Capítulo 37
La sujetó con más fuerza de la cintura y el
vientre de la chica se activó en segundos, era fuerte, alto, guapo,
un hombre con su propia carrera, trabajador y capaz de salir
adelante cuando se lo propone. Sencillamente le pareció perfecto
para ella.
—¿Sabes que preparé la tina de mi baño para
darte un masaje? —preguntó él muy sonriente.
—¡¿Qué?!
Aurora por poco y se dobla el tobillo cuando
escuchó eso, de no ser por él y su agilidad al sujetarla se hubiera
caído.
—Cuidado —se inclinó con ella pero lo que
consiguieron fue una posición incómoda.
Quedaron cerca del sillón y ella sentada en
el brazo del mismo mientras él, se detenía con la otra mano en el
respaldar. Estaba parcialmente encima de Aurora y eso la puso más
nerviosa a ella.
—Maximiliano ¿dijiste un masaje? ¿Estás
bromeando? —la chica sentía el corazón en su garganta.
—No, sé que es una osadía pero necesitas
relajarte, aún te veo tensa, te siento así.
—¿Y qué pretendes con tu idea? ¿Tocarme
completamente desnuda?
—Aurora soy médico y muy profesional, no
niego que la excitación es inevitable pero sólo quiero hacerte
sentir bien.
—Maximiliano creo que un beso no nos da la
suficiente confianza para eso, reconozco que tus manos son divinas
por lo que hiciste en mi espalda y cuello pero hasta ahí, no
más.
—¿Nunca has ido a una estética donde te den
un masaje? —preguntó curioso.
—Tengo mi estética y tengo a mi propio
estilista que sí, si tiene un área especial para masajes pero yo…
no sé qué tengo que… no me gusta que me toquen, no me dejo tocar de
nadie, en serio, contigo no sé… seguramente porque necesito
relajarme como dices pero… es verdad. Yo no soy de las que se puede
acostar en una camilla a esperar que la embadurnen toda de aceites
y luego que comiencen a tocarme, ni hombres ni mujeres, no puedo
disfrutar eso, a mi gemela le encanta pero a mí no.
—Ahora entiendo tu estrés, es muy obvio,
pero creo que deberías permitirte hacer una excepción. Si es una
estética profesional los masajistas deben ser serios, no terminarás
teniendo sexo con alguno.
Aurora lo miró con la boca abierta, el
problema de ella es que era demasiado sensible, no a la excitación
sino al toque, al contacto en sí, ella no entendía por qué, sólo
era así y punto.
—Sencillamente no sirvo para eso, lo siento
—confesó sin más.
—Está bien —la soltó algo desilusionado—.
Como quieras.
La posición seguía siendo incómoda, ella
estaba inclinada con las piernas algo abiertas y él en medio de
ellas, ambos fueron conscientes de la manera en la que estaban. La
respiración nerviosa de Aurora hacía que sus pechos subieran y
bajaran y Maximiliano esperaba pacientemente ver que ella se
calmara, cosa que no ocurría. No sólo estaba tensa por sus cosas
personales sino que sabía que él mismo también la ponía
nerviosa.
—Eres extraña Aurora —la miró con atención—.
Te veo inquieta, nerviosa y me gustaría saber por qué y ayudarte.
Sé que eres una mujer segura pero últimamente… pareces otra a la
que conocí.
No sé… me gustaría justificar tu
actitud.
—¿Justificar? —Continuó ella mirándolo a los
ojos mientras él se acomodaba sus lentes—. Bueno tu cercanía y un
beso… deben ser suficientes ¿o no?
—¿Ahora me vas a echar la culpa? —sonrió,
sabía que era mejor disimular lo que saltaba a la vista, que ella
estaba muy vulnerable y que él era el responsable.
Aurora sabía que no podía negarlo, hacía
mucho que no se sentía como en ese momento, como él la hacía sentir
y sabía que si permitía el dichoso masaje, sólo iba a terminar de
una manera porque era con él y a eso no iba a resistirse.
—No quiero que me malinterpretes, no voy a
retractarme por lo que ha pasado—insistió ella — . El tiempo
contigo ha sido de lo mejor que he tenido pero…
—No estoy malinterpretando nada —susurró
acariciando la barbilla a la vez que notaba la piedra de su
joyería—. Tienes razón, creo que me excedí en la idea —bajó
sutilmente el índice que la acariciaba para llegar hasta la piedra
del cuello.
Ella al sentir que bajaba se estremeció ya
que el dije quedaba justo en la base donde iniciaban sus
pechos.
—¿Qué pasa? —Lo notó Aurora al ver que él
observaba la piedra.
—¿Es un ámbar? —preguntó.
—Sí —se extrañó al ver que él tenía
conocimiento de piedras.
—Ternura, sensibilidad, amor, perfección y
belleza —murmuró.
—¿Qué?
—Eso significa el ámbar, ¿lo sabías? Y quien
lo posee adquiere las mismas cualidades.
Ella negó a la vez que se sorprendió.
—No lo sabía, yo sólo miré el juego de
pedrería y lo compré porque me gustó.
—Se dice que las personas y las piedras
preciosas están ligadas y el individuo que siente el gusto y
atracción por alguna no es que él lo hace sino que la piedra lo
escoge —insistió él—. Puede sonar algo esotérico y fantasioso pero
hay cosas extrañas como también ciertas.
Aurora no cabía en su asombro, ¿qué clase de
hombre era ese que tenía en frente? ¿Una enciclopedia andante? Sin
duda uno sediento por el conocimiento de muchas cosas, mismas que
le gustaba compartir.
Maximiliano volvió a sonreír y apartándose
de ella se dirigió a su habitación.
—Ya regreso —le hizo saber.
Aurora sintiendo que podía respirar un poco
más resbaló del brazo del sofá y cayó sentada en el mismo, al verse
con las piernas arriba y su falda también con agilidad se sentó
derecha, ¿desde cuándo el médico la atontaba hasta evitar que se
comportara? Sacudió la cabeza, de que la ponía nerviosa ya no había
duda y todo por el bendito beso. Al momento sintió sus pasos y
respiró con calma.
—Iba a dártelo después pero veo que no tiene
caso —dijo él mostrándole una pequeña caja dorada.
—¿Y qué es? —abrió los ojos.
—Ábrelo —se la dio sentándose junto a
ella.
Aurora obedeció y cuando lo hizo se
sorprendió.
—Max, es preciosa —le dijo sin dejar de
mirar la pieza.
—¿Te gusta?
La chica no podía cerrar la boca cuando la
sacó de la caja, era una cadena parecida a la suya nada más que en
vez del ámbar naranja era azul intenso y en vez de un óvalo se
trataba de una libélula. La sostuvo en la mano sin dejar de
admirarla, la pieza perfectamente formada y tallada en borde
plateado tenía la forma de la libélula que había sido rellenada con
el ámbar azul o en su defecto, bordeada con la pieza metálica.
Aurora estaba sin habla, era algo precioso, llamativo y
delicado.
—¿Por qué? —inquirió ella en susurros
acariciando el dije.
—Porque así lo quise, desde que la vi pensé
en ti, buscaba unas cosas por la red y sin querer fui dando con una
tienda de joyas, la primera imagen que saltaba era la de esta
libélula y me cautivó desde que la vi. Me contacté con la tienda en
Los Ángeles y afortunadamente tenían entregas a domicilio.
—Dijiste que ibas a dármela después,
¿después de qué?
Él sonrió mordiéndose los labios.
—Después de la cena —contestó algo
apenado.
Aurora levantó una ceja, ¿estaba seguro que
después de la cena? Lo sintió como una tangente.
Bajó la cabeza y le dio la pieza, se quitó
la cadena que andaba, se giró dándole la espalda y se levantó el
cabello.
—¿Me la pones? —le pidió.
Él sonrió muy feliz y con gusto lo hizo,
Aurora notó que también estaba algo nervioso, se tocó el dije en su
cuello y suspiró.
—Es preciosa Max, gracias —le dijo ella, él
puso sus manos en sus hombros e intentó volver a masajearlos con
suavidad.
—Y a mí me hace muy feliz que te
guste.
—¿Por qué una libélula?
—Es uno de los animales más nobles y aunque
no lo creas también adorado desde la antigüedad en varias culturas
aunque también rechazada por otras, pero yo prefiero las versiones
positivas que tiene varios significados. El primero es la paz, ya
que su hábitat es el agua o los estanques en donde si te fijas
vuela con gracia y armonía, los colores de sus alas simbolizan
esperanza y dicen que si te encuentras con una y se pone de frente
a ti es que es mensajera de cambios para ti, cambios en la forma de
pensar y cambios que te harán resurgir. Ella es sinónimo de
sabiduría, prosperidad, madurez, equilibrio, felicidad, libertad y
en el feng shui es sinónimo de buena suerte, hasta los samurái la
tienen como signo.
—Qué interesante, ¿te gusta la cultura
asiática?
—¿Por qué lo crees?
—Por… —Aurora debía espantar la imagen del
libro del Tao que fue el primero que se le vino a la cabeza—.
Porque me diste el bonsái y… la comida que vamos a cenar es china y
ahora me hablas de la libélula en el feng shui.
—Tengo mis inclinaciones por ellos, hasta
ahora no conozco Asia pero es uno de mis sueños.
Aurora evitó fruncir la frente, eso jamás se
lo imaginó, pero al sentir las divinas manos del médico haciendo
milagros en ella gimió sin querer.
—¿Te gusta la sensación? —susurró él.
—Sí, mucho, de verdad eres bueno para esto
de los masajes. Dios bendiga tus manos —levantó la cabeza.
—Gracias, me alegra que me hagas el honor y
te hagan sentir mejor.
—Gracias a ti —se reclinó en su pecho
buscando que sus brazos la rodearan, el placer que él sintió por
ese gesto era indescriptible—. ¿De verdad tenías listo un masaje en
la tina?
Él sonrió otra vez mordiéndose los
labios.
—Es verdad, la tina está lista.
Ella sonrió negando sin decir nada más.
Maximiliano nunca se imaginó tener a Aurora de esa manera, tan
cerca, tan dócil, tan suya, suspiró en su cabeza. Sentía que se
estaba volviendo parte de él, ¿podría tenerla también? En ese
momento en su selección sonó “Lady” de Kenny Rogers y cerró los
ojos por un momento, sabía que sus anhelos podían ser parcialmente
cumplidos, ¿pero era justo condenar la vida de ella a la suya? Algo
había nacido en ellos y ambos sentían lo mismo pero aunque
estuvieran así era sólo un momento y la vida era otra que seguía un
curso y que a veces, era muy injusta con quienes se habían
enamorado y buscaban estar juntos.
“I am yours”
habría dicho el cantante y Maximiliano lo secundó en su mente,
Aurora era la mujer perfecta para él y estaba dispuesto a quererla
si ella lo aceptaba como era.
“Let me hold you in my
arms forever more” decía la letra de la canción y él rogaba
por eso, por tenerla siempre en sus brazos como ese momento.
—Prometo cuidar la cadena y lucirla en mi
cuello —susurró ella haciéndolo reaccionar—. Me gusta mucho.
—¿Me harás ese honor? —sonrió acariciándole
la mejilla.
—Será un placer —le contestó ella, Aurora
estaba perdiendo el control de su cuerpo.
Giró la cara para verlo y al hacerlo él
también, la atracción fue imposible de resistir y sus bocas se
acercaron otra vez, comenzaron a besarse con suavidad mientras
Kenny seguía cantándoles.
In my eyes, I see no
one else but you
There's no other love
like our love
And yes, oh yes, I'll
always want you near me
I've waited for you for
so long.
Aurora no quería reconocerlo pero comenzaba
a depender de los labios de Maximiliano con una sed tan intensa que
le era imposible saciarse y a él, le pasaba exactamente lo mismo
desde el momento en que se besaron por primera vez, por lo que la
intensidad del beso fue tomando fuerza y la pasión a
dominarlos.
Ella se giró a él, era inútil rechazarlo, no
quería detenerse. Se miraron un momento a los ojos para después
pegar frente con frente, mientras ella sostenía su cara entre sus
manos.
Lady, your love's the
only love I need
And beside me is where
I want you to be
'Cause, my love,
there's somethin' I want you to know
You're the love of my
life, you're my lady.
¿Podría la canción hacerle sentir a ella la
realidad de los sentimientos del médico?
Volvieron a besarse con fuerza. Para Aurora
darse cuenta que ya no podía seguir retrasando lo inevitable fue
como una bofetada a su ego, creyó que con él iba a seguir
manteniéndose como lo había hecho hasta ahora y ni siquiera pudo
ser consciente del momento en el que Max derribó todos sus muros y
más cuando sin saber cómo, ya estaba bajo su cuerpo en el sofá. Se
besaron con desesperación, la mano del médico le recorría la piel a
ella y en un reflejo le apretó el muslo, ella jadeo, estaba ahí,
bajo su cuerpo, abierta y con el sexo latiéndole al mismo ritmo del
corazón. No quería detenerse, quería más, ese “más” que implicaba
todo.
En sus brazos su voluntad se había ido al
carajo, el deseo comenzaba a correr por su cuerpo como torrentes de
lava en vez de sangre y supo que de nada le valía apartar su mirada
de ese azul intenso que la estremecía por completo.
I don't wanna touch you
too much baby
'Cos making love to you
might drive me crazy
I know you think that
love is the way you make it
So I don't wanna be
there when you decide to break it.
En el reproductor sonaba un clásico del rock
“Love Bites” de Def Leppard y al escuchar la letra de esa parte,
como si se tratara de reaccionar Maximiliano se detuvo.
—No haré nada que no quieras Aurora —buscó
respirar porque lo necesitaba a la vez que contenía su deseo,
estaba muy excitado—. No quiero que sientas una obligación, no voy
a presionarte —sacudió la cabeza quitándose los lentes y
poniéndolos a un lado de la mesa, al igual que la cadena del ámbar
naranja que estaba en el regazo de la chica.
Fue como una alarma para ella, estaba en su
momento, era algo único para ambos, era ahora o nunca y sin saber
qué decirle sujetó su cara entre sus manos otra vez y en ese
momento fue ella la que lo besó con fuerza, con intensidad
haciéndolo abrir la boca antes de que él se apartara. Ella dio
rienda suelta a lo que sentía, sin querer complicarse más la
existencia. Maximiliano fue cautivo de ese deseo y gimiendo,
complaciéndola hurgó dentro de ella, su boca era de él ahora, sus
lenguas que apenas se conocían comenzaron a entrelazarse como si
hubiesen estado esperando ese momento para entregarse uno al sabor
del otro, la conexión fue instantánea. Ambos cuerpos comenzaron a
responderse ante las caricias, sensibles y temblorosos cayeron
rendidos en un preámbulo que solamente tendría un solo final.
Debido a su contextura atlética él hacía malabares para no dejar
caer todo el peso de su cuerpo al de ella, siendo que además el
sillón no era del todo amplio y cómodo para disfrutar del encuentro
pero no quería dar el siguiente paso a la ligera y hacer que ella
se arrepintiera luego y le pidiera detenerse. Evitaba eso y más,
cuando su mano disfrutaba el acariciar y recorrer la piel de la
pierna de ella que lentamente se abría dándole paso a que su pelvis
encajara con la de ella, sentirla así tan dispuesta lo estaba
descontrolando. Aurora por su parte no se quedaba atrás, sentir la
mano de Max sobre su piel que subía haciéndose paso hacía que no
dejara de temblar, le estaba permitiendo todo y al sentir que su
boca bajó a su cuello y que por fin él encajó su cadera entre sus
piernas la hizo soltar un gemido también que ahogó mordiéndose los
labios. El atributo que el hombre guardaba era como para delirar y
ella podía sentirlo, mientras una mano de Aurora descansaba en el
deseable pecho del hombre la otra que la tenía en la nuca, comenzó
a deslizarla por toda su espalda deleitándose en el
recorrido.
—Aurora vas a volverme loco —susurró él en
la piel del cuello de ella, si llegaba más abajo ya no iba a
detenerlo nada, estaba a centímetros de disfrutar sus pechos—. Si
no me detienes ahora te advierto que nada podrá hacerlo.
La respiración de ella notaba su extrema
excitación y sabía que estaba totalmente atrapada en esa espiral de
placer que comenzaba a elevarla más y más. Si la mano de Max que
sujetaba su pierna subía más y específicamente por su entre pierna,
era ella la que tampoco iba a detenerse hasta sentir estallar en
ese orgasmo que ya amenazaba con acercarse, haciéndole palpitar
descontroladamente tanto externa como internamente lo que tenía de
la cintura para abajo.
—No voy a detenerte —susurró—. No quiero que
te detengas.
—¿Segura? —la miró a los ojos.
—Segura —confirmó ella.
Fue el detonante.
Esta vez fue él quien la besó con la pasión
que en ese momento era capaz de desbordar, el sentir la mano de
Aurora acariciando su pecho y espalda lo hizo desestabilizarse y
junto a los besos correspondidos, su cuerpo había despertado
haciendo que se encendiera como antorcha ardiente, poniendo la
pierna de ella en su cadera y dejando ir su peso en su sexo se
impulsó para demostrarle de lo que estaba hecho, no le daba tregua
ni para respirar. Aurora volvió a gemir ante el arrebato de pasión
pero ahogándolo en la boca de él, cuya lengua volvía a degustarla
en un beso tan profundo que también estaba comenzando a
descontrolarla. Sentir su erección la hizo impulsarse para
recibirlo y él, al sentir también el calor que ella le ofrecía
entre las piernas cuando llevó su mano al sexo de la chica ya no
pudo más.
—Mírame —le pidió, Aurora lo hizo.
Lentamente Maximiliano comenzó a acariciarla
por encima del panty, el círculo que dibujaba en su clítoris hacía
que ella jadeara sin pudor, cerrara los ojos y se mordiera los
labios.
—No cierres los ojos, mírame —volvió a
decirle—. Quiero que me veas, quiero verte, quiero grabar en mi
mente cada gesto tuyo y quiero que veas también como yo disfruto
tocarte.
Ella lo miró como quiso sintiendo que el
pudor se había ido quien sabe a dónde, dejándole únicamente las
mejillas ardientes por el sonrojo. Maximiliano se hizo paso por la
prenda hasta acariciar sus labios íntimos con total libertad, su
clítoris y al sentirla extremadamente húmeda fue más allá, deslizó
su índice por la entrada, miraba cómo ella se retorcía debajo de él
y eso lo hizo sonreír. Aurora movía sus caderas lentamente en un
impulso buscando más.
—Max… —susurró con los labios
temblorosos.
Él sabía que ella estaba en su punto más
vulnerable así que fue por todo para darle más placer, deseaba
verle y memorizar cada uno de sus gestos. Lentamente la penetró y
al sentirlo ella volvió a cerrar los ojos.
—Abre los ojos, mírame —insistió él, sabía
que era una reacción muy humana pero quería que ella lo mirara y
fuera muy consciente de lo que le estaba haciendo.
Aurora los abrió rogando que semejante
tortura ya pasara de ella y le diera alivio, Maximiliano metió otro
dedo y con ambos comenzó a estimularla entrando y saliendo con
lentitud.
—Max… —ella balbuceaba sintiendo que no iba
a poder detenerse.
Él se inclinó en su oído a la vez que
comenzaba a hacerlo más rápido.
—Déjate llevar, siéntelo —le susurró.
Él la estimulaba a la vez que ella también
se movía, mientras el índice y el medio entraban y salían del sexo
de la chica, el pulgar circulaba su clítoris y sintiendo que no
podía detener ni sus propios jadeos comenzó a dejarse ir.
—No cierres los ojos, mírame mientras lo
sientes —le dijo él—. Siente tu orgasmo sabiendo quien es el que te
lo da.
—Max… Max… —murmuró en un hilo de voz
mientras sus puños apretaban la tela de la camisa de él—. Sí… Jadeó
dejándose llevar por el alivio, se abandonó al placer, sintió un
intenso orgasmo estallándole por todo su cuerpo haciendo que se
tensara, no encontraba el aire para respirar. El temblor y la
sensibilidad repercutían en todo su cuerpo, haciéndole tener
espasmos como secuela del clímax que no podía controlar.
—Piedad —suplicó trémula debajo de él.
Él sonrió satisfecho. Maximiliano le había
hecho tener un orgasmo solamente tocándola y aunque se sentía algo
avergonzada de nada valía, no iba a arrepentirse por algo que
permitió y que a su vez disfrutó, ya no sólo eran las manos del
médico sino también sus largos dedos que habían hurgado dentro de
ella conociéndola ya. Por fin cerró los ojos reponiéndose del
bienestar y viéndola rendida, Maximiliano volvió a besarla siendo
plena y felizmente recibido por ella.
