Capítulo 20
Como sea esa noche fue también algo larga
para las chicas que debido a lo sucedido con los Farrell, no iban a
poder dormir tranquilas. Diana se retiró a su habitación pasadas
las diez junto con Aurora, para dejar que Minerva respirara
tranquila después de abrumarla tanto y que siguiera suspirando por
su Rick. Di se sentía cansada por los estudios y la danza y deseaba
caer en su cama sin levantarse hasta el amanecer y Aurora, una vez
que se encerraba en la suya volvía a ser la misma que se dejaba
envolver por sus pensamientos. Estando en la cama no lograba
dormir, daba vueltas y vueltas, todo era un cúmulo de sensaciones
para ella, buenas y malas. Recordaba lo que había sido su fin de
semana, para comenzar la llegada de esa mujer de quien no sabía
cómo hablarle a sus hermanas, el evento en Los Ángeles, el claro
interés de Ethan por ella y el actuar de la misma Rebecca por celos
que la hacía resoplar. La insistencia de Alonso que comenzaba a
colmarla, ese problema de los Farrell que iba a acaparar las
noticias del siguiente día haciendo estallar más la bomba y que no
sabía cómo hablarlo con su hermana Ariadna cuando ésta se enterara
y eso, la ponía más nerviosa porque sabía que en Italia ya eran más
de las siete u ocho de la mañana. Se sentó un momento en su cama y
exhaló, estaba muy nerviosa y mentalmente cansada, tenía demasiado
en su cabeza y no sabía cómo poner todo en orden, desvió su vista
un momento hacia la silueta del bonsái que tenía cerca de la
ventana y sin querer suspiró. De súbito la imagen del doctor vino a
su cabeza y sin darse cuenta sonrió, no deseaba detenerse a pensar
en él pero era un hombre atractivo, mucho, seguramente no tan guapo
como otros pero sin duda tenía algo interesante que llamaba la
atención, además su porte atlético no pasaba desapercibido y verlo
nadar había sido una prueba de ello.
Recordaba su sonrisa, su manera de hablar,
lo atrevido que le había parecido estando en el club pero así como
pensaba en él, el otro también ocupó un lugar y la sonrisa se le
borró de la cara hasta formar esa línea recta y tensa que ya era
parte de ella, nunca se imaginó que volvería a saber de él. Se
acostó otra vez y sujetándose la cabeza evitó que ese recuerdo le
afectara, debía ser aún más fuerte de lo que fue años atrás. No
podía permitir que su tranquilidad, esa que había logrado construir
y mantener se le viniera abajo como castillo de naipes, no podía
permitirlo, él era parte de un pasado que ya no tenía cabida en
ella y sabía que era su deber hacer alarde de todas sus fuerzas
para mantenerse así, fuerte como siempre se había mostrado e iba a
demostrarle que ya no era la misma mujer de años atrás. El hecho
que aún estuviera sola no significaba que estaba disponible, eso
no, él iba a darse cuenta de la clase de mujer en la que ahora se
había convertido, de la Aurora que fue no quedaba nada, ni de él ni
de otro quedaban huellas. Todas habían sido borradas y así como a
las cenizas se las lleva el viento, así también a los recuerdos que
no valen la pena. Esa noche Aurora se prometió seguir siendo la
misma que había logrado ser y enfrentar a todo lo que la perturbaba
pero jamás iba a retroceder, un paso atrás ni loca, las heridas
seguían allí y aunque había intentado acariciar la palabra “perdón”
para buscar sanidad emocional en el fondo sabía que dicha palabra
no existía en su diccionario, al menos no para hombres como
Greg.
No muy lejos de las chicas esa mañana
durante su desayuno, Raissa que admiraba —desde el balcón de su
habitación de la residencia que había alquilado— la vista de la
ciudad mientras escuchaba el “Orlando Furioso” de Vivaldi recibió
la llamada de un investigador contratado que era portador de
noticias para ella.
—¿Y bien? —preguntó la mujer sin siquiera
saludar.
—Buenos días señora McQueen —el hombre se
acomodó frente a su escritorio en la habitación del hotel al
escucharla—. La chicas salieron a sus labores, cada una, la
empresaria a su agencia, la más joven a la universidad y otra algo
mayor que no se había visto ya está en la ciudad, al parecer andaba
de viaje y llegó anoche. Salió esta mañana también rumbo a su
trabajo junto con la más joven, iban en el mismo auto.
—¿Qué clase de auto?
—Un beetle rojo que parece ser de la
menor.
Raissa se quedó pensativa, siendo la mayor
¿no tenía también auto propio?
—¿Señora? —insistió el hombre al notar su
silencio.
—¿Y sabes en donde trabaja?
—reaccionó.
—Parece que en una revista.
—¿Parece? —replicó sintiendo que eso no era
una seguridad.
—Perdón señora, quise decir que si trabaja
en ese lugar, por lo poco que pude saber ella escribe para ese
medio.
Raissa respiró con lentitud y de la misma
manera soltó el aire, bebió un poco de su té y con la misma
paciencia lo tragó.
—También ya le tengo noticias de lo
otro.
Raissa se alertó reaccionando.
—¿Buenas noticias? —inquirió.
—Espero que sí.
—Dime.
—Mi contacto lo encontró en Nueva
Orleans.
“Por fin” —pensó
ella con alivio.
—¿Está seguro que se trata de él?
—Más que seguro señora, tiene las mismas
características de la fotografía que me dio, no hay duda que se
trata de él, el parecido es asombroso.
—¿Y tiene familia? —Raissa hizo todo lo
posible porque lo que tuviera disponible de entereza la mantuviera
en su lugar y que su corazón también se mantuviera tranquilo.
—Se le ha visto acompañado y también
paseando con dos niños pero ninguna sortija en sus dedos, salvo
una.
—¿Cuál?
—La de la universidad.
Raissa volvió a suspirar, era obvio que si
era un hombre nacido por los setentas según sus cuentas debía estar
graduado, tener un trabajo y también una familia. No iba a
descansar hasta saber todo de él.
—Se le ve ir todos los días a la universidad
de Loyola pero no en calidad de estudiante sino como maestro
—continuó el hombre.
—Bien, quiero saber más, de todos
—enfatizó—. Te daré instrucciones después —ordenó la mujer que
seguía con la mirada perdida en la ciudad—. Antes de partir a Nueva
Orleans quiero tener la seguridad y no perder mi tiempo, además
todavía debo arreglar un asunto aquí.
—Como ordene señora —el hombre asintió con
mucho respeto como si la tuviera enfrente.
Cortaron la llamada.
Por la mente de la mujer pasaban muchas
cosas, muchas que la tenían nerviosa y eso la fastidiaba y la ponía
de mal humor. La orgullosa e inquebrantable Raissa McQueen, una de
las mujeres más ricas de Rhode Island y de las más poderosas de la
nación americana, aquella que no le tenía miedo a nada por primera
vez estaba sintiendo lo contrario y a punto de desquebrajarse por
un asunto al que le dedicó la vida postergándolo, pero no era tanto
por el hombre del que le daban cuentas sino por las chicas Warren.
El primer paso que dio no fue lo que esperaba aunque no debía
extrañarse ya que pudo haber sido peor, pero sabía en verdad que lo
peor aún no llegaba y era eso el terror que le daba cuando debiera
enfrentarlo. No estaba segura de cómo hacerlo y dudaba en que
Aurora fuera la persona correcta para llevarlo a cabo, ella era
sólo un canal, su verdadero propósito era llegar más allá.
Exhaló con lentitud llevando un puño cerrado
a sus labios. Debía pensar.
—Gracias Jackie, seguiremos en contacto, yo
veré si la llamo después —colgó Aurora exhalando algo preocupada en
su oficina.
Miró su reloj y se preguntaba el por qué
Ariadna no se había comunicado si era lógico que este problema de
los Farrell ya había trascendido y las noticias matutinas no
hablaban de otra cosa, además de involucrar a su jefa por lo que no
era difícil suponer que el jefe con el que andaba ya lo supiera y
lo que más le asustaba, era que no contestaba ni llamadas ni
mensajes y eso comenzaba a ocupar su mente porque sabía que en
Italia debían ser más de las cinco de la tarde y el que no se haya
comunicado ni con Jackie ni con ella, definitivamente comenzaba a
quitarle la paz matutina.
En esa primera hora de la mañana Aurora
estaba reunida con su contadora mostrándole el cheque de
bonificación que Ethan le había entregado y estaban sacando el
porcentaje que iba a recibir cada quien cuando tocara el día de
pago.
—Muy generoso el señor Anderson —decía Margy
haciendo sus anotaciones para planilla con calculadora en mano a la
vez que se acomodaba más sus lentes.
—Pero le advertí que no se le volviera
costumbre —contestó Aurora anotando también.
—¿Y por qué no? A nosotros no nos molesta,
al contrario —sonrió Margy—. Que diéramos porque todos fueran tan
generosos como él.
—Sí, yo no me esperaba esto, suficiente con
el adelanto que nos dio para comenzar a trabajar. Yo ya había
pensado repartir ese sobrante ya que él no lo aceptó de vuelta pero
esto terminó de sorprenderme más.
—No creo que se trate de presumir su dinero,
es sólo que debe ser un hombre de esos a quien las cosas materiales
ni les va ni les viene y eso es bueno. Si se desprende fácilmente
de eso significa que su interés debe ser más a lo emocional, a esas
cosas que perduran.
Aurora no dijo nada ante el comentario,
sabía que Margy lo decía con sinceridad sin pensar con doble
sentido como generalmente lo hacía Rebecca, ni siquiera lo dijo
mirándola a ella sino con la nariz en los papeles y de forma
desinteresada. Ethan en sí no le parecía un hombre materialista,
algo presumido no lo negaba pero tenía el orgullo de porqué
hacerlo, no era un hombre cualquiera. Era un empresario importante
y como tal, se daba a respetar al menos en público aunque ella, aún
no tenía clara la mera versión de Rebecca al respecto que era la
que lo había logrado conocer
“íntimamente”
—Buenos días —la voz de la mujer entrando
hizo que Aurora reaccionara a sus pensamientos.
“Y pensando en la reina
de Roma” —se dijo para sí cuando la miró.
—Buenos días —saludaron las mujeres al mismo
tiempo.
—Perdón por el leve retraso pero ya estoy
aquí —les dijo sentándose frente al escritorio de Aurora.
—¿Y mejor que ayer? —le preguntó Margy con
curiosidad.
—Mucho mejor —contestó con una sonrisa de
oreja a oreja.
Aurora y su contadora se miraron algo
extrañadas.
—¿No eres bipolar verdad? —Margy levantó una
ceja al notarla.
—No —la mujer se acomodaba su cabello con
coquetería.
—Que bueno que llegas —le dijo Aurora
volviendo a sus papeles—. Estamos distribuyendo el porcentaje de la
bonificación que Ethan nos dejó.
Aurora la miró esperando ver en Rebecca
algún tipo de reacción de molestia o rechazo como en el hotel de
Los Ángeles pero la mujer ni siquiera se inmutó, sencillamente
estaba de buen humor.
—Y le decía a Aurora que el señor fue
bastante generoso, el personal no se espera esta sorpresa en su
cheque —comentó Margy.
—Y será para todos —continuó Aurora—. Tanto
para los que fueron a Los Ángeles como para los que se quedaron
aquí, todos somos un equipo, todos somos Warren & Smith.
—Me alegra —dijo Rebecca al fin—. Como te
dije Aurora, era obvio que con este hombre teníamos asegurada
nuestra navidad, bueno aún es mitad de año pero fue un decir.
—Pero le decía a Margy que no lo mencione
con nadie, quiero que sea una sorpresa, sé que algunos lo deben de
adivinar pero lo que no se imaginan es la cantidad y quiero que eso
sea una grata sorpresa para todos.
—Perdón por interrumpir señorita Warren pero
acaba de llegar esto para usted —dijo Amy entrando a la oficina de
Aurora llevando otro arreglo floral que la hacía caminar dando
tumbos porque no lograba ver su horizonte con claridad.
Las tres mujeres se quedaron estáticas al
ver la preciosidad del arreglo, un fino y delicado jarrón de
porcelana portaba dos docenas de rosas de intenso color rojo, Margy
no pudo evitar abrir la boca y quitarse los lentes. Rebecca lo
miraba sorprendida medio sonriendo, ya que en sus adentros rogaba
que fueran del médico y no de Ethan. Aurora sintió la reacción de
su cuerpo cuando el mismo, le hizo erizar todos sus minúsculos
vellos.
—¿Quién las envía? —preguntó sin siquiera
querer levantarse de su silla.
—No lo sé, sólo vinieron a dejarlas, el
arreglo viene desde Los Ángeles.
—Con razón la fineza —opinó Margy—. Ni aquí
ni en ninguna otra floristería había visto un arreglo así, se nota
que no ha sido nada barato. Quien quiera que lo haya enviado quiere
hacer saber que puede comprar lo que sea, porque hasta me atrevo a
decir que ese arreglo mínimo viene directo de algún prestigioso
lugar de Beverly Hills.
Un comentario así si podía tener doble
sentido pero no era la intención de Margy el provocar, Rebecca
tragó en seco tensando los labios sintiendo que podía ser una
provocación y Aurora la notó.
Amy puso las flores sobre el escritorio de
su jefa.
—Amy… ¿no preguntaste quien las enviaba?
—insistió Aurora.
—No pero ahí viene la tarjeta.
Aurora dudaba en coger el pequeño sobre y
salir de la duda de quién había sido el osado que volvía a enviarle
flores. En su mente habían varios nombres que no debía descartar;
Maximiliano al que ya se le había hecho costumbre y rogaba que
fueran de él y evitarse dolores de cabeza, Alonso era el segundo
nombre que tenía en mente aunque lo dudaba ya que con el problema
de los Farrell difícilmente tendría cabeza para cortejar y menos
con flores. ¿Ethan? Aurora evitó tragar para que Rebecca —que tenía
los ojos puestos entre ella y las flores— la notara, esperaba que
no fueran de él porque si no, no iba a soportar a su mano derecha
en mercadeo con sus tontos celos que ya la colmaban también. De
súbito otro nombre se le vino a la cabeza y como punzada al corazón
lo intuyó, era el colmo que también buscara contentarla de una
manera tan común como si eso bastara y fuese suficiente. Apretó los
labios y medio frunció el ceño, todo le parecía pasar en cámara
lenta.
—¿Y bien Aurora? —la interrogó Rebecca con
curiosidad contenida haciéndola reaccionar—. ¿No piensas saber
quién te manda semejante arreglo?
Valor, eso era lo que necesitaba para
saberlo y era precisamente lo que le faltaba.
—Nuestra querida gerente ha estado muy
cotizada últimamente —comentó Margy para suavizar la tensión que se
sentía—. ¿Será el mismo de las flores de la otra vez?
En el fondo eso rogaba Aurora, deseaba que
fuera Maximiliano el que le aliviara el momento, o de plano Alonso
pues qué más daba pero ninguno de los otros porque no estaba segura
de cómo manejar el asunto. Alargó su mano a la tarjeta, evitaba el
nerviosismo. Con determinación abrió el sobre y exhalando
tembló.
“Para Aurora, la única
mujer que existe en mi corazón, aquella que ocupa un lugar que
ninguna otra podrá tomar, aquella por la
cual vale la pena entregar todo. Para ella es lo que soy,
siempre.”
Aurora estaba boquiabierta, la nota no decía
nada más, ni siquiera tenía firma, no decía quien mandaba las
flores ni quien había escrito la nota y Aurora tampoco tenía una
mísera idea de quién podía haber sido, estaba aún más
confundida.
—¿Y bien? —insistió Becca—. ¿Vas a decirnos
quién te tiene así?
—¿Así como? —reaccionó.
—Pues así nerviosa, pareces perturbada, creo
que no es la… reacción más común cuando se reciben flores pero
contigo que eres y has sido un caso extraño, el asunto es
diferente.
—Definitivamente —secundó Margy—. Si bien
sabemos lo seria que es Aurora constatarlo me ha dejado perpleja,
de verdad hace creer lo fría que es para cuestiones
sentimentales.
—No hago creer, lo soy —contestó ella en su
defensa—. Y la nota no dice nada, al menos no a mí aunque diga mi
nombre, el tipo ni siquiera la firma. ¿Amy estás segura que son
para mí? Quiero decir para mi persona, no soy la única que se llama
Aurora —se volvió a su recepcionista.
—Sí, ellos fueron muy claros cuando
mencionaron el nombre de la agencia y también el nombre a quien las
flores iban dirigidas. Tal vez no sea la única Aurora pero si
Warren, no pueden haber dos personas con el mismo nombre y apellido
y ellos dijeron claramente Aurora Warren.
—¿Podemos saber qué dice? —preguntó la
experta en mercadeo.
Aurora leyó la nota en voz alta para saciar
la curiosidad de todas.
—Wow como sea suena intenso —opinó Margy
luego de escucharla.
—Que romántico —suspiró Amy.
—Muy galante —acotó Rebecca elevando una
ceja, lo escrito no le pasaba de largo sacando sus propias
conclusiones y la espinita se le clavó.
—No me apetece tener nada y menos de un
desconocido, por favor llévatelas —le ordenó Aurora a su
recepcionista.
—¿Cómo?
—Aurora no exageres —le dijo Margy—. Sin
importar de quien sean las flores están bellísimas, no desperdicies
el regalo.
—Ese es el problema, que no se saben de
quien son.
—Lo único claro es que son para ti —señaló
Rebecca con algo de envidia—. Y eso no lo puedes discutir.
—No te precipites Aurora —le aconsejó
Margy—. Espera averiguar quién es el Romeo y luego decides, si no
es nadie conocido y menos alguien que te interese pues las pones en
la basura y ya.
—Ay no, mejor que me las regale, a mí sí me
gustan —respondió Amy con pesar imaginando las flores en el
basurero.
—Dolería desperdiciar un arreglo así —opinó
Becca evitando mostrar interés—. Las flores no tienen la culpa de
lo que Aurora pueda sentir.
—¿Pero y si son del doctor? —insistió Amy—.
Él ya ha mandado dos arreglos más, este no sería de extrañar.
—¿Pero desde Los Ángeles? Eso no tiene
sentido —añadió Aurora.
—Pues te recuerdo que seguramente el bonsái
vino desde más largo, no desde Japón pero si de algo distante —le
hizo ver Rebecca.
—Pues ya está solucionado el enigma. —Margy
volvió a su calculadora—. Las flores seguramente son del doctor
este que desea permanecer anónimo como poeta, ya que le debe de dar
pena el saber que su Julieta tiene amigas metiches que desean
conocer sus amoríos.
Las mujeres se rieron y en parte sirvió para
relajarse un poquito.
En ese momento Orlando tocó la puerta y
entró.
—Buenas, siento interrumpir pero la hice de
secretaria y contesté el teléfono de recepción ya que no hay nadie
—rodó los ojos hacia Amy con gracia quien más bien los abrió
asustada—. Hay una llamada para Aurora y está en espera.
—¿De quién? —preguntó la chica.
—De un doctor… Maximiliano o algo así.
—Ay Dios, perdón —se disculpó Amy apenada
por no estar en su lugar.
—Hmmm… lo sabía ya se está reportando, que
oportuno —sonrió Margy—. Creo que ese hombre sería un marido
perfecto —no pudo evitar reírse abiertamente.
—Parece un sabueso —sonrió por fin Rebecca
sintiendo algo de alivio—. Que buen tino para olfatear tiene.
—Gracias Orlando, tomo la llamada aquí.
—Aurora evitó apenarse por los comentarios de las mujeres a la vez
que se volvía a su recepcionista—: Y Amy ya puedes volver a la
recepción, sabes que no me gusta que permanezca sola pero por esta
vez te entiendo.
La chica asintió y salió junto con Orlando
mientras que Becca y Margy hacían de cuenta que no les importaba la
llamada volviendo a las cuentas, pero siempre atentas a su modo a
la plática o al menos a la actitud de Aurora.
—Buenos días Maximiliano —saludó Aurora
rogando de verdad que la llamada fuera por lo de las flores.
—Buenas días Aurora, ¿no interrumpo? Sólo
llamaba para saber cómo estabas, espero que mejor.
—Sí, gracias, mejor, no te preocupes.
—Me alegra, esa es la actitud.
—Y con ánimo para una nueva semana ¿y tú?
¿Que tal del bronceado?
—Me arde un poco la piel pero lo voy a
superar, creo que no volveré a abusar del verano por muy tentadora
que se vea una piscina —sonrió.
Aurora intentó sonreír porque de repente se
le vino a la cabeza la “solícita” que había corrido a darle la
toalla, tragó.
—Si a pesar del calor no hay que abusar —la
chica no lograba como seguir con la conversación sin entrar en
detalles con el tema de las flores que la tenía con extrema
curiosidad.
—Tal vez la próxima vez me quieras
acompañar, ¿no te gustaría?
—No soy muy asidua de clubes, el Mónaco lo
conozco porque la mayoría de los eventos que debo montar son
allí.
—Bueno pero siempre se puede hacer una
excepción, ¿no crees?
Aurora comenzaba a exasperarse porque no
lograba saber lo que quería al menos para lograr
tranquilizarse.
—¡Agradécele las flores! —Le gritó Rebecca
con osadía más que nada para que él escuchara al ver que Aurora le
daba vueltas al asunto, ella no pretendía quedarse con dudas.
Aurora se quedó rígida mirándola sintiendo que los nervios se le
iban a disparar—. Es muy lindo el doctor, sus gestos enamoran
—evitó con todas sus fuerzas sonar sarcástica.
—¡Rebecca! —Aurora susurró queriendo
gritarle tapando a la vez el auricular pero le fue tarde,
Maximiliano había escuchado.
—¿Flores? ¿Qué flores? —preguntó con una
curiosidad que evitaba delatar la molestia.
—Nada, nada, unas rosas que me acaban de
llegar, las chicas piensan que fuiste tú.
—Pues lamento decepcionarlas, no fui
yo.
Aurora sintió que el concreto del cielo de
su oficina iba a caerle encima.
—¿No? ¿Entonces de quien serán? El problema
es que la tarjeta no tiene remitente y por eso creyeron…
—¿Y tú también lo pensaste? —Maximiliano
quería saber la opinión de ella que era la que realmente le
importaba pero igual ya se sentía molesto.
—Yo… no sé, creo que sí, no lo niego, es más
creí que por eso llamabas. —Aurora evitaba tartamudear, estaba algo
aturdida.
—Pues no, no fui yo.
—Seguramente se deben haber equivocado —la
mano de Aurora temblaba y más al sentir la mirada de reojo de
Rebecca que le ponía más atención a sus gestos que a la
planilla.
Maximiliano no era tonto y sabía que si
Aurora había recibido flores no podían ser de otro más que del
mismo del club, ese hombre se le había atravesado y estaba más que
seguro que ya había comenzado con la provocación que con la mirada
le había advertido.
—Seguramente deben de ser de algún cliente
agradecido —señaló él manteniendo la calma antes de sentir que se
iba a calcinar y no precisamente del calor.
—Seguramente —suspiró ella intentando
también mantener la calma, porque el volcán de Rebecca estaba a
punto de hacer erupción suponiendo al culpable de las flores.
—Bueno te dejo, tengo trabajo y sólo llamaba
para saber cómo estabas.
—Está bien, igual yo tengo trabajo, gracias
de nuevo, adiós.
—Adiós.
Aurora colgó tensando los labios, comprobar
que no había sido Maximiliano el que le enviara las flores no la
tenía bien, ya había salido de la duda de uno el problema era que
los tres restantes no le hacían ninguna gracia.
Maximiliano apretó el auricular cuando con
el índice había hecho colgar la llamada, prefirió hacerlo con la
excusa del trabajo y no seguir hablando porque sabía que no le iba
a ser posible controlarse. Realmente estaba molesto y eso sólo le
indicaba una sola cosa, la misma en la que él llevaba días pensando
y era que Aurora le gustaba y mucho y los celos que comenzaba a
sentir se lo comprobaban. Exhaló apretando los labios también y se
sentó en su escritorio, pensaba en ese hombre que había perturbado
a Aurora en el club y deseaba saber quién era, intuía que se
conocían y no era la primera vez que se veían. A ella la vio muy
mal por la presencia del tipo y ahora, no iba a descansar hasta
saber qué había significado para Aurora, sabía que seguramente
tuvieron algo en el pasado y por la actitud de ella era obvio que
no habían terminado bien. Ella parecía detestarlo y con todas sus
fuerzas y en parte eso lo tranquilizaba pero no por eso iba a bajar
la guardia, no sabía qué iba a hacer, exhaló sujetándose la cabeza.
Trataba de pensar cuando su reproductor de sonido en su consultorio
le sonó suavemente con Crowded House y su clásico “Don´t Dream Itś
Over” suspiró con desánimo, tal vez era muy precipitado todo y
nunca se esperó conocer a una mujer que le sacudiera las bases como
Aurora lo hacía con él, pero tampoco quería creer que el asunto
fuera imposible y como la canción se lo decía aunque tuviera una
batalla por delante, aunque hubiera un muro entre ellos que los
separara, él seguía caminando de nuevo paso a paso hacia un
corazón, el suyo y no quería soñar con quimeras, no quería creer
que las cosas podían acabar sin siquiera haber empezado. “No sueñes
que se acaba” o en su defecto que los músicos le decían, “no sueñes
que esto se acabó” eso él no iba a permitirlo aunque no tuviera ni
una mísera idea. Sólo podía estar seguro de algo y era de
mantenerse cerca de Aurora tanto como le fuera posible. Ella le
atraía y el haberla sentido vulnerable cuando la protegía en sus
brazos ese breve momento en el club, fue suficiente para darse
cuenta de lo que le importaba y con eso, tenía para comenzar a
pelear por ella y protegerla aunque fuera sólo como amigo.
