Capítulo 31
Al llegar a la puerta del apartamento Diana
tocó el timbre y él inmediatamente abrió.
—Hola —las saludó muy sonriente.
Aurora no sabía qué sentir, el carisma del
hombre le hacía cambiar el mal ánimo.
—Hola doctor, mucho gusto. —Diana sin evitar
disimular lo saludó muy feliz con el apretón de mano, no dejaba de
verlo—. Yo soy Diana y ellos son Romeo y Julieta —le mostró el
acuario con entusiasmo.
—Maximiliano… disculpa la intromisión, yo…
—Aurora no sabía qué decir. Evitaba que la imagen tan erótica que
tuvo del doctor le asaltara la cabeza, estaba un poco
nerviosa.
—No, tranquilas, bienvenidas, pasen adelante
—la saludó también pero a ella la acercó para darle un beso en la
mejilla. Aurora evitaba pensar en el sueño y sólo deseaba que el
momento pasara rápido y volver a su casa—. Tomen asiento.
Era el clásico apartamento minimalista
masculino; paredes blancas, muebles de madera negra, adornos de
cristal, un enorme sofá media luna de cuero negro también y algunos
cuadros con paisajes montañeses. Pinturas de bonsái y bambú al
óleo, árboles de cerezos japoneses y otros de animales, estos
últimos parecían ser fotografías ampliadas en blanco y negro.
También tenía un acuario de casi un metro de largo con variados
tipos de peces que felices nadaban a su antojo.
—Ay que bonitos —dijo Diana acercándose a
ellos cuando los miró.
—¿Te gustan los peces? —le preguntó
él.
—Me encantan, para mí no existe nada más
relajante que escuchar el sonido del agua burbujear, puedo pasar
horas observando cómo nadan.
—Es que creo que Diana fue pez en otra vida
—le dijo Aurora evitando su tensión y divagando su mente—. O
sirena, el caso es que le fascina todo lo que tenga que ver con el
agua.
—¿Te gusta nadar? —insistió él con la
benjamina después de darle su atención a Aurora.
—Me fascina, de pequeña practiqué mucho la
natación pero me decidí más por el ballet.
—No me extrañaría entonces, apuesto que eres
Acuario o Piscis.
—¿Cómo lo adivinó? —sonrió Diana.
—Elemental —sonrió también—. Tampoco me
extrañaría que tu película animada favorita fuera “La
Sirenita”
—Y no te equivocas —le hizo ver Aurora—.
Coleccionó las muñecas y los peluches, hasta un Flounder tiene en
el espejo retrovisor de su auto.
—¿En serio? —el hombre sonrió más
abiertamente encaminándose hacia la cocina.
—Aurora no tienes que ser tan específica —le
dijo Diana volviéndose a ella, era cierto que aún conservaba sus
juguetes pero eso no significaba que fuera una “niña” que todavía
no había crecido.
—Tranquila, no te apenes —volvió él con una
pequeña bandeja trayendo dos vasos con jugo—. El que tengas tus
juguetes no significa que sigas siendo una niña, no está mal
conservar ese lado infantil. A mí me gusta mucho “Toy Story” y
también tengo algunos de los personajes que me traje de unas
vacaciones en Disney, creo que la mayoría de los niños alguna vez
quisimos ser vaqueros.
Les entregó los vasos y ellas agradecieron
la atención.
—Gracias y me alegra que me entienda. ¿Le
gusta el horóscopo? —inquirió Diana.
—De nada y por favor tutéame —sonrió—.
Puedes tutearme y llamarme Maximiliano o Max como me dice Aurora
también.
—Será un placer Max —coqueta sonrió más
abiertamente.
—Y contestando a tu pregunta prefiero el
zodiaco —continuó—. Es más interesante aunque no se deja de tratar
los mismos signos ya que lo cierto, es que si pueden influir en la
personalidad de los individuos desde el momento en que nacen bajo
uno de sus signos.
—Vaya que eres una caja de sorpresas —le
dijo Aurora extrañada.
—¿Y qué signo eres? —insistió Diana con
curiosidad observando todo de él y tomándole la palabra con lo del
tuteo.
—Tauro —contestó mientras se sentaba en otro
extremo, vestía de camiseta blanca, calzoneta impermeable azul
marino y tenis negros.
Diana levantó una ceja y miró a su hermana,
el signo del toro podía decir mucho, tragó lentamente su
jugo.
—¿Y tú Aurora? —preguntó él.
—¿Yo qué? —reaccionó con desconcierto, había
adivinado los pensamientos de Diana.
—¿Qué signo eres?
—Libra.
—La balanza… —susurró él como si el resto de
la frase mejor la pensara y no era para menos.
Los Libra eran apasionados en cuestiones
amorosas como también dependientes del sexo, para ellos amor y sexo
era imposible de separar.
Aurora poco sabía de esas cosas y no les
ponía atención como otras personas a las que si les obsesionaba,
carraspeó un poco disimulando.
—Maximiliano yo estoy muy apenada por la
necedad de Diana —le dijo Aurora al médico cambiando de tema
después de beber un poco desviando la conversación—. Sé que no es
apropiado esto, no era tu deber recibirnos aquí. Diana debió
esperar hasta mañana cuando estuvieras en el horario de la
clínica.
—No te preocupes.
—Conste que yo llamé antes —se defendió
Diana sentándose junto a su hermana—. Incluso fui a la clínica, por
favor no te vayas a molestar con tu asistente, fue muy amable, la
necia fui yo en insistir y es que también mi tiempo no me ayuda y
si no era hoy pues…
—Tranquilas, no se preocupen —volvió a decir
él muy sonriente—.Y no, no estoy molesto con Peter, es un gran
amigo, nadie mejor para cuidar mis espaldas. Sé que te dio mi
número por ser la hermana de Aurora y sí, no es correcto recibirlas
en mi apartamento pero tratándose de los animales no hay
excusa.
—Ay pues que bueno y gracias por la
confianza —sonrió Diana más animada.
—¿Te sientes mal? —inquirió Aurora hablando
con él—. ¿Por qué te viniste antes de la clínica?
—No, yo estoy bien, es que tengo una
invitación para el fin de semana y participar en unas conferencias
sobre medicina veterinaria en Los Ángeles pero necesitaba enviar
algunos datos con urgencia y por eso debí salir de la clínica a
media tarde, son documentos que tengo aquí y que los requerían con
urgencia vía email escaneados. Sirve que también debía atender a un
par de cachorros convalecientes que tengo a mi cuidado personal y
que me traje, ya que requieren de medicación hasta de madrugada.
Fue por eso que Diana ya no logró encontrarme. Pero bueno, ya están
aquí y es un gusto verlas, así que quiero conocer a estos amiguitos
también.
Se alcanzó el pequeño acuario de Romeo y
Julieta para observarlos bien. Era momento de mostrarse
profesional.
Luego de hablar con Diana y de decirle
exactamente la especie de payasos que tenía, sus cuidados,
alimentación y todo lo que ellos implicaban, las chicas se
prepararon para salir pero como siempre Diana —que tenía sus
planes— hizo alarde de su actuación al escucharlos murmurar algo
sobre que no habían tenido tiempo de hablar y de eso se
valió.
—¿Tienes algún otro compromiso Max? —le
preguntó Diana, Aurora le abrió los ojos y le pidió que se
callara.
—Diana… —Aurora se metió intentando no
fingir la sonrisa—. Maximiliano es un hombre ocupado y seguramente
tiene mucho que hacer.
—No, la verdad voy a quedarme aquí, no
pienso salir —contestó muy tranquilo—. Lo de los documentos me
llevó algo de tiempo y pues ya no tiene caso regresar a la clínica,
si hubiera alguna emergencia Peter me llamará. ¿Por qué la
pregunta? —miró a Diana.
—No pues… por… por… porque no quiero que
pienses mal con respecto a esta visita y ya que escucho que ustedes
no han tenido tiempo de hablar, pues sería bueno que Aurora se
quede un rato más, así platican a gusto. Digo, nada más porque
ahorita tienes tiempo.
Maximiliano sonrió presintiendo el rumbo que
Diana llevaba y como sea lo agradeció, parecía haber simpatizado
con la chica y eso ya era algo de ganancia.
—Diana no abuses de la buena voluntad del
doctor, además yo tengo una cita a las siete y no puedo faltar
—dijo Aurora sin pensar.
—¿Cita? —Diana la miró asombrada—. ¿Siempre
si está mejor Alonso? ¿Vas a salir con él?
Vaya indiscreción que le había borrado la
sonrisa de la cara al médico y Aurora, sintió el frío recorrerle el
cuerpo al saber sobre ella la mirada del veterinario que
seguramente, esperaba una breve aclaración del asunto porque en el
fondo eso no le había hecho nada de gracia.
—Diana… —Aurora quiso sujetarla del brazo y
sacarla a empujones por el mal rato que le hacía pasar.
—No, no se preocupen —intervino el médico—.
Yo no tengo nada más que hacer, salvo descansar el resto del día y
estar pendientes de los cachorros que tengo a mi cuidado, nada más
pero si Aurora tiene un compromiso yo no la detengo.
Diana por poco y suspira al escucharlo tan
comprensivo y Aurora se limitó a bajar la cabeza, él y Alonso eran
tan distintos y no podía evitar sentirse mal.
—A pues ya ves —insistió Diana mirando su
reloj de puño—. Tienes tiempo Aurora, falta mucho para que lleguen
las siete. —Diana no quería que su hermana perdiera la
oportunidad—. Quédate un poco más, yo me voy para la casa y todo
bien, no quiero ser mal tercio. Ustedes pueden hablar solos sin
problemas, seguramente tienen mucho que contarse.
Aurora odiaba que su hermanita la pusiera en
jaque y lo peor, era que no quería empeorar más las cosas
desairando a Maximiliano. Si de por sí ya estaba un poco serio, si
se iba de esa manera dejando que él pensara lo que no era —sacando
suposiciones— el asunto sería peor. Siendo así, estaba segura que
él se encargaría de poner distancia entre ellos aunque fueran
amigos.
—Si gustas quedarte un momento yo no tengo
problemas —le dijo Maximiliano al notar su tensión—. Pero si
necesitas tiempo para tu compromiso…
—Tiempo tiene, nadie es más organizada que
ella —le dijo Diana abriendo la puerta—. Nos vemos después
hermanita y gracias Max, ha sido un enorme gusto conocerte. Prometo
que la próxima vez será en tu clínica, no abusaré de ti.
Apenas y Maximiliano dijo adiós con la mano
cuando la coqueta benjamina le guiñó un ojo, ante una Aurora
completamente desconcertada e incapaz de actuar. Cuando la puerta
se cerró Aurora tragó en seco, disimulaba el nerviosismo que
tenía.
—Y esta sinvergüenza ni siquiera te pagó.
¿Cuánto te debo? —preguntó Aurora sin saber qué más agregar.
—¿Pagarme? No, nada —le contestó él.
—Diana vino a molestarte a tu propio
apartamento y le diste una consulta “innecesaria” por sus peces, tu
tiempo es tu tiempo y…
—Aurora tranquila —le sujetó una mano
acercándose a ella—. No te preocupes por eso, no voy a cobrarte por
algo que hice con gusto, además era necesario conocer la especie
que tienen, así será mejor tratarlos.
La tibieza de su mano hizo que ella
retuviera la respiración, tenía que poner su mente en blanco y no
pensar en nada pero le fue imposible. Como rayo la imagen de un
Maximiliano desnudo y esperando por una sesión de sexo oral la
asaltó y sin saber cómo, brincó dando un paso atrás soltándose a la
vez. Estaba muy nerviosa.
—¿Qué te pasa? —inquirió el notándole el
rechazo.
—No, nada, no me hagas caso —se sujetó la
cabeza.
—Si no te sientes bien lo entiendo, puedes
irte con tu hermana, estás tensa y debes estar tranquila para esa
cita que tienes.
Aurora levantó la cabeza para mirarlo
mordiéndose los labios. ¿Cómo hacerle entender que sus ideas no
eran las correctas?
—No se trata de una cita con un hombre —lo
sacó de la duda caminando ella en el sentido contrario a la puerta
para adentrarse otra vez al apartamento. Maximiliano no supo que lo
alegró más, si el que entrara de nuevo o el que le aclarara que no
era con otro hombre la cita.
—¿No? —él la siguió más aliviado aunque se
moría de la curiosidad por saber quién era el tal “Alonso”
—Es con una mujer que… me pidió algo de mi
tiempo.
—¿Una clienta?
—Desearía que fuera una clienta —exhaló
volviendo a sentarse.
Maximiliano sentía que para ella era algo
pesado hablar sobre eso, así que no siguió preguntando.
—No voy a dejarle pasar esto a mi hermana
—insistió ella mirándolo apenada—. La conozco, lo hizo con un
propósito.
—¿Crees que utilizó a sus peces para que tú
y yo estuviéramos aquí solos?
—¿Y no te parece lógico?
—Pero me fue a buscar a la clínica.
—Y vaya que la suerte estuvo de su lado —se
quitó su chaqueta para quedarse en su blusa beige de botones.
—Pues sí —sonrió el médico sentándose frente
a ella, era mejor tenerla de frente y no abajo, él tenía muy buena
altura para apreciar mejor su par de encantos.
—Es muy bonito tu apartamento —lo observó
con más detenimiento—. La verdad nunca me imaginé conocerlo.
Bajó la cabeza y sonrió, jamás se le había
cruzado por la mente estar a solas con él y en su propia casa para
colmo.
—Pues a mí me da gusto, ven te lo
muestro.
—¿Qué? No… —los nervios le volvieron, estaba
muy vulnerable. Su sueño, sumado a lo que Becca le había dicho y el
escenario en el que estaba la tenía propensa para lo que fuera sin
razonar y estaba segura que con esa intención Diana había planeado
todo.
—¿Por qué estás tan nerviosa? —preguntó él
con curiosidad, no era tonto y como hombre conocía esas
reacciones.
—Porque últimamente lo he estado, he estado
sometida al estrés.
—¿Me permites? —inquirió él mostrándole
ambas manos.
—¿El qué? —se desconcertó ella.
Maximiliano se levantó para sentarse detrás
de ella, hizo que la chica pusiera su espalda recta y con osadía
llevó sus manos a la cintura.
—¿Max que haces? —brincó cuando lo
sintió.
—Tranquila —apretó un poco sus pulgares en
la parte baja de la espalda. Aurora volvió a brincar—. ¿Te
duele?
—Sí —prefirió decir eso porque si bien era
cierto que le dolía al hacer presión, también las manos del médico
la excitaban.
Maximiliano subió lentamente sus manos por
el mismo rumbo haciendo una ligera presión en los puntos de los que
él tenía conocimiento y Aurora a su vez, se estremecía con cada
apretón. Él no lo hacía con fuerza, apenas y hundía suavemente los
pulgares pero ella si lo sentía fuerte y no fue consciente de
cuando ya había cerrado los ojos y estaba mordiéndose los labios,
sin duda sus manos le parecían divinas. Al llegar a la nuca él
apartó un poco su cabello llevándolo hacia adelante y poniendo
ambas manos en su cuello ella volvió a brincar.
—Tranquila —volvió a decir—. Intenta
relajarte.
Le pedía lo imposible aunque ella asintiera
sujetándose el cabello, su cuello era sagrado, su mayor debilidad y
sentir las manos de Maximiliano acariciándola al mismo tiempo que
su tibio aliento al respirar se dejaba sentir, la hizo tragar. Con
suavidad, el médico hizo círculos con el pulgar en ambos lados de
la nuca, mientras los demás dedos hacían otra ligera presión en la
base del cuello y hombros.
“Qué delicia”
—pensaba ella con deleite mordiéndose los labios, ese masaje lo
sentía como el mejor preámbulo para lo que siguiera, su cuerpo le
gritaba que sucumbiera al autor de ese bienestar y que terminara de
relajarse completa. Sin darse cuenta gimió con placer.
— ¿Te gusta? —susurró él en su oído.
—Me encanta, tus manos son… divinas —confesó
sin pensar.
—Me alegra porque si estás muy tensa
—sonrió—. Tus músculos lo están, debes tranquilizarte, intenta
relajarte, lo necesitas.
Para él también el asunto le resultaba
placentero, podía sentir la reacción del cuerpo de la chica y el
suyo también comenzaba a contestar, por lo que sacudió la
cabeza.
—¿Ese tipo volvió a molestarte? —preguntó él
sintiendo que la tensión de ella podía deberse también a ese
asunto.
Aurora se quedó rígida medio girando el
cuello al escucharlo, él la miró deteniendo el masaje.
¿Cómo decirle lo que había pasado la noche
anterior? ¿Cómo iba a reaccionar Maximiliano al saber de la pelea
entre Alonso y Greg por ella misma?
—No quiero hablar de él, eso sería arruinar
este momento —susurró la chica.
Maximiliano no estaba convencido pero
respetó su decisión. Exhaló.
En ese momento se escuchó el chillar de un
perro y ambos se alertaron.
—¿Qué sucede? —preguntó ella.
—Acompáñame —le pidió él levantándose de
inmediato—. Tengo un paciente que atender.
Movida por la curiosidad lo siguió, el
médico tenía un ala especial donde tenía otro consultorio pero más
que todo quirúrgico. El cuarto estaba dividido con delgadas paredes
de yeso blanco y también habían estantes de metal iguales a los de
la clínica, donde él tenía muchos medicamentos y utensilios para
operar. El lugar olía a medicina veterinaria como era de esperarse,
encima de una mesa también de metal habían varios instrumentos y
debajo de esta, dentro de una jaula de viajes para perros estaba un
pequeño cachorro Rottweiler envuelto en unos pedazos de sábana
rasgadas. El cachorrito había despertado de la anestesia,
Maximiliano le había cortado la cola por orden del dueño.
—Ay Dios. —Aurora sintió que su corazón le
golpeó al verlo así.
—Lo siento —se disculpó el médico mientras
lo acariciaba alcanzándose de algunas croquetas de cachorro para
que comiera de su mano.
—Pobrecito, debe dolerle mucho —insistió
ella acercándose para ver al recién operado que debido al mareo ni
siquiera lograba sentarse.
—Y pasará mucho tiempo para que el dolor
cese pero es parte de su proceso como raza, al Rottweiler como a
algunas otras razas se les debe cortar la cola.
—Yo una vez tuve una French Poodle y no lo
permití —lo acarició también.
—Su raza lo requiere y también por higiene y
estética, luego se acostumbran por eso deben de someterse a la
cirugía muy pequeñitos.
—¿Cuánto tiene?
—Poco más de un mes, debieron cortársela a
los días de nacido, ocho o quince pero no ahora que el dolor es más
intenso por el músculo.
Maximiliano lo notó y comenzaba a sangrar a
pesar de los puntos y la medicina violeta que servía como
cicatrizante.
—Debo limpiarlo otra vez —lo levantó para
ponerlo en la mesa de metal y luego se lavó las manos en una pileta
que tenía allí mismo, para después ponerse unos guantes desechables
de goma, el cachorro temblaba mucho—. Cuando hay un corte de cola
deben de curarse a cada rato y evitar que se vayan a lamer, lo cual
es imposible porque lo único que logran es evitar que la herida
cicatrice. Es por eso que estos cortes deben de hacerse a los días
de nacidos.
—¿Y por qué lo tienes aquí? —Aurora sentía
ternura cuando lo acariciaba, le daba pesar ver triste al
cachorro.
—Porque el dueño me lo llevó hoy por la
mañana y para colmo salió de viaje y dormirá hoy fuera de la ciudad
—se alcanzó de algodón y otros medicamentos incluyendo una
inyección—. Me pidió el favor de encargarme de él hasta mañana al
medio día, tuve que traerlo en una caja para poder meterlo al
edificio, no permiten animales aquí y así mismo debo sacarlo otra
vez.
—Pobre, de verdad que tienes una vocación
admirable por tu carrera. Recuerdo el episodio de ayer con la
tortuga y tu amor por los animales que está por encima del
interés.
—Gracias —sonrió él al escucharla—. La dueña
volvió hoy en la mañana más contenta, mi consejo fue acertado, me
dijo que en menos de una hora después de haber comprado la otra, su
pequeñita ya estaba inquieta y hasta demasiado hambrienta. En
cuanto se sintió acompañada cambió su estatus y ahora es que no
soporta lo comelona que se ha vuelto. Por lo menos está feliz,
todos en la familia lo están.
—¿De verdad? —sonrió ella también—.
Definitivamente tienes el don, ¿cómo decidiste estudiar
veterinaria?
—Fue a los ocho años —se acercó para volver
a acariciar al cachorro y evitar que le tuviera miedo—. Mi mamá
tenía un precioso jardín y durante la época de lluvia aparecieron
entre sus geranios un par de caracoles, los pobres luchaban por
subir los maceteros así que los ayudé, noté que uno tenía la concha
quebrada pero no reparé en eso. Al siguiente día ya se paseaban por
el tallo y fueron familiarizándose, otro día ya estaban juntos en
el mismo lugar y así pasaron los días. Cada mañana estaba pendiente
de ellos, pero uno de esos días después de una noche en la que no
paró de llover desaparecieron, me entristecí pero mi alegría volvió
cuando dos días después vi cerca de otras plantas al que tenía el
caparazón quebrado, con esmero intenté cuidarlo pero estaba solo,
al otro nunca lo volví a ver. El caso es que… en ese tiempo no supe
si era porque estaba solo o por lo de la concha, pero al notar que
no se movía del lugar donde lo había dejado decidí tocarlo y para
mi sorpresa cayó en mi propia mano, estaba muerto, el interior seco
y una parte de la concha oscura.
Seguramente poco a poco se fue pudriendo lo
que me imagino fue algo agónico, la compañía podía haberle ayudado
pero luego de la lluvia y ya solo… no sé, pudo haber acelerado su
muerte. El caso es que lloré como todo chiquillo que pierde su
mascota, es algo extraño pero lo sentí mucho, desde ese momento mi
madre supo que era muy sensible con respecto al tema de los
animales y consolándome me dijo que era parte del ciclo de la vida.
Le dije que quería tener el poder de curar a los animales enfermos
y no permitir que murieran y ella me dijo que eso era imposible
pero que había una manera de ayudarlos; la carrera de la medicina
veterinaria que se encargaba de estudiar a los animales. En ese
momento decidí que eso estudiaría y la experiencia y memoria de ese
animalito que me enseñó a su manera y con paciencia a no rendirme
me ayudó y me motivó. Poco después encontré en la calle a un perro
con la pata herida y para colmo desnutrido, decidí que lo
rescataría y no lo dejaría morir y como si me conociera dejó que lo
cuidara. Era una mezcla de Terrier y Pastor Alemán que estaba sin
dueño y propenso a algún sacrificio, lo llevé a la casa y ante mis
ruegos y también lástima, mis padres me permitieron quedarme con
él. Lo bañé, lo curé y se convirtió en mi mejor amigo, al mes no
era ni la sombra de lo que encontré, era un perro hermoso. Luego
poco a poco nos fuimos haciendo de animales de granja y eso me hizo
muy feliz, era mi reino personal, por ellos y por el deseo de
ayudarlos es que soy lo que soy ahora.
Aurora no pudo evitar que los ojos se le
aguaran por las lágrimas y el nudo en la garganta le impidiera
hablar. La sensibilidad del hombre la ponía a sus pies.
—Eres admirable —volvió a decirle dándole un
beso en la mejilla—. Realmente esto es lo tuyo, no pudiste haber
escogido mejor carrera.
—Te agradezco tus palabras. ¿Me ayudas? —le
mostró una pequeña bandeja de metal.
—Claro, ¿Qué hago?
—Ponte unos guantes de esa caja —la señaló y
ella obedeció.
Parecían haberse compenetrado más debido a
su gusto por los animales y eso, no sólo le gustaba al médico sino
que ella comenzó a admirar más su labor y carrera porque todo lo
hacía de corazón y por el amor a los animales, compresión que
Maximiliano agradecía. Tuvieron que limpiar bien al cachorro con
agua limpia porque debido a la anestesia se había orinado, no tenía
fuerzas en sus patas traseras y el veterinario temía alguna
infección por lo mismo, pero no podían bañarlo como era debido por
su convalecencia y para evitarle una fiebre que podría matarlo. Él
se encargaría después de limpiar el lugar pero su prioridad era la
salud y bienestar del cachorro.
—¿Me pasas una toalla por favor? —le pidió
él sosteniéndolo cuando terminó.
—Sí claro. ¿Dónde están?
—Aquí en la habitación contigua, están
dobladas a manera de espiral.
Aurora asintió y se dirigió a la habitación,
cuando entró miró en unas esquineras de metal las toallas en
mención y abriéndose paso por una enorme tina con agua que estaba
cerca, sin observar bien simplemente se estiró para alcanzar la
bendita toalla sin dejar de ver el agua por lo que al sujetarla con
fuerza no se imaginó lo que le pasaría; al tocarla, la toalla le
brincó chillando al mismo tiempo, asustándola y haciendo que ella
gritara también, perdiendo el equilibrio y cayendo sentada en la
tina mojándose completamente. Max corrió al escucharla.
—¡Aurora por Dios! ¿Qué pasó? —se apresuró a
auxiliarla cuando la miró.
La chica no podía creer lo que le había
pasado.
—Que la toalla que sujeté estaba viva
—contestó evitando refunfuñar.
—¿Cómo? —le ayudó a ponerse de pie al mismo
tiempo que toda el agua le escurría por la ropa.
—La toalla salió corriendo y por poco me
muerde —insistió.
—Aurora ¿Cómo es eso? ¿No entiendo?
El estruendo de algo que había caído alertó
al médico y juntos salieron de la habitación.
—¡Titán! —Max regañó al animal que le había
dado vuelta a la bolsa de croquetas, haciendo que el piso se
llenara de ellas. Aurora exhaló.
—¡Esa es la toalla! —lo acusó.
Maximiliano evitaba reírse delante de ella,
la dichosa toalla viviente no era otra cosa más que un travieso
cachorro Shar-Pei, que moviendo feliz la cola se comía del suelo
todas las croquetas que había derramado.
