Capítulo 34
Esa mañana durante el desayuno fue Diana la
que ya no soportó la situación y pidiéndole perdón a Aurora y a la
misma Minerva las abrazaba. Eran hermanas, una pelea por
diferencias era normal pero lo mejor de todo era que no había
orgullo que las separara cuando el cariño era más fuerte y como
bien lo pensó Aurora, su castigo había resultado; la benjamina
lloró bastante y apenas durmió, el no verse muy bien lo constataba
y aprendiendo su lección con los ojos rojos e hinchados tendría que
ir a la universidad.
Un poco más animada Aurora comenzó su
jornada, manejó hacia su trabajo pasando antes por una gasolinera
ya que su Yaris necesitaba combustible. Pensaba en lo que había
pasado pero al menos, lo más importante era estar bien con sus
hermanas aunque siempre tenía sobre ella su propio peso y ahora
también el de Raissa, asunto que no sabía cómo hablarlo con
ellas.
Una vez que llegó y sentada en su escritorio
—trabajando en un listado de materiales que debía comprar por haber
recibido una solicitud de elaboración de recuerdos para unos
“dulces dieciséis” que se llevaría a cabo en un mes, fiesta de la
que también se haría cargo— no dejaba de pensar en su noche con
Raissa, habían salido muchas cosas a la luz y aunque ya la mujer
con seguridad estaba en un vuelo camino a Nueva Orleans como se lo
dijo aún estaba lo más importante; las confesiones.
Se reclinó un momento en su sillón y exhaló,
se giró un momento perdiendo la mirada en la ventana a la vez que
su mente traía a memoria lo que había sucedido hacía unas horas
atrás.
*****
Luego de entrar al despacho Raissa la invitó
a sentarse en uno de los cómodos sofás. La mujer notó como la chica
se enfocó en observar la decoración clásica del lugar.
—¿Te gusta la casa? —preguntó.
—No me impresiona —contestó encogiéndose de
hombros.
—Pues cuando tienes la dicha de vivir
cómodamente gracias a los intereses bancarios… —dijo a mujer
notando su interés por presumir—. ¿Crees que eso le hace gracia a
los bancos?
Aurora evitó rodar los ojos, no iba a
dejarse impresionar por la orgullosa “tía” si tanto quería presumir
y hacer algo a la vez, pues que dejara en orden su millonario
testamento y que al fin sirviera de algo. Total, ya muerta no sería
un dolor de cabeza lidiar con ella y su herencia podría al menos
costearle los estudios superiores de danza a Diana por Europa.
Sabía que no estaba bien pensar así, pero tratándose de una
completa desconocida no dolería su deceso si a ella tampoco le
importó el de su hermana.
—Por lo menos agradezco tu puntualidad
—insistió la mujer. Eso era sagrado para ella.
—De nada y espero que el que me haya hecho
venir valga la pena, debí cancelar el tiempo con un amigo y debo
decirle que me dolió hacerlo.
La mujer la miró levantando una ceja con
altivez, poco le gustaba el timbre de voz con el que Aurora le
contestaba, tan firme, tan sarcástico, tan de mala gana que evitó
exhalar.
—¿Siempre hablas así? —Se sentó frente a
ella en otro sillón—. No creo que tengas muy contentos a tus
clientes con esa manera de ser.
—Si están contentos o no creo que eso no le
importa, ¿o sí?
—No me imaginaba que junto a tu juventud
también ya tuvieras amargura.
Aurora la miró molestándose más.
—El cómo yo sea creo que no es su problema,
a pesar de ser joven creo ya tener experiencias en algunas cosas,
las suficientes como para no confiarme de cualquiera. A quien yo le
dé un trato fuera de mi familia es solamente profesional.
—¿Y tus amigos entran en ese “trato
profesional” también?
—Mis amigos son contados y ellos obtienen de
mí lo que puedo ofrecerles.
—¿Un trato frío? No me extrañaría que no los
tuvieras.
—Al grano señora McQueen por favor, no vine
a perder mi tiempo —comenzaba a exasperarse.
—Eres tan orgullosa.
—Piense lo que quiera, alguien que ha pasado
por tantas cosas tiene sus razones y a nadie debe importarle.
—¿Así que según tú ya pasaste por “muchas”
cosas? Eres una chica joven, dudo que tengas una lista de “sucesos”
que puedas enumerar.
—Tengo una lista negra, ¿quiere usted formar
parte de ella?
—Atrévete a añadirme —la miró con
desafío.
—¿Sabe que señora? ¡Váyase al diablo! —le
dijo con malcriadeza, poniéndose de pie y dirigiéndose a la
puerta.
—¿La niña bonita que no soporta una
provocación se va? ¿Prefieres huir? Te creí más valiente pero no
aguantas nada.
—¿Y usted cree que mi paciencia incluye que
deba soportarla a usted? No señora, en eso se equivoca, el respeto
y el afecto se ganan no se imponen como usted lo hace. A mí no me
va a chasquear los dedos y darme órdenes, para su colmo buscó a la
peor de las Warren, a una que ha sufrido lo suyo y cargado su
propia cruz así que no me da la gana lidiar con otro dolor de
cabeza más. Usted y su dinero pueden irse por donde vinieron,
nosotras no la necesitamos.
Antes de abrir la puerta Raissa volvió a
detenerla.
—¿Piensas que llegarás lejos con esa
actitud? No te equivoques niña aún no conoces el dolor.
—Y veo que usted tiene la “suficiente
experiencia” para que se atreva a provocarme.
Raissa le clavó la mirada a la vez que
soltaba el aire con lentitud, el carácter de Aurora comenzaba a
colmarla y sabía que no tendría la paciencia para tratar con ella a
menos que cediera un poco y buscara la mejor manera para obtener
una reconciliación con sus sobrinas. Si Aurora tenía esa forma de
ser no quería imaginarse cómo eran las demás y ella tampoco estaba
en la edad para lidiar con alguien, intentó controlar la molestia
que sentía.
—No voy a negar mi experiencia —le dijo
controlándose—. No he pasado en vano por esta vida sin pagar, así
que más te vale respetarme aunque no quieras.
—Pues gánese ese respeto.
—¿Y cómo demonios lo hago si estás a la
defensiva? No creo que lo que hayas pasado te muestre la cara del
dolor, ¿por un ser querido y cercano? Para eso nacemos y todos
pasamos por eso, sé fuerte, el dolor es sólo pasajero, no perdura,
hazlo a un lado y continúa.
—Dígame de una vez lo que quiere —se contuvo
las ganas de estallar.
—Quiero que hablemos como dos personas
adultas que pueden entenderse, pero veo que primero debo hacerte
ver que tu conocimiento del dolor puede ser el mismo que siente un
niño cuando le quitan un algodón de dulce o cuando no recibió su
regalo de navidad. Llorará al momento pero se le pasará —le habló
tajante sin siquiera respirar—. ¿Has perdido de verdad? ¿Conoces el
sentir y el sufrimiento que el dolor provoca? ¿O sólo han sido
rabietas infantiles? No creo que conozcas el dolor, no pretendas
conocerlo, deja de jactarte y de hacer drama.
Al escucharla Aurora no pudo más y estalló
acercándose a ella para descargar su coraje.
—¿Qué no conozco el dolor? —Aurora se
enfureció cuando la escuchó decir eso—. ¿Y quién diablos es usted
para señalar si he sufrido o no? Mire señora “dueña del universo”
será mejor que no siga provocándome sin conocerme, el dolor no
tiene piedad cuando golpea, es implacable y puede mostrar la cara
que quiera, especialmente la de la burla. Conozco el dolor de
perder al que creí el amor de mi vida engañándome y a mis padres de
la manera más trágica, conozco el terror de creer que tu vida ya
tiene límite de tiempo por un error cometido sin que puedas volver
el tiempo y evitarlo. Dos rupturas y la muerte de los progenitores
en la mejor etapa de la vida, ¿conoce usted ese dolor? ¿Se ha usted
enamorado? ¿Ha amado? Lo dudo, usted no sabe lo que es amar con el
alma y el corazón y entregarse sin reservas y a ciegas, usted no
sabe lo que es ver al hombre de su vida casarse con otra, usted no
sabe lo que es ver al hombre que ama siendo padre por otra mujer.
Usted no conoce ese doloroso vacío que le deje el alma destrozada,
usted no sabe lo que es continuar de esa manera y ver cómo carajos
enfrentarse a una vida injusta y solitaria que cada minuto le
recuerde lo que perdió. Usted no conoce ese sentimiento de pérdida
que le haga saber que nunca más volverá a estar con el hombre que
ama porque es ajeno, usted no sabe lo que es sentirse burlada por
un estúpido con el que creía rehacer su vida, para que luego lo
encuentre pero con otro hombre sólo porque el desgraciado se dio
cuenta un poco tarde de sus verdaderas inclinaciones sexuales.
Usted no conoce el terror de creer estar contagiada de VIH
sintiendo que su mundo se termine de derrumbar en segundos y que
para colmo, una cosa la lleve a otra marcándola para siempre y
cuestionándose si realmente vale la pena vivir, cuando Dios parece
haberse ensañado con uno mismo.
Aurora tomó aire mientras sus lágrimas caían
ardiendo por sus mejillas, habló de más frente a alguien que no
conocía y ya no tenía caso retractarse. Nunca le había hablado así
a alguien, nunca había resumido su experiencia recordando todo de
golpe, nunca lo había expresado así ni siquiera con sus hermanas
que sólo habían algunas cosas. Ahora se había expuesto y debía
enfrentar la vergüenza y hasta el chantaje por una desconocida que
podía tomar ventaja de todo. Se detestó en ese momento.
—Usted no sabe lo que es perder a sus padres
al mismo tiempo —continuó ya sin remedio sentándose en otro
sillón—. Usted no sabe lo que es enfrentarse al dolor así y estar
de pie con una fortaleza mal fingida porque otras personas dependen
de un pilar, en eso me convertí cuando mis padres murieron, en un
disimulado pilar que debía sacar adelante a sus hermanas y al
negocio mismo porque si no todas pereceríamos. Sin tiempo para
reponerme, sin tiempo para pensar, sin tiempo para tomar las
mejores decisiones, sin tiempo a nada, todo fue muy rápido. No
venga usted a hablarme sobre si conozco o no el dolor, lo he vivido
en carne propia y puedo decirle que duele de la misma manera en que
si la torturaran y desollaran viva, si así es, es un dolor
insoportable, tan insoportable como para quitarle la conciencia y
desear morir.
Aurora se limpió las lágrimas, exhaló, ahora
la intimidad de su vida le había sido revelada a una desconocida
que la miraba perpleja sin poder creerle. Raissa por su parte
tragaba en seco su sentir también, evitando que las lágrimas
delataran lo afectada que estaba al saber lo que le había rodeado a
la chica. Estaba en shock no sólo porque nadie le había hablado con
semejante agresividad, sino porque no era la única que había tenido
problemas y había vivido, viendo pasar la vida siendo indiferente a
la misma. Así que para hacer que Aurora se sintiera mejor ahora
ella iba a hablar, iba a confesarse ella jugándose todo de una vez
en una plática de mujer a mujer y encontrar la redención o perecer
de una buena vez.
—Sé lo que es desear morir. —Raissa se
levantó de su lugar para sentarse frente a ella en otro sillón y
verla cara a cara — . Sé lo que es sentir un dolor tan profundo que
sientas que te sacan el corazón vivo y te lo desgarren con toda la
saña hasta matarte.
Aurora la miró con el ceño fruncido y entre
sollozos, ahora sabría la verdad sobre la mujer que tenía en frente
y que ya la tenía colmada.
—No sé qué tan difícil sea perder a ambos
padres a la vez —continuó Raissa después de suspirar con una voz
más calmada—. Seguramente un terrible y duro golpe cuando han sido
todo tu mundo y apoyo, mi padre murió de un ataque al corazón hace
quince años y mi madre… prefirió terminar sus días en una casa de
retiro muriendo cinco años después —la mujer frunció el ceño como
si el recordar fuera un enorme peso—. Sentí más a mi madre que a
él, fueron muchos años los que nos separaron, vivimos enemistados y
nunca nos reconciliamos. Su muerte no me dio ni frío ni calor,
nunca le perdoné lo que me hizo.
Se detuvo un momento perdiendo su mirada en
las flores que tenía cerca. Aurora terminó de limpiarse las
lágrimas y prefirió escucharla con atención, sabía que lo que podía
decir tampoco era fácil, una confesión por otra era para estar a
mano con cada una.
—Pero si sé lo que es amar —volvió a
suspirar tragando en seco cuando dijo eso, se llenó de valor y la
miró—. Sí sé lo que es estar enamorada, lo estuve, como toda mujer
viví una ilusión y creí tener mi historia feliz de cuentos de hadas
pero no fue así. Amé con el alma y con el corazón y me entregué sin
reservas y a ciegas como lo dijiste, por supuesto que sé lo que es
ver al hombre de tu vida casarse con otra, yo sé lo que es ver al
hombre que amas siendo padre con otra mujer.
Aurora la miraba con asombro, habían pasado
experiencias similares, tanto que parecían estar la misma persona
pero en dos versiones distintas, una del pasado y la otra del
futuro y Aurora, comenzó a sentir temor al verse reflejada de esa
manera. Tragó lentamente su miedo, necesitaba que el corazón que
tenía en la garganta le bajara a su lugar y normalizara su
ritmo.
—Conozco perfectamente ese doloroso vacío
que te deje el alma destrozada como dices, si lo conozco, lo sentí,
lo sé bien —insistió—. Yo sé lo que es continuar de esa manera y
enfrentarse a una vida completamente solitaria, que cada minuto te
recuerde lo que perdiste sin que de nada te sirva anhelarlo otra
vez. Nadie mejor que yo conoce ese sentimiento de pérdida que te
haga saber que nunca más volverás a estar con el hombre que amas
porque es ajeno, sí lo sé.
La voz de Raissa se quebró pero evitó llorar
abiertamente ante la chica, Aurora estaba en shock escuchando
atentamente cada palabra que la mujer repetía porque habían sido
las suyas.
—Pero mi pérdida fue más allá Aurora
—suspiró después de quitarse las lágrimas—. No sólo perdí al hombre
que amaba sino que… además…
Se detuvo bajando la cabeza, lo que iba a
decir debía pensarlo cuidadosamente porque no había vuelta
atrás.
—Además qué —afirmó la chica más que
preguntar.
—Perdí también una hija —confesó.
—¿Cómo?
Raissa tragó y levantó la cabeza con la
misma entereza y orgullo, ahora debía enfrentarse a su
confesión.
—Así fue —la miró detenidamente por un
momento—. El hombre que amé decidió enamorarse de otra, el hombre
que amé decidió casarse con otra y el hombre que amé me quitó a mi
propia hija, nuestra hija.
Aurora se llevó una mano a la boca, eso
jamás lo habría imaginado, de verdad que habían unas situaciones
peores que otras y prefirió escuchar con atención.
—Sí, nuestra relación dio frutos y tuvimos
una hija pero la situación… no era fácil —exhaló—. Cuando yo creí
que eso lo haría feliz y a su vez nos haría estar juntos fue todo
lo contrario. No lo hizo feliz porque él ya había puesto sus ojos
en otra, a otra que sí haría su esposa porque así lo decidió
destrozando mi corazón. Obviamente mi padre se enfureció y antes de
que ocurriera una desgracia peor las mujeres tomaron la decisión,
era la única manera de que las cosas no acabaran mal. Él tendría su
boda como lo quería después de convencer a la “novia” de no dejarlo
todo, mi madre intercedió por mí y aunque tenía la vergüenza encima
me permitieron gestar al bebé, ya que mi padre deseaba que lo
abortara y evitarse la vergüenza. Todo ese tiempo estuve recluida
en nuestra casa de campo en Inglaterra, oculta y lejos de todo
contacto hasta que el momento de dar a luz llegó.
Tuve a mi bebé en la misma casa con la ayuda
de un médico de la familia pero sin imaginarme el bien tramado plan
que mi padre ya tenía, reservando algo más para mí, haciendo
también que el hombre que una vez amé con todo mi corazón me
terminara de destrozar el mismo. El acuerdo de ambos era quitarme
al bebé, era una niña, mi padre quería olvidar la vergüenza que
había traído sobre la familia y él… él iba a hacerse cargo de su
hija al fin de cuentas. Yo la llevé en mi vientre, yo la geste
nueve meses exactos, yo la parí con dolor y entre lágrimas nació
haciéndome la mujer más feliz en ese momento, mi niña era todo lo
que iba a tener para mí y también me la quitaron. Mi padre la
arrancó de mis brazos antes de los cuarenta días para entregársela
a él y que la niña creciera dentro de su matrimonio como algo
normal y no tuviera el estigma de tener una madre soltera. Me
quitaron a mi hija, me arrancaron el corazón, se llevaron lo que
tenía de vida y me condenaron a un infierno de vacío y dolor.
La mujer no pudo más y derrumbándose lloró
con fuerza, con la fuerza con la que no lo había vuelto a hacer
desde ese momento cuando le quitaron a su hija. Aurora se levantó
del sillón, pudo imaginarse todo y con lágrimas en sus ojos como si
hubiera sido testigo se acercó a la mujer y se sentó a su lado,
sostuvo una de sus manos y sujetando sus hombros la mujer le
permitió que la abrazara, necesitaba desahogarse. Nunca se imaginó
cuán herida estaba esa mujer que se escudaba en su frío
carácter.
—No vi crecer a mi bebé —insistió—. Nunca la
escuché decirme “mamá” nunca la pude cuidar en sus enfermedades ni
ayudarla en sus tareas escolares, nunca pude aconsejarla por su
primer novio y menos disfrutar verla vestida de novia, eran las
ilusiones que me forjé mientras la gestaba porque siempre supe que
sería una niña y me lo negaron. A cambio tuve que soportar saberla
lejos de mí siendo criada por… él y su esposa.
—Lo siento Raissa, verdaderamente es algo
muy difícil —logró decir Aurora cuando ambas se recuperaron y se
miraron frente a frente.
—Y mi calvario apenas y comenzaba
—continuó—. Seis meses después ya aquí en América, mi padre me
vendió como cualquier cosa arreglando un matrimonio para mí que
salvara lo que tenía de reputación aunque para él, siempre fuera la
perdida que se había entregado a otro hombre. No tenía opción de
escoger ni decidir, todo estaba hecho y debía obedecer si no quería
pasar el resto de mi miserable vida desheredada y viviendo quien
sabe cómo. Me ataron a un hombre quince años mayor que yo, al que
tuve que soportarle todo tipo de abusos a cambio de tener una
lujosa vida… aparentada ante la sociedad y así fue como
sobreviví.
Aurora entendía el sentir y el carácter de
la mujer, su vida no había sido fácil en ningún aspecto y debió
sobrevivir a su manera, su experiencia había sido bastante dura a
pesar de la posición social en la que vivía.
—¿Y… la niña? —se atrevió Aurora a
preguntarle—. ¿Qué fue de la niña? ¿Volvió a verla?
Raissa se sentó derecha y trago mientras se
terminaba de limpiar las lágrimas, volvía a cubrirse en su
caparazón algo que desconcertó a Aurora.
—Sí volví a verla —contestó con firmeza—.
Sabía dónde encontrarla, él no podía esconderla de mí, era mi hija
y en cualquier momento yo podía revelar todo sin importarme nada
más que recuperarla. Lo que una vez sentí por él… el tiempo y su
actitud lo terminó de matar pero por mi hija… iba a enfrentarlo las
veces que fueran necesarias.
—¿Lo odió?
—Sí lo hice, lo que una vez fue amor se
volvió todo lo contrario, llegué a detestarlo tanto como si lo que
existió entre nosotros nunca hubiera sucedido. Para mí dejó de ser
el hombre que amé para convertirse en mi más odiado enemigo.
seguridad al afirmarlo.
—Lo lamento Raissa, lamento que llegáramos a
esta situación y… confesar cosas que… hieren.
Como ve cargo mi propia cruz también y… no
quiero un futuro como el suyo, no quiero verme así, suficiente
tengo ya y no…
—¿Temes a la soledad?
Aurora asintió.
—He intentado acostumbrarme aunque no es
fácil, mis hermanas lo son todo pero sé… que… llegará el momento en
que hagan sus vidas y yo…
—La harás también —la interrumpió la mujer—.
Podría decirte que todos los hombres son unos estúpidos, nadie
mejor que yo para decírtelo pero no sería justo. Sé que los hay
maravillosos, en alguna parte del planeta pero los hay, no creas
que el amor no está hecho para ti, tu otra mitad, tu complemento,
el hombre que verdaderamente te ame y te haga feliz está en algún
lugar, tal vez más cerca de lo que crees. No te cierres a las
probabilidades, eres joven, preciosa, inteligente y talentosa, el
que dos idiotas no te hayan valorado no significa que haya un
tercero igual, sólo mira bien, con calma, con paciencia, con
prudencia y puede ser que el fulano esté a la vuelta de la
esquina.
Aurora se retorció un poco al escuchar lo
que la mujer decía y le parecía increíble. No quería reconocerlo
pero a pesar de todo la mujer le parecía sabia, sensata, con mucho
en común y una amiga si se podía permitir, inclusive una aliada
dada cualquier circunstancia y era mejor llevar la fiesta en paz y
volver a empezar.
—Creo que no comenzamos bien usted y yo y es
necesario hacerlo de nuevo. —Aurora le extendió la mano—. Ahora que
hemos hablado de más en asuntos muy privados la una de la otra
debemos hacer borrador y cuenta nueva, me llamo Aurora
Warren.
La mujer asombrada y mirándola fijamente le
correspondió el saludo.
—Soy Raissa McQueen y me da gusto
conocerte.
Las mujeres sellaron su amistad de esa
manera y como una nueva alianza firmaron la paz, una que les
permitiría ser amigas y conocerse más y mejor con mutuo
bienestar.
