Capítulo 30
Escogió a Josh Groban.
Prefirió escuchar la dulce voz lírica del
cantante y distraerse un momento con su “Remember” debía
tranquilizarse y pensar, pensar en lo que pasaba en torno a lo que
la rodeaba no sólo en Eric Bana al escuchar la canción que era
inevitable. Le dio la tarde libre a Rebecca para que fuera al
ginecólogo, era necesario un chequeo, lo que pasara entre ella y
Ethan le importaba un comino, aunque no podía negar que
aparentemente era un hombre sano, el uso del preservativo siempre
era necesario, así que el problema no era él sino el otro fulano
del que nadie sabía nada y con el que Rebecca si había tenido
contacto directo y sólo rogaba, porque no tuviera ninguna
consecuencia.
Hizo que se tranquilizara y por esta vez, no
iba a volver a tocar el tema y era mejor seguir con sus trabajos
como lo habían venido haciendo hasta ahora. Rebecca prometió ser
más madura y seguir siendo la amiga que había sido, ya que estaba
consciente que otro encuentro con el canadiense no iba a repetirse
pero al menos, le quedaba el gusto de haberlo probado como quiso
aunque supiera que en la mente de él, Aurora fuera la dueña de sus
orgasmos.
—¿Tan difícil es encontrar a alguien que te
entienda, que te apoye, que te comprenda, que te valore, que te
acepte y te permita ser lo que eres? —se preguntaba Aurora
dejándose envolver por la voz del cantante.
Exhaló, era mejor no quebrarse la cabeza por
eso. La respuesta siempre la tenía y esa era la sencilla razón por
la que prefería estar sola sin tener que darle cuentas a nadie.
Adoraba su independencia pero sabía que necesitaba sentirse amada,
¿sería posible si ella lo permitiera? ¿Alonso o Maximiliano?
Sacudió la cabeza, era mejor que se concentrara en su trabajo,
hasta que le sonó su móvil, era Alonso, parecía llamarlo con el
pensamiento, volvió a sacudir la cabeza.
—Hola.
—Hola Aurora ¿Qué tal tu día?
—Bien, gracias ¿y tú? ¿Cómo estás? ¿Qué te
dijo el médico?
—Para eso te llamaba, tenía la esperanza de
que… pudiéramos tener otro tiempo juntos pero no podrá ser, me voy
con mis padres a Cucamonga dentro de unos minutos.
—¿Es por lo mismo? ¿Tan mal estás? —se
preocupó sintiéndose culpable.
—Tengo un problemita en lo que llaman
“Fascia Toracolumbar” mi columna pagó las consecuencias, me
hicieron un vendaje para evitar que me mueva mucho y también me
inyectaron porque de verdad que el dolor se ha vuelto insoportable.
No puedo permanecer sentado, debo tener reposo al menos por dos
días, es algo muscular pero el problema es que se extiende hasta la
parte baja de la espalda y soy consciente que debo cuidarme.
—Alonso de verdad que lo lamento, esto no me
hace sentir bien, al contrario, yo…
—Hey, ¿en qué quedamos?
—Es que si no hubiera aceptado tu
ofrecimiento a cenar...
—Y si yo no hubiera venido a Ontario… —la
interrumpió él—. Yo no pienso en el “hubiera” lo que pasó, pasó y
punto, lo único que me duele es que… debido a mi reposo no
tendremos oportunidad de conocernos más. Sé que mi madre te llamó y
te invitó a Cucamonga el sábado y aunque yo esté en esta situación
y me encantaría tenerte en villa Ensenada aunque sea unas horas, no
sé si estaré aquí el fin de semana.
—¿Y a dónde más vas?
—Recibí una llamada urgente de Toronto,
están ofreciendo buenas oportunidades en la práctica de mi campo de
economía y finanzas con excelentes programas y según mis índices
académicos soy de los elegidos y siendo así, me harán una
entrevista el domingo por la tarde a la que no debo faltar.
Se trata de una empresa que se está
expandiendo y es la mejor oportunidad para comenzar a
desenvolverme, el problema es que no se trata en el mero Toronto
pero al menos los que seamos elegidos iremos becados. Tendremos
todo pagado, incluyendo buenas bonificaciones si hacemos un buen
desempeño y si al terminar nos hemos ganado al alto mando, pues es
posible que con seguridad nos ofrezcan una plaza fija para
quedarnos con ellos luego de las evaluaciones. Me interesa mucho
porque tiene algunas sucursales en Canadá y al parecer, abrirá
operaciones aquí en los Estados Unidos en menos de un año lo que
será una gran oportunidad para mí, algo que me ayudará en mi
currículum.
—Me alegra escuchar tu entusiasmo en el tema
y te deseo mucha suerte y éxitos, lo menos que
puedo hacer es despedirme así que si te vas
el sábado… me gustaría…
—A mí también me encantaría —susurró él
adelantándose a sus pensamientos—. Podrías tomarte unas horas el
viernes por la tarde, te esperaría en Cucamonga, ¿puedes?
—Voy a agendarlo —sonrió—. Total, es tiempo
que puedo reponer otro día, veré si no tengo nada importante y yo
te aviso.
—Está bien, quedo a la espera, por lo pronto
ya mis viejos se regresan y me voy con ellos, necesito tener algo
de reposo al menos dos días y que este malestar mengue.
—Buen viaje y salúdame a todos, adiós.
—Igual, saludes a tus hermanas, hasta
pronto.
Colgaron con algo de desánimo por ambas
partes, Alonso no lo disimulaba y Aurora se sintió aún más mal.
Todo había sido por culpa de ella y del imbécil de Greg que le
había caído con saña a golpes a Alonso, no era justo que pagara así
y ella debía buscar la manera de compensarlo.
En ese momento su línea sonaba.
—Sí Amy —contestó.
—Aurora tiene una llamada.
—¿De quién?
—Es la misma señora lujosa de la otra
vez.
La chica reaccionó de golpe, no se había
vuelto a acordar de ese tema.
—Está bien, voy a tomar la llamada.
Esperó un momento apretándose el tabique y
contando hasta diez, la tensión volvió. Si no se acordaba de la
mujer, menos recordaba la tarea de decirle a sus hermanas su visita
y parentesco.
—¿Aurora? —la mujer preguntó.
—Sí dígame.
—Necesito hablar contigo y debe de ser esta
noche.
—¿Cómo?
—Mi chofer pasará por ti a las siete, ¿te
parece?
—Oiga no… no sé si podré, debo verme con un
amigo y… Buscaba una excusa bien fuera con Alonso o con Maximiliano
para no verla.
—Lo siento pero deberás cancelar lo que
tengas con tu amigo —le hizo ver con determinación—. Yo mañana
salgo de la ciudad y no puedo retrasar lo… lo que vine a hacer, ya
he perdido mucho tiempo.
—Pero yo no…
—O hablamos a solas primero o me presento en
tu casa y todas me escuchan, ¿quieres decidir?
Aurora abrió la boca, la mujer sencillamente
ordenaba no sugería y en el caso de intentarlo no parecía hacerlo
para bien, “¿me presento en tu casa?” Eso
la asustó, sabía dónde vivían y con
seguridad las había estado vigilando, todas
y cada una de sus vueltas y sabiendo más o menos el carácter de la
mujer, sabía que el asunto con sus hermanas podía acabar mal y en
la propia casa no lo iba a permitir. Era mejor escucharla primero
para saber lo que le tenía que decir y ya después, vería la manera
de soltarle a Minerva y a Diana semejante asunto.
—¿Siempre tiende a pedir las cosas de esa
manera? —atacó Aurora.
—Yo no pido niña, yo sólo digo las cosas y
tampoco las sugiero si no que las afirmo y ordeno.
Vine con un propósito Aurora y nada va a
detenerme, ¿ya le hablaste a tus hermanas de mí?
—No —apretó los labios para no contestar una
malcriadeza.
—Bien, que me conozcan entonces.
—No, espere… —exhaló intentando calmarse—.
Está bien, hablemos de nuevo usted y yo, a solas, me dirá lo que
quiera y yo decidiré si vale la pena y si lo hablo con mis
hermanas.
—¿Decidirás si vale la pena? —la mujer se
sorprendió—. ¿Por quién me tomas?
Aurora inhaló lentamente para luego
contestar sin titubeos.
—La tomo como una persona insensible,
orgullosa y prepotente que cree que nosotras vamos a obedecerla al
chasqueo de sus dedos, en eso se equivoca y si accedo esta vez es
sólo pensando en mis hermanas primero.
—Vaya espíritu de sacrificio el que tienes,
de quien lo habrás heredado ni idea pero está bien, por esta vez se
hará así. Mi chofer pasará por ti…
—No es necesario —la interrumpió—. Deme la
dirección y yo llego, no me gusta que la gente haga las cosas por
mí si puedo hacerlas yo. Estoy acostumbrada a moverme en mi auto
por donde yo quiera y a la hora que quiera.
—Sí, ya veo que amas tu independencia.
—La adoro.
Raissa resopló intentando tener paciencia y
luego de unos minutos respondió.
—Está bien, anota la dirección pero al menos
te exijo ser puntual, tengo un horario que cumplir.
“¿Exige?” —pensó
Aurora queriendo decirle de una vez lo que pensaba.
—Dígame.
La chica sujetó una nota post-it y comenzó a
escribir, colgaron y resoplando también enterró la cara entre los
brazos cuando los puso en su escritorio.
—Dios por favor que esta mujer se vaya, que
se vaya —decía en mantra—. Que nos deje en paz.
Sabía que no podía ocultar esto a sus
hermanas y temía por la reacción de cada una que era obvio sería
justificable, sabía que su deber era cumplir con decirles pero como
dijo lo haría si el asunto valía la pena después de la dichosa
conversación.
En ese momento miró su móvil que estaba
sonando otra vez, era Diana. Tragó y se tranquilizó.
—Dime Diana —contestó.
—Aurora anota la dirección que te voy a dar,
te espero aquí.
—¿Qué? ¿Dónde estás? —cogió otro
post-it.
—Tú anota —sonrió con picardía—. Voy a verme
con el doctor.
—¿Doctor? ¿Cuál? —se desconcertó.
—El tuyo.
—Diana ¿de qué hablas? ¿Te sientes
mal?
—Que mal ni que nada, yo estoy
perfectamente. Tú ven que aquí te espero, traje a Romeo y
Julieta.
—¡¿Qué?! —Aurora se puso de pie brincando
como resorte cayendo en cuenta.
—Por eso te llamo, el doctor no está en la
clínica sino en su apartamento y yo estoy aquí. Obvio no quería
recibirme, es muy honesto y eso me gusta pero le dije que era tu
hermana y que tú ya pronto te venías para acá entonces ahí cambió
de idea.
Aurora cerró los ojos apretándolos y
cerrando el puño se lo llevó a la boca para morderse sola.
—Diana ¿Qué hiciste? —se sentía avergonzada,
él iba a pensar que todo era una simple excusa.
—No hice nada, simplemente tuve libre la
tarde, sólo estuve dos horas en la academia y pensé en aprovechar
lo que me dijiste.
—¿Estás con él?
—Ay no como crees, estoy en el
estacionamiento, ven rápido que aquí te espero. Él cree que voy en
camino, no sabe que ya estoy aquí.
—Está bien voy para allá.
Colgaron y Aurora ya no sabía qué hacer,
negaba con la cabeza mientras guardaba los post-it y preparaba su
bolso. Ordenó unas carpetas en su escritorio y salió. Luego iba a
reprender a su hermana a solas.
Quince minutos después ya estaba
encontrándose con la benjamina de las Warren, el rojo de su bicho
resaltaba entre los demás vehículos estacionados allí.
—¿Se puede saber que pretendes con esto? —la
regañó al verla.
—No pretendo nada, ay qué carácter, ya
bájale ¿no?
—Ningún “bájale” esto es el colmo Diana, si
Maximiliano no estaba en su clínica tu deber era respetar eso y
traerle los peces otro día, pero a su clínica que es allá donde
atiende a los clientes no en su casa.
—Apartamento —corrigió.
—Lo que sea, no aquí, esto nos puede meter
en problemas a nosotras y a él mismo. Él no debe acostumbrar esto,
tú misma dijiste que no iba a recibirte pero sólo mencionaste que
era tu hermana y allí si verdad.
—Aurora ya —sujetó con cuidado la pequeña
pecera redonda.
—¿Cómo supiste donde vivía? —la detuvo antes
de avanzar.
—Fui a la clínica y el encargado de la
tienda me dijo que había salido y que no estaba seguro de regresar,
le dije que era tu hermana y que me urgía que me atendiera los
peces. Él lo recordó porque me dijo que te había vendido la comida
y por la confianza entre ustedes… pues conmigo iba a hacer una
excepción pero que debía llamarlo primero. Me dio su número de
móvil y me atreví a llamarlo y lo demás ya te lo dije.
Aurora exhaló intentando mantenerse
paciente, sabía que lo hecho por Diana no estaba bien y ahora debía
disculparse con el médico por la osadía de su hermana al
molestarlo.
—La próxima vez respeta la privacidad de las
personas —evitó pellizcarla solamente porque sujetaba el acuario—.
Sí él se vino a su casa fue por algo, es el colmo que lo molestes,
esto es vergonzoso Diana.
—Pues lo siento —caminó hacia la entrada del
edificio—. Si no lo hago hoy no lo haré después, yo debo aprovechar
mi poco tiempo libre, además agradece que de paso ya conoces donde
él vive.
—¿Y quién te dijo que yo quería saber?
Diana sonrió y evitando contestarle apretó
uno de los botones de interruptor que estaba en la puerta de
entrada.
—¿Y es que ya conoces todo de él? —Aurora
asombrada insistía con las preguntas. Diana sólo se limitó a
sonreír y a elevar las cejas con picardía.
—¿Diga? —contestó la voz del hombre que la
hizo brincar al oírlo.
—Hola doctor soy Diana Warren, ya Aurora y
yo estamos aquí —contestó de lo más tranquila.
“Dios que vergüenza, que vergüenza”
—murmuraba Aurora para sí.
—Me alegra, pasen —le dijo y al momento la
puerta de cristal y metal se abrió.
Diana volvió a sonreír triunfante
adentrándose al edificio mientras Aurora, sentía que la cara se le
caía al suelo por la vergüenza.
