DÍA 4
MAÑANA DEL DOMINGO
La luna se había ocultado tras una nube, lo que provocó que la figura de Alice Russell quedara envuelta por las sombras cuando desapareció por un lado de la cabaña.
Al otro lado del claro, la persona que la observaba salió de detrás de la pared de eucaliptos al tiempo que se subía con torpeza la cremallera del pantalón. Un leve olor a orina, caliente sobre el suelo frío. ¿Qué hora era? Casi las cuatro y media de la madrugada, según indicaban los dígitos brillantes del reloj de pulsera. Un rápido vistazo a la cabaña le reveló que en ella no había movimiento.
—Mierda.
El observador vaciló y después rodeó la edificación agachado. Las nubes se abrieron y la hierba crecida resplandeció, plateada y vacía. La pared de árboles estaba inmóvil. Alice había desaparecido.