedes captar que luego puedas recrear en tu mente? Pregúntate esto, deja tu ámbito casero y extiéndete tanto como puedas por todo el mundo.