Un brindis, la copa en alto[33]
Si cualquiera de los exiliados argentinos publicara informaciones como las que siguen, la embajada argentina las desmentiría calificándolas de calumnias y mentiras de los «subversivos». Por eso, y porque es mi deber luchar contra el olvido de lo que ocurre en mi patria, me limitaré a sintetizar algunas declaraciones y algunos informes procedentes de fuentes no argentinas o que emanan del interior del país. En vísperas del Mundial es bueno que los lectores franceses lo recuerden antes de encender sus televisores para seguir el apasionante torneo internacional.
A propósito de la Copa, la Agencia France Presse da cuenta de un simulacro de protección que acaba de realizar en un estadio de la provincia de Mendoza, el GES, Grupo Especial de Seguridad. Unos francotiradores ubicados entre el público abren fuego contra los helicópteros que sobrevuelan el terreno de juego; los paracaidistas caen sobre el público mediante escalas de cuerda y atacan con ametralladoras mientras una escuadrilla de aviones lanzan granadas lacrimógenas y perros especialmente adiestrados buscan y localizan a los atacantes. Todo esto sucede naturalmente en un estadio colmado, lo que permite deducir fácilmente las consecuencias de este tipo de «protección».
Casi todos los diarios franceses anuncian el arresto en Buenos Aires de Antonio Sofía, presidente de la Liga por los Derechos del Hombre, poco después de que La Prensa publicara una lista detallada de personas desaparecidas en el país, en vísperas de la apertura del congreso anual de la Liga.
En Le Matin (24 de mayo) Claude Michel ponía en claro las circunstancias de la matanza de prisioneros políticos en la cárcel de Villa Devoto (14 de marzo), presentadas por el Gobierno como una tentativa de fuga de delincuentes comunes. Cincuenta personas fueron muertas a balazos o perecieron carbonizadas sin que las fuerzas del Gobierno contaran víctimas entre sus hombres. Sobre la causa real de sus muertes cito a Claude Michel: «Los expertos del Pentágono habían “programado”, por lo demás, la operación de Villa Devoto en un informe redactado unos meses antes de la matanza: “El Gobierno Argentino ha elaborado planes… que incluyen la eventualidad de ejecuciones en masa de todos los rebeldes, así como la liquidación de los instigadores, hasta normalizar totalmente la situación”». Añade: «En cuanto a los cadáveres, han sido incinerados, lo que pone término a toda identificación y a toda investigación sobre la causa real de la muerte».
Roger Colombani, enviado especial de Le Matin, informa el 25 de mayo:
Buenos Aires, jueves pasado, tres de la mañana. Tres coches, con las luces apagadas, se detienen frente al número 2241 de la avenida Coronel Díaz, en pleno corazón de la ciudad. Se apean varios hombres. Dos de ellos bloquean la calle y empuñando sus armas se introducen en el inmueble. Un cuarto de hora más tarde, salen arrastrando a un prisionero que no se resiste. Lo meten en uno de los coches y el cortejo arranca enseguida, perdiéndose en la noche.
Carlos Grosso, miembro del Instituto de Geopolítica, ex director de escuelas nacionales para adultos, ha sido raptado por los servicios especiales del ejército argentino.
En otro lugar de la ciudad, a la misma hora, otro hombre conoce la misma suerte: Roberto Repetto, ex dirigente de la Unión del Personal Civil de la Nación.
Tal vez reaparezcan, nos dicen al día siguiente los abogados con quienes hablamos de este asunto. Si no los sueltan en el plazo de siete días, habrá que preocuparse, porque se corre el riesgo de no volver a verlos jamás.
En su reunión de Bruselas (25 de febrero) el Grupo 48 de Amnistía Internacional proporcionó informaciones completas sobre los trágicos sucesos acaecidos en Bahía Blanca. El arresto arbitrario y las monstruosas torturas sufridas por el rector, Víctor Benamo, así como el arresto de numerosos profesores de esta universidad, constituyen uno de los ejemplos más concluyentes de la violación de los derechos humanos tal como se perpetra cotidianamente en la Argentina.
En un documento que circula en Buenos Aires, Horacio Domingo Maggio, miembro de la Unión Sindical del Banco de la Provincia de Santa Fe, detenido largo tiempo en la tristemente célebre Escuela de Mecánica de la Armada, dice que encontró en la cárcel a las dos religiosas francesas recientemente desaparecidas. «Para ir al servicio, dos guardianes tenían que sostener a una de ellas que no podía tenerse en pie. Le pregunté si la habían torturado; me respondió que sí y contó que las habían atado a la cama y les habían aplicado la picana en todo el cuerpo.»
La superiora de la Orden de las Misiones Extranjeras, la madre Marie Joséphe Catteau, declara en Le Matin que ha perdido toda esperanza de encontrar vivas a las dos religiosas. Una frase de ese informe resume mejor que cualquier investigación detallada el nivel de la represión en el plano psicológico: «En los quioscos de periódicos un cartel advierte: “La maestra de su hijo puede ser excelente, pero si habla de la pobreza y de la miseria en nuestro país, es una subversiva”».
La Semana, periódico en español publicado en Jerusalén, da detalles sobre la ola de antisemitismo que cunde en la Argentina de resultas de la liberación del periodista judío Jacobo Timerman: «La revista Cabildo ha dicho en su editorial: “Timerman es un cruel representante de cierta raza cuyos miembros llegaron a la Argentina como refugiados. Se trata de un judío, un judío sionista y no solamente sionista sino también judío socialista… Perdonar a Timerman significa abandonar las armas frente a los principales enemigos de nuestra nación. La misión de esos enemigos es destruir el país en el plano religioso y en el nacional”».
La misma revista publica declaraciones del ministro del Interior de la junta, el general Albano Harguindeguy, pronunciadas en ocasión del quinto congreso de la Policía Provincial y Nacional. El ministro afirmó que «la policía, que ha luchado junto a las fuerzas armadas contra la guerrilla, ha adoptado métodos militares y ha caído en formas brutales de represión». Dirigió un llamamiento a la desmilitarización del cuerpo y al respeto de los derechos humanos.
No creo que los lectores de Le Monde hayan olvidado el artículo de Maurice Clavel titulado «La copa se desborda». Y todavía menos el que firmaba Alain Touraine en Le Matin, donde se podía leer: «Sabemos que Chile y Uruguay ya han sufrido una represión violenta y sistemática. Si la denuncia es urgente en Argentina, es porque todavía puede ser útil… En primer lugar es indispensable que cese la ignorancia que ha beneficiado al régimen militar y que le ha servido durante demasiado tiempo para pasar inadvertido».
La embajada argentina calificará sin duda de calumniosas las denuncias presentadas por un grupo de médicos argentinos residentes en Francia (Le Monde, 19 de abril). El texto, que daba informaciones precisas sobre la salvaje persecución de los científicos en la Argentina, terminaba con estas simples palabras: «Amigo, ¿lo oyes?».
Igualmente abrumadoras fueron las declaraciones del doctor León Schwarzemberg en Le Nouvel Observateur del 20 de febrero, cuando invitó a sus colegas a exigir a la junta militar explicaciones sobre el destino de centenares de científicos argentinos, como condición previa a la asistencia al congreso de oncología que tendrá lugar en Buenos Aires el próximo mes de octubre. Acabo de leer además (Le Monde, 28 de mayo) las declaraciones del profesor Mathé, otra eminencia en el campo de la medicina. A buen entendedor… ¿Pero cuántos de nosotros realmente quieren oír? En Le Nouvel Observateur del 29 de mayo, FranCois Schlosser traza el cuadro aterrador de los calabozos y los campos de tortura, y titula su artículo: «Lo que el equipo de Francia no verá en la Argentina». En un recuadro presenta el testimonio de una mujer que, al oír llorar desesperadamente a uno de sus codetenidos en la Escuela de Mecánica de la Marina, se enteró de que acababa de ver cómo le cortaban las manos a su mujer con una sierra mecánica. Amigo, ¿lo oyes?
Paradoja final: el gobierno de los Estados Unidos presentó a fines de abril a la junta militar una lista de diez mil prisioneros y desaparecidos en la Argentina. Que esta protesta la presente el país que carga con la más pesada responsabilidad en lo que se refiere a la situación actual del Cono Sur de América Latina, debería hacer reflexionar a los más escépticos. Por mi parte, me he limitado a enumerar algunas de las pruebas más flagrantes para que el lector juzgue por sí mismo. Mi opinión personal no se añadirá a todo lo que precede porque, claro está, no es más que la opinión de un «subversivo».
(1978)