Disculpen si leo estas palabras…[23]

Disculpen si leo estas palabras en lugar de improvisarlas. Me conozco lo suficiente para saber hasta qué punto soy incapaz de decir lo que quisiera cuando siento una emoción tan grande y bella como la que hoy me invade.

Tal vez hubiera sido preferible el silencio que sabe también suprimir la emoción, pero me es imposible callar precisamente el día en que se me otorga la nacionalidad francesa. Hace treinta años que vivo en Francia y mi estatuto de extranjero me ha obligado, como es normal, a quedar al margen de la vida política del país. He podido escribir aquí una gran parte de mi obra y participar de diversas maneras en la lucha que tantos latinoamericanos libramos por la libertad de nuestros países oprimidos por dictaduras; pero al mismo tiempo he debido guardar un silencio total en cuanto a mis opiniones sobre los problemas franceses. Y si esto es posible al principio, cuando uno es realmente un extranjero en el país, ello resulta penoso y humillante cuando se ha vivido tres décadas en Francia y se siente la necesidad y el derecho de manifestar abiertamente las preferencias y los rechazos. Con qué alegría veo que se me atribuye hoy una naturalización que me libera de ese silencio forzado y me permite expresar, como primera opinión pública, mi solidaridad con el gobierno que el pueblo francés acaba de llevar al poder.

Quisiera añadir que este honor tiene para mí un valor simbólico muy especial. Mucho antes de llegar al poder, Francois Miterrand demostró su interés por América Latina y su voluntad de acrecentar la acción de Francia a favor de las libertades y los derechos humanos tan frecuentemente escarnecidos en mi país y en muchos otros del continente. Creo que si el Gobierno me otorga hoy la ciudadanía francesa, lo hace en esta perspectiva, quiero decir, con perfecto conocimiento de mi dedicación a la causa de los pueblos latinoamericanos. Ahora, en estas condiciones nuevas, creo que me será posible contribuir con mayor eficacia a los esfuerzos que Francia quiere emprender en favor de América Latina. Saber que en adelante tendré pleno derecho de participar en la vida política nacional, me incita aún más a aportar mi plena colaboración a los proyectos que mi nuevo país quiera emprender en mis países de siempre.

(1981)