Capítulo 36
Aurora sintió su cuerpo reaccionar al poder
de ese beso y de ese acercamiento, su sueño asaltó su cabeza otra
vez y ahora constataba que la suavidad de los labios del hombre era
verdadera. Gimió con placer sin darse cuenta haciendo que él se
excitara también, la reacción de sus cuerpos fue más que obvio,
ella sentía su sexo palpitar y él a mostrarle —sin que pudiera
evitarlo— una erección que comenzaba a abrirse camino entre sus
jeans, pero antes de que pudieran dar otro paso más en el que sería
imposible dar marcha atrás, el sonido del móvil de Aurora sonaba
insistente en su bolso.
Reaccionó de inmediato ya que podía ser una
llamada de sus hermanas o de la agencia. Se separaron haciendo que
cada uno buscara respirar y ella, rápidamente a buscar el teléfono.
Al ver la llamada sus nervios volvieron y como dudara en contestar
la llamada desistió, pero el nombre estaba ahí en la pantalla y su
mano temblorosa fue muy evidente.
“Alonso” —repitió
en su mente.
—¿Todo bien? —Maximiliano la hizo
brincar.
Aurora puso en negro la pantalla.
—Sí, es sólo que… se cortó.
—¿Y era importante?
Ella no sabía qué contestarle, si le decía
que era el hijo del hombre que solicitaba sus servicios estaba
segura que él intentaría averiguar más y una cosa iba a llevar a la
otra y el problema volverse grande, pero si le ocultaba que ella
tenía tratos con Alonso también iba a hacer que se molestara y con
justa razón. ¿Por qué se sentía entre la espada y la pared?
—No tengo claro el número —mintió volviendo
a meter el móvil al bolso—. Si es importante y le interesa volverá
a llamar.
—Aurora yo…
En ese momento el teléfono volvió a
interrumpirlos y la chica a brincar otra vez, definitivamente sus
nervios iban a acabar con ella y de eso Maximiliano se daba cuenta,
esa mujer estaba demasiado tensa. De inmediato ella contestó.
—Sí.
—Hola Aurora. ¿Cómo estás? —Saludó el
economista al otro lado—. ¿Molesto?
—Hola, no, no para nada —disimuladamente se
sentó otra vez, debía insistir en aparentar.
—Te llamaba para saber si siempre vienes
mañana, me encantará verte.
—Aún no… no he visto mi agenda de mañana
pero como te dije creo que puedo hacer una excepción. ¿A qué horas
sería?
—¿Te parece a las dos de la tarde? Sirve que
almuerzas con nosotros, estás un tiempo acá y luego te vas antes de
que oscurezca.
—Me parece bien.
—¿Te espero entonces?
—Sí —ni siquiera sabía porque lo estaba
confirmando pero ya no podía retractarse.
—No sabes lo feliz que me haces —sonrió
suspirando—. Te estaremos esperando, hasta pronto.
—Gracias a ustedes, adiós.
Colgó y luego reaccionó a que ni siquiera le
había preguntado cómo estaba de sus malestares, se llevó una mano a
la boca, no tenía caso lamentarse.
—¿Te sientes mejor? —la voz de Maximiliano
la hizo salir de sus pensamientos, el notarla taciturna en una
llamada le extrañaba.
Ella reaccionó, sentía su cuerpo extraño y
eso hizo que se sujetara su hombro derecho, asintió.
—Sí claro, vámonos —se puso de pie.
—¿Segura? —él sabía que esa mujer necesitaba
a gritos un buen masaje al menos, sin contar la sesión sexual para
terminar de liberar la tensión de su cuerpo.
—Debo volver a la agencia, mi mano derecha
en mercadeo tiene una cita médica y debe de haber alguien allá en
caso de que se requiera, cuando yo no estoy ella atiende cualquier
asunto pero no estando ni la una ni la otra…
—Entiendo y yo debo llevar estas medicinas y
esperar la visita del hombre este. —Maximiliano se acercó a la caja
y la sujetó.
Aurora volvió a su seriedad exhalando con
lentitud, necesitaba estar sola y pensar, era el colmo de las cosas
que pasaban. ¿Cómo hablar con cada uno sobre el otro? Se llevó una
mano a la sien.
¡Pero se acababan de besar! ¿Qué eso no
contaba?
—Esto no puede acabar así Aurora —se volvió
él a ella con la caja en brazos.
—¿Cómo? —la chica no entendió lo que
dijo.
Él le acarició la mejilla acercándose a
ella.
—Hace poco fui al cielo, me llevaste a las
alturas en ese beso —susurró sintiendo el deseo de probarla otra
vez—. Gracias por corresponderme y no darme una bofetada.
Aurora sonrió. ¿Cómo darle una bofetada a
ese rostro de ángel? Si él creía haber ido al cielo ella estaba
segura que aún no habían llegado al paraíso.
—Fue delicioso —confesó ella saboreándose,
Maximiliano se enfocó en sus labios—. La suavidad de tus labios… me
pareció exquisita.
—Digo lo mismo —sonrió él sintiendo una
inmensa alegría que no le cabía en el pecho.
El que significara algo para ella era mucha
ganancia, todo podía ser perfecto si no tuviera una sombra que lo
marcaba, todo podía ser perfecto si ella lo aceptara tal y como él
era pero sabía que era demasiado pedir semejante gracia.
Aurora se giró para encaminarse a la salida,
sabía que si se rendían de nuevo a lo que recién habían sentido
iban a terminar teniendo sexo sin razonar en el mero sofá, porque
los cuantos metros que habían hasta la recámara era un camino
bastante largo para la urgencia de sus cuerpos que exigían
liberarse.
—¿Me acompañarías a cenar? —preguntó él
siguiéndola.
—Me encantaría, ¿pero y si sales…?
—Hablaré con esta persona —le abrió la
puerta—. Le diré que no puedo por un compromiso.
—Pero es tu trabajo.
—Y por una oportunidad que pierda no se
caerá el mundo —salieron rumbo al ascensor del pasillo—. Si tanto
le urge podemos quedar otro día o mañana mismo pero durante el
día.
Aurora volvió a retener la respiración, eso
sería peor, mucho peor, ¿cómo iban a coincidir ellos en el mismo
lugar y a una determinada hora? ¿Qué iba a decir?
—¿Aurora? —él la notó cuando entraron al
ascensor.
—No, nada —disimuló, debía pensar qué hacer
en esa situación, como arreglarla o impedirla, o al menos ganar un
poco más de tiempo.
—Aurora estás demasiado tensa —se acercó a
ella jugando con su mentón que perfilaba con la punta de sus
dedos—. Y eso no es nada bueno ni para ti, ni para quien te rodea
porque se transmite.
Quiero que vengas a las siete.
—¿Aquí? —abrió los ojos para verlo
mejor.
—Así es —asintió evitando besarla porque si
lo hacía no iba a poder detenerse—. La cena será aquí, pienso hacer
lo que esté de mi parte para que te relajes.
Aurora pensó inmediatamente en el libro del
Tao y todos sus consejos, era mejor que se preparara porque de ser
así no iba a escapar del asunto e iba a terminar no sólo en sus
brazos sino que también en su cama. Apretó las piernas con
disimulo.
—¿Te espero? —insistió él.
Ella asintió en piloto automático, sólo
restaba esperar lo que trajera la noche.
El médico se despidió de ella muy feliz
luego de dejarla en su agencia y Aurora, entró más pensativa y
tensa de lo que había salido cuando fueron a almorzar. Era el colmo
que el mundo realmente fuera pequeño, tan pequeño como para que
también conspirara en su contra y era mejor que se preparara.
A las cinco de la tarde regresaba a su casa
un tanto aliviada por dos cosas: una, porque el abogado le había
visitado llevándole la documentación que se requería para la orden
de alejamiento, cosa que la chica firmó gustosa dando así por
iniciado el proceso legal contra Greg y dos, porque las noticias de
los análisis de Rebecca —gracias a Dios— estaban bien, ni siquiera
habían signos de laceración en las paredes vaginales debido a sus
recientes sesiones de sexo, tal vez porque no se hizo los análisis
el lunes que posiblemente si hubieran sido positivos, pero el que
no tuviera nada las aliviaba a ambas. Únicamente, debía usar por
seis noches continuas unas cápsulas vaginales después de un lavado
íntimo para evitar cualquier infección, cosa que Rebecca iba a
seguir al pie de la letra con inmensa alegría. El saberse sana y
libre de cualquier cosa le devolvía su paz total, asunto que a
Aurora también calmaba.
—Prometo ser más sensata en cuanto a caer de
nuevo en las redes del placer y el erotismo —le había dicho Becca
con un poco más de madurez.
—Solamente piensa de otra manera y no en el
momento del acto sexual —le aconsejó Aurora—. Total ¿Qué es el
Erotismo? Erotismo es que te tome en sus brazos y sientas que todo
tu mundo se sacuda, que mientras con su palma abierta se deleite en
recorrer tu espalda los dedos de su otra mano también se deleiten
en acariciar tu cabello, tus orejas y el contorno de tu cara como
si te dibujara sólo para él y retener tu imagen de esa manera.
Erotismo es que su mirada se clave en ti para estudiarte completa y
no para desnudarte el cuerpo sino para lograr ver tu alma. Erotismo
es que las palabras sinceras que exprese, te penetren no sólo los
oídos sino el corazón mucho más profundo e intenso que su pene a tu
vagina. Erotismo es que su cálido aliento estremezca tu piel con
sólo sentir su respiración. Erotismo es sentir el deseo de amar con
intensidad por mucho tiempo y no fingir hacerlo un rato en la cama.
Erotismo no es el mero acto sexual entre dos personas sino la
determinación de mantener esa llama de la pasión ardiendo aun
cuando duermes, es la comunicación de dos cuerpos que hablan un
mismo idioma y en silencio, es sentir esa conexión de dos almas aún
en la distancia, es sentir que ambos se pertenezcan y que su
prioridad sea el bienestar física y emocional del otro. Erotismo es
sentir que sus labios te adoran con cada beso y que cada vez desees
más y más de ellos. Erotismo es ser uno solo en cuerpo, alma y
corazón, es haber encontrado a la persona correcta y desear pasar
toda la vida a su lado. El erotismo no sólo se trata del cuerpo y
sus necesidades sino de un despertar en todos los sentidos.
Aunque Rebecca sabía que su amiga podía
tener razón, su visión del erotismo le había sonado algo romántica
y muy distante a su sentir. Para ella, estar en las nubes sería
darse cuenta que el canadiense le hiciera sentir todo lo que Aurora
le había dicho pero sabía que eso era imposible y la gemela también
lo dedujo.
Entrando a su casa lo primero que hizo fue
ir a consentirse, sabía que Maximiliano tenía razón en verla tan
tensa y al menos esa noche quería mostrar otra cara, una que tal
vez ya no podía tener el siguiente día, pero no quería pensar en
eso. Se sujetó el cabello en un moño alto, se quitó sus tacones,
comenzó a desvestirse y se metió al baño, iba a darse un break en
la tina, la puso a llenar con agua a temperatura ideal y luego dejó
ir sus esencias. Cuando estaba lista se metió, exhaló con
satisfacción reclinando su cabeza en una toalla y se quedó allí por
un rato, quería sentir su cuerpo relajarse, era placentero, quería
sentirse bien y sobre todo quería que su piel estuviera suave y
perfumada para su cena con el médico. Sonrió al pensar en él, ¿Qué
era lo que sentía por Maximiliano? Estaba un poco confundida, le
gustaba no había duda y ese beso hizo que todas las fibras de su
cuerpo se sacudieran, ¿podía haber algo más? El acercamiento con él
era muy opuesto al que tuvo con Alonso, sentía algo diferente por
ambos eso le quedaba claro pero el llegar a constatarlo era lo que
la ponía nerviosa, si un beso con Maximiliano le sacudió todo no
quería imaginarse cómo se pondría con algo más. Su cuerpo comenzaba
a relajarse, de hecho desde que se entregara al médico en ese beso
sintió algo extraño, no sólo las aceleradas palpitaciones en su
sexo y algo de humedad sino mucho más, un delicioso alivio que se
había expandido por su cuerpo y que la puso aún más trémula y con
un corazón latiendo a mil en su garganta. ¿Habrá sido un orgasmo?
Se preocupaba al saber el tiempo que tenía sin sexo, no era ajena a
esos temas ¿pero tanto así estaba de sensible? No era tonta y sabía
lo que la bendita cena podía implicar y de ser así ¿por qué
reprimirlo? ¿Lo deseaba? De nada le valía negarlo así que
suspirando terminó su sesión de baño y saliendo, era mejor darle
prisa al paso que debía dar. Total, una vez escuchó decirle a una
de sus clientas ya mayores que la moral y la decencia estaba de la
casa para fuera pero que hacia adentro, se valía todo y eso iba a
ponerlo en práctica. Ella nunca había sido de las mujeres que son
presas de una mal fingida moral, sólo que debido a sus experiencias
había decidido ser casi partícipe del celibato y no era para menos,
pero ante todo era una mujer y como todas, con deseos muy intensos
y profundos. Así que, si de la casa para adentro se refería a la
vida privada allí se quedaría nada más y esa noche iba a vestirse
para la ocasión y usar algo de su sexy lencería.
Dejando una nota pegada al refrigerador para
sus hermanas, salió muy feliz para su cita con Maximiliano.
Después de haberse probado mil trapos sin
saber por cuál decidirse, optó por un conjunto de falda corta
campana color cobre y una blusa negra top con escote de encaje que
era una tentación para quien no pudiera desviar la mirada, sin
contar la ropa interior que era un delicado bóxer femenino de
encajes a juego con el sostén sin tiras en color negro y todo el
conjunto, lo complementaba unos tacones de terciopelo igual de
negros, sonreía imaginando la cara del médico al verla. Se había
sujetado su cabello con la misma pinza en media cola dejando caer
algo de su largo flequillo a un lado de la frente, como maquillaje
se acentuó los ojos en sombras oscuras a juego con el cobre de su
falda, al igual que el lipstick en sus labios del mismo color. Como
alhajas sólo usaba su reloj, una pulsera dorada en la otra muñeca y
una fina cadena de oro con un dije ovalado de ámbar que hacía juego
con unos aretes iguales, se miraba en el espejo retrovisor y
parecía otra, ¿se había arreglado para gustarle más? Volvió a
sonreír con satisfacción mientras se mordía los labios, estaba
ansiosa por ver la reacción del hombre cuando la mirara.
Llegando al edificio lo llamó para decirle
que ya estaba allí así que saliendo de su auto y apresurando el
paso, al momento escuchó la alarma de la puerta principal
activarse, la abrió y entró.
Cuando estuvo frente a la puerta de su
apartamento respiró con calma, se arregló un poco la ropa y el
cabello y soltando el aire tocó el timbre, nerviosa apretaba las
correas de su bolso. Al momento que Maximiliano abrió la puerta y
la miró sus ojos se abrieron de par en par, nunca se imaginó tener
otra visión de Aurora, de una mujer distinta, de una que si lo
seducía, de una que no se cansaría de ver nunca. Su mirada la
recorrió de abajo hacia arriba y sin poder contenerse silbó, Aurora
sonrió complacida.
—¡Dios! Estás hermosa —le dijo sin aliento
al mismo tiempo que le extendía la mano para que entrara.
Ella sonrió más, quería retener en su mente
esa expresión.
—Gracias y tú también estás muy guapo —lo
sujetó y entró. Él también vestía de manera formal.
Maximiliano cerró los ojos rindiéndose al
aroma que ella emanaba a su paso, “Very Irrésistible” de Givenchy
era la fragancia que ella usaba esa noche. La pegó a él y con
lentitud le dio un beso en la mejilla, muy cerca de la boca.
—Gracias por venir —le susurró en el
oído.
—Encantada —le contestó ella evitando
estremecerse.
Parecía que un juego de seducción entre
ellos iniciaba.
Cuando ella entró del todo y caminó por la
sala Maximiliano tuvo que tragar en seco, vestida de esa manera
Aurora le parecía bellísima y comenzaba a dudar de su autodominio
que hasta ese momento había logrado controlar. Carraspeó y la
siguió, el rastro del perfume de ella lo guiaba buscando su
acercamiento, era inevitable, era irresistible.
Para Aurora tampoco él era la excepción y
cuando escuchó “Don’t dream it’s over” elevó las cejas con disimulo
porque el sonido de la canción salía de alguna parte, había puesto
música por lo que supo que él quería un ambiente bastante íntimo.
Lo notó que había cogido el control remoto del aire acondicionado
para poner el lugar un poco más frío, el calor en sus cuerpos era
algo sofocante.
Él vestía de jean negro, camisa color vino y
manga larga pero doblada a los antebrazos, los dos primeros botones
estaban desabrochados, su cabello estaba húmedo y su perfume de
hombre… para ella tampoco fue indiferente. Maximiliano le parecía
muy guapo como sea que estuviese vestido y sumado a su altura y
contextura, sin duda era un hombre completo en toda la extensión de
la palabra.
Evitaba alterarse tan luego, apenas estaba
llegando.
—Acabo de preparar unas piñas coladas, ven
—la invitó a la cocina de la mano, él buscaba cualquier excusa para
sentirla cerca y tocar su piel.
—Hmmm que rico, me encantan —muy sonriente
lo acompañó.
Se sentó frente a la isla mientras
Maximiliano sacaba del refrigerador dos copas altas y estrechas con
la bebida, la invitó a probarlo cuando le colocó las pajillas o
popotes.
—Faltan las sombrillitas —bromeó ella.
—Eso sí no tengo —él sonriente se encogió de
hombros.
Ella sonrió también y con lentitud Aurora lo
llevó a su boca y comenzó a succionar, al beber y sentir el sabor
dulce y espeso del líquido no pudo evitar gemir y saborearse.
—¿Qué tal? —insistió él rogando por un
veredicto de alta calificación.
Aurora aún saboreando el líquido en su boca
le levantó un pulgar.
—Divino —le contestó cuando tragó sin dejar
de saborearse, el médico se enfocó en los gestos de su boca—. Es
una delicia.
—¡Uf! Eso me alegra —bebió él también.
—¿Y también cocinaste? —preguntó ella
sintiendo un peculiar aroma a comida china.
—No, no me dio tiempo, prometo hacerlo un
domingo, el próximo si quieres ya que éste no podré por mi viaje a
Los Ángeles. La comida la compré, espero que también te
guste.
—Cierto, olvidé que vas de viaje, la vez
pasada fui yo y ahora te toca a ti.
—Sí y no puedo faltar, ya confirmé mi
presencia y tengo media hora de exposición. Me pone nervioso
pensarlo ya que no soy bueno para hablar en público, pero es parte
de mi carrera y debo perder el miedo a hablar frente a mucha
gente.
—Y sé que lo harás muy bien, tranquilo, eres
muy profesional, sé que estarás a la altura de todos los
demás.
—Gracias —él deslizó su mano para sujetar la
de ella—. Tus palabras… me hacen sentir muy bien.
Se miraron de esa manera y Aurora volvió a
beber porque necesitaba algo que pasara por su garganta.
—Reconozco que… creí que me llamarías para
cancelar esta cena —le dijo ella con valor, no quería insistir con
sus nervios pero era imposible esconderlos.
—¿Por lo del cliente?
Ella asintió.
—¿Fue a buscarte? —preguntó con
curiosidad.
—Sí y se llevó unas cajas de medicamento,
insistía en que lo acompañara y que incluso me iba a pagar el doble
por la molestia pero le dije del compromiso que tenía y entendió,
pero si quedé de ir mañana por la mañana. Es una persona muy amable
y llevadera, la verdad me cayó bien.
Aurora tragó y buscó la bebida otra vez, su
corazón comenzaba a bombearle con fuerza en el pecho y debía
controlarse. Ella no conocía a los padres de Alonso, la única que
podía decir algo bueno o malo de ellos era Ariadna y no se sintió
bien por su ignorancia.
—¿Y te estarás todo el día afuera? —insistió
con disimulo.
—Espero que no, creo que con sólo la mañana
será suficiente.
Aurora no quería pensar, no quería sacar
ninguna conclusión ni tampoco hablar y decir que ella tenía una
invitación al mismo lugar. ¿Cómo hacer pasar de esa copa?
—Aurora sigo sin entender esa actitud tuya
frente a estas personas —le acarició la mano—. Siento como si
pelearas en decidirte si estar a favor de ellos o no.
—No es sencillo Max pero no quiero que
hablemos de eso, ¿por qué mejor no me cuentas de ti?
Sólo sé que eres médico.
“Baby can I hold you” de Tracy Chapman sonó
en la sala y Maximiliano sonrió.
—Nací en Des Moines, Iowa hace treinta años
—de la mano la llevó de nuevo a la sala ante el desconcierto de
ella, la sujetó de la cintura y la hizo moverse junto con él al
ritmo.
—¿Max que haces?
—Bailando —le sonrió.
Ella negó con la cabeza luego de exhalar,
era obvio que estaba bailando pero para colmo la estaba obligando a
ella a hacer lo mismo.
—¿Cuánto mides? —no pudo evitar preguntar al
sentir la fragancia del hombre en su pecho.
—Uno ochenta y nueve.
Aurora abrió los ojos y levantó la cabeza
para verlo, era atractivamente alto.
—Y si eres de tan lejos… ¿Cómo es que estás
en California?
—Porque aunque inicié en el Iowa State
University luego que terminé mi secundaria fue en el Davis College
de la universidad de California donde terminé. Dejé a mis padres en
Iowa y yo inicié una nueva vida acá y aunque me ayudaron
económicamente yo quise también trabajar y estudiar a la vez, eso
sirvió para costearme los estudios y al mismo tiempo ahorrar.
Aurora miraba embobada con atención a
Maximiliano, saber más de él le era muy satisfactorio.
—¿Y tus padres siguen en Iowa?
—Mi padre murió hace año y medio —suspiró
con melancolía.
—Lo siento —se lamentó ella.
—Su deseo era verme graduado y al menos se
fue con esa satisfacción, al poco tiempo de mi graduación él partió
debido a un problema pulmonar.
—¿Y tu madre? ¿Eres hijo único?
—Afortunadamente tengo dos hermanos más, el
mayor ya tiene familia y vive en Chicago y el menor que todavía
estudia en la universidad de allá vive con mi madre. Entre mi
hermano mayor y yo los ayudamos, además de un seguro que mi madre
goza gracias a mi padre que fue miembro del army por muchos años,
cosa que le ayudó a él también al sostenimiento de su familia y
enfermedad.
—¿Y por eso decidiste venirte a
California?
—Luego de su muerte me quedé un par de meses
allá pero yo ya tenía una carrera y quería emprender lo mío propio,
mi hermano mayor quería que me instalara en Chicago porque no era
mi idea quedarme en Iowa pero yo ya conocía California y quería
volver a la brisa del Pacífico. Lo hice después de que recibiera
media beca para una especialidad de seis meses que me llevó a la
universidad de Cambridge, oportunidad que en memoria de mi padre
aproveché. Tenía mis ahorros
de años y sumado a la pequeña herencia que
recibimos cada uno por su muerte pues… me impulsé a iniciar mi
labor acá una vez que regresé a América, este piso lo pago. Desde
el principio quise algo propio pero ya es un paso, me compré mi
camioneta nueva a muy buen precio y también conseguí una ganga con
el local de la clínica, el dueño quería demoler todo y vender el
terreno pero lo convencí de venderme todo tal y como estaba y así
es como estoy aquí. Fue un colega de la universidad y amigo también
de Peter que me habló de las oportunidades en ciudades como Ontario
y luego de estar unos meses en observación fue cuando decidí que
quería vivir aquí.
—Es increíble, nunca antes te había
visto.
—Sólo tengo cuatro meses.
—¿Cuatro meses? —se asombró.
“Maldición ¿por qué el
mundo no es pequeño cuando debe serlo eh?” —le reclamó al
cosmos por saber de él hasta hace una semana.
—Sólo recibimos todos en familia el año
nuevo y el aniversario luctuoso y cada quien volvió a su vida, yo
necesitaba con urgencia encontrar la mía.
—¿Y la encontraste?
Maximiliano la miró con una sonrisa
provocativa cuando al mismo tiempo sonaba “When a man loves a
woman” en la voz de Michael Bolton.
—Sí, y siento que es perfecta —contestó muy
seguro sin dejar de mirarla.
