XIII. GOBLIN

Vi por primera vez a Goblin en 1964, cuando apenas tenía unas horas. En aquel momento escribí: «… Melissa, cansada, miró durante un largo rato la diminuta cara. Nunca hubiera imaginado un rostro tan pequeño y divertido. Era cómico en su fealdad, con grandes orejas, labios pequeños y una piel increíblemente arrugada y más negro-azulada que rosa. Cerraba fuertemente sus ojos para protegerlos de la potente luz del sol, y parecía un gnomo o un goblin»[*].

Diecisiete años más tarde Goblin se convirtió en el indiscutible macho alfa de su comunidad. No fue una victoria fácil, ya que durante seis años desafió a machos mayores que él y la mayoría más grandes. Se arriesgó mucho para triunfar frente a obstáculos a menudo excesivos para él. Ahora el relato de su vida constituye una parte importante de la historia registrada de Gombe.

Mirando hacia atrás me doy cuenta de que Goblin mostró desde temprana edad muchas de las cualidades que son necesarias en los altos estratos de la sociedad de los chimpancés. Siempre determinado a hacer las cosas a su manera, odiaba ser dominado; era inteligente y valeroso y no podía tolerar disputas entre sus subordinados. El accidente descrito al final del capítulo anterior, cuando Goblin fue rescatado primero y luego disciplinado por Freud, es un típico ejemplo de su deseo de control social.

Además de estos rasgos personales, un factor clave del temprano éxito de Goblin fue su extraordinaria relación con Figan, antes de ser ambos machos alfa. Empezó cuando Goblin era muy pequeño. Sin duda fue la presencia de Figan, el apoyo de Figan, lo que otorgó a Goblin la confianza necesaria para empezar a desafiar a los otros machos a una edad desacostumbradamente temprana.

Como todos los machos adolescentes motivados, Goblin empezó a desafiar a las hembras de su comunidad pronto y vigorosamente. En este esfuerzo Figan desempeñaba un pequeño papel, ya que sus exhibiciones raramente se realizaban en presencia de machos adultos. Melissa solía ayudarle en aquellas frecuentes situaciones en las que caía víctima de la vengativa furia de alguien de posición superior. Pero ella no siempre estaba cerca y a menudo Goblin tenía que resistir solo. A medida que sus exhibiciones se hicieron más vigorosas y su confianza aumentó, desafió a más hembras senior y muchas veces era rechazado, a veces por dos hembras temporalmente aliadas. Estos incidentes acostumbraban a acabar en peleas que, al principio, Goblin perdía. Pero aunque escapaba corriendo siempre estaba listo para desafiar a las mismas hembras en cuanto las volvía a encontrar. Nunca abandonaba.

Fue durante este período de su vida cuando Goblin empezó a desafiarme más y más a menudo. Goblin, como Flint, mostraba desde la infancia una tendencia a burlarse de los humanos. Cuando tenía unos cuatro años nos dimos cuenta que iba a ser una auténtica molestia. Se acercaba a mí o a uno de los otros estudiantes y nos cogía por las muñecas. Y se agarraba cada vez con mayor fuerza si tratábamos de quitárnoslo de encima. La toma de datos se fue haciendo cada vez más difícil cuando se encontraba por los alrededores. Finalmente se me ocurrió la idea de armarnos con latas de grasa, aceite usado, margarina, cualquier cosa. Cuando se acercaba nos untábamos rápidamente muñecas y manos. Y puesto que odiaba tener las manos grasientas pronto aprendió a dejarnos en paz. Pero a medida que entró en la adolescencia empezó a molestarnos de otra manera, o mejor dicho, ¡a molestarme a mí!

Los chimpancés pueden distinguir perfectamente entre machos y hembras humanos. Son bastante más respetuosos con los hombres, particularmente con los hombres grandes con voz profunda y resonante. Con las mujeres se toman ciertas libertades. Y creo que Goblin sentía realmente la necesidad de dominarme como había hecho con el resto de las hembras. El hecho que yo fuese de una especie distinta no parecía preocuparle. Así que estuve unos años sin saber cuando Goblin me atacaría desde la maleza, correría detrás de mí o saltaría sobre mi espalda o incluso me golpearía. A veces me ponía llena de morados. Esta irritante —y a veces dolorosa— conducta desapareció al cabo de un tiempo. Yo nunca me rebelaba y por eso supongo que reconoció que me había infravalorado y ya no me volvió a molestar. En realidad, cuando tenía doce años ya era bastante menos agresivo con las hembras chimpancés. Como ya las había atacado y derrotado a todas, lo consideraba una inútil pérdida de tiempo. Pero continuaba atacando a las tres que quedaban: Passion, Fifi y Gigi. Las tres lo atacaban también de vez cuando, pero Goblin tomaba estos contratiempos como un obstáculo más. Pronto habría otras oportunidades. Cuando tenía trece años conquistó con éxito a Gigi, la más dura de las tres. Ahora ya podía dedicar toda su atención al más bajo en el ranking de los machos, Humphrey. El pobre Humphrey, rey destronado, ¡desafiado por un joven! Al principio, cuando Goblin comenzó a actuar frente a él, Humphrey le ignoraba, o movía un brazo en señal de amenaza. Pero Goblin insistía. Llegó el momento en que Humphrey se dio cuenta que no se trataba de la habitual demostración de valor de un joven: significaba el principio del fin. Luego la irritación de Humphrey dejó paso a una nerviosa tensión y empezó a responder los impertinentes desafíos de Goblin.

Esta disputa por el poder entre Humphrey y Goblin puso a Figan en una situación difícil. Su lealtad estaba dividida entre Humphrey, ahora considerado como su «mejor amigo», y el joven Goblin, con el cual había disfrutado durante mucho tiempo de una relación pacífica y casi paternal. Cuando estaba presente durante una de estas disputas, Figan acostumbraba exhibirse entre los dos, lo cual terminaba con el incidente.

El primer conflicto real que vimos entre Goblin y Humphrey tuvo lugar a finales de 1977. Una vez, mientras Humphrey se exhibía frente a él, Goblin lo azotó con un arbolito arrancado del suelo. Humphrey cargó hacia él y Goblin empezó a comer. Pero no Humphrey. Miró ferozmente al joven macho durante cerca de media hora, como si estuviese meditando. Luego actuó otra vez frente a Goblin. Esta vez los dos machos se incorporaron y se golpearon con el pelo erizado. Humphrey empezó a gritar, mientras Goblin permanecía tranquilo. Al final fue Humphrey quien perdió los nervios y, gritando aún, dejó a Goblin dueño del campo.

El segundo incidente se resolvió en una victoria aún más clara de Goblin. Humphrey acababa de copular con una hembra en celo y la estaba acicalando pacíficamente cuando Goblin se aproximó, con el pelo y el pene erectos, claramente deseoso de copular a su vez. Humphrey cargó en el acto contra su joven rival. Pero Goblin, lejos de intimidarse, se incorporó. Ambos lucharon por las ramas, y Humphrey, que pesaba cincuenta kilos contra los treinta y siete de Goblin, fue arrojado del árbol. Huyó corriendo y Goblin, después de mirar un momento, volvió con la hembra y la copuló tranquilamente.

Y así entró Goblin en la jerarquía de los machos adultos cuando sólo tenía trece años, como mínimo dos años antes que otros machos cuyos progresos habíamos registrado. Humphrey quedó por debajo de él; cinco machos quedaban por encima. Por sus maneras era patente que estaba dejando atrás la adolescencia. Pasaba más tiempo acicalando a los machos adultos y a veces ellos lo acicalaban a su vez. A menudo se unía en las exhibiciones que se producían cuando, por ejemplo, su grupo llegaba a un nueva fuente de comida, o cuando dos grupos se encontraban. Solía copular con hembras el pleno celo a la vista de los machos adultos en vez de retirarse a un rincón más privado. Cuando efectuaba una matanza podía retener una razonable porción en vez de perderlo todo a manos de los mayores. Y empezó a tomarse en serio el deber de patrullar.

Goblin aún mantenía una buena relación con Figan. Cuando el alfa se exhibía Goblin, si estaba por allí, se le unía pisando los talones a su héroe, imitando sus acciones. Cuando Figan realizaba una de sus devastadoras actuaciones matinales o vespertinas por los árboles, sacando de la cama a sus chillones subordinados, Goblin solía correr por las ramas sacudiendo la vegetación.

Al año siguiente los progresos de Goblin no se quedaron cortos en cuanto a espectacularidad se refiere. Sistemáticamente empezó a desafiar a los machos senior; primero, los más bajos en el ranking, el fácil Jomeo, el hermano de Jomeo, Sherry, Satán y finalmente Evered, por este orden. Sólo Figan quedaba excluido. En realidad era su relación con Figan lo que le permitía desafiar a aquellos machos mayores y con más experiencia: nunca se hubiese atrevido de no ser porque Figan estaba cerca; y Figan, si estaba allí, casi siempre cargaba a favor de su joven seguidor. Una vez, por ejemplo, Goblin y Evered empezaron a luchar cuando estaban en un árbol. Evered se defendió y ambos cayeron al suelo, enzarzados, golpeándose y dándose patadas. Goblin, que estaba perdiendo claramente este particular combate, empezó a chillar, momento en el cual Figan cargó y Evered salió corriendo.

Otro incidente tuvo lugar cuando Figan no estaba cerca. Empezó cuando Goblin intentó ir a por Satán cuando todo el grupo se estaba desplazando. Esto no podía tolerarse y Satán, mucho mayor y más pesado, atacó al joven macho. Goblin se retiró gritando; pero una hora después, cuando Figan se unió al grupo, Goblin empezó a amenazar a Satán, profiriendo potentes rugidos y exhibiéndose ante él. Y Satán, sin duda anticipándose a la respuesta del alfa, se subió a un árbol y se sentó allí, gimiendo para sí, mientras Goblin actuaba debajo.

Poco después de cumplir los catorce años Goblin podía desafiar a todos los machos senior uno por uno, excepto, claro está, Figan. Y entonces llegó el día en que vimos por primera vez a Goblin desafiando a los hermanos Jomeo y Sherry cuando estaban juntos. Tres veces actuó delante de ellos mientras se acicalaban, acercándose cada vez más. Y entonces, durante la cuarta actuación golpeó de facto a Jomeo. Enfurecidos, los hermanos, cada uno de los cuales pesaba más que Goblin, lo persiguieron. Éste se retiró, pero no tiró la toalla. Cuatro meses después, casi en el decimoquinto aniversario de Goblin, se produjo un dramático conflicto. Jomeo y Sherry se estaban acicalando y al principio ignoraron, o al menos así lo pretendieron, a Goblin cuando empezó a actuar hacia ellos. Pero cuando estuvo realmente cerca profirieron fieros rugidos y ondearon los brazos. La situación fue ganando en tensión y cuando la hembra adulta Miff llegó a la escena fue inmediatamente atacada con violencia, primero por Sherry y luego por Jomeo. Así los hermanos se desahogaron.

Goblin sacó el mayor provecho de la distracción. Inmediatamente de que Jomeo acabase con la pobre Miff, Goblin atacó a Sherry con ferocidad. Rápidamente Jomeo dejó a Miff y se abalanzó, pero sólo ayudó con amenazas orales. Goblin y Sherry rodaron juntos; unas veces Goblin estaba arriba y otras Sherry. Batallaron en silencio hasta que Goblin mordió profundamente a Sherry en el cuello y entonces, con fuertes gritos, Sherry se apartó y huyó. Jomeo lo siguió, gimiendo también. Y Goblin inició la persecución. Durante veinte metros o más los persiguió mientras corrían; entonces se detuvo, se sentó y los miró fijamente con los ojos brillantes. Tenía rastros de saliva por todo el cuerpo. Fue en verdad una victoria emocionante y decisiva. A partir de entonces, Goblin fue capaz e dominar a los hermanos incluso cuando estaban juntos.

Al mes siguiente observamos el primer cambio de actitud de Goblin respecto a su amado héroe. Durante un tiempo estuvimos esperando que Goblin relevase a Figan. En realidad aún estoy sorprendida de que Figan, tan avispado en ciertos temas sociales, no pudiese predecir la inevitable llegada de Goblin a su posición. El primer signo de deslealtad se registró una pacífica tarde en la que, en vez de apresurarse para saludar a Figan, Goblin le ignoró. Después de esto, le ignoró cada vez más a menudo y Figan, notando obviamente el implícito desafío, fue poniéndose nervioso y tenso. Un día en que Goblin apareció súbitamente, Figan comenzó a emitir grititos de miedo y corrió a abrazar a Evered buscando tranquilizarse. Cada vez fue más corriente ver a Figan, temeroso, correr a buscar la ayuda de uno o de otro macho senior. Y a partir de entonces los sucesos fueron avanzando lentamente hasta su inevitable conclusión.

Durante la estación seca de 1979 Figan se hirió de algún modo los dedos de la mano derecha. Cojeaba al andar. Del mismo modo que Figan aprovechaba inmediatamente cualquier signo de debilidad en un superior, Goblin hizo lo mismo. Empezó a desafiar a Figan en persona, exhibiéndose hacia él una y otra vez, a veces golpeándolo cuando huía. Si uno de los machos senior estaba cerca, Figan siempre buscaba apoyo. Y siempre lo conseguía, así que un fuerte sentimiento de unidad creció entre los cinco machos mayores: iban juntos, manteniendo el viejo orden de cosas frente al joven insolente. De esta manera Figan disponía de cuatro potenciales aliados mientras que Goblin, habiéndose enemistado con su amigo de siempre, se quedaba solo. Se apoyaba simplemente en el devastador efecto de sus repetidas y vigorosas demostraciones.

Estaba claro hasta qué punto había aprovechado Goblin su asociación con Figan; había aprendido un montón de «trucos de dominio». Por ejemplo, la ventaja psicológica de sorprender a los otros machos mientras duermen con una vigorosa demostración arbórea sobre sus nidos de buena mañana. Y el valor de la sorpresa, escondiéndose en la maleza cuando un grupo se aproximaba para luego atacar. Ambas técnicas dieron resultados que debieron ser altamente satisfactorios para el joven macho. Pero era evidente por lo envalentonado que estaba, que era una tensa época para él. Cuando se encontraba con parejas de machos senior, Goblin revelaba repetidamente su tensión con repentinas exhibiciones hacia las hembras o los jóvenes de los alrededores, aparentemente sin ningún fin. Una vez más fui yo la frecuente puerta de escape de su ira. Recuerdo una vez que Derek y yo mirábamos como intentaba intimidar a Satán y a Evered, que se estaban acicalando. Goblin los atacó hasta siete veces en total, moviendo ramas y tirando piedras. Cada vez se acercaba a menos distancia de donde estaban sentados, pero ellos ni siquiera le miraban. Goblin se fue frustrando y después de cargar frente a los dos machos por octava vez vino hacia Derek y hacia mí. Evitó a Derek, que estaba sentado junto a mí en el suelo; se volvió hacia mí y me dio un empujón con ambas manos y un doble porrazo con ambos pies antes de exhibirse; luego se sentó, mirando ceñudo al mundo en general.

A finales de septiembre vimos la primera lucha seria entre Figan y Goblin. Goblin ganó, casi decisivamente, pateando a Figan desde un árbol al que se había encaramado. Figan cayó de una altura de unos treinta pies y se fue gritando. Una semana más tarde, después de que Goblin se le hubiese exhibido unas cinco veces, Figan buscó de nuevo refugio en un árbol. Nunca olvidaré el día en que me senté y vi a Figan, en otro tiempo el más poderoso alfa de Gombe, poniéndose más y más nervioso e infeliz a medida que los minutos pasaban. Se movía sin parar. Una vez, con mucho cuidado, empezó a bajar hacia el suelo, pero Goblin, con el pelo erizado, lo miró tan ferozmente que Figan, con gritos de miedo, renunció a bajar. Yo tenía reciente el recuerdo de incidentes similares de cuando Figan hizo sufrir a Evered las mismas humillaciones. Esta vez tuve una interesante visión del humor de Goblin. Terminó por alejarse del árbol de Figan y marchar con Melissa, que estaba sentada en unos matorrales cercanos. Se tumbó en el suelo y ella empezó a acicalarlo. Y luego, casi imperceptiblemente, alcanzó la mano de su madre y empezó a jugar con sus dedos. Allí se quedó, relajado y pacífico, entreteniéndose con Melissa. Y cuando Figan bajó del árbol con grandes precauciones, Goblin le siguió con la mirada, pero continuó jugando.

Era evidente que Figan ya no podía ser considerado como el macho alfa. Pero tampoco Goblin porque, aunque podía mandar sobre cualquiera de los otros machos si se los encontraba a solas, normalmente no podía controlar la situación cuando había dos o tres. Al tener quince años su situación de Goblin era destacada, pero no lo suficiente. Pero no iba a descansar hasta conseguir el dominio y con este objetivo actuaba incansablemente, exhibiéndose junto los a machos senior a la menor oportunidad.

Luego, a mitad de noviembre, vino el Gran Ataque, que durante casi un año volvió a situar a Figan en la cumbre del dominio. Empezó durante una sesión carnívora, cuando la tensión llega al máximo y estallan a menudo incidentes de agresión. Goblin, que se había quedado sin carne, actuó frente a Figan, que disponía de su ración. Figan se puso en pie, rodeado de potenciales aliados. Hubo una dramática lucha que duró más de un minuto, con los dos machos luchando en medio un silencio roto únicamente por las dentelladas. De repente, como en respuesta a una llamada silenciosa, los otros machos adultos presentes —Evered, Satán, Jomeo y Humphrey— se unieron a la refriega, luchando bajo los colores de Figan. Con aquel problemático cinco contra uno Goblin empezó a gritar y a luchar por escapar. Cuando finalmente consiguió liberarse huyó, con Figan pisándole los talones y los otros machos cargando a diestro y siniestro, altamente revolucionados. Goblin resultó herido durante la lucha, con una gran herida en el muslo que todavía sangraba una hora después.

Después de aquello, Figan recuperó parte de la confianza en sí mismo mientras que Goblin, a su vez, se mostraba incómodo en presencia del macho mayor. Un mes después del Gran Ataque, Figan tuvo la satisfacción de ver a Goblin huyendo de una de sus exhibiciones. Aún mejor, cuando Goblin se refugió en un árbol, Figan lo mantuvo allí, tenso e infeliz, durante los veinte minutos o más que permaneció sentado debajo. Habían vuelto a las tablas.

Los otros machos senior, con la confianza adquirida a raíz del Gran Ataque, se apoyaban ahora entre sí contra Goblin con más entusiasmo. La mayoría de machos habrían abandonado las peleas después de una derrota tan seria como aquélla. Pero Goblin, desesperadamente infeliz con la posición presente, estaba hecho de otra materia.

En cuanto curaron sus heridas Goblin, aunque momentáneamente evitó las confrontaciones directas con Figan, volvió a desafiar a otros machos senior. No tardó en repetir las actuaciones y la armonía social volvió a tambalearse. Gradualmente, durante los diez los meses posteriores al Gran Ataque, Goblin fue recuperando su posición hasta que pudo dominar a los otros en solitario, como antes. Y luego empezó a trabajar con el alfa reinstaurado. El pobre Figan, cuya recién recuperada confianza era inestable incluso en sus mejores momentos, acabó desapareciendo. Su mejor amigo, Humphrey, había muerto víctima tal vez de los machos de Kalande. Y aunque Figan había intentado cimentar una amistad con Jomeo y Evered y tenía buen trato con ellos, no tenía a nadie en quien confiar. Cuando Goblin estaba cerca, sus requerimientos de ayuda a los tres machos senior se volvían aún más desesperados.

Al cabo de pocos meses Goblin, una vez más, había intimidado claramente a su héroe de la juventud. Pronto el propio Figan desapareció. Quizás fue víctima de una agresión intercomunitaria. O quizás murió, sólo, de alguna enfermedad. Nunca lo sabremos. Me apenó su muerte ya que lo conocía desde hace muchos años y había admirado su inteligencia y su persistencia.

En ausencia de Figan las exhibiciones de Goblin fueron ganando violencia. Y como respuesta los machos senior se sentaban juntos y se acicalaban casi frenéticamente. Goblin, más duro, intentaba interrumpir este acicalamiento, pero ellos continuaban. Cuanto más intensamente lo hacían adquirían mayor confianza en sí mismos y por más tiempo podían ignorar, o pretender ignorar, su tempestuosa conducta. Goblin se fue frustrando. Por una parte, es mucho más difícil amenazar a un rival que no te mira; por otra, sus rivales estaban mostrando signos de amistad y eso, para Goblin, resultaba difícil de tragar. Tenía que interrumpir estas sesiones de acicalamiento a cualquier precio.

Pero los machos mayores, cuyos ojos parecían sólo unas manchitas entre la piel, pudieron mantener su actitud de desinterés durante unos quince minutos, pero no más. Una y otra vez Goblin actuaba frente a ellos. Se sentaba en medio, jadeando, y los miraba. Finalmente atravesó el umbral de la precaución y atacó efectivamente a uno de los acicaladores.

Estos incidentes eran sorprendentes de ver. Un día, por ejemplo, Goblin llegó repentinamente al grupo que yo había estado siguiendo toda la mañana y en el que estaban incluidos Satán y Jomeo. En cuanto apareció los dos senior, como siempre, se acercaron y empezaron a acicalarse. Goblin, de pie, con el pelo erizado, se quedó mirándolos, pero ellos no prestaron atención alguna. Después de unos minutos empezó una de sus exhibiciones. Los dos machos senior continuaron acicalándose plenamente concentrados. Las hembras y los jóvenes gritaban y se subían a los árboles. Pero Goblin no quería intimidar a éstos, sólo a sus rivales. Se detuvo, se exhibió de nuevo más cerca de los dos machos. Ellos continuaron acicalándose más frenéticamente aún.

Goblin actuó vigorosamente siete veces hasta que llegó a un estado de furia desatada. Luego, durante la octava exhibición atacó a Satán, saltando a un árbol sobre él y golpeando la cabeza del macho mayor. Ahora los que se acicalaban se vieron forzados a responder. Gritando sonoramente atacaron a Goblin, ondeando los brazos. Y a pesar del hecho de que sus adversarios pesaban 54 y 51,5 kilos respectivamente, Goblin, con sus cuarenta kilos, se puso en pie y se atrevió con los dos. Durante más de un minuto se estuvieron sacudiendo; luego, para mi sorpresa, Satán y Jomeo huyeron mientras Goblin los perseguía, arrojándoles rocas. Y entonces, para constatar su dominio, Goblin volvió a atacar a Satán. Después de aquello, como si la tensión acumulada fuese excesiva, Goblin abandonó el grupo.

En una ocasión se produjo una confrontación similar, pero esta vez con Satán y Evered, que finalizó sin una clara victoria de nadie. Goblin dejó a los dos y, de nuevo, se fue solo. Esa vez Hilali lo siguió. Una hora más tarde se encontró a Fifi e inmediatamente la atacó. Luego también pegó a Freud y a Frodo. Acompañado de rugidos y gritos seguía actuando y realizando sus solitarias persecuciones. Cuarenta y cinco minutos después de dejar a Fifi, Goblin encontró a otra hembra, que también fue atacada ferozmente y, al menos por lo que a ella concernía, sin razón aparente. Podemos imaginarle todavía furioso avanzando por la maleza, desahogando su contenida furia, dirigida en realidad hacia Satán y Evered, en el primero que se encontraba.

Durante los tensos contactos entre los machos senior hubo muchas ocasiones en las que Goblin atacaba súbitamente a cualquier inocente que rondara por allí. Estas vías de escape solían ser machos o hembras adolescentes, además de mí misma. Cuando advertía una de estas reacciones de Goblin siempre me ponía en pie y me agarraba a un árbol. Así, si Goblin me golpeaba sería menos probable que me cayese al suelo, ya que nunca me había gustado la idea de estar en el suelo bajo un chimpancé. Normalmente Goblin sólo me golpeaba un par de veces en la espalda al pasar. Tres veces sus ataques fueron peores. Una vez me tiró de un árbol, cayendo al suelo y pegándome entonces patadas deliberadamente. Otra vez empezó a tirar de mí colina abajo y yo estaba aterrorizada temiendo perder el control y caer encima de él. Dios sabe lo que hubiese pasado. Creo que el tercer incidente fue el peor. Empezó con sus habituales tácticas, agarrando el árbol al que estaba cogida, saltó y golpeó con fuerza mi espalda con sus pies. Pero entonces se puso frente a mí y me dio una patada en la barbilla. Mientras lo hacía su enorme boca abierta con cuatro brillantes y afilados caninos permanecía a cinco centímetros escasos de mi cara. Ocasionalmente Goblin golpeó también a alguno del campo de trabajo y creo que todos, tanto chimpancés como humanos, esperábamos fervientemente que alcanzase el dominio lo antes posible y quedase satisfecho de una vez.

Fue por esa época cuando Goblin empezó a aterrorizar sistemáticamente a Jomeo. Incluso a pesar de que estaba claro que Jomeo era el más sumiso al joven macho, Goblin no perdía oportunidad de atacarlo, durante las reuniones u otros períodos de excitación social. En realidad, Goblin lo perseguía tan ferozmente que durante un tiempo Jomeo, a no ser que estuviese con otros machos senior, abandonaba el grupo en cuanto oía la voz de Goblin. Y luego, tras reducir al peso pesado de Gombe a un estado de completa inferioridad, Goblin le hizo propuestas de amistad. De repente lo acicalaba más que a ningún otro macho, compartía comida con él, tranquilizándole en momentos de tensión. Ambos se convirtieron en compañeros de paseo y de comidas. En otras palabras, se hicieron amigos y Goblin, por primera vez desde Figan, cinco años atrás, disponía de un aliado. No muy fuerte, quizás, pero al menos cuando estaba con Jomeo, Goblin tenía la oportunidad de relajarse y disfrutar de la compañía de un macho.

Aproximadamente un año después de la muerte de Figan los otros machos parecieron abandonar. Cansados por los repetidos desafíos de Goblin, le dejaron salirse con la suya. Y así, a los diecisiete años, Goblin se convirtió en el indiscutible alfa, capaz de controlar cualquier situación. Aunque continuaba exhibiéndose a menudo, sus actuaciones disminuyeron en violencia y cada vez menos incidentes acababan en ataque. A largo plazo, la paz volvió para los otros miembros de la comunidad.

Recordando esta fascinante historia está claro que, genéticamente o por aprendizaje, Goblin, como Mike, Goliath y Figan antes que él, mostró un gran coraje y persistencia para alcanzar el dominio a pesar de los contratiempos. ¿Podemos decir que algunos aspectos de los primeros cuidados de Melissa contribuyeron al desarrollo de estas características? Fue una madre atenta, aunque no indulgente. Cuando Goblin tenía dificultades durante sus primeros intentos de andar y trepar, su madre solía dejar que se las apañase solo aun cuando gemía, a menos que estuviese realmente en un apuro, en cuyo caso se apresuraba en ayudarle. No era muy restrictiva, pero tampoco muy permisiva. No era una madre que castigase y no siempre conseguía una obediencia inmediata; Goblin pronto aprendió que, si iba probando, podía hacer las cosas a su manera. Aunque no le golpeaba, cuando las cosas eran realmente importantes, como el destete, la madre imponía su voluntad. En todos los aspectos puede decirse que fue una madre con buenas técnicas educativas. Y en el caso que la conducta de Goblin fuese heredada, por su contribución con un cincuenta por ciento de los genes fue, sin lugar a dudas, una buena madre también a este respecto.