Preludio a un texto en prosa

Debe venir de alguna parte que no es parte

de ninguna,

del cuarto lado de ese triángulo que forman

las dos cervezas y la chica rubia,

en este pub de Chelsea. Simplemente:

queremos tanto a Glenda.

Las papas fritas huelen a pescado

y el pescado no huele: esquives y

sustituciones, estas líneas

y el barman pelirrojo y los Pink Floyd,

cada cosa desplaza lo vecino, lo empuja

a pulirse y brillar como el niño que brota de mujer.

Pero no hay como, aquí: las cosas

son lo que son porque son otras.

Sólo sé que respiro,

y que queremos tanto a Glenda.

Londres, febrero/77