Capítulo 43
Cuando Peter salió y se quedaron solos,
lentamente Aurora avanzó hacia Maximiliano.
—Me extrañó no saber nada de ti durante el
día —le dijo ella manteniendo la distancia, el que él no se hubiese
levantado a recibirla le decía todo.
—Tuve un día ocupado —le contestó él sin
verla.
—¿Fuiste a Cucamonga en la mañana?
—Sí.
Aurora sabía que tendría que enfrentarse a
todo, Maximiliano estaba taciturno y eso no le gustó.
—Mi día no estuvo bien —continuó ella.
—¿No? —frunció el ceño y la miró.
—¿Qué pasa Max? ¿Por qué esa actitud? —se
atrevió a preguntar estando todavía de pie poniendo su bolso en el
sillón.
—Tú dime —la retó.
—¿Que te diga qué?
—Que jugaste conmigo viéndome la cara de
estúpido —le soltó sin rodeos.
Aurora le sostuvo la mirada y tragó, en ese
momento ella debía recordar la mujer que era y mantenerse firme.
Para colmo “Love Hurts” de Nazareth sonaba ya y no era precisamente
lo que deseaba escuchar como fondo de una conversación que no
distaba tanto de la letra de la canción.
Frunció el ceño.
—¿Jugando contigo? ¿De qué hablas? —continuó
con el asunto.
—Cuando tu hermana y tú vinieron ella
mencionó a un tal Alonso y resulta que el hijo de este hombre que
fui a ver se llama igual, ¿casualidad? ¿Realmente tus nervios eran
por la situación de la familia o por él?
—¿Qué? —se sentó en el brazo del
sillón.
—Temías que nos conociéramos, ¿no es así?
Por eso tu malestar cuando supiste de que este Juan Diego requería
mis servicios.
—Alonso y yo sólo somos amigos, ¿debo darte
cuentas de cada amigo que tengo?
—¿Sólo amigos?
—Sí.
—No sé a qué juegas Aurora —se puso de pie y
caminó rodeando el sofá—. Creo que hay algo más, no eres sincera,
cuando nos presentaron y él supo mi nombre noté su expresión al
igual que él notó la mía, ¿sabes lo que fue esa estreches de manos
entre nosotros ajenos a todo? Era como si una voz invisible se
burlara con sarcasmo diciendo “hola estúpidos les doy la primicia
de que comparten la misma mujer” y eso nos molestó. Tratamos de
disimular pero yo debía enfocarme en mi trabajo y para lo que fui,
¿crees que tuve cabeza para hacerlo? Su padre lo notaba tenso y
cuando le preguntó dijo que “le preocupaba el que Aurora no
contestaba sus llamadas” cuando oí eso me golpeó como
una alerta. Juan Diego lo calmó
aconsejándole que no se preocupara ya que eras una mujer ocupada y
algo debía impedir que le contestara, que al ver sus llamadas ella
le iba a responder ¿y qué crees?
Para colmo recibió esa llamada estado cerca
de mí, Juan Diego como buen padre no se equivocó y era tuya, Alonso
mencionó tu nombre y no sabes lo que sentí al saberlo, su alegría
era indescriptible, él no repara en mostrar el interés por ti y no
dudó en correr a tu lado. Todavía se le notan las secuelas de la
pelea, ¿fue él el que peleo con el otro verdad? ¿Entre ellos fue el
pleito? ¡Por Dios Aurora! Tú misma lo dijiste pero me lo ocultaste,
sabías que se trataba del hijo del hombre que iba a ver ¡y no me lo
dijiste!
Maximiliano se llevó ambas manos a la cabeza
y ofuscado resopló, Aurora sentía que la temperatura de su cuerpo
bajaba en picada, nada podía ocultarse y era mejor así.
—Vino a tu casa, ¿no es así? —insistió él—.
Lo recibiste en tu casa. ¿Qué esperas que piense?
—Lo llamé para… despedirme de él, mañana
regresa a Canadá y él… no quiso irse sin verme —le contestó con
valor.
—¿Y eso es todo?
—Somos amigos ya te lo dije —evitaba
colmarse al mismo tiempo que se atrevió a pausar la música de él
para hablar en silencio—. La familia Farrell iba… —se detuvo y
exhaló—. Los Farrell y los Warren iban a unirse, mi hermana gemela
iba a casarse con… Lucas Farrell, la persona que está detenida,
Alonso y él son primos, yo me estaba encargando de la boda. No
conozco a toda la familia, no al menos a los Quintana, salvo a
Alonso al que también conocí hace unos días.
—Pero me lo ocultaste Aurora.
—No estaba segura de que se tratara del
parentesco, no podía afirmar nada, yo no conozco a Juan
Diego.
Maximiliano bajó la cabeza y soltó el aire
mientras se apoyaba con ambas manos en el respaldar de su
sillón.
—¿Por eso me recibiste así? —insistió
ella.
—No fuiste sincera Aurora y eso decepciona
—contestó sin verla.
Aurora evitaba comparar pero fue imposible,
mientras Maximiliano la llenaba de reproches Alonso hizo todo lo
contrario y comenzó a cuestionarse, ¿se creía con derechos sólo por
el sexo?
Eso le molestó.
—Asumo mi culpa —dijo decepcionada a la vez
que se ponía de pie—. Tal vez quieras estar a solas, yo tampoco
tuve un buen día y necesitaba hablar con alguien pero veo que no es
posible, me voy.
Sujetando su bolso él la detuvo.
—¿Eso es todo? —la miró.
—Adiós Maximiliano —le dio la espalda.
—No, ya estás aquí así que termina de una
vez —la retó.
—¿Terminar qué? —se giró para verlo—. ¿Se
debe acabar algo que ni siquiera empezó?
—Di todo Aurora, ya no sigas ocultándome las
cosas.
—¿Cosas? ¿Cuáles? ¿Te crees con derechos? Ya
te expliqué lo que pasó con Alonso, él se va mañana y aunque
estemos lejos seguiremos siendo amigos. Maximiliano yo no le doy
cuentas de mi vida a nadie y me entristece que tengas esta actitud,
cuando estés más calmado hablaremos si lo quieres y si no… pues ni
modo.
—No Aurora, ¡Por favor! —le exigió sin poder
controlarse—. Ya no finjas ni ocultes lo que realmente sientes
—susurró lo último evitando derrumbarse, contener las lágrimas no
era sencillo para él pero no iba a mostrarse débil ante ella.
—Es que no… no entiendo, ¿dime qué más? Ya
te expliqué lo de los Quintana, ¿por qué estás así?
—suplicó Aurora.
—¡Es por él! ¡Te viste también con él!
—Soltó con valor—. Me dijiste que lo odiabas pero te consoló por
fin en sus brazos.
—¿Qué?
—¡Dejaste que lo hiciera! —le gritó colmado
sintiéndose aún más burlado.
Maximiliano estaba harto y decidido,
acercándose a la mesa del comedor para alcanzarse un sobre, sacó el
contenido y lo lanzó al sillón cerca de ella, eran unas
fotografías. Aurora las sujetó incrédula y asustada las miró, se
asombró y sintió que casi se desmaya, era ella en los brazos de
otro hombre y llevándose una mano a la boca se dio cuenta que había
caído en una trampa de Greg. Se enfureció por eso, había logrado
meterla en problemas con su rival, sintió como si en venganza él
mismo le dijera “si yo no fui feliz, tampoco tú lo serás” y con eso
se cobraba el rechazo.
—Esto no… no es… —no sabía qué decir.
—¿Qué vas a inventar?
—No voy a inventar nada, un niño me abordó
cuando salía para la agencia en la mañana, me dijo que Maximiliano
me esperaba para vernos en un pequeño parque que está cerca de mi
casa, me extrañó y dudé pero igual asistí. Cuando llegué te busqué
y esperé, pero al momento él era el que estaba allí así que lo
enfrenté por fin.
—¿Dejaste que te engañara?
—Aproveché decirle todo lo que pensaba antes
de dejarlo, me provocó y dejó que descargara toda mi ira en su
pecho y cara. Permitió que le pegara en mi rabia y llanto, al
momento de sacar todo lo que llevaba consumiéndome en años y fue
cuando el aprovechó abrazarme y controlarme.
—Y tú te dejaste.
—En ese momento fue que se aprovechó, es
obvio que le pagó a alguien para que nos fotografiara y luego el
muy cínico te las hizo llegar. Mira esta foto mientras sonríe
directo a la cámara, él lo planeó todo, sabía lo que estaba
haciendo, te provocó abiertamente porque eso quería y lo
logró.
—“Espero te des cuenta que ella es mía y ha
vuelto a mí, no la busques más. Aurora es sólo mía y lo seguirá
siendo” —era la nota que acompañaba las fotos y Maximiliano se la
leyó.
—Y le creíste todo —susurró ella con
decepción.
—¿Qué esperabas? Estas son las pruebas que
los acusan a ambos, sí es cierto no se ve tu rostro pero estás en
sus brazos ¡maldición! Y él te abraza muy feliz como algo que se
recupera.
—Y también se ríe con cinismo como don Juan
triunfante, ¿no te das cuenta? ¡Me engañó!
Maximiliano se sujetó la cabeza con fuerza
volviendo a sentarse en el sillón que estaba más próximo sin
agregar nada más. Resopló su enojo y decidió controlarse antes de
coger todo lo que estaba a su alcance y lanzarlo.
—Greg me engañó Maximiliano —insistió ella—.
Entiende que lo planeó todo. ¿A dónde te llegaron estas
fotos?
—A la clínica.
—Te ha investigado como lo hizo también con
Alonso y es muy posible que sepa dónde vives, es posible que
anoche... me haya seguido por eso se vengó.
—¿Por qué Aurora?
—No te das cuenta que nos provoca, lo mandé
al diablo ya, le hice ver que podía actuar conforme a la ley si
insistía en su acoso hacia mí.
—¿De verdad eso es todo? —insistió él
mirándola con agotamiento emocional.
—Eso es todo. ¿Qué más quieres que te diga?
—ahora era ella la que evitaba derrumbarse, era el colmo que algo
estúpido los separara así.
—Creo que debemos darnos un tiempo —exhaló
él, eso no era lo que ella quería escuchar.
—¿Tiempo? ¿De verdad quieres eso o eres tú
el que oculta algo?
—¿Qué? —la miró con el ceño fruncido.
—Tú me exiges a mí sinceridad ¿y tú eres
honesto? ¿Lo eres contigo mismo?
—No sé a qué te refieres, yo te he dicho mi
vida personal.
—Y yo la mía, ¿pero merecemos pasar este
trago sólo por un imbécil? ¿Haremos que él se sienta feliz por
habernos separado como quiso? ¿Por qué quieres tiempo? ¿Cómo ya me
tuviste ya te cansaste? ¿Fuiste tú el que jugó?
—No, no digas eso, las cosas no son
así.
—Entonces deja de poner estúpidas excusas y
dime la realidad, ¿sólo fui un juego o un experimento de sexo?
¿Tendrías la misma actitud si no me hubieras tenido? Claro, eso es,
ya me tuviste, ya me probaste y ¿eso fue todo? ¡Por Dios
Maximiliano! ¡Ayer éramos una cosa y hoy somos otra! ¿Tú crees que
esto me hace gracia? Pasé un mal día y quise venir a compartirlo,
vine a hablar contigo y a decirte todo, pero la manera en la que me
recibiste… me dijo muchas cosas, no eres lo que creí, creo que me
equivoqué.
Maximiliano la miró tragando todo lo que
sentía y reconocía que posiblemente ella decía la verdad, se dejó
llevar por el enojo y la decepción, por sus pensamientos y
suposiciones. Hacía unas horas atrás habían pasado la mejor noche
de sus vidas y ahora estaban allí, frente a frente como dos
completos extraños.
—Quiero que me entiendas —susurró él—.
Cuando supe lo de este Alonso me decepcioné y no bastándome el
tormento que fue mi mañana, decidí ir a tu casa para constatar que
él estaba allí cuando regresé de Cucamonga.
—¿Cómo?
—No sabes el dolor que sentí cuando miré la
camioneta de Juan Diego estacionada frente a tu casa —bajó la
cabeza con tristeza—. Eso terminó de confirmarme todo, esperé un
momento pero no
salía así que supuse que se quedaría toda la
tarde contigo. Decepcionado por saber las cosas de esta manera
regresé a la clínica y traté de fingir que todo estaba bien pero no
era así. Para colmo a media tarde llegó ese sobre y eso fue el
detonante, darme cuenta que no eras la mujer que creí…
—¿Me crees una cualquiera que se acuesta con
uno y luego con otro? —lo miró sintiendo un golpe en el
pecho.
—No es eso, creí que jugabas con los tres
hasta saber con quién quedarte.
—Me has ofendido Maximiliano, me duele que
me creas así y que dudes de mi verdad y lo que soy —respiró
profundo para tomar valor por lo que iba a decir—. Olvida lo que
pasó anoche, olvida lo que hubo entre nosotros, no sólo Greg nos ha
separado sino tú mismo.
Dando la media vuelta Aurora se dirigió
hacia la puerta, tragaba su malestar y retenía las lágrimas, no iba
a llorar, no delante de él. Estaba harta de todo, definitivamente
sentía que las relaciones amorosas no eran para ella. No había
nacido para eso.
—De nada me sirve retenerte ahora si te
perderé después —le dijo él con voz trémula.
Aurora se detuvo y exhaló frente a la
puerta, ¿y ahora que quería decir con eso?
—¿Perder nuestra amistad quieres decir?
—preguntó sin mirarlo.
En ese momento ella recibía una llamada y él
imaginando quien podía ser, se levantó dándole la espalda.
—Dime —contestó ella sabiendo quien
era.
—Aurora ¿todavía en la agencia? —Le preguntó
Minerva—. Te estamos esperando con Diana, traje la pizza.
¿Y ahora que iba a decirle a sus hermanas?
¿Qué por una noche de sexo ahora recibía reproches del involucrado?
Tensó los labios.
—Llegaré más tarde, cómanse la pizza, luego
hablamos.
—¿Estás bien?
—Cuando llegue hablamos Mina, adiós.
—Está bien, te esperamos.
Colgó y volvió su vista a él.
—Eres más que eso Aurora. —Maximiliano
contestó a la pregunta mientras caminaba hacia la pecera y se
quedaba mirándolos un momento—. ¿Quieres saber si estoy enamorado
de ti? Pues sí, si lo estoy y estos celos infernales que siento son
los que me están consumiendo. Me enamoré de ti desde que te vi y he
intentado con todas mis fuerzas disimularlo rogando a Dios que tú
pudieras sentir lo mismo, lo que pasó ayer… —se detuvo y suspiró
cerrando los ojos—. Fue como la realización de un sueño para mí y
sí, te sentí mía Aurora, sólo mía. A partir de esta mañana creí
empezar algo diferente, un nuevo comienzo que… nos acercara más, no
sólo como amigos sino como pareja.
—¿Pareja? —se volvió para verlo al
escucharle decir todo eso.
El médico hizo lo mismo, se miraron a
distancia.
—Creí que no podía aspirar a algo más
contigo pero sucedió lo inesperado, nos entregamos, tal vez no
signifique lo mismo para ti pero…
—¿Cómo puedes decir que no significa nada
para mí? —lo interrumpió—. ¿Me crees de hierro?
¿Puedes dejar que yo decida?
—Aurora soy un hombre ya en etapa de madurez
o que al menos está entrando en ella, no es que me sienta viejo
pero no estoy para aventuras de momento.
—¿Y crees que yo sí? —alzó las cejas.
—Tú… superarás lo que has pasado, llegará el
momento en que te enamores y desees formar una familia en el
futuro.
Aurora frunció el ceño cuando lo escuchaba.
¿A dónde quería llegar exactamente?
—Para eso vine Maximiliano, para decirte que
ya superé ese pasado, el enfrentarme a Greg era lo que me faltaba
para hacerlo. Debo continuar con mi vida como lo he hecho hasta
ahora, ya dije adiós y estoy aquí para comenzar de nuevo.
—No creo ser el indicado para que lo hagas
conmigo.
Aurora exhaló, realmente estaba colmándose,
la conversación daba vueltas en círculos llenándolos más de
confusión.
—No te entiendo Maximiliano, me dices que
estás enamorado de mí, que esto que pasó te puso celoso ¿así que
deseas que debido a eso yo trate de comprender la manera tan fría
en la que me acabas de recibir? ¿Quieres que te justifique? Y ahora
te contradices diciendo que no eres el indicado, o sea yo quiero
comenzar de nuevo, ¿pero me dices que no contigo?
Él la miró tensando la mandíbula, ¿sería
necesario decirle el verdadero motivo que lo atormentaba?
—Todavía estoy a tiempo de corresponderle a
Alonso —ella miró su reloj de puño—. Él también me ha dicho sus
sentimientos pero a diferencia tuya, no me separa de él diciendo
que no es el indicado sino todo lo contrario, ¿quieres que haga una
comparación de lo que ha sido mi encuentro con ustedes dos este
día? Él tiene cinco estrellas, tú sólo una.
Maximiliano tuvo que tragarse su enojo y
dejar que las palabras de Aurora lo golpearan de esa manera. El
saber que el hijo de su cliente estaba por encima de él no le hizo
nada de gracia y temió porque lo que había logrado edificar para
ganársela a ella, comenzara a derrumbarse como sabía que iba a
ser.
—Hablas de engaños y aquí el que parece
engañar eres tú —insistió ella—. ¿Qué me impide pensar que todo lo
que has hecho no ha sido más que una treta para lograr tenerme en
tu cama?
Maximiliano tuve dos decepciones amorosas en
el pasado, ¿quieres ser el tercero?
El hombre sentía como golpes al estómago las
palabras de Aurora y era mejor acabar con la situación. ¿Qué más
daba otra herida? Con el tiempo así como con otras también iba a
sanar.
—A veces la vida es injusta —habló él con
valor—. No nos da la oportunidad de ser felices y parece que nos
marcara para no serlo nunca, seguramente estos tipos no supieron
valorarte y por eso perdieron y yo que puedo hacerlo no soy lo
suficiente.
—¿De qué hablas? —se acercó a él.
—No puedo ofrecerte más que lo que ves en
mí, no puedo darte más de lo que soy y algún día tú querrás
más.
—No te entiendo, ¿lo dices por alguna
posición económica? Yo no busco eso.
—No podré hacerte feliz, no soy lo que
esperas.
—¿Estás enfermo? —se asustó—. ¿Tienes algún
problema serio con tu vista?
Él negó.
—No se trata de eso.
—¿Entonces? Me dijiste que ya una vez
tomaste una decisión, que debiste hacerlo, ¿vas a hacer lo mismo
conmigo? Puedes también dejarme decidir al menos.
Maximiliano exhaló, era mejor decirlo y que
fuera ella —como dijo— la que tomara la decisión.
—Cuando perdí la vista tenía una novia
—comenzó a decir—. Ella estuvo conmigo ese tiempo pero sólo al
principio, creyendo que yo no iba a recuperarme comenzó a tener
otra actitud, más fría y distante, era obvio que no quería una
carga como la que yo podía significar. Me di cuenta que no me quiso
lo suficiente a pesar de haber yo peleado por ella y sintiendo que
podía seguir a mi lado por compromiso, la liberé de eso. Ella quiso
fingir en que las cosas no eran así pero a pesar de estar ciego no
podía engañarme, no se trataba de ver las cosas sino de sentirlas y
yo percibía en ella la molestia. Nos despedimos sin más luego de
seis años de noviazgo, tiempo que de un momento a otro se fue al
caño, seguramente ya no me quería lo suficiente o ya no estaba
enamorada pero fue mejor así, yo terminé las cosas antes de que
fueran peores.
—Pero volviste a ver —se acercó más—.
Volviste a ser el mismo y esa tonta debió haberse arrepentido
después.
—Se casó con otro y yo pasé al olvido.
Aurora recordó lo que él le había contado y
todo apuntaba a la misma mujer.
—Una estúpida que no valoró el que pelearas
por ella y que te llevaras la peor parte por su culpa no vale la
pena, me dijiste que ya estaba pagando, déjala. Al igual que Greg
tienen lo que se merecen, pero estás aquí, eres un profesional,
tienes lo tuyo, ¿crees que yo estoy contigo por compromiso?
No, no es así, si estoy a tu lado es porque
me gusta tu compañía, te dije que me gustabas con o sin lentes
Maximiliano, para mí eres mucho más, me dijiste que llevas visitas
periódicas con el oftalmólogo y que estás bien. Yo quiero seguir
contigo, estoy dispuesta a hacer a un lado mi orgullo y olvidar
este mal momento si en tus brazos logras hacerlo, el pasado es eso,
pasado y aquí estamos tú y yo, quiero estar a tu lado, yo decido
eso.
—¿Y si en un futuro yo…?
—Si en un futuro las cosas cambian yo
seguiré allí y no estarás solo, estaré contigo, déjame decidir, yo
quiero estar contigo.
—No puedo condenarte a una vida así.
—Caminaré contigo Maximiliano. —Aurora
insistía teniendo la esperanza de que él derribara esa barrera y se
apresurara a abrazarla cortando los escasos metros que los
separaban—. Si necesitas mi mano, de la mano vamos a caminar.
Él seguía estático, Aurora sabía que vencer
el orgullo masculino no sería fácil.
—No se trata de mi vista Aurora sino de algo
más —le dijo él sintiendo que eso si iba a alejarla
definitivamente.
—Dímelo y lo entenderé.
—No lo creo.
—Dime y deja que yo decida —insistió.
El hombre apretó los puños y tragó antes de
contestar, era algo muy personal y lo que menos quería era
lástima.
—Nunca podré tener una familia, no puedo
aspirar a tenerla —confesó sintiendo que su mundo se derrumbaba
otra vez.
—¿Cómo?
—No puedo tener hijos, soy estéril —confesó
con todo el dolor de su corazón.
