Capítulo 9
Pasadas las tres de la tarde Aurora llegó a
la agencia, se sentía más viva y constataba que la inyección le
estaba ayudando de manera inmediata. Ya había hecho lo que tenía
pendiente en el banco y debía reunirse con su administradora y
contadora por la suma que se les había dado para el evento y llevar
un estricto control sobre los gastos que iban a tener debido al
viaje. Rebecca le dijo lo que había sido la reunión y ya todos los
involucrados estaban sabidos y preparándose para lo mismo, por lo
que sintiéndose aliviada y satisfecha decidió volver a su casa y
seguir descansando, pero no esperaba saber de la visita que de
improviso le había llegado justo cuando pensaba salir.
—Señorita Warren una persona vino a buscarla
en la mañana —le hizo saber su recepcionista.
—¿Quién? —preguntó presintiendo que podía
ser el médico.
—Una mujer muy elegante.
—¿Elegante? —repitió—. ¿Te dijo su
nombre?
—No quiso.
—¿Qué no quiso? —insistió.
Amy se encogió de hombros.
—Se ve que es una mujer muy fina, tanto así
que viste trajes de algún exclusivo diseñador, o al menos el que
andaba estoy segura que era de Valentino, también usa sombrero,
guantes y hasta la acompaña un guardia y chofer. Anda en algo
parecido a una limosina.
—¡¿Qué?! —tanto Aurora como Rebecca abrieron
los ojos asombradas, ya que ésta segunda no sabía de esa
visita.
—Pues si regresa recíbela amiga —le dijo
Rebecca—. Si es la elegancia andante seguramente se baña en
billetes, no por nada viene a aparentar. Fue una lástima no saberlo
yo, la hubiera atendido al menos para saber lo que quería.
—Rebecca… —Aurora miró a su amiga por el
interés que demostraba.
—Ya sé pero ni modo, así soy, agradece la
suerte que nos ha caído. Primero el guapo canadiense y ahora esta
mujer, seguramente quiere algo muy lujoso para alguna fiesta, tal
vez alguna boda muy pomposa, ojalá vuelva.
Aurora no dejaba de ver a su amiga y luego
se volvió a su recepcionista.
—Amy ¿habías visto antes a esa mujer?
—No señorita, nunca, hasta me atrevo a
asegurar que no es de Ontario, no lo parece.
—Pues si le interesa nuestros servicios
volverá, el problema es el viaje que tenemos en puerta. Si regresa
cuando yo no esté, dile que me deje sus datos para comunicarme yo
con ella personalmente después.
—Está bien.
Amy volvió a lo suyo y Aurora se quedó un
momento pensativa.
—¿Creíste que era el doc el que había
venido? —sonrió Rebecca acompañando a su amiga hacia la salida,
conociendo ya los pormenores del asunto de las flores.
—Becca…
—Ay sí lo pensaste, reconócelo.
—Pues sí, no lo niego.
—Es lindo.
—Ya sí, no empieces.
—Admítelo.
—Becca querida. —Aurora giró sobre sí misma
para ver a su amiga—. Te sugiero que termines con todo lo pendiente
y nos hablamos en la noche, ¿te parece?
Rebecca sabía que Aurora prefería cambiar de
tema que hablar de hombres.
—Ok —alzó las manos rindiéndose y muy
sonriente—. Sigue descansando—. Se despidió dándole un beso en la
mejilla y caminó a su oficina.
Aurora sacudiendo la cabeza por las
ocurrencias de su amiga salió de la agencia para entrar a su coche.
Antes de encenderlo meditó un momento ese asunto, cavilaba en
agradecer o no las flores, si no lo hacía su imagen quedaría mal
ante el médico que buscó una manera de seguir disculpándose y si lo
hacía era posible que él insistiera con el cuento y no se lo
quitara de encima.
—¿Qué hago? —se preguntó en voz alta al
encender su auto.
Lo único que se le ocurrió de momento fue
dar la vuelta hacia el local de la clínica y ver si él estaba ahí,
si no estaba —lo cual rogaba— pues ya había salido de esa
responsabilidad al buscarlo y agradecerle y si estaba pues ni modo,
simplemente darle las gracias y ya.
—Eso es todo —se dijo mientras manejaba—. Un
simple gracias y ya, salgo de este asunto y adiós.
Dio la vuelta y se estacionó al otro lado,
miro a través del polarizado de sus vidrios que ya el lugar si
tenía forma de clínica y hasta el rótulo en madera lo tenía ya
encima de la entrada principal y otras letras pintadas en el vidrio
exterior que decía “pet shop” decoraba el ala destinada —lo que
ella supuso— a la venta de mascotas, medicinas, alimentos y esas
cosas. Alzó las cejas al notar todo y dudó en salir y verlo, sabía
que no sólo debía agradecerle el arreglo sino también pedirle una
disculpa por lo grosera que había sido, cosa que no le hacía gracia
pero para su fortuna de no querer verlo ni tratar con él en
persona, miró que en el rótulo de madera ya estaba disponible un
número de teléfono y se apresuró a anotarlo en su móvil, prefirió
llamar y de esa manera salir del asunto lo más rápido
posible.
—Una llamada será mejor, así no lo veo,
tampoco dejo que los trabajadores me miren otra vez y no tengo que
darle más vueltas al asunto —se dijo con tranquilidad marcando el
número—. Tranquila Aurora, relájate y solamente limítate a
agradecer, eso es todo y tan, tan, asunto olvidado.
Esperó un momento manteniéndose firme y sin
titubear, como sea no dejaba de sentirse avergonzada por su actitud
frente a él.
—Hola, buenas tardes —un hombre contestó al
otro lado y Aurora por inercia se sentó derecha en el asiento de su
auto haciendo que el cinturón de seguridad le estorbara en sus
pechos.
—Buenas tardes, me comunica con el doctor
por favor —habló de manera normal sin poder recordar el apellido
del hombre.
—Con él, pero le aviso que la clínica
iniciará labor hasta el sábado. ¿Quién llama?
—No llamo por un servicio veterinario, soy
Aurora Warren doctor y lo llamo para… agradecerle la gentileza que
tuvo al mandarme unas flores, no eran necesarias.
Maximiliano se quedó rígido al escuchar a la
mujer de la que deseaba tener noticias, sin quererlo se puso
nervioso y acercando una banca de metal y cuero se sentó para poder
hablar con calma y lo más natural posible. Aurora por su parte
miraba hacia la clínica intentando ver en su interior a través de
los cristales pero no miraba la silueta del hombre por ninguna
parte, seguramente estaba en alguna habitación.
—Señorita Warren no sabe el gusto que me da…
y yo no… podía dejar las cosas así —continuó él—. Era necesario
disculparme por lo que pasó y me alegra que las haya recibido,
espero sean de su agrado.
—Están preciosas pero no eran necesarias,
además yo fui muy grosera con usted y también le debo una disculpa
por mi comportamiento.
—No, no se preocupe, el culpable fui yo que
no la vi y eso es algo que me avergüenza mucho y para colmo parece
enferma, lo siento.
Maximiliano se alcanzó una hoja de periódico
y con un marcador permanente que tenía detrás de la oreja anotó con
rapidez el número que le mostraba la pantalla de su teléfono, sabía
que era un móvil privado y era el de ella, no iba a desaprovechar
la oportunidad de tenerlo.
—Yo tampoco fui cuidadosa y también tuve la
culpa y sí, estoy un poco resfriada pero se me pasará.
—Igual espero se recupere y… le agradezco el
que me llamara para aclarar la situación, me siento un poco más
aliviado, espero que… —cerró los ojos y se rascó la cabeza—. Que
podamos comenzar de nuevo como buenos vecinos y… poder llegar a ser
amigos al menos, yo estoy a la orden para lo que necesite.
“O conocerte aún
más” —pensó él mismo rogándole a todos los dioses habidos y
por haber que sus deseos se hicieran realidad.
Aurora evitó tensar los labios cuando le
escuchó decir eso, era necesario cortar ya la llamada.
—Igual doctor, le recuerdo que tengo una
agencia de eventos la cual está a su disposición para lo que quiera
—prefirió irse por la vía laboral—. Y ya debo irme, sólo lo llamé
para agradecerle su gesto, le deseo muchos éxitos en… su clínica y
profesión.
—Gracias señorita Warren, será un placer
contar con su asesoramiento llegado el momento y gracias también
por su iniciativa, no sabe lo aliviado que estoy.
—Me alegra, pase feliz tarde.
—Igual, feliz tarde y cuídese, repose el
malestar.
—Lo haré, gracias, adiós.
—Adiós.
Maximiliano susurró ese adiós de una manera
que hasta el mismo desconoció, su timbre de voz cambió y aunque
había hablado con ella, hubiese deseado más verla cara a cara. Miró
el número que había anotado y rompiendo el pedazo de papel lo
guardó en la bolsa de su buzo, luego lo iba a verificar.
—¿Sólo un trato laboral? —se preguntó un
poco decepcionado frunciendo el ceño y acomodándose sus
lentes.
Al menos ya tenía el número de su desvelo y
sabía que ese sólo podía ser un principio, sonrió algo satisfecho y
silbando volvió a su labor de terminar con los estantes.
Aurora por su parte soltó todo el aire y se
reclinó en su asiento sujetando a la vez el volante, ya había
hablado con él, le agradeció lo de las flores, ya se disculparon,
ya habían quedado en algo parecido a una amistad y nada más.
—Sólo un trato laboral y ya —afirmó Aurora
en voz alta como si supiera los pensamientos del médico mientras
guardaba su móvil en su bolso.
Sintiéndose más tranquila encendió su auto y
como si nada, manejó hasta su casa. Deseaba meterse a su cama y
descansar la gripa otra vez pero con algo de paz.
Esa noche después de cenar con Diana antes
de acostarse decidió arreglar su equipaje y dejarlo listo para el
día siguiente. Iría sólo medio día a la agencia, ella y todos los
que iban a Los Ángeles tendrían la tarde libre para poder
arreglarse y regresar pasadas las cuatro, para verse todos en la
agencia y salir desde allí rumbo a la metrópolis así que escogió
una maleta pequeña y un bolso de mano. Buscó en su armario ropa
casual y también el uniforme a usar durante el evento que los haría
distinguirse a todos, llevaría sólo tres pares de zapatos sin
olvidar sus adoradas y cómodas pantuflas para descansar en el
hotel, su ropa de dormir y accesorios personales y de aseo. Aurora
era práctica y a diferencia de Ariadna, no se quebraba tanto la
cabeza en indecisiones, sabía sus prioridades al momento de empacar
y por eso pronto su equipaje estuvo listo y dejándolo a un lado del
sofá de su
habitación se sentó un momento para revisar
sus correos. Recordó que aún no le enviaba nada a Ethan y buscando
el email de su asistente era lo primero que iba a hacer. Abrió su
bandeja y observando todos los emails en respuesta a lo que había
solicitado hubo uno que le fue totalmente desconocido y que la hizo
fruncir el ceño.
—¿Y este email? —Se preguntó con curiosidad
puesto que no estaba entre los contactos que tenía de la agencia y
dudaba en abrir—. No conozco a esta persona —insistía acariciando
el puntero sin decidirse a abrirlo o no, aunque no estuviera entre
los correos no deseados cosa que si hubiera hecho que lo
ignorara.
Sacudió la cabeza y preparó los documentos
que iba a enviarle al empresario, él era lo primordial por el
momento así que comenzó a escribir.
“Apreciado Sr.
Anderson:
Disculpas por
enviar este email tan tarde ya que mi día ha sido bastante
ocupado dedicándome al evento que
solicitó.”
Obviamente iba a omitir su resfriado, su
estado de salud no era excusa pero tampoco le interesaba a nadie
así que continuó.
“Le adjunto algunas
de las cotizaciones hechas directamente tanto en mobiliario, equipo
y alimentos, como también le
envío los datos del lugar donde se llevará a cabo su evento para
que sus invitados lo sepan con
tiempo. Se trata de un centro de convenciones en un resort en
las afueras de Los Ángeles, un
prestigioso lugar que espero sea de su agrado y esté de acuerdo a
su altura. Mañana seguiremos
trabajando para ultimar detalles en cuanto al menú y la
decoración.
Mi equipo y yo nos
trasladaremos hasta la ciudad por la tarde en donde
personalmente, supervisaremos
todo haciendo las reservaciones correspondientes y trabajar en
instalar todo.
Cualquier duda o
sugerencia no dude en hacérmelo saber para así, proceder a hacer
los cambios antes del sábado por
la mañana.
Sin más por el
momento pase feliz noche y de nuevo gracias por la confianza en
nuestra agencia.”
Aurora terminó de escribir el email con todo
el protocolo y luego de adjuntar los documentos lo envió, esperaba
que a primera hora tuviera una respuesta. Cuando volvió a la
bandeja de entrada miró de nuevo el email del desconocido, se puso
de pie y caminó al tocador para buscar la tarjeta del médico pero
por el nombre se dio cuenta que no era él, regresó a sentarse en su
escritorio y comenzó a cavilar.
—¿Quién será este tipo? —Se preguntaba—.
¿Algún cliente que desee nuestros servicios?
No podía evitar fruncir la frente y antes de
abrir el email se alcanzó un vaso con agua y se tomó una de las
pastillas que le había dado la doctora. La tragó con paciencia sin
dejar de pensar en ese nombre que le era desconocido, así que sin
darle más vueltas al asunto lo abrió.
De: Alonso Quintana
F.
Para: Aurora
Warren
Asunto:
Disculpas
Fecha: Junio 20
2013 14:15 p.m.
Hola Aurora, espero
que estés bien y me recuerdes, disculpa mi atrevimiento pero iré
directo al grano sin tanto rodeo.
—¿Alonso Quintana F.? —Se dijo la chica—. ¿Y
este quién es para hablarme con tanta confianza?
Frunciendo la frente siguió leyendo:
»Para comenzar
déjame decirte que desde que te conocí ayer te instalaste en mi
cabeza sin querer salir de ella y
no te culpo, o tal vez sí, eres inolvidable y por ese motivo no
puedo o mejor dicho, no quiero
que salgas de mi mente así que eso si es culpa y necedad mía, pero
eres lo único que distrae mi mente en estos momentos y prefiero
recrearme así.
—A vaya, que directo es este tipo, ¿pero
cómo que nos conocimos ayer? —volvió a preguntarse Aurora rozando
su sien y siguió leyendo:
»No quiero molestar
y ser inoportuno pero hay un asunto que no puedo dejar pasar por
alto porque a todos nos envuelve, aunque sea de manera indirecta y
por eso me atrevo a hablarlo contigo, porque a estas alturas sé que ya lo sabes. Mis
tíos Andrew y Emma están muy mal por lo que pasa con Lucas y como familia, nosotros los Quintana
Farrell estamos con ellos aunque también nos avergüence lo sucedido.
—¿Pero qué? —Se retorció en la silla
reaccionando por fin—. ¿Quintana Farrell? ¿Este tipo es pariente
de…? —sintió que la sangre comenzaba a hervirle y decidió hacer
memoria, lo recordaba, era el chico del aeropuerto en L.A. el guapo
de ojos verdes que la había confundido con su gemela.
Se calmó y siguió leyendo.
»Por favor no nos
juzgues por lo que este imbécil hizo, no sólo por lo estúpido que
fue con tu hermana sino por el semejante peso que tiene encima y
que para colmo, nos hace cargar también a todos y es el que sea sospechoso de asesinato
que si bien tengo entendido, la víctima se trata de la hija de una mujer que tiene un alto puesto
justo donde trabaja tu hermana. Desearía que se tratara de una broma de mal gusto pero por
desgracia no lo es y esto, sólo confirma lo extremadamente pequeño que es el mundo o que el destino
realmente se burla del ser humano.
»Como ya te
imaginarás todos como familia no estamos bien porque esto nos
afecta de una u otra manera, sólo apelo a tu sensatez y te pido que
no te alejes de la familia sólo por esto, ¿lo
sabe ya Ariadna? Por favor te pido que me
dejes estar en contacto contigo al menos, sin que
llegues a compararme con Lucas que
demasiada vergüenza siento ya.
»Espero acabar con
algunos asuntos pendientes aquí en la universidad para tomar el
primer vuelo a Ontario que encuentre, mi deber es apoyar de manera
presencial a mi familia aunque no sirva de nada pero si algo bueno sale de esto para mí
será el que al menos me permitas verte, tratarte y tener tu amistad para demostrarte que soy
diferente. Lo único que él y yo tenemos en común es el apellido Farrell, nada más.
Quedo a la espera
de tu respuesta.
Saludos y gracias
por la atención.
Alonso Quintana
F.
Aurora se quedó rígida frente al monitor sin
saber qué hacer. Para comenzar, Alonso consiguió contactarse con
ella a través del email de la agencia —para la gerencia— que obvio
no era un secreto de estado habiendo una página web que la
publicitaba y decía claramente a los interesados a dónde ponerse en
contacto, así que no podía quejarse por eso. En segundo lugar sin
titubeos ni preámbulos como dijo fue directo al grano y sin más
rodeos le confesó —parcialmente— que no había dejado de pensar en
ella, cosa que la hizo exhalar con lentitud y en tercer lugar le
comentaba a manera de desahogo lo que pasaba con su familia,
teniendo la seguridad de que ella tenía conocimiento del
asunto.
De: Aurora
Warren
Para: Alonso
Quintana F.
Asunto: Re.
Disculpas
Fecha: Junio 20
2013 22:35 p.m.
Hola señor
Quintana, debo reconocer que su email me ha sorprendido mucho como
también le hago saber que dudaba en leerlo.
Tiene razón al
imaginar que me puedo mostrar esquiva con usted, creo que le quedó
bien claro ese asunto en L.A.
desgraciadamente me es muy difícil no asociarlo con su primo y como
se dará cuenta, es algo que me
molesta mucho. No se trata de “sudar calenturas ajenas”
pero entienda que se trata
directamente de mi hermana, de mi otro yo y por consecuencia me
duele demasiado. Ariadna está muy
feliz en Europa, gracias a Dios se ha sabido recuperar y
está continuando con su vida como
debe ser, puede decírselo a él si quiere.
En cuanto a lo que
pasa sí, si lo sé ya, pero no puedo hacer nada, no voy a decírselo
a mi hermana porque ella tampoco
nada puede hacer. Él la alejó de su vida mandándola por
una coladera, pues ahí que vea él
como le hace en su atolladero ahora. Si le hablo con sinceridad,
le diré que me avergüenza
demasiado también y quiero hacer de cuentas que ese hombre jamás
tuvo algo que ver con la familia Warren que bien lejos del asunto
desea estar. Ahora se trata del prestigio de nuestra familia y como a mí me corresponde,
es mi deber velar porque no se altere ni se nos asocie solamente por una relación pasada que
gracias a Dios es solamente eso, “pasada.”
Le aclaro que
Ariadna no sabe absolutamente nada más que seguramente lo que pasó
con la chica que como dice se trata de la hija de una compañera de
trabajo y nada más, ella tiene una agenda que cumplir en Europa y debe terminarla porque de
nada le sirve venir a Ontario, simplemente a un servicio fúnebre en el que nada tiene
que ver. Disculpe mi frialdad e indiferencia
pero estamos hablando de personas adultas
con la facultad de hacer las cosas en pleno uso de su
materia gris y no por algún retraso
mental, así que para mí no hay ninguna excusa en este
asunto. Como ya se dará cuenta es algo que
me molesta demasiado y no sólo por lo que su primo
le hizo a mi hermana en su residencia,
sino por la aventura sexual vivida descaradamente y sin el
más mínimo respeto por parte de él, así
que le pido por favor que no me vuelva a mencionar
esto.
Que le quede a
usted bien claro esto, entiendo y compadezco a los señores Farrell
que son gente de bien, pero lo
que pase con el imbécil de Lucas me importa un comino, porque lo
que le pasa son las consecuencias
de sus propios actos. Estúpidas decisiones que parece,
haberlas tomado con los huevos en
vez de usar su escaso cerebro.
Que pase buen día
señor Quintana y le ruego no volver a mencionarme nada que tenga
que ver con su primo, si usted decide venir a Ontario es cosa suya
si cree que puede ayudar. Yo prefiero mantenerme al margen porque si lo que desean es
que Ariadna lo sepa pues lo siento mucho, yo no se lo voy a decir para arruinar su estadía
en Europa. Conmigo no cuenten para eso.
Atte.
Aurora
Warren
Gerente General de
“Warren & Smith”
Agencia de
Eventos.
Ontario,
California.
—Lo que me faltaba —se dijo molesta enviando
el email de vuelta—. Espero que me dejen en paz con eso, ya me
están hartando y para colmo me amargaron la noche.
Se dispuso a apagar todo y meterse a la
cama, necesitaba descansar.
—Lo siento Lucas pero esto no te lo voy a
perdonar —insistía deseando tener frente a frente a su ex cuñado—.
Es lo más bajo que le hiciste a mi hermana, por mí te puedes podrir
en la cárcel si eres culpable.
Aurora sabía que su actitud no era correcta,
el poco aprecio que tenía por Lucas —porque sabía cómo era de
carácter y poco se soportaban— había desaparecido por completo, no
sólo cuando hirió a su hermana tratándola mal y cancelando la boda
sino cuando también supo de su aventura sexual en
la playa, olvidando tan rápido todo lo que
supuestamente sentía por Ariadna. Lamentaba la situación de la
familia y por el desprestigio que ahora tenían pero ella estaba
decidida a no hablarlo con Ariadna, no al menos hasta saber un poco
más fueran buenas o malas noticias.
