Capítulo 41
Fue por esa experiencia que ella evitaba
escuchar “Youĺl see” de Madonna, esa canción también la hizo suya
en ese tiempo y era como una declaración abierta hacia él. Es una
de las mejores canciones de la artista porque la letra habla por sí
sola, demostrando el poder que debe tener la mujer para tomar una
decisión. El mundo de una mujer no debe girar en torno a un hombre,
ella debe seguir adelante “con él” “sin él” y “a pesar de él” y la
canción era el mejor himno para buscar esa fortaleza;
“Ya lo verás, será mi
gloria personal, nadie ni tú me la podrá quitar”
El mejor “adiós” al ego masculino.
Aurora entró a su casa otra vez y se encerró
a llorar, ahora no tanto por su encuentro con Greg y el poco sabor
amargo que pudo revivir sino por él, por Gael. Subió a su
habitación y quitándose la chaqueta de su traje y zapatos se acostó
a seguir llorando, lo que había pasado con él fue muy diferente a
lo de Greg pero no menos doloroso.
Conoció a Gael Sadler por un evento de la
agencia poco después de su ruptura con Greg en el 2004 pero a causa
de eso simplemente fueron amigos por meses. Debido a que Aurora le
dedicaba parte de su tiempo al negocio, ella cursó sus estudios
universitarios en el mismo Ontario a diferencia de Minerva y
Ariadna que lo hicieron fuera de la ciudad. El chico era también
estudiante universitario y parecía normal como cualquier otro,
guapo, simpático, dedicado a sus estudios y decidido a tener una
oportunidad con ella por lo que se trataron —de hecho Gael ya había
visto a Aurora pero sin intentar nada, ya que tenía pareja y el
saberla sola después fue lo que aprovechó— pero cuando Aurora
estuvo a punto de olvidar su mala experiencia y permitirle al amor
otra oportunidad, el año nuevo las golpeó sin compasión, sus padres
perdieron la vida en ese fatídico accidente a finales de Enero del
2005 devastando a las herederas Warren y haciendo que ella tomara
las riendas de todo.
Pacientemente él esperó por ella respetando
su sentir y pasado el primer año luctuoso, Aurora decidió
intentarlo como una necesidad en ella misma de sentirse querida y
apoyada. Gael fue muy especial con ella y durante ese primer año la
relación fue normal como cualquier otra, hasta que llegó el día en
que el corazón de Aurora volvió a quebrarse en miles de fragmentos.
Ni siquiera había terminado el primer trimestre del 2007 cuando
volvió a ser golpeada por el destino, haberlo encontrado en plenas
relaciones sexuales pero con otro hombre fue el más terrible golpe
bajo que pudo recibir, ¿lo merecía? Claro que no, ¿en qué fallaba
ella? Llegó a culparse. Gael nunca demostró tendencias homosexuales
y siendo así supo disimular porque a la vista de todos era un
hetero, nadie notó lo contrario, a ella le respondía como hombre y
nunca se quejó o mostró repugnancia por la compañía femenina, a
simple vista era un hombre como todos. Aurora no entendía ese
cambio, el asunto es que todo se terminó de manera abrupta y no le
perdonó el que la engañara e hiriera de esa manera. La honestidad
de Gael no fue suficiente como para hablar con ella a tiempo y
reconocer lo que le pasaba y poner un alto. Aurora pasó muy mal los
primeros meses luego de la ruptura, recordar la escena la asqueaba
pero volvió a superarlo aunque lo que le siguió al asunto fue mucho
peor; Gael se había contagiado con VIH y la chica sintió que su
mundo se derrumbó en segundos al saberlo.
¿Desde cuándo él mantenía relaciones
homosexuales sin decirle a ella? El terror la llevó a desear
morirse creyéndose contagiada y sólo con la ayuda discreta de la
doctora Cuéllar pudo contar esa vez. Afortunadamente la mujer como
profesional tuvo que usar sus influencias y acompañar a Aurora a
realizarse los análisis en Los Ángeles y bajo un seudónimo para
protegerla. Esos días fueron los más oscuros de su vida pero la luz
volvió a ella cuando el resultado fue favorable, estaba sana, la
prueba fue negativa y desde ese momento juró no volver a pasar por
lo mismo, cerró las puertas a toda relación y se dedicó a vivir su
vida con agradecimiento a pesar de todo. Por la gracia de Dios y
por su manera de ser, Aurora no había tenido relaciones con Gael
por casi dos meses antes del día en que lo encontró, por eso se
había culpado, pensó que el desatenderlo debido al trabajo y
estudios lo había orillado a la infidelidad y a “probar” otras
cosas, ¿pero con otro hombre? El que dudara de sus tendencias ya no
era culpa de ella y para su fortuna eso la salvó, para mantener las
apariencias Gael pudo haber tenido ambas relaciones lo cual hubiera
sido fatal, ya que él se había contagiado desde el primer momento
sin saberlo porque hasta quien lo contagió desconocía ser portador
seropositivo. La única vez que Aurora volvió a hablar con él fue
seis meses después de que todo terminara y las secuelas de la
enfermedad ya se hacían visibles, fue doloroso verlo pero siendo
ella más madura decidió escucharlo. Él le contó de su error y le
pidió perdón por haberla herido, no lo merecía, ahora eso le
costaba a él su propia vida sin que pudiera hacer algo para
enmendar lo que había hecho y recuperarla. El precio que él estaba
pagando era demasiado alto.
Aurora lloró al recordar todo, ella tenía
veintiún años y él apenas veintitrés, ese día ambos lloraron y ella
lo perdonó. Él comenzó rápidamente un tratamiento mudándose a San
Francisco con la esperanza de poder tener una vida “normal” pero
las antirretrovirales lo único que hicieron fue prolongar más un
sufrimiento, una agonía porque el efecto no fue lo que se esperaba
en su organismo y lo inevitable llegó, la salud jamás volvió. La
agresiva enfermedad se extendió rápidamente por él y poco antes de
cumplir dos años de comenzar el tratamiento todo acabó. Esa fue la
única vez que volvieron a verse y no hubo otra, él le pidió a ella
que no lo buscara por lástima, con saberse amigos luego de la
ruptura y de que lo perdonara era suficiente. Aurora creyó que Gael
podía con tratamientos prolongar su vida al menos un par de años
más pero no fue así. Ella no volvió a saber de él por decisión del
él mismo, no permitió que Aurora lo mirara en su etapa terminal,
era mejor que lo recordara como era y no como había acabado.
Igual esa experiencia la marcó a ella de
manera más profunda, una noticia que la alivió por otra que la
condenó también. La serie de análisis que la doctora mandó a
hacerle no sólo demostraron su óptimo estado de salud sino algo más
que nunca se imaginó, ese secreto que sólo su doctora y ella
guardan es el precio a su infelicidad y a la condena de no poder
tener jamás lo que tanto anhela,
¿podrá decírselo a Maximiliano? ¿Podrá él
entender? ¿Deberá alejarse? Pensar en él la hizo llorar otra vez,
era un hombre sumamente especial y ella no tenía el derecho de
arruinar su vida atándolo a una mujer como ella que no iba a
hacerlo del todo feliz. Una vida “a medias” no era vida, su condena
era vivir una vida vacía y debía resignarse.
Llorando se durmió sin darse cuenta hasta
que dos horas después el teléfono fijo la despertó de golpe, con
desgane se levantó y se sentó en la cama, dejó que siguiera sonando
no quería hablar con nadie. Recordó que su móvil estaba muerto y lo
buscó para conectarlo, con lo que pasó olvidó lo que le había
sucedido a su gemela y deseaba saber de ella pero sabía que esa
llamada no era de Ariadna, rara vez ella marcaba el teléfono fijo
de la casa, siempre prefería el contacto directo del móvil.
Mientras Aurora cargaba el suyo se acercó a
su tocador para limpiarse la cara, tenía todo el maquillaje corrido
y era un desastre, su mañana feliz y radiante se había opacado y el
semblante que reflejaba era imposible de ocultar. Miró su reloj
mientras se peinaba y faltaban diez minutos para las once, exhaló,
estaba decidida a no salir ese día, no estaba de ánimos para nada,
ya después se pondría a cuentas con el trabajo.
Comenzaba a desvestirse para meterse al baño
cuando su móvil le indicaba la entrada de mensajes, los miró, eran
de Minerva, de Jackie, de Rebecca y también miró llamadas perdidas
de ellas mismas, de la agencia y de Alonso.
El mensaje de Minerva le decía que ya
Ariadna se había comunicado por email y que revisara el suyo para
ver si coincidía con lo mismo; detalló lo que le había pasado, que
ya estaba mejor junto a un hombre maravilloso y que se quedaría un
par de días más en Italia, el mensaje de Jackie era parecido
avisándole la comunicación de Ariadna pero agregando que el jefe
regresaba detenido desde Europa, en ambos mensajes Aurora respiró
tranquila, ya luego vería el email. El mensaje de Rebecca era para
preguntarle donde estaba y a qué horas llegaba y sabía que
seguramente las llamadas de la agencia eran por ella misma, suspiró
y se quedó inmóvil al ver las llamadas de Alonso, volvió a ver su
reloj y recordó el compromiso como también tragó al recordar que
Maximiliano estaba allá. Se llevó una mano a la sien, debía hacer
algo sólo que no tenía la cabeza para actuar.
—No iré a Cucamonga —se dijo preparándose
para ducharse—. Llamaré a Alonso después pero no puedo ir.
El baño iba a refrescarla y bajo la regadera
iba a pensar las decisiones a tomar a partir de ese momento.
Saliendo más tranquila usando una crema para
ondas acarició su cabello mojado y luego se alisó el flequillo, se
vistió con leggins y camiseta y dejándose la cara al natural volvió
a su móvil ya cargado y sentándose en la cama llamó a
Rebecca.
—Aurora ¿Dónde estás? —le contestó la mujer
de inmediato.
—En mi casa.
—¿Y estás bien? Llevo ratos llamando y Amy
también.
—¿Alguna urgencia?
—No tanto, es sólo que ya llegaron con el
pedido de lo que se había solicitado para la boda de Ariadna pero
no te preocupes, Margy y yo nos encargamos de recibir todo y
supervisar que no faltara nada según el listado de lo que era. Por
lo demás todo tranquilo, pero es que no sólo nosotras te hemos
estado llamando al móvil y a la casa sino que ese hombre Alonso
también, según Amy el hombre le dijo que te ha marcado directo al
móvil y nada.
—Es que lo tenía descargado y… tuve un
contratiempo por eso estoy en la casa. Rebecca… gracias por recibir
todo, ya luego me encargaré de devolvérselo a los Farrell pero hoy
necesito tomarme el día, no iré a la agencia por favor dile a Amy y
a Margy, ya luego me comunico con Alonso.
—¿Pero te sientes bien? Aurora te escucho
decaída. ¿Qué pasa?
—Nada, no te preocupes, tranquila, es algo
personal que debo solucionar, sólo necesito poner en orden mis
ideas para poder tomar decisiones.
—Está bien, respetaré tu hermetismo.
—Ya tendremos tiempo para hablar, por ahora
no deseo hacerlo.
—Comprendo y espero que… al menos al
terminar el día te sientas mejor.
—Eso espero también, gracias.
Colgaron y la chica se apresuró a ver su
email para saber de su gemela, en efecto les contaba lo que había
sido su corta estadía en Roma y lo que su jefe intentó hacerle
atacándola en su propia habitación y haciendo que perdiera el
conocimiento al respirar algo que la intoxicó, pero también aclara
que fue salvada por su Adonis de carne y hueso a quien describe no
sólo como pintor y colega sino como un hombre hermoso, fuerte,
seguro además de ser un magnate del arte y para que se diera una
idea de lo perfecto que era, se atrevió a decirle que era idéntico
a Cavill haciendo que Aurora rodara los ojos porque eso no lo
creía, para ella Ariadna ya exageraba con su obsesión por el
actor.
—Entonces yo tengo al doble del señor Reeve
y ya verás —le dijo la chica sonriendo como si su hermana fuera a
escucharla.
Terminó de leer el email cuando Ariadna
decía que estaba desesperada por regresar pero que iba a quedarse
un par de días más en Italia, quizá el fin de semana con él, ya que
con todo lo que le había pasado en Europa necesitaba algo de
relajación antes de volver a su realidad.
Al menos las Warren ya sabían de su hermana
y eso las llenaba de alivio. Aurora respiró en paz en ese aspecto,
ya luego cuando se sintiera mejor le iba a contestar y saliendo del
email, le marcó a Alonso, era necesario ya tomar al toro por los
cuernos o sea, era mejor enfrentar todo de una vez.
—Aurora que bueno que me llamas, estaba
preocupado —le dijo él contestando de inmediato—. Te he llamado a
tu trabajo, al móvil y nada.
—Lo siento, estuve algo indispuesta en la
mañana.
—¿Estás enferma?
—No, nada de eso.
—Me asustas —notaba su timbre decaído de
voz—. ¿Pasa algo malo entonces?
—Algo y por eso te llamo, te aviso que no
podré ir a tu casa, por favor discúlpame y hazlo también con tus
padres.
—¿Qué pasa? —Insistió él con desánimo—. ¿Por
qué ese cambio?
—Alonso lo siento, no soy buena compañía
hoy.
—Por favor dime por qué.
Aurora evitaba que la voz le temblara,
tampoco quería lastimarlo.
—Tuve un encuentro con… Greg esta mañana y
fue fatal.
—¿Cómo? ¿Ese imbécil sigue acosándote?
—Pero ya no lo hará más.
—Iré a Ontario ahora mismo.
—No Alonso, no es necesario, además
tú…
—Yo ya estoy bien, me siento mucho mejor,
además me voy mañana ¿lo olvidas? No puedo irme sin verte.
—Creo que será lo mejor.
—No Aurora, no me digas eso, en este momento
salgo para Ontario.
—No, Alonso…
—Espérame en tu casa —colgó.
—Alonso, ¡Alonso!
Fue inútil y ahora debía enfrentarlo, ¿iba a
decirle lo que sucedió entre ella y Maximiliano? No lo merecía,
Aurora sabía que estaba en un lío, definitivamente con los Farrell
estaba destinada a no tener buenas relaciones.
Ni siquiera almorzó, debido a todo no tenía
hambre y los nervios por enfrentar a Alonso la tenían muy tensa.
Perdía su mirada en el bonsái acariciando sus hermosas flores
azules, pensaba en si estos hombres se habrían conocido y tratado,
no le importaba enfrentar el asunto de una vez pero lo que no
quería era herirlos a ambos porque no lo merecían.
Inconscientemente se tocó la libélula y suspiró. ¿Qué era lo que
sentía? En ese momento una revoltura de todo que le impedía ver
hacia adelante y terminar lo que ni siquiera había comenzado, era
algo que le dolía y mucho. ¿A dónde la llevaría lo sucedido con el
médico la noche anterior? Comenzaba a creer que ese asunto ya no
estaba en sus manos sino en las de él mismo y eso la torturaba
más.
Perdida en sus cavilaciones estaba cuando
escuchó el claxon de un auto que sonaba frente a su casa, Alonso ya
había llegado, resignada le permitió entrar mientras ella lo
esperaba en la puerta de su casa. Rápidamente el hombre se acercó a
ella y la abrazó.
—No sabes cómo deseaba verte —susurró en su
oído.
Aurora sabía que al menos debido a su ánimo
necesitaba un abrazo.
—No era necesario que vinieras, pero
gracias.
—Aurora dime qué fue lo que pasó —le
acarició la cara, notaba que tenía los ojos rojos e
hinchados.
—Pasa —lo invitó a la sala—. Creo que he
sido muy desconsiderada contigo.
—No digas eso —la siguió.
—Es que ni siquiera te he preguntado cómo
estás, ayer que me llamaste… olvidé hacerlo, disculpa.
—Tranquila —le sujetó la mano—. Entiendo que
tengas la cabeza en muchas cosas, además como ves estoy bien. Ya
casi no me duele el cuerpo, los golpes pronto desaparecerán y en
una semana más hasta al gimnasio puedo volver. Mi espalda está
bien, me siento perfectamente —sonrió para tratar de hacerla sentir
bien a ella.
—Y me alegra mucho, me alegra que te sientas
mejor.
—Aurora ¿Qué te hizo ese tipo? —insistió al
notarla decaída.
—Me citó bajo engaños en un parque aquí
cercano —lo invitó a sentarse y se sentó ella también.
—¿Cómo? Pudo haberte hecho algo malo o
secuestrarte, ¿ya diste parte a la policía?
—Él sabe perfectamente que tengo una orden
judicial que le impide acercarse a mí, así que le di una última
oportunidad.
—¿Oportunidad para qué? —frunció la
frente.
—Para que soltara todas sus mentiras otra
vez y yo mandarlo al diablo —la chica exhaló su cansancio
emocional.
—¿Ese hombre fue novio tuyo? —elevó una
ceja.
—Sí, hace muchos años que ya no vienen al
caso —bajó la mirada.
—¿Y crees haberte librado de él?
—Y si no se las verá con las autoridades,
Alonso… —se detuvo y lo miró asustada—. Él sabe quién eres, lo
averiguó, sabes que eres un Farrell y que un pariente tuyo está en
la cárcel. Él busca provocarte para lograr encerrarte también,
prométeme que nunca más volverás a meterte con él.
—Pero…
—Promételo.
—Aurora por ti yo…
—Alonso me alegra verte bien y es un alivio
para mí, pero no quiero que te expongas otra vez.
Tienes una vida y un futuro prometedor, no
mandes todo al caño por algo que no vale la pena.
—Aurora es que tú lo vales todo —se acercó y
le sujetó la cara.
—Alonso regresa a Canadá —le suplicó—. Yo
estaré más tranquila sabiendo que has vuelto a tu ida, a tus
estudios, a esa oportunidad laboral de la que me hablaste. Estaré
bien sabiendo que has logrado todo lo que quieres pero no permitiré
que te metas en problemas por mi culpa, suficiente tienen ya con lo
de Lucas, tú no, eres diferente y mereces todo lo mejor.
Alonso se separó de ella un momento
observándola con cierto recelo, exhaló.
—Esto pareciera una despedida —le dijo con
voz suave.
—Es lo mejor.
—¿Lo mejor? ¿De verdad lo crees?
—Después de lo que pasó entre tú y él…
—¿Sigues culpándote? Aurora para mí tú eres
lo mejor, mis sentimientos… —se detuvo y exhaló—. Mis sentimientos
por ti son muy intensos, tanto que desde que te conocí no han hecho
otra cosa más que ir en aumento.
—Alonso… tú no eres una persona común y
corriente, tu apellido pesa, independientemente de la desgracia que
les ha caído sigues siendo un Farrell y gracias a un pariente están
en el ojo del huracán.
Vive tu propia vida y demuestra que eres
diferente ante esta sociedad que sólo sirve para señalar, haz tu
vida donde quieras, destácate en tu carrera y demuestras que eres
el mejor.
—Aurora tus palabras me halagan pero… —le
sujetó sus manos—. Siento que quieres poner distancia entre
nosotros, siento que… no quieres… intentar… —cerró los ojos
buscando el valor—. Siento que no quieres una oportunidad de
intentarlo… y darme a su vez la oportunidad de estar contigo.
—¿Y cómo estarlo? Tú tienes tu vida en
Canadá y yo acá.
—Pero mi familia está aquí y ya me falta
poco para graduarme de la maestría, mi vida estaría aquí si…
—¿Y tu oportunidad en Canadá? Si eso te
lleva a otros lugares te hará crecer, no Alonso, tu familia puede
que esté aquí pero tu futuro no.
El hombre exhaló bajando la cabeza y
sujetándosela a la vez, la punzada en su corazón le estaba
advirtiendo que Aurora no sería para él y le dolía reconocerlo
porque estaba enamorado de ella.
—Alonso quiero que seas feliz —ella le
sujetó la mano, él tragó evitando que la tristeza se le hiciera
evidente.
—¿Sabes que me importas mucho verdad?
—susurró.
—Y por el mismo motivo, porque también me
importas te suplico que…
—¿Que también te olvide? —la interrumpió—.
Creo que la “importancia” no es suficiente, pides algo
imposible.
Aurora lo miró, la situación iba cuesta
arriba para ambos.
—¿Cuál fue mi error Aurora? ¿Poner mis ojos
en ti? —preguntó sin rodeos.
—Por favor no digas eso.
—Dime entonces, ¿tienes idea en lo que te
convertiste para mí desde que te vi?
—Me confundiste —le recordó.
—Y eso me valió para conocer la otra cara
del amor.
—Ariadna regresará en unos días pero ella…
—quiso cambiar la conversación.
—No estoy hablando de Ariadna sino de ti
—volvió a sujetarle la cara—. Seguramente ella está bien en Europa
y olvidará que alguna vez tuvo una relación con Lucas pero en este
momento no me interesa ella sino tú, ¿te das cuenta de lo que
siento? ¿Ese es mi error? Aurora me gustas mucho y lo que pasé con
gusto lo volvería a pasar con tal de protegerte y saberte mía para
hacerlo con todo el placer una y otra vez.
—Alonso no digas eso, aún tienes las
secuelas… —evitaba llorar.
—Y no me importan si es por ti.
—Pero a mí sí me importa y quiero que estés
bien si eso implica que estés lejos.
Alonso exhaló con decepción y se reclinó en
el sofá.
—¿Ni siquiera merezco una esperanza?
—susurró—. ¿No soy lo suficiente como para tener contigo una
oportunidad?
—No digas eso, eres especial.
—Pero no logré cautivarte, no me importaría
volver a Toronto pero ilusionado y con la esperanza de… saber que
alguien especial está aquí esperándome. Alguien que puede
complementarme, que puede hacerme feliz, alguien que sea el motivo
suficiente y el más fuerte para que desee venir aquí.
—Alonso… —Aurora se sentía muy mal al
escucharlo, sus palabras se enterraban en su corazón como un puñal,
tanto él como ella se estaban hiriendo.
—¿Hay alguien más verdad? —inquirió él
mirándola con atención.
—¿Qué?
—Tu corazón se inclina por otro, ¿no es
así?
Aurora tragó, no disimuló sus nervios.
—Yo no estoy segura… con lo que he pasado no
creo tener relaciones estables…
—Maximiliano —la interrumpió él, los vellos
de la chica se le erizaron—. Mencionaste ese nombre el día que me
estabas curando los golpes, diciendo también que era médico y hoy
un hombre llamado así estuvo en Villa Ensenada, es médico
veterinario, ¿a él te referías?
Ya se habían conocido, Aurora sentía que
estaba congelada en su sitio y que el techo de su casa le caía
encima. En un momento todo le pasó por la cabeza y sintió que los
nervios hacían estragos en su cuerpo desde la cabeza hasta los
pies.
—Él tiene la clínica cerca de la agencia
—comenzó a decir ella—. Y… por casualidad también se conocieron con
Greg…
—Ya entiendo, ese día de la pelea ese tipo
mencionó a otro y ese otro es este Maximiliano que mencionaste y el
mismo que acabo yo de conocer.
—Alonso… —Aurora se llevó una mano a la
cabeza.
—¿Tienes algo con él? —la pregunta fue como
un golpe para ella.
Aurora no podía hablar de más, no iba a
exponer al médico más allá de lo que eran porque ni siquiera sabía
lo que eran, ¿amigos con derecho? La noche de sexo no los hacía
pareja ya, ni la misma Aurora tenía clara la relación que ahora iba
a tener con el médico. ¿Qué responderle a Alonso?
