Capítulo 28
Obviando a sus hermanas esa mañana —y más
que todo cuando en el desayuno comenzaron a comentar sobre lo que
el guapo de Alonso les había parecido— Aurora admiraba su bonsái
antes de salir para su trabajo tratando de disimular lo más que
podía su cansancio y lo que había soñado. Las chicas estaban
encantadas con el “enano” como le llamaron también y la curiosidad
por conocer al médico les picaba demasiado.
—Al menos la comida nueva les gusta a Romeo
y Julieta —dijo Diana—. Se la comieron toda.
—Los veo muy bien, antes de irme les tomaré
una foto para enviársela a Rick —añadió Minerva terminando de
beberse un vaso de jugo.
—Me alegra —suspiró Aurora luego de rosearle
un poco de agua al bonsái—. El encargado de la tienda me dijo que
es necesario que el doctor los vea, ya que al conocerlos sabrá que
especie son y será mejor atenderlos.
—Pues habrá que obedecer —sonrió Diana
sintiendo que el foco de la idea se le había prendido, si Aurora
dejaba pasar más tiempo y perderlo ella no.
Ya era mitad de semana y según ella, era
necesario socarle las tuercas a su hermana y hacer que al menos
disfrutara de uno de los hombres interesados en ella.
Poco antes de llegar a la agencia mientras
manejaba Aurora escuchó que su teléfono timbraba, apenas y alargó
su brazo para buscarlo en su bolso sin dejar de ver la calle pero
en cuanto lo tuvo dejó de sonar. Con el rabillo del ojo miró quien
la llamaba y al ver el nombre tragó, era Alonso y sus pensamientos
al recordar el sueño volvieron a asaltarla y —de paso— a alterarla.
Dejó descansar el móvil sobre sus piernas ya que por ir manejando
no podía marcar, buena excusa también para no hablar con él, seguía
perturbada aunque en realidad y debido a lo que pasó, era ella la
del compromiso de llamarlo y preguntarle cómo había amanecido
porque era de suponerse que muy adolorido. Justo a unos metros de
su parqueo el teléfono volvió a timbrar y “vibrar” a la vez,
haciendo que en un reflejo frenara de un solo golpe y de no haber
sido por el cinturón no hubiese podido evitar el golpe en el
volante. El móvil había resbalado hasta meterse entre sus piernas y
la vibración del mismo la sintió justo en su sexo por encima del
pantalón y debido a eso, los músculos se activaron en alerta
haciéndole tensar la pierna, lo que ocasionó meter el freno sin
querer.
—Ay Dios —se dijo reaccionando de golpe, el
roce violento del cinturón con su cuello le hizo un chimón, se miró
en el retrovisor frunciendo la frente—. Lo que me faltaba —se
acarició con cuidado, le ardía.
Sujetó el teléfono y miró la pantalla, había
sido mensaje y del mismo Alonso para su colmo, exhaló.
“Buenos días preciosa,
te he llamado pero supongo que vas hacia tu trabajo y lo entiendo.
Te aviso que te hago caso y voy saliendo
a donde el médico, el dolor en la espalda poco me dejó dormir,
luego te aviso cómo me fue. Abrazos
;)”
Eso decía el mensaje cuando Aurora lo leyó y
no sabía a qué ponerle atención, si al que la llamara “preciosa” el
muy osado o a que el malestar de la espalda lo haya hecho ir al
médico y eso le preocupó. Por un momento quiso contestarle de
inmediato pero la cabeza se le nubló y no supo qué decir, la
sacudió porque no podía quitarse su imagen de la madrugada. Él
besándola y tocándola y no sólo eso, con su cara entre sus piernas
hizo que las volviera a apretar otra vez, lo había visto tan
condenadamente sensual que le era imposible controlarse y hasta
estaba considerando no verlo ese día. Aurora no se sentía bien y
sabía que si no hacía eso a un lado, no iba a poder concentrarse en
su trabajo todo el santo día. Haciendo un mohín metió su teléfono
al bolso, ya luego vería que hacer.
—Querido Cat por favor cántame algo y
tranquilízame, sólo tu voz puede hacerlo —buscó con desesperación
en su reproductor alguna canción de él que escuchar y al momento
encontró “Morning has broken” le dio play y se reclinó en su
asiento suspirando.
Oh sí, algo de poesía y filosofía matutina
estaba bien para comenzar a distraerse e imaginar los pájaros, las
flores del jardín, la lluvia, el cielo, el rocío, el césped, el sol
y la alabanza a la creación por un nuevo amanecer como decía la
canción, iba a hacer que su mente dejara de pensar en lo que no
debía. Bendito Cat, el hombre tenía un don para amansar a cualquier
bestia con su música. Paz y amor, oh sí, un poco de tranquilidad se
agradecía.
—Pudo haber sido peor —se dijo resignada
luego de exhalar manteniendo la calma—. Si hubiera acelerado de un
solo con seguridad choco.
Escuchando su música arranco de manera
normal para terminar de llegar a su trabajo.
Llegando lo primero que hizo fue llamar a su
abogado.
—Buenos días Emily, soy Aurora Warren
—saludó a la secretaria—. ¿Me comunicas con el licenciado Rooswelt
por favor?
—Buenos días señorita Warren,
enseguida.
—Gracias.
Sólo esperó unos segundos.
—Aurora que bueno escucharte, buenos días
—saludó el hombre al otro lado, era contemporáneo de los padres de
las chicas y por eso les tenía mucho cariño como si fueran sus
propias hijas.
—Buenos días licenciado, disculpe que lo
llame tan temprano pero necesito que haga algo por mí, es
urgente.
—A ver, dime —le puso atención mientras se
acomodaba sus lentes y cogía papel y lápiz de su escritorio.
—Quiero solicitar una orden de alejamiento,
estoy siendo acosada.
—¿Cómo? —el hombre se asustó.
—Así es pero por favor quiero que todo se
lleve de la manera más hermética posible, hasta anoche me había
callado pero ya mis hermanas lo saben también. Necesito contar con
un respaldo judicial, con algo que me proteja y me permita actuar
sin problemas llegado el caso.
—Dame todos los detalles, te diré qué hacer
y no te preocupes, si estás en todo tu derecho puedes estar
tranquila, ¿contra quién sería?
Aurora respiró con calma y sin entrar mucho
en detalles personales le comentó al profesional sus temores y
éste, mientras la escuchaba con atención anotaba todo para que el
caso fuera procesado inmediatamente y con carácter de
urgencia.
Una hora después de hablar con él, Aurora
estaba más tranquila bebiendo un poco de su granizado de café,
trabajaba frente al monitor pero no dejaba de pensar en lo que
habían sido esos últimos días. Una semana ya, hacía una semana que
toda su rutina le había girado por completo, observaba el
calendario de su computadora mientras llenaba una documentación
taladrándose la cabeza con ese detalle. Hacía una semana que había
conocido a Alonso y a Maximiliano, un mismo día para rematar y
aunque había tratado más al médico en ese tiempo, lo sucedido con
Alonso frente a su casa cuando se enfrentó con Greg y luego, lo que
pasó en el pórtico de su casa cuando seductoramente le abrochó de
nuevo el sostén también, le ocupaba sus pensamientos. ¿Por qué dejó
que la manipulara así? ¿Por qué no se resistió? De pronto sentía
que Alonso, quien había aparecido de la nada había venido con la
intención de sacudirle todo, pero como punzada a la cabeza le
atravesó la imagen de alguien más; Ethan ¿A dónde lo dejaba si
también lo había conocido ese mismo día? Se separó de su monitor
girando su silla y exhaló llevándose una mano a la sien, había
hecho a un lado el recuerdo de la cena con él pero en sus adentros
sabía que no debía ignorar eso porque aunque ella se mostrara
profesional y él lo intentara, no era tonta como para obviar la
verdadera razón de dicha cena; el evidente interés de Ethan por
ella.
—Debo hacer algo —se dijo para sí—. ¿Cómo es
posible que ese hombre me pretenda y luego se quite la calentura
con Rebecca?
Con eso tenía suficiente como para no
creerlo una buena persona, aunque también reconocía que seguramente
lo había hecho por despecho, si ella le hubiera seguido el juego a
sus insinuaciones o dado alguna leve esperanza a futuro,
seguramente él se hubiera comportado como el empresario serio que
lo creía, ¿pero habrá sido ella misma la culpable de lo que le
pasó? Una cosa era el interés de Rebecca por él pero el que él se
haya aprovechado de eso para utilizarla era lo que le molestaba, un
golpe bajo a su empresa y falta de respeto a ella misma por parte
de los dos y debía solucionar ese problema. Si Ethan creía darle
celos estaba equivocado.
—¿Aurora? —la voz de la reina de Roma la
hacía reaccionar.
—Pasa —se sentó derecha en su sillón.
—Toqué la puerta y no me oíste, ¿algún
problema?
—No, todo bien.
—Por favor dime la verdad —se sentó frente a
ella—. Si es algo por mí… dímelo, yo sabré como afrontarlo y dar la
cara.
Aurora la sentía diferente esa mañana y en
parte eso le agradó.
—¿Algo como qué? ¿Murmuraciones? —la
miró.
Rebecca se miraba algo apenada y según
Aurora más le valiera ser sincera y no estar fingiendo por estar
preocupada por su trabajo.
—¿Tienes un minuto? Quisiera hablar contigo
antes de comenzar labores —insistió ella.
—Dime, te escucho —se reclinó en su silla,
el día anterior no habían coincidido aunque trabajaran
juntas.
En ese momento le sonó el teléfono de su
escritorio y contestó.
—Sí Amy.
—Aurora, tiene una llamada.
—¿De quién?
—Es una mujer, dice llamarse Deborah Farrell
de Quintana.
Tragó sentándose derecha, era la madre de
Alonso y eso la asustó.
—Pásamela —dijo sin remedio y tapando el
speak del aparato se volvió a Rebecca—. Espérame un momento, debo
atender esta llamada.
—Está bien.
—¿Aurora? —preguntó la mujer.
—Sí señora Farrell, dígame —debía
disimular.
—Por favor dime Deborah nada más, te llamo
para agradecerte lo que hiciste anoche por mi hijo.
Abrió los ojos y se mordió el labio
inferior, ya la noticia era bomba.
—No tiene porqué —se desconcertó un
poco.
—Si no hubiera sido por tus cuidados luego
del ataque él no estaría bien, no es que lo está del todo pero si
algo mejor me dice mi hermano a cómo llegó anoche.
—No fue nada, sólo algo de primeros auxilios
y mal hecho, no soy buena enfermera.
—No seas modesta, la herida del labio sanará
y la inflamación ha bajado un poco, gracias a Dios no hubo fractura
de dedos aunque lo único que me preocupa es el golpe en su
espalda.
—¿Usted está con él?
—Sí estamos en una clínica privada, viajamos
temprano desde Cucamonga cuando nos avisaron, Juan Diego está con
él y el médico porque necesitan ver que eso no sea nada interno. Yo
aproveché salir de la habitación para llamarte luego de convencerlo
de que me diera tu número, es lo menos que puedo hacer.
—Y le agradezco no se preocupe, por favor
manténgame informada sobre su evaluación.
—Así será, él dice que te preocupaste mucho
por él y como sea, nosotros como padres estamos también muy
agradecidos contigo, la verdad… con lo sucedido con Lucas… teníamos
ya un concepto
que…
Aurora intuía lo que la mujer quería
decir.
—Pero no —suspiró—. Agradezco el que nos
equivocáramos y como errar es de humanos pero el rectificar de
valientes pues no nos queda más que reconocerlo, ¿nos aceptarías
una invitación para almorzar el sábado en Cucamonga? Es sólo un
pequeño detalle como agradecimiento.
—Ah… hum… —comenzó a cavilar—. Es un honor
Deborah, sólo permítame verificar mi agenda, es que como sabrá en
una agencia nunca se saben las emergencias de último momento y al
menos yo no tengo horario de salida ni siquiera los fines de
semana.
—Entiendo querida, disculpa mi torpeza,
debería saber que como gerente das el ejemplo a tus empleados, ya
luego le dirás a Alonso pero estaremos encantados de pasar una
tarde contigo, al menos tener un tiempo agradable como familia
entre tanta cosa negativa.
—Sí lo entiendo también pero por los
momentos la prioridad es él y que se recupere.
—Gracias por tus palabras, cuando salgamos
de la clínica y sepamos que está bien él mismo te llamará, pasa
buen día y gracias por atenderme y por cuidar de él, eso como madre
te lo agradezco con el alma.
—Le repito que fue un placer y dele mis
saludos y mis deseos de que esté mejor.
—Se lo diré, sin duda eso será mejor
medicina para él que las que se pueda tomar.
Aurora disimiló eso último y despidiéndose
colgaron, nunca se imaginó que la madre de Alonso la llamara para
agradecerle pero eso no la hacía sentir bien al contrario, más
miserable porque cuando se dieran cuenta que había sido por culpa
de ella y por un ex celoso salido de las sombras, se iban a
enfurecer y más la iba a aborrecer, si no llegaba a corresponder
los sentimientos de Alonso.
Menudo peso sentía ahora encima,
exhaló.
—¿Todo bien? —insistió Rebecca al notarla.
La miró, deseaba hablar con su amiga con la misma confianza de
antes pero sencillamente Becca no era lo misma y prefirió
callar.
—Sí claro, una llamada de
agradecimiento.
—Pero dijiste algo de ser mala enfermera,
¿tiene que ver con eso que tienes en el cuello? ¿Quién está en
recuperación?
Aurora se llevó la mano al chimón, le ardía
todavía.
—No, esto fue por el cinturón ahorita que
venía y quien está en recuperación es Alonso Quintana, un amigo que
no conoces.
—Pues espero se recupere, ¿iras a
verlo?
—Es posible.
—Bueno pues hablaré rápido para no
atrasarte, yo vine a algo y ahora que tengo el valor es mejor no
posponerlo.
Aurora la miró con atención.
—Te escucho.
—Aurora no te lo había dicho pero… tengo un
problema.
—¿Cuál?
—No recuerdo lo que pasó la noche del sábado
en Los Ángeles.
Aurora abrió los ojos sin poder
creerle.
—¿Estás bromeando? —inquirió frunciéndole el
ceño.
—No, te lo juro —se inclinó en el escritorio
apoyando los brazos—. Recuerdo lo de… Ethan pero… lo demás no… no
tanto, sólo recuerdo que bajé furiosa a un bar del hotel a beber y…
luego la cabeza se me nubló.
Aurora evitó abrir la boca.
—Rebecca… —la chica no le creía.
—Es verdad Aurora y estoy desesperada —la
interrumpió—. ¿Yo te dije lo que pasó verdad?
Tengo vagos recuerdos, sé que bebí mucho,
revolví todo, hablé con un tipo, nos fuimos a una mesa…
algo pasó en la habitación cuando regresé…
por favor dime, necesito saber. Me dijiste que estuve con otro
hombre, lo que haya hecho por favor dímelo porque no lo recuerdo
con claridad y no he podido dormir ni trabajar en paz, ya no puedo
seguir así, la duda me está matando.
¿Necesitaba saber? Podía ser lógico si había
bebido y revuelto quien sabe que tanta cosa, ¿pero iba ella a
decirle o mejor dicho a repetirle las mismas palabras que Rebecca
le dijo cuándo le contó lo que hizo con lujo de detalles?
Negó con la cabeza al recordar, apenas y se
había logrado recuperar de la excitación cuando manejaba, ¿para
ahora ser la narradora de una escena porno?
Necesitaba escuchar a Cat otra vez.
