VI. PODER
Una cosa es alcanzar la máxima posición en una comunidad y otra muy distinta conservar dicha posición día tras día, mes tras mes. Figan alcanzó este objetivo gracias al sostén de hermano, pero Faben no iba a estar allí todas las horas del día y todos los días. ¿Cómo se las arreglaría Figan si uno de los otros machos pretendía modificar el nuevo orden?
La prueba no tardó en llegar. Faben, envuelto en románticos juegos con una hembra, desapareció durante tres semanas en el extremo norte de los límites de la comunidad. Figan estaba extraordinariamente inquieto, por lo que Humphrey y Evered, con el aliado a distancia, podían haber aspirado a ser los nuevos alfa. Figan trepaba a menudo a un árbol alto desde cuyas ramas superiores miraba en todas direcciones buscando cualquier señal de la presencia de su hermano. De vez en cuando emitía el largo y potente grito que utilizan para llamar la atención en tiempos de necesidad, lo que llamamos un grito de SOS. Pero Faben estaba demasiado lejos para oírle y Figan se vio obligado a confiar en sus propias fuerzas.
Me vino a la memoria el día en que le quitamos los bidones a Mike, al principio de su reinado como alfa: Mike había puesto su confianza en ellos durante la lucha, del mismo modo que Figan había confiado en Faben. Mike, en su esfuerzo por compensar la pérdida, hizo grandes esfuerzos para realizar sus impresionantes exhibiciones de distintas maneras. Lanzaba las rocas más grandes, arrancaba y agitaba ramas enormes, incluso dos a la vez. Una vez acometió a un grupo de machos adultos con una palma en cada mano e incluso se detuvo para coger una tercera. Mike se fue tranquilizando muy lentamente cuando se dio cuenta de que sin sus preciosos bidones podía mantener igualmente el respeto de los otros machos.
Y ahora, diez años después, Figan respondía a una situación parecida de la misma manera. La frecuencia y el vigor de sus exhibiciones aumentó dramáticamente; era un maestro a la hora de planear estas actuaciones. Así, si era posible, se dirigía sesgadamente colina arriba sobre un confiado grupo y después atacaba. Esto no sólo le daba la ventaja del factor sorpresa, sino que le permitía aparecer de la manera más impresionante desde arriba. Y, desde luego, era menos cansado correr cuesta abajo; por tanto podía disponer de más energía por si era necesario repetir la exhibición en caso de insubordinación.
Más efectiva era su actuación arbórea al empezar a amanecer, cuando todo estaba casi oscuro y el resto del grupo estaba o permanecía acostado. Se organizaba un pandemónium, con confusos chimpancés gritando y alborotando desde sus nidos. Figan saltaba de rama en rama en todas direcciones, sacudiendo la vegetación, chasqueando grandes ramas y, como máxima medida, aporreando de vez en cuando a algún desgraciado subordinado. La confusión y el miedo eran increíbles. Y entonces, cuando era reconocido por todos como su nuevo alfa, todo él exultaba majestad, sentándose en el suelo como el gran jefe de una tribu para recibir la obediencia de sus súbditos.
Así pues, como resultado de su elevado grado de motivación y determinación y el dispendio de tan gran esfuerzo, Figan se mantenía en la máxima posición. Y cuando Faben volvía por fin al centro del área de la comunidad, Figan era capaz de relajarse y disfrutar por completo del fruto de su trabajo: el respeto de todos los demás miembros de su grupo social y el derecho a acceder el primero a cualquiera de los lugares de alimento o a toda hembra atractiva que le fascinara. Era el Poder.
Un día, poco después del regreso de Faben, vi cómo los dos hermanos, que temporalmente estaban en el mismo territorio, se acercaban a otros tres machos que estaban comiendo pacíficamente frutos caídos. Como Figan, seguido de cerca por Faben, cargaba contra ellos, gritaron y se encaramaron a los árboles. Los dos hermanos se sentaron con los pelos erizados y miraron arriba entre las ramas. Satán, que era bastante más grande que el nuevo alfa y estaba en su mejor momento, se precipitó hacia abajo y con fuertes gruñidos de sumisión apretó su boca contra el muslo de Figan.
Y Figan, completamente relajado, absolutamente seguro de sí mismo, tendió una mano munificente hacia la inclinada cabeza. Entonces, viendo que Satán empezaba a acicalar a Figan, Jomeo y Humphrey se aproximaron también para presentarle sus respetos, y por un momento Figan se vio acicalado por los tres.
Faben nunca llegó a ocupar un alto lugar en el ranking de los machos a causa, probablemente, de su brazo paralizado. Como hermano del alfa era tratado con un nuevo respeto por los otros machos, al menos mientras Figan rondaba por los alrededores. Es probable que Faben se percatara de ello enseguida, ya que, después del primer periodo de tres semanas que pasó en el norte, rara vez pasaba más de unos cuantos días alejado de Figan.
Alguno de los machos adultos pasaba mucho tiempo en solitario; incluso Mike, cuando era alfa, sentía de vez en cuando la llamada de la soledad. Pero Figan, desde su más tierna infancia, había metido la nariz en todo y era intensamente feliz formando parte de un ruidoso y excitable grupo de machos y hembras, siendo el mejor. Ahora que Faben pasaba tanto tiempo con Figan, se hizo mucho más sociable. Ambos hermanos formaban juntos el eje a cuyo alrededor giraba la rueda de la sociedad. Los otros chimpancés, particularmente los machos, quedaban tan fascinados como intimidados cuando Faben marchaba con su espléndido caminar erecto, balanceando su brazo tullido, el pelo erizado, uniéndose a las exhibiciones de su alfa.
En los dos primeros años de su reinado Figan alcanzó una posición de poder casi absoluto sobre la comunidad. Ello significaba que podía, si así lo deseaba, mantener los derechos de cópula sobre toda hembra que le gustara, y además en exclusiva. En cuanto proclamaba su interés amenazando a cualquier posible pretendiente que se aproximara demasiado, su mera presencia cerca de la pareja del momento solía bastar para inhibir el avance sexual de los otros machos. Estableció un patrón de conquista de la comunidad de hembras, tomándolas una después de otra cuando estaban en su más alto grado de seducción, durante los últimos cuatro o cinco días de la hinchazón y enrojecimiento de la zona isquiática.
La privilegiada posición de Faben en aquella época era muy clara; participaba al mismo tiempo de las posesiones sexuales de su hermano y de ciertos preciosos artículos alimenticios, como la carne. Y Figan recibía una ayuda decisiva por su generosidad: Faben le ayudaba a vigilar a la novia de turno cuando Figan estaba momentáneamente ocupado en otra parte. Sin embargo, ni siquiera Figan y Faben juntos podían evitar que la hembra tuviera algún apareamiento ocasional clandestino con alguno de los frustrados machos del ranking amoroso. Sus oportunidades empezaban cuando la atención del macho alfa y de su hermano estaban temporalmente en otra cosa. Una vez, por ejemplo, cuando Figan y Faben estaban intentando localizar una tropa de monos colobos intentando conseguir carne de mono, otros tres machos copularon con su hembra en rápida sucesión. ¡Ninguno de los hermanos se enteró!
Sorprendía observar como las hembras siempre cooperaban en estos actos ilícitos. Porque cuando Figan se enteraba corría hacia la pareja y, muy a menudo, golpeaba a la hembra por su infidelidad. Lo cual tenía más sentido que atacar al macho rival con una escaramuza, con lo que habría dejado otra vez a la hembra sin vigilancia y en situación de copular rápida y clandestinamente.
El macho que conseguía copular más veces con las hembras de Figan era el adolescente Goblin. Estaba completamente fascinado por el sexo e, incidentalmente, fascinado también por Figan. Porque éste no lo veía como un rival (tenía solo nueve años cuando Figan tomó el poder) Goblin podía mantener una sorprendente proximidad con las distintas hembras con las que el macho alfa satisfacía sus necesidades sexuales. Así, si se distraía aunque fuera momentáneamente la atención de Figan, Goblin aprovechaba su ventaja. Y puesto que el acto sexual se limitaba a diez o doce empujones con la pelvis, bastaba la más pequeña oportunidad si las hembras colaboraban, lo que solían hacer. Goblin se mantenía tan cerca de aquellos tentadores traseros rosados que esa capaz de obtener unos momentos de gratificación sexual en cuanto Figan se internaba por los densos matorrales.
Algunas veces un macho adolescente elige a uno de los machos seniors como su «héroe». Es atento con todos, pero es a su héroe al que observa más de cerca y con el que el más estrechamente viaja cuando deja a su familia. Figan, sin sombra de duda, era el héroe de Goblin. Solía imitar el comportamiento de Figan después de observarle con atención. Un día contemplaba cómo Figan efectuaba una magnífica exhibición, arrastrando una gran rama, golpeándola y estampándola contra el suelo y tamborileando en los contrafuertes de un gran árbol. Goblin, desde una discreta distancia, le miraba intensamente y entonces se exhibía a su vez, siguiendo la misma ruta que Figan había tomado, arrastrando la misma rama y tamborileando en el mismo árbol. Me recordaba los tiempos en que Figan practicaba con los bidones vacíos de Mike.
Figan, por su parte, era muy tolerante con esta pequeña y persistente sombra, pero de vez en cuando, si Goblin estaba demasiado cerca —cuando estaba comiendo, por ejemplo— Figan le amenazaba ligeramente. Esto sumía momentáneamente a Goblin en un delirio de disculpas. Algunas veces Figan apoyaba a su joven amigo en sus problemas con otros individuos. No nos dimos cuenta entonces del alcance de las consecuencias de la especial relación existente entre Figan y Goblin.
Bajo la ley de un poderoso macho los conflictos entre los otros miembros de la comunidad pasaron a ser mínimos, porque utilizaba su posición para prevenir las luchas entre sus subordinados. No siempre era evidente su motivación. Algunas veces podía ser un genuino deseo de ayudar a un desvalido. Otras, que el alfa cayera y su posición cambiara si otro macho iniciaba la lucha. Recuerdo que una vez Figan y Faben atacaron juntos a una hembra durante la excitación de un encuentro. Pero cuando, pocos instantes después, el joven Sherry atacó la misma hembra, Figan, modelo de caballerosidad, se le montó encima, golpeó al agresor y «rescató» a la hembra. Pero cualquiera que fuese la fuerza impulsora de las intervenciones de Figan en los asuntos de sus subordinados, su comportamiento servía para terminar con incontables disputas. Además, sospecho que muchos posibles agresores, previendo el enojo de su amo, ejercían en mayor medida su propia contención cuando se encontraba en los alrededores. Así Figan, durante sus últimos años de poder, ayudaba a promover y mantener una atmósfera de armonía social entre los miembros de su grupo.
Durante el segundo año del reinado de Figan dos de los estudiantes —David Riss y Curt Busse— me preguntaron si podrían seguir a Figan, controlar sus movimientos, comportamiento y relaciones con otros chimpancés durante cincuenta días consecutivos. Yo no estaba segura. Quizás iba a ser algo más que una intrusión en su vida, quizás lo intranquilizarían o irritarían. Pero había un precedente: seis años antes Flo había sido seguida durante dieciséis días en un intento de ver el nacimiento de su último hijo (el intento falló porque la criatura nació de noche). A Flo no pareció importarle, y Figan era tan tolerante con los humanos como ella lo había sido. Por eso acepté, con la condición que cancelaran el seguimiento si Figan se alteraba.
La maratón empezó el 30 de junio de 1974 y continuó hasta el 18 de agosto. David y Curt, ambos acompañados por personal de campo, se turnaban cada cuatro días, de modo que mientras uno trepaba por las montañas detrás de Figan el otro escribía la información recogida y descansaba después de los cuatro arduos días de seguimiento. Los cincuenta días con Figan proporcionaron valiosísimos datos sobre el comportamiento y la vida social de uno de los más poderosos machos alfa que Gombe ha conocido cuando se hallaba en el cenit de su carrera.
En aquella época cada noche, cuando todos los estudiantes se reunían para cenar, tenía lugar un intenso intercambio de información. Alrededor de la mesa se contaban multitud de historias: los relatos de Caroline Tutin sobre la vida sexual de varias hembras, las descripciones de Anne Pusey sobre la adolescencia, las historias de Richard Wrangham referentes a la alimentación y comportamiento territorial e incontables anécdotas sobre al desarrollo de crías contadas por jóvenes dedicados al estudio de las relaciones madre-hijo. Y ahora disponíamos diariamente, además, de los relatos acerca de Figan.
Durante los cincuenta días hubo dos hembras en celo sexualmente populares y Figan las monopolizó una tras otra. La primera fue Gigi. Gigi es grande y estéril y ha tenido un ciclo sexual detrás de otro desde 1965 sin interrupción alguna por embarazos o nacimiento; en cierto modo es un tanto masculina. Tiene su propia forma de ser y no se somete fácilmente ante las amenazas de los machos. No había duda de que en los días de celo controlaba los movimientos de Figan, y por consiguiente, a todo el grupo. Por ejemplo, un día que los chimpancés se dirigían a cierto lugar buscando una fruta llamada kifumbe, Gigi dejó de repente el camino y penetró en la maleza. Figan y Faben la siguieron inmediatamente, mientras los otros se quedaban esperando. Unos treparon a comer otras frutas; el resto se sentó o se tumbó en el suelo.
Gigi buscó un nido de siafu, esas perversas hormigas mordedoras, hormigas que constituyen una delicia para los chimpancés. Cuando lo encontró arrancó una rama recta de un arbusto cercano, la despojó de las ramas pequeñas y quitó cuidadosamente la corteza hasta hacerse con una buena herramienta de unos noventa centímetros de largo. Metió un poco la mano por la boca del hormiguero y cavó frenéticamente durante unos segundos hasta que las hormigas empezaron a salir en tropel. Rápidamente comenzó a meter su herramienta por el hormiguero, esperó un momento y luego la retiró cubierta de una increíble cantidad de hormigas. Con movimientos rápidos, barrió el palo con su mano libre, se llevó a la boca todas las hormigas y masticó con fuerza. Mientras las hormigas salían del nido en cantidades aún mayores, agitadas por la intrusión, Gigi se subió a un arbolito y, utilizando su palo, continuó comiendo. Muy a menudo tenía que agitar el pie frenéticamente y dar patadas al árbol para repeler a las hormigas que se dirigían hacia la causante de la intrusión. Usaba una mano para agarrarse al árbol y la otra para pescar las hormigas, sosteniendo la herramienta con el pie entre ataque y ataque, de manera le quedase una mano libre para meterse las hormigas en la boca. Sin embargo, a pesar de las dificultades, no desfalleció.
Figan, mientras tanto, había empezado a pescar siafu. Pero a los diez minutos abandonó su herramienta y se apresuró a quitarse las hormigas que plagaban sus brazos y sus piernas. Faben entonces cogió la herramienta abandonada, pero después de pescar dos minutos también lo dejó correr. Ambos hermanos partieron entonces en la dirección de los deliciosos kifumbe.
Gigi, sin embargo, no los siguió. En aquel momento se había instalado en una rama baja justo encima del termitero y, desde este lugar de relativa inmunidad, continuaba comiendo hormigas. Por este motivo Figan y Faben se sentaron y esperaron. Poco tiempo después Faben se tendió y cerró los ojos. Pero Figan comenzó a ponerse más y más impaciente. Siete veces pronunció su característico gruñido de ¡vámonos!, pero Gigi ignoró completamente sus llamadas. De vez en cuando él le tiraba ramitas, instándola así a seguirle. Pero no lo hacía con fuerza suficiente y ella no le ponía atención. Solamente cuando hubo pescado durante tres cuartos de hora (con un promedio de alrededor de dos palos llenos de hormigas por minuto) lo dejó por fin y se reunió Figan. Entonces los tres se movieron detrás del resto del grupo.
Al día siguiente, cuando las preferencias alimenticias de Gigi entraron en conflicto con las suyas, Faben la dejó y abandonó el grupo. Pero Figan le permaneció fiel. Durante una hora y veinte minutos, sumando el tiempo de cinco diferentes episodios en un mismo día, la esperó pacientemente mientras comía, gruñendo de vez en cuando un débil ¡vámonos! Pero solamente cuando terminaba por completo de comer, ella bajaba y le seguía calmosamente a donde fuera. Al día siguiente la hinchazón de Gigi había desaparecido y, con ella, el interés de Figan en ser su propietario.
En los pocos días en que Figan y Faben atendían a dúo a Gigi tuvo lugar un hecho más que inusual durante el seguimiento de Curt.
—Inmediatamente después de que los machos dejaron sus nidos, vi copular a Faben con Gigi —nos dijo Curt aquella noche—. De repente Figan se dio cuenta y cargó hacia él con el pelo erizado. Le dio de patadas en la espalda, tres veces realmente fuerte, y Faben chilló un poco y luego gritó violentamente cuando Figan continuó cargando. Momentos después, Figan copulaba con Gigi.
—¿Es la única vez que Figan ha tenido inconveniente en compartir su hembra con Faben? —le pregunté.
—Yo vi cómo pasaba otra vez —dijo Caroline—. Ocurrió cuando Faben estaba copulando en un matorral espeso. No creo que Figan se percatara de quién era en el primer momento. ¡Luego se miraron sorprendidos!
Cuando a Patti le tocó estar en celo, Figan no tuvo que hacer siquiera un intento de aviso para prevenir a Faben de que no copulara con ella. Y en los siguientes cincuenta días no hubo más hembras en celo. Sería crudo y, en conjunto, irrespetuoso para un macho alfa describir aquí la observación de David, efectuada seis días después de la detumescencia de Patti, que le llevó a sospechar que Figan, saludablemente dormido en su nido, soñaba con los placeres sexuales de las semanas precedentes.
Un atardecer, Curt tenía una excitante historia que contar. Figan, que viajaba con Faben, Satán, Goblin y cuatro hembras, había empezado a cazar papiones. Mientras Faben y Goblin se sentaban a mirar, Figan subía lentamente hacia una madre de papión y su pequeña cría negra. Pero ella estaba alerta y, aunque él la persiguió un corto trecho, escapó con facilidad.
—¿Sabes cuál era? —preguntó Tony Collins, uno de los estudiantes que observaban los papiones.
—Sí. Era esa madre de la tropa A con el hijo ciego. ¿Cuál es su nombre? ¿No es Hokitika?
—Bueno, me alegro de que escapara —afirmó Craig Packer, otro miembro del equipo de los papiones. Todos estábamos contentos, aunque el futuro de una cría de papión ciega no es nada halagüeño; de hecho, iba a morir una semana más tarde.
Después de aquello, Figan había permanecido en la copa del árbol mirando en todas direcciones. De repente bajó al suelo y bajó velozmente la ladera. Al acercarse a un enorme árbol muerto, una especie de poste, rompió con desganada unas cuantas ramas y empezó a moverse cautelosamente y en silencio. Mirando a través del follaje, Curt vio un papión muy pequeño, casi una cría, encima del extremo superior del árbol muerto, densamente cubierto de trepadoras. Un macho adulto de papión comía a unos treinta metros de distancia, pero no se percataba de que Figan se acercaba lentamente a su deseada víctima.
—Figan corrió repentinamente hacia el pequeño. Casi lo cogió. Pero de un modo u otro consiguió escapar y saltó al suelo. Fue asombroso: debió ser un salto de al menos cuarenta pies. ¡Y entonces el pequeño aterrizó entre Faben y Goblin!
—Ahora supongo que vas a describir un horrible y sangriento asesinato —afirmó Julie Johnson, otra del equipo de los papiones—. No quiero quedarme a escucharlo.
—No, todo fue bien —Curt la tranquilizó—. Por fin, en aquel preciso momento llegó el papión macho, con lo que se produjo un gran tumulto. El pequeño papión se marchó. El macho se lanzó sobre Goblin y hubo una auténtica y espectacular batalla. No sé cómo se las arregló Goblin, pero consiguió vencer y después ahuyentar al papión. Justo en este preciso momento llegó otro gran macho. Le conocíamos: era Bramble. Empezó a amenazar a Faben y dos hembras de papión se unieron a él. Faben estaba completamente asustado y se encaramó a un árbol.
—¿Figan no le ayudó? —pregunté.
—No, se sentó a mirar. En el mismo sitio donde antes casi atrapa a la criatura. Entonces, después de un momento, bajó y todos los chimpancés se fueron.
De hecho, Figan y su grupo cazaron con relativa frecuencia durante aquellos cincuenta días. Cazaron ocho colobos y mataron siete; Figan, que casi siempre conseguía grandes éxitos como cazador, mató tres.
No hicieron muchos viajes a la periferia de su territorio. Una vez viajaron lejos hacia el sur, penetrando en el territorio de la comunidad vecina de Kahama. Oyeron gritos supuestamente lanzados por los chimpancés de Kahama y se excitaron mucho, abrazándose, sonriendo, viajando silenciosamente, pasando un buen rato observando desde un risco. Pero nada más ocurrió y ya han vuelto todos ya al norte, haciendo frecuentes demostraciones y gritando para aliviar las tensiones producidas mientras estuvieron en territorio extranjero.
Figan, como era de esperar, pasaba más tiempo con Faben que cualquier otro adulto, y joven Goblin solía estar con ellos. Figan también pasó muchos días con Gigi, no sólo cuando estaba en celo, sino también cuando carecía de interés sexual. Y bastante a menudo frecuentaba a su hermana Fifi y a su cría Freud. La mayoría de las relaciones con los individuos de la comunidad eran en aquel momento relajadas y amistosas. Figan dominaba tan claramente que, excepto en los momentos de tensión, como una reunión, no necesitaba demostraciones violentas de fuerza y de dominio.
A no ser que Evered estuviese cerca. Y entonces Figan, acompañado casi siempre por Faben, actuaba con inusual frecuencia y vigor. Pese a su posición de poder total, del apoyo de su hermano y del recuerdo de sus claras victorias sobre Evered el año anterior, Figan seguía sintiéndose amenazado por el rival de su adolescencia.
David estallaba de emoción una noche en la que, como era habitual, nos reunimos para charlar.
—Hoy he visto el más increíble ataque sobre Evered —dijo—. Duró cerca de dos horas.
Sucedió cuando Evered, que estaba solo, se sumó al grupo. Al principio no vio a Figan ni a Faben, que estaban comiendo en la espesa maleza. Pero de repente ambos cargaron contra él y se retiró, gimiendo, hacia un árbol. Figan y Faben se exhibieron ante él unas cuantas veces y luego se sentaron en una de las ramas bajas y empezaron a acicalarse.
—Era patético —dijo David—. Evered estaba algo más de un metro por encima de ellos y emitía constantes gemidos. Los estaba mirando todo el rato, pero ellos le ignoraban y continuaban acicalándose.
—Después de eso —continuó David—, Figan y Faben dejaron el árbol y realizaron unas espléndidas exhibiciones. Lo hicieron hasta cuatro veces en la siguiente media hora.
»Entonces se iniciaron las hostilidades. Figan empezó; se dirigió saltando al árbol de Evered y lo persiguió de rama en rama. En un instante Evered saltó a otro árbol, pero Figan lo persiguió.
»Y durante todo el tiempo Faben lo seguía desde el suelo y Evered gritaba, asustado, fuera de sí, manteniéndose lo más lejos posible de Figan.
David se detuvo.
—Era realmente terrible de ver —dijo. Casi como ver a un gato con un ratón, porque sabía que Evered no tenía escapatoria, a no ser que ellos lo dejasen ir.
En ese momento todos escuchábamos expectantes la historia.
—De repente Evered dio un gran salto a un tercer árbol —continuó David—. Figan saltó tras de él y Faben súbitamente lo alcanzó y empezaron a golpearle. Ambos se precipitaron sobre él hasta que el pobre Ev pudo escapar.
El «pobre viejo Ev» se vio otra vez arrinconado y atacado por los hermanos. Se las arregló para subir a un árbol y sus perseguidores lo atacaron durante diez minutos más, quizá porque llegó otro macho a escena, Figan y Faben se fueron y Evered gimiendo, pudo finalmente escapar.
Un mes más tarde Figan y Faben encontraron a Evered tras dos semanas de separación. Curt observaba la reunión, que tuvo lugar en uno de los árboles altos. Fue tensa y dramática. Figan y Evered estaban abrazados; ambos gritaban. Los otros chimpancés presentes les contemplaban con fijeza. Estaban tremendamente excitados y gritaban con gran algarabía.
—Yo estaba mirando hacia arriba, intentando ver lo más exactamente posible qué estaba pasando —dijo Curt—, cuando ocurrió lo inimaginable.
Hizo una dramática pausa y nos preguntamos qué vendría a continuación.
—Bien, ya sabes que el miedo y la excitación pueden revolverte las tripas —continuó Curt—. Una de esas desdichadas criaturas (estoy bastante seguro de que era Gigi) se hizo de vientre repentinamente. Quedé cubierto de caca caliente.
Por supuesto que lo sentimos por él, pero lo cierto es que la reunión se colapsó por las carcajadas mientras Curt intentaba aparentar dolor y seriedad. Pobre Curt; había tenido que dejar de lado toda emoción e ir a lavarse al arroyo. ¡Menos mal que tenía cerca un torrente! Afortunadamente estaba con Eslom, que anotó los detalles de la lucha que siguió.
En esta ocasión Evered tenía encima un grupo de cinco agresores, Humphrey, Gigi y un macho adolescente que habían unido sus fuerzas con Figan y Faben. El ataque pareció —y así sonó increíblemente violento y era asombroso que Evered hubiera salido sólo con unas pocas y pequeñas heridas. Permaneció con el grupo el resto del día, pero se fue antes que los otros se instalaran y no le volvimos a ver hasta dos semanas después.
Apenas nos sorprendió que ante esta amarga persecución, Evered estuviera cada vez menos tiempo en la parte central del territorio de la comunidad. Parecía realmente que Figan, con la ayuda de Faben, pretendía echar a Evered de la comunidad de Kasakela.
Y entonces, absolutamente por sorpresa, las cosas cambiaron. Casi exactamente dos años después de llegar a ser el macho alfa terminaron los días de poder absoluto de Figan. Faben desapareció, esta vez para siempre. Gradualmente los otros machos se percataron de que había llegado el momento esperado y empezaron a capitalizar la vulnerable posición de Figan. En grupos de dos, tres o más, conspiraban contra su alfa. Parecía que éste jamás conseguiría mantenerse frente ellos.
Pero por aquella época, en junio de 1975, no había estudiantes americanos o europeos en Gombe para registrar los sucesos.