Capítulo 25
Como le había dicho Alonso cuando la llamó
por la tarde, pasaría por ella a las siete en punto.
Luego de salir de la clínica de Maximiliano,
Aurora había ido un momento a la estética de Flavio para hacerse
acentuar el color del cabello. El estilista era un completo Houdini
cuando de crear magia en sus chicas se trataba y así como lo había
hecho con Ariadna antes de su viaje a Europa, ahora hacía que una
despampanante Aurora saliera de su negocio como su mejor carta de
presentación. Aurora no había ido a la estética por su compromiso
con Alonso sino por consentirse a sí misma, ya que no lo pudo hacer
antes de ir a L. A. debido al resfriado pero en el fondo —y aunque
se quería engañar— sabía que no sólo había sido por eso sino por
algo más, algo que se negaba a reconocer y era que en parte lo
había hecho por él, por Maximiliano, el hombre que comenzaba a ver
de otra manera. Sonrió como tonta mientras terminaba de arreglarse
frente al espejo, ya iban a dar las siete y Alonso no tardaba en
llegar, habían quedado a esa hora y aunque no le hacía gracia salir
con él y en su misma camioneta no tenía otro remedio. Al momento
escuchó el claxon que le avisaba su llegada y acomodando su cabello
suelto y su atuendo de pantalón gris y blusa celeste de crochet de
hilo de seda vegetal, solamente poniéndose un poco más de perfume
salió de su habitación cogiendo su bolso. Era hora de cumplir con
el compromiso porque sólo eso era para ella, aunque no supiera a
qué clase de Alonso iba a soportar.
Cuando salió, afuera de la propiedad él ya
la esperaba a un lado de la puerta de la Dodge de su padre y al
verla acercarse cuando cruzaba la calle sintió que iba a darle
algo, lo que la chica le provocaba era indescriptible y como hombre
no debía engañarse sino disimular.
—Tranquilízate Alonso —se dijo para sí—.
Ella es mucho más de lo que imaginas, realmente mucho más.
Sonrió abiertamente de manera seductora y
aunque quería ir a su encuentro la esperaría ansioso en su lugar,
tenía los brazos cruzados y las piernas también. Aurora por su
parte también tenía que disimular cuando lo vio en esa pose,
parecía modelo de televisión promocionando el auto y la sonrisa
deslumbrante era digna de cualquier comercial de odontología y
pasta dental. Alonso era guapísimo si lo pensaba y al verlo no lo
dudaba, vestía de jean blanco, camisa de poliéster formal y muy
fina gris claro con las mangas dobladas a los antebrazos, con
delgadas líneas blancas, una hilera de pequeños botones y zapatos
negros tipo botines. Él era sin duda lo mejor que había visto de
los Farrell lástima no haberlo conocido antes y en otras
circunstancias, ahora ya no tenía caso por varios factores.
—Estás divina Aurora —susurró él extendiendo
sus brazos para encontrarla, deseaba perderse en la oscuridad de su
sedoso cabello y a la vez, embriagarse por el incitante perfume de
su cuello.
—Gracias ¿y veo que el atreverte a abrazarme
se te ha vuelto costumbre? —le contestó ella.
—Y una buena, ¿no crees? —insistió en el
tono seductor provocándola al abrazarla con osadía.
—Alonso… —ella evitó estremecerse en sus
brazos.
—Déjame sentirte así por favor —suspiró en
su cuello—. Eres como un sueño y deseo abrazar ese sueño.
— Pero no te aferres a él —ella se apartó un
momento y él la retuvo en sus brazos.
—¿Por qué no? —la miró extasiado.
—Porque a veces los sueños se vuelven
pesadillas —le contestó a modo de no hacerlo sentir mal.
—Pero se debe correr el riesgo, ¿no te
parece? —Exhaló acariciándole el cabello—. No se sabrá si no se
intenta y al menos hay riesgos que se deben correr porque valen la
pena.
—Alonso… —ella quiso detenerlo porque sabía
el rumbo de sus palabras.
—No Aurora, no huyas de mí por favor, si
estoy aquí es por ti.
—Que directo eres y cínico además —le bajó
la mirada porque no se la resistía—. Dijiste que venías por lo que
pasaba en tu familia.
—¿Y no crees que es una buena excusa? Lo que
sea con tal de estar cerca de ti, esa es mi determinación.
—Alonso yo no soy Ariadna, no te equivoques
—lo miró con valor.
—Ya lo sé, no la veo a ella en ti, tú eres
muy diferente y no tienes idea de lo cautivado que estoy por
ti.
—No quiero herirte, yo no puedo
corresponderte como tú quieres.
—Te demostraré que soy diferente, déjame
intentarlo, pruébame —le acarició la barbilla.
—Ni siquiera nos conocemos ni hemos salido,
¿y ya te sientes tan seguro?
—Muy seguro —sonrió.
—¿Por qué?
—Porque es mi esperanza.
—Alonso deja la obsesión. —Aurora no había
sido consciente de estar en medio de sus brazos todo ese tiempo y
quiso separarse manteniendo su distancia.
—No es obsesión, es deseo.
—¿Qué?
—No pienses mal —volvió a sonreír—. Lo que
intento decir es que es mi deseo acercarme a ti y que me des una
oportunidad, voy a demostrarte que puedes confiar en mí.
—No puedo, no es fácil, yo misma no soy una
persona fácil, conmigo...
—Contigo será diferente, no, ya es
diferente.
La pegó más a él y ella hizo malabares para
controlarse al verse en esa mirada que la traspasaba toda. Alonso
lo estaba confirmando no sugiriendo, seductoramente le estaba
demostrando su seguridad y ella comenzó a sentirse entre la espada
y la pared. Él no hablaba por hablar, abiertamente le confesaba lo
que sentía, haciéndole ver lo enamorado estaba. Eso la
asustó.
Se miraron por un momento, Alonso había sido
claro al decirle sin rodeos la verdadera razón por la que él había
regresado, su interés era ella y no sabía cómo manejar el asunto
estando otro hombre de por medio por el que ella se inclinaba más.
Alonso por el contrario sentía que Ariadna había quedado atrás como
una enseñanza y que Aurora, era algo completamente distinto y
maravilloso y sentía que los días que habían pasado desde que se
conocieron hacía una semana en el LAX, se habían reducido a un
espacio de tiempo muy mínimo ahora que la tenía en sus brazos y que
esa separación —que al parecer le había afectado sólo a él— a pesar
de todo valió la pena.
—¿Nos vamos? —preguntó ella girando la cara
antes de sentir que Alonso estaba a punto de besarla.
—Claro —él sonrió sintiendo que la chica
estaba vulnerable y por eso prefería hacerse la interesante.
Ni siquiera les dio tiempo de rodear el auto
cuando alguien los detuvo, alterando a Aurora otra vez cuando lo
escuchó hablar.
—¿Ahora vas con otro? —preguntó una voz
cargada de molestia y rencor.
Ella se quedó rígida mirando el pecho de
Alonso, evitó girarse si sabía quién era. Alonso por su parte si
levantó la cara con seriedad para observar al entrometido que había
osado interrumpirlos y hablar de esa manera.
—¿Quién es usted? —inquirió Alonso sin
intimidarse.
El hombre se acercó más a ellos, Aurora
seguía con la cara en el pecho de Alonso, no quería verlo otra vez
porque no iba a responder por lo que pasara.
—Nadie que deba importarte porque ni
siquiera hablaba contigo —le contestó de manera malcriada a Alonso
y este, no se esperaba esa respuesta.
—Vámonos por favor —le susurró Aurora y
Alonso la abrazó más a él al escucharla.
—No lo permitiré, no esta vez —sentenció el
hombre sujetándola de un brazo y apartándola de Alonso.
—¡No me toques! —le gritó empujándolo—. ¡Ya
déjame en paz!
—¿No escuchaste? ¡Déjala! —Alonso lo detuvo
cuando quiso acercarse a ella otra vez y eso enfureció al
hombre.
Greg no se tentó para actuar movido por la
ira y sin pensarlo, se volvió dándole un rodillazo en el estómago y
luego un fuerte derechazo a Alonso quien tras el golpe, rebotó
deteniéndose en el capó del auto para no caer al suelo pero su
espalda pagó también las consecuencias.
—¡Basta! —le gritó Aurora intentando
acercarse a Alonso para auxiliarlo y él la apartó.
—¡No! —rugió Greg furioso—. Esta vez
no.
Alonso sin tener claro lo que pasaba por el
aturdimiento se incorporó rápido y aprovechó la distracción del
tipo para atacarlo también, cerrando el puño le devolvió un fuerte
golpe en el estómago primero para luego romperle también la nariz.
Ambos hombres comenzaron a sangrar, iba a patearlo también pero
Aurora lo detuvo.
—No sé quién diablos eres pero no te permito
una agresión más —le sentenció Alonso rojo de la furia mientras se
limpiaba con el dorso la sangre que caía por la comisura de su
boca.
—Tú no vas a impedirme que me acerque a
Aurora, ella es mía y ni tú ni nadie va a quitármela.
—Greg se levantó furioso sujetándose también
la nariz, no podía detenerse la sangre que le corría.
Con agilidad apartó a la chica quien cayó a
un lado y como si fuera un toro, embistió a Alonso deteniéndose
ambos de nuevo en el capó del Dodge para luego caer al suelo.
—Por Dios ¡ya basta! ¡Alto! —gritaba Aurora
desesperada sin poder meterse porque podían golpearla. Aunque
supiera algo de defensa personal, por cómo estaba la situación no
se atrevía hacer ningún movimiento.
Alonso lo sujetó del cuello con ambas manos
pero Greg volvió a golpearlo en la cara, el chico no se dejaba y
con el codo le devolvió el mismo golpe debilitando a su
contrincante, acción que Alonso aprovechó para ponerlo en el suelo
y golpearlo a puño cerrado también, pero el tercer golpe Greg lo
esquivó haciendo que Alonso pegara los nudillos en el pavimento. El
hombre gritó de dolor, debilidad que Greg aprovechó para ponerlo en
el suelo y antes de que se valiera más y en su rabia intentara
estrellarle la cabeza en el pavimento a Alonso, Aurora lo detuvo
con valor de un solo tirón apartándolo del chico que seguía en el
suelo sujetándose la mano y quejándose del dolor.
—Será mejor que te detengas, si no te vas
ahora llamaré a la policía —amenazó Aurora a Greg interponiéndose
entre ellos—. Si no me dejas en paz voy a llamarlos y decir que
estás acosándome, ya mi abogado te tiene en la mira Greg —sacó su
teléfono de su bolso y lo agitó—. Basta con que lo llame ahorita
mismo y procederá contra ti.
—¿Por qué Aurora? —La miró él sin disimular
el dolor que eso le provocaba en su rostro contraído, estaba
hincado en el suelo apoyado en una sola pierna—. ¿Por qué me haces
esto?
—Esa es mi medida y no dudaré en actuar, te
lo advertí ayer. Lárgate de una vez, no quiero volver a verte, ¿lo
entiendes? ¡No te metas en mi vida!
Ella se acercó a Alonso para levantarlo
haciéndole ver claramente a quien prefería.
—Nunca creí que ahora te gustara jugar
—insistió el hombre en provocarla mientras se volvía a limpiar la
sangre levantándose del suelo.
—¿Qué? —ella sentía encenderse más por el
enojo.
—¿Quién es el tipo de ayer entonces? —la
miró con seriedad a la vez que desviaba su mirada a Alonso para
molestarlo también, sabía que sembrándole la duda al menos iba a
molestarse y de esa manera arruinarles más la noche—. ¿Ahora sales
con uno y también con otro al mismo tiempo?
—Imbécil —quiso golpearlo también—. Lo que
yo haga y con quien salga no es tu maldito problema, soy libre de
hacer lo que quiera y quien quiera, a la hora que quiera y en donde
yo quiera.
¡¿Lo entendiste?!
—Quien quiera que seas lárgate y deja en paz
a Aurora —le dijo Alonso aguantándose las ganas de caerle encima
otra vez reclinándose en el Dodge—. Ella no está sola.
—No, no lo está, deberías ver lo “bien
acompañada” que prefiere estar —lo provocó Greg.
—¿Cómo ahora? —Alonso se aprovechó de eso
para sacar ventaja sabiamente en vez de molestarse, sujetando a la
chica de la cintura y pegándola más a él.
—¡Suéltala! —Greg se acercó a ellos con la
intención de apartarlos y romperle con todas las ganas la perfecta
cara a Alonso.
—Si das un paso más te hundo —sentenció
Aurora haciendo el alto con la mano—. Llamaré a la policía en este
mismo instante y diré que no sólo me acosas sino que nos atacaste y
que mi acompañante está herido por tu culpa porque me defendió.
¿Crees que van a dudar de mi palabra sabiendo quién soy? ¿Crees que
mi abogado no limpiará contigo las calles de Ontario?
Greg se detuvo y se vio obligado a tragarse
el coraje que sentía, se sujetó el estómago y retrocedió. Aurora
había logrado dar una buena jugada, por el momento.
—No me importa lo que hagas, nada va a
impedirme tenerte otra vez —le indicó con seguridad sonando más
como una amenaza—. Ni este, ni el otro, ni nadie más que siga en tu
lista y que eso te quede claro, ni la policía, ni un abogado, ni
nadie más volverá a separarme de ti.
Giró en su mismo sitio y caminó hasta su
auto, Aurora se enfocó en la marca y modelo, iba a tomar medidas
drásticas contra él porque aunque lo disimulaba se había asustado
con sus palabras.
Cuando se fue y los dejó respiró tranquila o
a medias. Alonso rendido y exhalando se inclinó en el capó
sujetándose el estómago.
—Alonso lo siento, nunca me imaginé que esto
pasaría.
Él no dijo nada y evitaba resoplar como
perro rabioso mientras se miraba la mano con sangre y el otro puño
mallugado en los nudillos, vaya que el Greg tenía buena quijada
porque al menos la de él si le dolía y mucho.
—Creo que después de esto ya no podremos
salir —insistió ella sabiendo que eso podía molestarlo más.
—¿Qué fue esto Aurora? —la miró sin
disimular la decepción.
Ella lo miró avergonzada y del mismo modo
bajó la cabeza.
—No tengo manera de explicarlo
—susurró.
—Es algo difícil por lo que veo —se quejó
sujetándose el costado.
—Tú no tenías por qué pagar, no es justo por
favor permíteme al menos… limpiar tus heridas —le pidió al notar
que las mismas, no sólo no dejaban de sangrar sino que el golpe
comenzaba a inflamarse y la piel a cambiar de color.
—No es necesario —se incorporó arrugando la
cara y exhalando.
—No puedes volver a tu casa así y menos por
mi culpa, por favor déjame hacer algo al menos —le rogó, se sentía
realmente mal gracias al imbécil de Greg.
—Tranquila, veré que les digo —le sujetó la
mano.
—¿Con todo lo que les pasa? No Alonso, esto
pondrá muy mal a tu familia y creerán que alguien está tomando
represalias por lo que Lucas hizo, esto va a ponerlos más
nerviosos.
—Diré que quisieron asaltarnos.
—La situación de ustedes es muy delicada,
igual eso no los va a controlar, vamos a la casa —con la misma mano
que acariciaba lo llevó—. Lo menos que puedo hacer es verte las
heridas y limpiarte la cara.
Alonso exhaló sin oponerse, total necesitaba
verse antes de volver a la casa de sus tíos que era donde estaba
hospedado porque si lo miraban así, iban a poner el grito en el
cielo como dijo Aurora y nada iba a calmarlos.
