Capítulo 27
Aurora seguía dando vueltas en la cama sin
poder dormir, no podía controlar la intranquilidad
que sentía, no sólo por lo sucedido sino
también por la salud del mismo Alonso porque lo que ella hizo,
sabía que no era suficiente y no sólo el asunto se había quedado en
su casa sino que ella también había decidido otra cosa. ¿Habría
hecho bien?
*****
Poco antes de las diez de la noche Alonso
regresaba a casa de los Farrell con Aurora como acompañante, eso lo
tenía feliz y en parte preocupado ya que no tendría la excusa de
llevarla de regreso y aunque ni él ni sus hermanas estaban de
acuerdo, no lograron hacer que desistiera. Aurora iba a dar la cara
debido a dos cosas; una, porque lo sucedido había sido en compañía
de ella y dos; que en su bolso llevaba una carpeta que debía
entregarle personalmente a Andrew y que de algo les iba a servir
debido al lío legal que enfrentaban y no quería, desaprovechar la
oportunidad de hablar con él si se sentía con el valor para hacerlo
como no le había ocurrido en la mañana.
Pero no iban solos, Minerva iba en su auto
siguiéndolos así las chicas volverían juntas y con la seguridad
resguardándolas. Alonso se iba a valer de los guardaespaldas que
tenían para que las escoltaran de regreso.
Llegando a la casa como fue obvio se
alarmaron al ver el estado de Alonso y al ver a las chicas se
sorprendieron más. Al menos Emma estaba dormida por los efectos del
sedante pero Andrew y los chicos estaban despiertos y se dieron
cuenta de todo, “de todo” lo que el ingenioso de Alonso les dijo y
que Aurora no tuvo más remedio que secundar. El problema era que ni
a Juan Diego ni a Deborah como padres de Alonso se les podía
ocultar esto y menos a la misma Silvia que al ver el estado de su
hermano se iba a asustar también. Al menos el chico estaba en
Ontario y rogándole a su tío no avisarle a nadie esa noche logró
hacer tiempo, mismo que trataría de usar para recuperarse un poco y
para pensar cómo calmar a sus padres cuando lo miraran. Aurora se
sentó un momento con Andrew
para explicarle el contenido de la carpeta
con las facturas y el cheque que lo acompañaba, como también le
hizo ver que las cosas aún no llegaban pero en cuanto las recibiera
se las iba a hacer llegar, algo que el hombre admiró en ella y más
al saber que ya su gemela sabía la situación de Lucas y sólo
esperaban su regreso de Europa. Andrew sintió como si de pronto su
mundo oscuro se iluminara por una pequeña luz y esas eran las
chicas Warren que como sea estaban allí con ellos, apoyándolos a su
modo. Se sintió muy tranquilo en ese sentido, lo que Aurora con
honestidad les había devuelto era lo de menos, para él lo más
importante era saber que de una u otra forma podía contar con ellas
aunque las pusiera en una situación delicada debido al trabajo de
Ariadna.
Despidiéndose de todos salieron al pórtico,
ya los guardaespaldas de los Farrell estaban listos en camionetas
para acompañar a las chicas hasta su casa pero antes de que se
fueran Alonso pidió un momento a solas con Aurora, por lo que
Andrew y los chicos entraron a la casa y Minerva se adelantaba a su
auto.
—Gracias —le dijo él mientras le sujetaba
una mano.
—¿Por qué?
—Por esto que acabas de hacer por la familia
y por lo que hiciste por mí.
—Era mi deber.
—¿Deber? —sonrió él aunque le doliera la
boca.
—No te esfuerces —ella sin querer le
acarició la mejilla y él sujetó esa mano con la suya deteniéndola
en el mismo lugar.
—Dime una cosa, esto que le acabas de
devolver al tío… ¿tenías la intención de venir personalmente o ibas
a mandar la carpeta conmigo?
Ella sonrió y bajó la cabeza.
—La carpeta había estado en mi bolso desde
el principio —confesó—. Lo que esperaba era que… la situación… me
hiciera venir contigo o mandarla. Necesitaba encontrar el valor
para volver a verle la cara al señor Farrell.
—Vaya que necesitaste un empujón para actuar
—le levantó la barbilla.
—Pero no a costa tuya.
—Igual me alegra haber sido un canal de
“reconciliación” —le acarició la mejilla.
—Pero no al precio que pagaste, lo
siento.
—Ya no hablemos más de eso.
—Es imposible, mírate.
—Y te prohíbo que te sientas culpable.
—No puedo evitarlo Alonso.
—Me gustas Aurora, ¿lo sabes verdad? —se
atrevió a decir sin titubeos cambiando drásticamente de tema.
—Alonso…
—Desgraciadamente nuestra noche no fue lo
que esperaba pero como dice el dicho “no hay mal que por bien no
venga” quiero verle el lado bueno a esto que pasó.
—¿A pesar de esto? —con el pulgar apenas y
acarició la herida que ocultaba una bandita.
—A pesar de esto —susurró asintiendo y
mirándola sin parpadear. Aurora evitaba estremecerse, Alonso era
encantador no podía negarlo y para colmo utilizaba un tono suave y
sensual en su voz que le erizaba la piel.
Estaban muy cerca el uno del otro, ella de
pie en el pórtico de frente a la calle y él un escalón más abajo de
frente a la puerta de la casa y con la espalda en la calle. Con una
mano se sujetaban y la otra la seguían teniendo en la cara de
Alonso, la luz del lugar era bastante tenue ya que sólo dos de los
pequeños faroles exteriores estaban encendidos.
—Por favor ve al médico mañana —le pidió
ella sin ocultar la preocupación—. Ese golpe de tu espalda no lo
ignores, caíste muy fuerte en el capó, el ungüento que te puse no
ayuda mucho y temo por alguna fractura en tu mano. Los golpes
pueden inflamarse, lo que tomaste no es suficiente.
—No te preocupes, tomaré algo más fuerte
para el dolor, en mi opinión si eres una buena enfermera —elevó una
ceja muy sonriente.
—¿Lo encantador evita que me respondas? no
evadas mi sugerencia —levantó una ceja ella también.
—¿Te dije ya que te ves preciosa? Me encanta
tu cabello.
—Ya Alonso, no juegues —ella quiso apartarse
molesta sintiendo que él seguía jugando pero al inclinarse un poco
para bajar el escalón pasó algo que no esperaba y que la puso
rígida volviendo a su lugar. Tensó los labios.
—¿Qué pasa? —preguntó Alonso al notarle la
molestia, ella lo miró.
—Nada.
—Está bien, te prometo hacer algo mañana por
mi espalda, ¿crees que no me preocupo? —la tranquilizó—. Ni
siquiera en mis rutinas de pesas me había pasado.
—Bien, gracias, ¿me vas a soltar para irme?
—le contestó ella algo tajante.
Alonso seguía notándola tensa y que algo más
le molestaba por su manera de contestarle.
—Lo siento si dije algo que te molestara, yo
no…
—No, no eres tú —lo interrumpió ella.
—¿Entonces?
—Debo irme, sólo mi hermana me puede ayudar
ahorita.
—¿Qué? —se desconcertó—. ¿Ayudarte en
qué?
—Alonso… es algo íntimo.
Él alzó una ceja.
—Ah… entiendo, al menos es de noche, nadie
lo notará, ¿deseas ir al baño antes?
—¿Qué? —ahora fue ella la que se
desconcertó.
—Dices que es algo íntimo y lo que entiendo
es que…
—No, no es lo que entiendes —lo interrumpió
apenada.
—¿No se trata de tu…?
—¡No! —se retorció ella con incomodidad
sabiendo que él se refería a su período.
—¿Entonces?
Ella se llevó ambas manos a su espalda, de
pronto algo le había dado más libertad a sus pechos.
—Nada, nada, me voy.
Bajó un escalón haciendo que él retrocediera
también pero sólo hizo que quedara en medio de sus brazos.
—Ya sé —sonrió él otra vez evitando que le
doliera la boca ya que sentía la cara tensa.
—¿Ya sabes qué? —lo miró ella.
Él la miró de manera seductora llevando
ambas manos a su espalda también.
—Alonso… —ella lo miró perpleja por el
atrevimiento.
—Deja, tranquila, ya sé, prometo arreglarlo,
sólo arreglarlo.
Aurora lo miró sintiendo que las mejillas le
ardían de la vergüenza y se estremeció con fuerza, l sentir las
manos de Alonso que se abrían paso bajo su blusa recorriendo con
calma y lentitud su piel. Retuvo la respiración quedándose quieta,
no quería hacer algo que la delatara y que le diera más pautas a él
para actuar más sensual todavía. Sin saber cómo puso ambas manos en
su pecho, cerró los ojos y evitó abrir la boca cuando Alonso la
atrajo a él haciendo que sus pechos quedaran juntos, era fuerte
ahora que se detenía a sentirlo y para él, sentir los atributos de
Aurora también en su pecho era más de lo que hubiese podido desear.
Las manos del chico viajaban hacia el norte de ese cuerpo que lo
prendía también y sabía que debía controlar la erección que le
comenzaba a crecer al sentir la suave piel de Aurora. Con la palma
abierta de ambas manos aprovechó para recorrer toda esa espalda
desnuda, sintiendo como hombre el lenguaje del cuerpo de Aurora al
reaccionar, estaba estremecida por el estímulo y no lo podía
ocultar. ¿Cuánto tiempo tendría esa mujer sin tener sexo? ¿Qué tan
vulnerable era? Esas preguntas surgieron en él cuando a medida que
subía y se deleitaba en el recorrido sentía como esa piel podía
sucumbir a él, era tibia y ese calor comenzaba a descontrolarlo a
él. Se sintió algo poderoso al darse cuenta de que ella reaccionaba
al estímulo aunque lo disimulara, estaba estremecida y sabía que no
era otra cosa más que excitación en lugar de nervios y tan seguro
estaba, que sabía que de seguir así podía provocarle algo de
alivio. Suspiró y sonrió, estaba complacido. Al llegar al destino
se detuvo y volvió a sonreír, no se había equivocado, el sostén de
la chica se había desabrochado y al menos agradecía que el broche
fuera en la parte trasera porque de haber sido adelante no habría
podido hacer nada y de sólo imaginarlo, no era para abrocharlo sino
para arrancarlo de una vez y perderse entre esos senos que ya lo
hacían saborearse. Sacudió sus pensamientos e imaginación y
encontrando los dos broches de la pieza procedió a adivinar cómo
iba el asunto.
—Me parece escuchar las palpitaciones de tu
corazón —susurró él haciendo que la chica reaccionara.
—¿Qué? —detuvo la respiración mirándolo un
momento.
—Suena tan fuerte que puedo sentirlo —sonrió
sabiendo que él era el causante de la alteración de Aurora, lo
enorgullecía sentirse poderoso y el héroe que había peleado por
ella esa noche.
Ella no dijo nada y volvió a bajar la cabeza
cerrando los ojos, estaba rígida, ¿podía negar lo que sentía?
¿Podía ocultar la reacción de su cuerpo? No se trataba de que su
corazón latía con exageración pero si algo frenético, el
acercamiento de ambos no era para pasarlo por alto y para colmo la
situación del momento menos. Hacía mucho tiempo que Aurora no
sentía unas manos masculinas sobre su piel y jamás se imaginó que
fuera Alonso el de la primicia y de la manera en que se había dado
la situación. ¿Por qué lo estaba permitiendo?
Afortunadamente nadie más podía darse cuenta
de lo que pasaba, Aurora se había puesto una chaqueta por lo fresco
de la noche y eso le cubría, además a simple vista todo parecía un
abrazo común, no había nada de malo. Cuando Alonso hubo abrochado
el sostén con la misma lentitud volvió a bajar las manos, ese
recorrido lo excitaba más y haciendo alarde de su paciencia y
caballerosidad se controló, llegó a la cintura de la chica y
sacando las manos exhaló.
“Llegará el día en que
esto no se quede como un deseo, espero llegue el día en que en vez
de ponerlo lo quite” — pensó
esperanzado, sonrió otra vez. Aurora abrió los ojos.
—Gracias —se limitó a decir, estaba
avergonzada además de la sensación del momento, se había
desconocido.
—De nada —él le levantó la barbilla y le dio
un suave beso en la mejilla pero muy cerquita de los labios.
—Descansa —ella prefirió acelerar el paso,
ya suficiente había tenido por una noche.
—Igual y Aurora… —la detuvo a medio jardín
cuando ella caminaba hacia su hermana, lo miró con valor—. Todavía
tenemos una cena pendiente.
—Ya cenamos en mi casa —se defendió
ella.
—Eso no cuenta, aún tenemos una cita
—insistió él.
“Necio” —pensó
Aurora sonriéndole y caminando de nuevo hacia el auto de
Minerva.
Abrió la puerta y se metió. Minerva la
miraba con una expresión confusa.
—¿Qué es eso que acaba de pasar? —preguntó
la mayor de las Warren.
—¿El qué? —contestó Aurora con otra pregunta
mirándola con disimulo a la vez que se ponía el cinturón.
—Hablaron mucho ustedes dos, ¿o es que acaso
te ibas a quedar a dormir con él? —encendió motores.
Aurora dio gracias a Dios porque no se
percató de lo demás.
—¡Minerva! ¿Cómo se te ocurre…?
—Ay sólo fue una idea, pero soy tu hermana y
te conozco.
—Tuve que rogarle y convencerlo de que fuera
al médico mañana, ese golpe de la espalda me preocupa y su mano
también, temo que tenga alguna fractura —le contestó de lo más
tranquila y respirando aliviada.
—Y por lo visto haciéndose el de rogar
ganaba tiempo —arrancó.
—¿Tiempo para qué?
—Para seguir teniéndote tan cerca
—sonrió.
Aurora negó sonriendo también, al menos lo
que pasó sólo se quedaría entre ella y Alonso aunque sabía que el
no ir al médico a tiempo le podría traer consecuencias, hay cosas
para las que no se debe dejar pasar el tiempo.
*****
Tras recordar lo que fue esa noche Aurora se
había quedado dormida por fin sin darse cuenta pero también, se
había despertado alterada y levantado a las dos y treinta minutos
de la madrugada, jadeante, sudada… y muy, muy mojada por donde ella
menos se imaginaba, tanto así que tuvo que meterse al baño y darse
una ducha fugaz. No se creía lo que le había pasado y saliendo con
otra bata más fresca apenas y secándose la piel se acercó a su mesa
de noche a beber un poco más de agua.
Estaba muy sedienta.
Mordiéndose los labios recordó lo que
acababa de pasarle, no quería reconocerlo porque como sea le
avergonzaba un poco pero era la realidad y no podía negarla, había
tenido un sueño erótico pero no sólo con uno —que no hubiera sido
de extrañarse— sino con dos, tanto Maximiliano como Alonso se
habían encargado de darle una excitante sesión de placer que casi
la hacen estallar sin saber qué nombre gritar. Primero sintió a
uno, Maximiliano la sujetaba por la espalda mientras sus labios
adoraban su cuello y sus manos inquietas acariciaban su cuerpo a
través de la seda de su camisón, según cómo ella lo recuerda estaba
lista para entregarse a él vestida de esa manera y ella, podía
sentir como su espalda pegaba a su fuerte pecho y su trasero rozaba
lo que ya se erguía para ella. Sus jadeos no se hicieron esperar al
sentirlo y saboreándose se dio a la tarea de acariciar su cuello
también. Rindiéndose a él permitió que la boca de Maximiliano
buscara la suya y comenzaran a beberse a la vez que él estrujaba
uno de sus pechos con una mano y con la otra levantaba la seda para
buscar algo más. La suavidad de esos labios le parecía exquisita a
Aurora y sintiéndolo, adivinando sus intenciones le facilitó el
camino abriendo más las piernas porque deseaba sentirlo también y
cuando él llegó a su destino hizo un poco de presión, haciendo que
ella se liberara de su boca para jadear, él volvió a besar su
cuello y cuando ella reposaba su cabeza en su hombro de pronto
sintió otras caricias en su rostro y cuello y seguidamente, otros
labios que también la besaban con suavidad. Abrió los ojos asustada
al sentirlo en el sentido contrario a la cabeza de Maximiliano que
acariciaba y lo que vio era para no creerlo, cuando el hombre se
separó de ella un momento lo miró, era Alonso que coqueto le
sonreía y ella incorporándose al reaccionar creyendo que
Maximiliano iba a enfurecerse fue sujetada por ambos quedando en
medio de los dos, uno adelante y el otro atrás, menudo sándwich
parecía pero para ellos con seguridad muy apetitoso. La erección de
Maximiliano la saludaba por detrás y la de Alonso por delante, supo
que ellos tenían pleno conocimiento de lo que pasaba y que juntos
la deseaban disfrutar. ¿Iba a poder con el paquete?
¿Estaba dispuesta a tener sexo con los dos a
la vez? ¿Qué iba a hacer? Dejarse llevar y experimentar lo que su
cuerpo ya comenzaba a exigirle, estaba excitada por las caricias de
uno pero sentir al mismo tiempo las de otro no sabía cómo
afrontarlo. De pronto se sintió caer en la cama siendo adorada por
los dos y embriagada por esa fragancia masculina de ambos que
comenzaba a poseer sus sentidos, ambos hombres estaban sólo en
bóxer y ella en su camisón corto por lo que al acostarse,
Maximiliano que estaba a su cabeza le levantó los brazos y Alonso
que estaba entre sus piernas comenzó a levantar la seda que
Maximiliano se encargó de sacar por encima de su cabeza, así
quedaba expuesta y desnuda para ellos. El médico se inclinó a ella
para besarla otra vez al mismo tiempo que acariciaba sus pechos y
Alonso que lentamente le besaba el estómago, bajó a su vientre
acariciando su piel con la nariz a la vez que le quitaba el panty
haciendo que ambas piernas quedaran en sus hombros. La chica no
dejaba de temblar debido a su excitación, ni fue consciente de
sentirse completamente desnuda por el calor que ambos le daban,
sentir cuatro manos fuertes y muy masculinas acariciándola toda era
el paraíso de una mujer. Gimió con fuerza cuando sintió los dedos
de Alonso penetrándola luego de acariciar sus labios íntimos y de
esa manera, se arqueó haciendo que a su vez, sus pechos se tensaran
cuando Maximiliano le daba pequeñas mordidas a sus pezones.
No sabía a qué sensación o a qué hombre
darle la prioridad, pues en todo caso ambos le estaban dando un
excitante placer y más, cuando sintió una lengua recorrerla toda.
Volvió a arquearse buscando respirar a la vez que se mordía los
labios pero ver la sonrisa de Maximiliano la desconcertaba, quien
estaba saboreándola era otro y ella sin poder detener sus jadeos
notaba que era eso lo que satisfacía al médico y no tardaría en
tener su turno, así que esperaba con paciencia sin dejar de
acariciarla. ¿Era voyerista? Aurora sentía que su cuerpo ardía y
deseaba preguntar muchas cosas pero la sensación la hacía callar,
no era momento para hablar sino para sentir y el lenguaje de su
cuerpo hablaba por sí solo. Sintiendo que ella tenía la respiración
entrecortada, Alonso salió para volver a estimularla, al ver su
cara Maximiliano volvió a reír, esos gestos iban a derretirla como
la mantequilla al pan caliente. En ese momento miró como él se
quitó de encima de ella y bajando la mirada, su horizonte era
Alonso quien sujetándola de ambas manos la hizo sentarse y luego
hincarse en la cama. La sujetó de la cintura y posesionándose de su
boca con ímpetu hizo que abriera la misma para él y que sus lenguas
jugaran un momento, permitiéndole a él hurgarla toda y haciéndole
sentir su propio sabor. Luego de besarla la giró de espaldas a él
para acariciarla como lo estaba haciendo Maximiliano al principio,
¿por qué se dejaba dócilmente hacer todo eso? ¿Era un juguete sin
voluntad y a merced de esos dos? ¿Por qué le gustaba y lo
disfrutaba? Las manos de Alonso volvieron a estremecerla cuando se
detuvo en su sexo haciéndola brincar y gemir cuando de nuevo hundió
un dedo en ella. ¿Iba a soportar la excitación de su cuerpo y las
violentas descargas de placer que sentía? El calor entre ellos se
extendía por toda la habitación y no sólo eso, el vaho de sus
propios cuerpos los marcaba sellándolos para que no olvidaran el
momento sexual que disfrutaban en la justa medida, como un perfecto
triángulo equilátero y cuando ella abrió los ojos fue al médico a
quien miró que por fin se desnudaba mostrándole lo que tenía. Abrió
también la boca asombrada intuyendo la continuación de esa escena,
mientras Alonso la pegaba más a él ensartándole su miembro en el
trasero, apretándole ambos pechos y dándole un leve mordisco a su
cuello. Aurora no estaba segura de contener la sensación orgásmica
que comenzaba a envolverla, solamente con ese breve preámbulo. La
visión de Maximiliano desnudo, hizo que de un solo golpe se le
secara la garganta y pensando en desear beber algo refrescante que
la hiciera saborearse en ese momento como distracción reaccionó, su
sed iba en aumento cuando con su mirada recorrió cada movimiento
del médico sabiendo con certeza lo que iba a pasar. Maximiliano se
había acostado para que ella quedara en medio de sus piernas y
ella, sintiendo que Alonso también se quitaba su bóxer a la vez que
la inclinaba hacia adelante ya no le quedaba duda. Una corriente
eléctrica pero de fuego ardiente le atravesó todo el cuerpo
arrancándole gemidos, al sentir como Alonso jugaba en su entrada a
la vez que el médico le acariciaba la mejilla y el cabello, porque
a centímetros de su cara un enorme y bien erecto pene la esperaba
en clara invitación; Maximiliano sujetó una de sus manos e hizo que
lo tacara y la sensación que la embargaba por todas partes la hizo
jadear otra vez, él esperaba que Aurora le hiciera sexo oral
mientras era penetrada al mismo tiempo por Alonso.
Tal fue el efecto del sueño que terminó
cayéndose de la cama sin saber cómo, despertó con el corazón
bombeándole por todo el cuerpo y éste mismo le temblaba completo.
Jadeaba sin parar y sin encontrar el suficiente oxígeno que la
estabilizara, estaba empapada de sudor haciendo que la seda se le
pegara a la piel y con una sed exagerada que sin saber qué más
hacer buscó su jarra de agua y se sirvió un poco, se la bebió de un
solo con tal desesperación que el líquido salió por la comisura de
su boca, corriéndole por el cuello hasta bajar por sus pechos,
aquello lo sintió delicioso. Cuando pudo tranquilizarse notó cómo
la mano que sostenía el vaso temblaba, su cuerpo entero estaba
trémulo por la excitación y sujetándose la cabeza se sentó en el
mismo suelo reclinando su espalda en la cama.
¿Qué diablos había sido eso? ¿Sexo de tres?
¡¿Había tenido a Maximiliano apretándole los pechos mientras la
besaba y a Alonso deleitándose entre sus piernas?! ¿Cómo era
posible que hubiese podido soñar de esa manera? ¿Tan deseosa estaba
como para llegar a ese extremo? ¿Ella? ¡¿Ella?! Pensaba gritándose
a sí misma a modo de reprenderse, ¿desde cuándo daba rienda suelta
a sus deseos?
¿Deseos? ¿Realmente estaba bien de la cabeza
como para desear un trío? No, no estaba bien y no sabía qué
fregados le había pasado, se desconocía, esa no era ella, una cosa
era desear estar con alguien, con uno a la vez ¿pero con dos? Era
como para infartarse de placer, además sabía que no sería posible
conceder un deseo así ni por el genio de Aladino, ni Maximiliano ni
Alonso —que no se conocían— iban a estar dispuestos a compartirla y
menos de esa manera, no eran de esa clase de hombres, ¿por qué soñó
así entonces? ¿Era problema de ella? Se llevó una mano a la boca,
¿por qué los asoció? ¿El acercamiento que había tenido con ambos
durante el día le produjo eso? ¿Algo reprimido en ella? Ni loca iba
a reconocerlo y menos a hablarlo con alguien.
—¡No! —Se dijo molesta poniéndose de pie
como pudo porque las piernas las sentía de gelatina—. Qué deseos ni
que polainas, esa no soy yo como tampoco es la falta de sexo que me
tiene así.
Sacudiendo la cabeza caminó molesta al baño,
estaba mojada por los cuatro costados y con el sexo palpitante, una
ducha le iba a ayudar a la sofocación que sentía. Cuando se miró al
espejo fue lo chistoso, abrió los ojos de par en par para enfocarse
bien y terminar de despertarse, ¿esa era ella?
Tuvo que encender todas las luces para
constatarlo, estaba tan colorada como los tomates maduros.
—Bueno, pudo haber sido peor —insistió
resignada, desnudándose y metiéndose a la regadera—. Si Ethan
hubiese aparecido en escena no sé lo que habría pasado pero al
menos, tampoco apareció otro a arruinarme el sueño y eso lo
agradezco. Hubiera sido el colmo.
Pensar en el último hizo que se molestara y
que el “libido” se le bajara hasta el suelo. De esa forma terminó
de bañarse y calmarse.
Sonrió luego de recordar todo y acostándose
de nuevo suspiró. Ni en los mejores sueños de Ariadna le hubiese
pasado lo mismo, ¿habría superado a su gemela? Aurora se asustaba
porque se desconocía en esa faceta, ¿sería alguna fiera dormida?
Sacudió la cabeza otra vez, no estaba en sus planes comprobarlo
aunque sabía que tarde o temprano debería hacerlo.
