Capítulo 42
Debía de hacerlo con cautela y de manera
sabia para no herirlo, el interés de Alonso era muy evidente y ella
debía saber qué responder.
—Alonso… —debía saber contestar—. El
veterinario es un amigo y mientras mi situación con Greg no vuelva
a su cauce no puedo tener nada con nadie, ni exponerlos a lo que tú
mismo viviste por mi culpa. No puedo tener una relación seria con
nadie porque… —se detuvo y exhaló—. Porque mi propia existencia no
es sencilla y hoy mismo no me siento bien. Greg no sólo me fastidió
la mañana sino que me dio la noticia de que... otra persona que una
vez fue cercana a mí murió hace unos años y yo no lo sabía,
necesito asimilar esto.
—Siento que tu mañana haya sido fatal pero
ya diste un primer paso apartando a ese hombre de ti, lamento lo de
la persona que murió pero Aurora tú estás aquí y yo también, dame
una esperanza —volvió a sujetar su mano—. Dame un motivo para
seguir con una vida diferente y no vacía, sé para mí. Viviré para
dedicarme a ti y hacer que olvides lo malo que te ha pasado, déjame
intentarlo.
Las palabras de Alonso le dolían y no
deseaba herirlo. ¿Cómo hacer eso posible cuando ella ya había
estado con otro? No lo merecía.
—No puedo, eso sería exponerte, lejos de mí
estarás mejor.
—No lo sabes, no decidas por mí.
—Es por el bienestar de ambos.
—¿Sabes lo que será irme y pensar que tarde
o temprano el médico puede conquistarte? ¿Quieres que viva de esa
manera? Podré estar lejos y sé que la distancia mina las relaciones
aunque sean de amistad, pero ¿Cómo poder seguir cerca de ti con el
tormento de saber también a otro?
—Alonso… —le sujetó la cara—. Si de algo te
sirve lograste tener un lugar especial en mi corazón, me
demostraste ser diferente y eso hace que confíe en ti, que te
aprecie y por eso es que sólo sabiéndote bien aunque sea lejos yo
estaré tranquila.
—Eso no es suficiente para mí.
—Es mi manera de protegerte, no puedo
permitir otra pelea con nadie, lo que hiciste nunca lo voy a
olvidar y te lo agradezco mucho pero no puedo permitir que se
repita ni contigo ni con nadie.
Te ofrezco mi amistad si lo deseas, el
tiempo se encargará de…
—El tiempo no me hará cambiar de opinión —la
interrumpió.
—El tiempo será el único que decida, créeme
que hace cambiar todo, ahora no puedes verlo, yo estuve en tu
lugar, sufrí pero nada más podía hacer. El tiempo es el único que
sana, así como yo veo ahora el pasado desde otra perspectiva sé que
tú lo harás también.
Alonso exhaló y se puso de pie, la
conversación era inútil, sabía que Aurora podía estar confundida
por la situación que la envolvía pero ese hombre cerca de ella no
debía subestimarlo y no se refería al imbécil del ex, sino al
médico que ya había conocido y en quien pudo percibir el interés
por ella. Alonso sabía que una vez que regresara a Toronto perdía a
Aurora para siempre, ¿debía resignarse? Su razón le decía que no y
su necio corazón tampoco pero era mejor que no se molestara delante
de ella y tratara de fingir que podía estar bien, aunque una
despedida de esa manera no iba a soportarla.
—Si te dejas chantajear por un imbécil que
amenaza con ir rompiéndole la cara a todo el que se te acerque creo
que estás mal, siendo así nunca tendrás nada con nadie —le dijo
sintiendo que una mezcla de enojo, tristeza y decepción lo
embargaba por completo. Había tropezado dos veces con la misma
piedra y debía buscar la manera de desahogarse.
—¿Cómo? —Aurora entendió en sus palabras
otra cosa.
—Será mejor que me vaya.
—No Alonso, no así —la chica se levantó y lo
detuvo—. ¿Crees que soy cobarde? ¿Crees que le tengo miedo?
—Pienso que no es justo que te sacrifiques
por eso —le aclaró.
Se acercó a él e impulsada quien sabe por
qué lo abrazó, reconocía que sus palabras eran certeras.
—¿Desde cuándo tener sensatez es sinónimo de
cobardía? —inquirió ella.
—Disculpa creo que ya no… puedo pensar con
claridad —exhaló.
—Por favor no me odies.
—No te odio.
—Pero no te vayas así.
—No puedo evitarlo.
Aurora supo que él no estaba bien y no
fingía. Alonso apelaba a toda su fuerza de voluntad para no
derrumbarse delante de ella y el no abrazarla, era una prueba de lo
que sentía.
—Alonso perdóname —la chica sollozó en su
pecho—. Me duele decepcionarte, yo… agradezco lo que hiciste, te
estimo, no me gustaría perderte, como amigo…
—Es difícil Aurora, el agradecimiento, la
estimación y la amistad son una cosa, pero lo que yo siento va más
allá y fui un estúpido que… —se detuvo y se mordió la lengua—. Todo
esto es culpa mía, sólo yo soy el culpable, un tonto que creyó
tener la esperanza de… conocer el amor.
—Un amor que creíste conocer con alguien que
no puede darlo, soy incapaz Alonso.
—Aurora no eres incapaz —le levantó la cara
y lo hizo verlo—. Por favor no permitas que lo que sea que hayas
pasado te marque y evite que te entregues a una nueva posibilidad.
No te cierres, no te pongas tú misma las barreras, puedes amar lo
sé, solamente tienes miedo, te has construido una coraza que no
permite nada, tienes miedo de volver arriesgarte, de jugar y
perder. ¿Cómo lo sabrás si no te atreves? Una o dos experiencias
fallidas no deben condenarte, sabes bien que me gustas y nada me
haría más feliz que me dieras esa oportunidad de amarte.
—No serás feliz conmigo —evitaba llorar—.
Sobre mí pesa algo más Alonso y no puedo condenarte a la vida que
yo te puedo ofrecer, no lo mereces.
—¿Pero de que se trata? ¿Qué es Aurora?
dímelo, yo decidiré y entenderé.
—No puedo decírtelo, esto es algo sólo mío
pero si de algo te sirve quiero que sepas que… lo lograste, me
hiciste quererte, sí, te quiero con una estimación muy profunda, lo
confieso, con tu necedad e insistencia, con tu encanto y…
seducción, estás en mi corazón. Cuando me defendiste y cuando tus
manos… acariciaron mi espalda, Alonso… —se detuvo pero sabía que
debía decir todo al menos para que él no se fuera mal—. Te confieso
que… soñé contigo y fue un… sueño erótico, te metiste en mi cabeza
y… permití que hicieras todo.
Aurora bajó la cabeza apenada y Alonso la
miró con asombro, la expresión le cambió, abrió los ojos y medio
sonrió aún con el ceño fruncido, debía asimilar eso.
—Y si logré que me quisieras un poquito y si
logré… tenerte en tus sueños. ¿Por qué no lo permites en la
realidad? Creo que debo ser mucho mejor que la fantasía —le dijo
algo complacido.
—Porque la realidad es otra y muy diferente
a la fantasía.
Aurora comenzaba a debatirse ya no en su
propio sentir sino por alguien más y eso le preocupó, lo que pasó
con el médico tendría más repercusión en ella que otra cosa.
—No, no puede ser diferente —insistió
él.
Alonso volvió a sujetarla y esta vez con
osadía se atrevió a besarla, si ella en sus sueños fue capaz de
entregarse a él nada le impedía volver a encenderla y volver ese
sueño una realidad, realidad en la que ahora él si podía participar
de manera presencial. Gimió en su boca, los labios de Alonso eran
muy diferentes a los del médico y él mismo lo era, era más
posesivo, más impaciente, hizo que abriera su boca para él y
aumentó la fuerza del beso. Bajó una mano a la cintura de la chica
y la apretó contra él, mientras que con la otra la sujetaba de la
nuca. Él buscaba más, buscaba lanzarla al sofá y concederle a
Aurora el deseo de hacer del sueño una completa realidad, pero ella
reaccionó a tiempo y lo detuvo.
—No Alonso, lo siento pero no.
El hombre agitado la miraba extrañado, por
un momento sintió que ella le había correspondido pero no debía
engañarse, la conexión no se logró.
—Aurora, tu problema no es sexual ¿o sí? —se
atrevió a preguntarle.
—No tengo ningún problema “sexual” —le
enfatizó—. Me gustan los hombres y también soy capaz de responder a
la sexualidad como cualquier mujer, si piensas que no me excito te
equivocas, si lo hago.
—¿Entonces?
—Mi problema soy yo misma.
Alonso exhaló y se pasó una mano por el
cabello. Lo cierto era que no la entendía.
—El problema es que… tus sentimientos son
diferentes, al cariño… no es suficiente para algunas cosas —le dijo
él.
—¿Cómo para el sexo? —Le clavó la mirada—.
Pensaste que por haberte dicho lo que te dije ibas a poder tenerme
de verdad, ¿no es así?
Apenado bajó la cabeza.
—Seguramente sea “cuestión de tiempo” como
dijiste —contestó luego de un suspiro—. Discúlpame, volví a
equivocarme.
Se encaminó hacia la puerta, las esperanzas
de tener algo con ella se cayeron al suelo para quebrarse como el
cristal.
—Yo fui sólo tu excusa Alonso —al escucharla
decir eso se detuvo, Aurora se acercó a él—. Me buscaste por ser
igual a Ariadna y te acercaste a mí por tu supuesta preocupación
por Lucas, no me has vuelto a hablar de él y ahora te vas mañana
por tus compromisos en Canadá.
—Me hice el firme propósito de conquistarte
Aurora, a ti no a Ariadna —giró un poco la cabeza pero sin llegar a
verla—. Es cierto, Lucas fue mi excusa para acercarme, para
acosarte prácticamente.
Yo me empeciné en hacerlo, creí lograrlo y
volví a perder, todo es culpa mía, no debí presionarte.
Aurora lo sujetó de la mano, al sentirla
Alonso suspiró.
—No te vayas así —insistió—. No quiero
perder tu amistad, no quiero saberte mal por mi culpa y no quiero
que tu familia…
—No te preocupes —la interrumpió—. Sabré
fingir ante ellos, no dejaré que el aprecio que les tienen a
ustedes desaparezca.
—¿Sabías que tu madre me habló el día que te
llevaron a la clínica?
—Sí lo sé —se sujetó el tabique cerrando los
ojos—. Me apena un poco, sólo quería agradecerte.
—Alonso…
—No te preocupes Aurora —por fin la miró
sujetando también su mano—. Las cosas seguirán igual, no voy a
desmentir nada, ellos te agradecen tus cuidados y… —le palmeó la
mano—. Yo también, dejemos que sigan creyendo en que todo fue por
un asalto, es mejor porque si se enteran que fue por otra cosa y
peor, si yo… no obtuve al menos tu amor y tener una relación… eso
si va a molestarlos. Los conozco, por favor… dejemos todo
así.
—Lamento no poder corresponderte —lo abrazó
otra vez—. Pero te reitero que estás en mi corazón.
—No como lo quisiera —le correspondió.
—Pero lo estás, lograste entrar en él y
estos días que te conocí más… siempre los atesoraré —se separó y le
sujetó la cara—. Alonso en mi mente estarás presente y deseo que
tengas todo el éxito que te mereces como profesional, mereces ser
querido y amado por alguien que te valore así y te corresponda los
sentimientos.
Intentó sonreír y sujetando la mano de ella
con la de él, la quitó de su cara y la besó con suavidad.
—¿Quieres decir que al menos pensarás en
mí?
—Sí.
Suspiró y acercándola le dio un beso en la
frente.
—Me tomaré un tiempo de todo esto —susurró—.
Mañana a medio día regreso a Toronto y… intentaré ver las cosas de
otra manera, voy a enfocarme en la oportunidad que tengo y lograr
ser el mejor. No sé cuándo vaya a regresar, no sé que giro tome la
situación de Lucas que sé que será peor pero yo nada más puedo
hacer y aunque suene egoísta, como dijiste debo marcar la
diferencia y demostrar que el tener ese apellido no es tan malo
sólo por lo que él hizo. Voy a abrirme camino por mí mismo como
Alonso Quintana y ser la persona y el profesional que quiero
ser.
—Y lo harás —le besó la mejilla—. Si yo
puedo constatar que eres muy diferente a él nadie más podrá
dudarlo, brillarás por ti mismo lo sé y… aunque sé que el tomarte
tu tiempo implica también no saber de mí… respetaré tu decisión
pero quiero que sepas que si algún día necesitas a una amiga…
si a pesar de todo me das un lugar en tu
mente y corazón así como yo… aquí estaré y será un placer volver a
verte.
Alonso la miró por un momento y acarició su
mejilla, quiso agregar algo más pero terminó tensando los labios.
Ambos sabían que ese era un adiós, para él volver a verla sin que
sus sentimientos le saltaran no sería posible y no estaba dispuesto
a seguir hiriéndose sabiendo que sus esperanzas eran en vano y que
tarde o temprano, él la sabría o vería con otro, con ese otro que
estaba más cerca de ella y que sabía iba a conquistarla. Tragó
reconociendo que había perdido.
El hombre observaba las facciones de ella al
mismo tiempo que busca retenerlas como una última visión, sabía que
no volvería a estar tan cerca de ella como en ese momento y se
resignó, con tristeza volvió a besar su frente para luego caminar a
la salida. Ella respetó su silencio y lo vio alejarse. Ese breve
momento en el que sus pensamientos dijeron todo supieron también
que era su adiós. Alonso no volvió su vista atrás, salió de la
propiedad y subiendo a su camioneta que estaba afuera arrancó con
dirección a Cucamonga, su destino no estaba junto a una de las
chicas Warren y debía soportar el dolor. Volvería a Toronto, se
daría su tiempo y comenzaría de nuevo de una manera diferente y más
inteligente, esta vez impondría su razón haciendo a un lado a su
corazón, el que debía sanarse.
Aurora entró a su casa y no pudo evitar
sentirse mal, más mal de lo que ya estaba con tantas cosas, le
entristecía que su relación con Alonso terminara así porque esa era
la realidad y ella lo sabía muy bien. Sabía que él no volvería a
buscarla ni siquiera como amiga, le dolía perder a alguien como él
y no contar con su amistad. Dejó un momento correr sus lágrimas y
llorar por ese hombre que de una u otra manera también la
marcó.
Media hora después solamente se comió un
yogurt, estaba decaída y metiéndose a su habitación se preguntaba
el por qué Maximiliano no la había llamado, deducía que ya estaba
en la ciudad, ya pasaban de las dos de la tarde y eso le extrañaba,
igual quería aprovechar para intentar descansar y dormirse un rato
ya que sabía que al llegar sus hermanas no iba a librarse de
contarles todo lo que había pasado, — incluyendo la aparición de la
“tía” asunto que no sabía cómo comunicarles ni cómo lo iban a
tomar— pero mejor cambió de opinión y vistiéndose con su ropa
deportiva preparó un bolso impermeable para irse al gimnasio.
Necesitaba liberarse un poco del malestar y sólo descargando su
sentir en un costal de box lo iba a lograr.
Puñetazos y patadas no fueron
suficientes.
Salvatore —su entrenador— tuvo que
resignarse a no saber el por qué su chica estaba tan agresiva esa
tarde, el calentamiento saltando la cuerda solo la preparaba para
lo que realmente quería y él tuvo que sujetarle el saco al ver el
coraje que ella descargaba en el mismo. Desde adolescente Aurora
había practicado kick boxing, aprendió a dar de puños como un
simple deseo y cuando la ocasión lo ameritaba podía ser capaz de
dejarlos ir sin importarle a donde fueran a parar. Para ella puños,
rodillas y patadas era su arte de defensa y todo lo que sentía en
ese momento lo concentraba en la lona que se resistía a la fuerza
de sus golpes. Tanto la hizo descontrolarse su agresividad al
golpear que antes de que se lastimara, Salvatore tuvo que detenerla
y calmarla, le dio una breve charla sobre los músculos y el cardio
mientras le quitaba los guantes a la que ella poca atención le puso
y despidiéndose luego de él con un abrazo como si nada, sintiéndose
mejor regresó a su casa a la vez que los demás chicos que la habían
visto en su rutina mejor se apartaban de su camino.
Poco antes de las cinco de la tarde llegó y
con algo de hambre, se fue directo a la cocina a hacerse un
sándwich, cuando sacaba todo del refrigerador recordó los
deliciosos emparedados de jamón endiablado de Maximiliano, lo que
le hizo curvar los labios y ver el reloj otra vez, extrañaba no
saber de él y mientras se sentaba en la isla a comer recordó que se
habían conocido con Alonso y eso la puso nerviosa haciendo que
muchas cosas pasaran por su cabeza. Alonso sabía ya quién era
¿habrán hablado de más? ¿Habrá salido su nombre a relucir en la
plática? ¿Habrá sacado también Maximiliano sus propias
conclusiones? ¿Estará molesto? Pensar lo último hizo que el pedazo
de sándwich que masticaba se le atorara en la garganta, bebió un
poco de jugo de naranja y lo pasó, se preocupó, saber al médico
molesto fue como una alerta porque esa era la única explicación del
porqué no la había llamado. Terminó de comer y subiendo rápidamente
a su habitación decidió ir a buscarlo, no bastaba con llamar, si él
estaba molesto no le iba a contestar y así como tuvo que darle
explicaciones a Alonso lo haría también con él.
Luego de bañarse se arregló vistiendo un
jean blanco y una blusa celeste, se medio maquilló y haciéndose una
cola a la nuca poco antes de las seis salió a su garaje para subir
a su Yaris y salir hacia el apartamento del médico. En su bolso
llevaba la llave que él le había dado, por lo que si él no había
llegado entonces iba a esperarlo y enfrentar lo que tuviera que
pasar.
Cuando llegó al edificio y mientras subía
por el ascensor rogaba en mantra porque Maximiliano no estuviera
molesto y si lo estaba, sabía que ella era la culpable y por ese
motivo estaba allí enfrentando todo. Giró la llave al llegar a la
puerta y al entrar escuchó murmullos que cesaron cuando se
percataron de su presencia, la música baja sonaba con “Wild World”
en la voz de Cat. Al entrar a la sala miró a Maximiliano y a Peter
sentados en el sofá, ambos la miraron pero de manera extraña, notó
que el médico estaba algo serio y Peter se limitó a exhalar y a
levantarse cuando la miró. No le gustó la sensación, cosa que la
decepcionó. Un recibimiento así no lo esperaba.
—Buenas tardes —saludó ella algo apenada, el
que Peter supiera ya que podía entrar cuando quisiera al
apartamento del médico era porque algo más que amistad había entre
ellos.
—Buenas tardes señorita Warren —le dijo el
chico a la vez que sujetaba otra pequeña caja conteniendo más
medicamento para luego volverse al médico—. Me voy Max, seguimos en
contacto.
Maximiliano lo despidió con un gesto de la
mano y asintió. Peter pasó a la par de Aurora y apretando los
labios fingió sonreír, la chica notó el gesto y también disimuló.
Definitivamente las cosas no estaban bien.
